miércoles, 26 de diciembre de 2012


PABLO: UN EJEMPLO EN ORACIÓN

El segundo rasgo que me impresionó mientras consideraba el presente tema, es que la gran mayoría de las oraciones apostólicas que han llegado hasta nosotros provienen del corazón de Pablo. Como ya lo hemos dicho. esto era de esperarse. Si alguien preguntara por qué, podríamos dar varias respuestas. Primero, Pablo fue ante todo el apóstol a los gentiles. Santiago y Juan ministraron principalmente a los creyentes judíos (Gá. 19), quienes aun en sus días de inconversos estaban acostumbrados a doblar las rodillas delante del Señor. Pero los gentiles habían salido del paganismo y lo más lógico era que su padre espiritual fuese también su padre devocional. Además. Pablo escribió dos veces más epístolas inspiradas por Dios que todos los otros apóstoles juntos. y en sus epístolas escribió ocho veces más oraciones que todos los demás en las suyas. Pero recordamos principalmente lo primero que el Señor dijo de Pablo después de su conversión: “Está orando” (Hch. 9:1 l). Era como si el Señor estuviera dando la nota clave de lo que sería la vida de Pablo puesto que se distinguiría primordialmente como un hombre de oración.

Esto no quiere decir que el resto de los apóstoles no tuviesen este espíritu. Dios no utiliza a ministros que no oran, pues sus hijos no son mudos. Cristo afirma que la marca distintiva de los elegidos de Dios es que “claman a él de día y, de noche” (Lc. 18:7). Con todo, Dios permite que algunos de sus siervos y de sus santos disfruten de un compañerismo más estrecho y constante con el Señor, y (a excepción de Juan) así le ocurrió obviamente al hombre que en una ocasión fue arrebatado incluso al paraíso (2 Co. 12:1‑5). A Pablo se le otorgó una medida extraordinaria de “espíritu de gracia y de oración” (Zac. 12:10), de modo que parece haber sido ungido con mayor espíritu de oración que sus compañeros apóstoles. Era tan grande su amor por Cristo y por los miembros de su cuerpo místico y tal su solicitud por el bienestar y crecimiento espiritual de la iglesia, que de su alma brotaba continuamente un torrente de oración a Dios en favor de la Iglesia y en gratitud por ella.

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