miércoles, 26 de diciembre de 2012


Juan Crisóstomo (alrededor del 347–407)
En las cosas que se refieren a Cristo, ambos [esclavos y amos] son iguales: y así como eres esclavo de Cristo, así también lo es tu amo... [Es] posible para uno que es esclavo no serlo y para uno que es hombre libre ser esclavo. «¿Y cómo puede uno ser esclavo y no esclavo?» Cuando hace todo para Dios: cuando no finge ni hace algo para que lo vean los hombres: es así como uno que es esclavo de hombres puede ser libre. O de nuevo, ¿cómo uno que es libre se convierte en esclavo [del pecado]? Cuando sirve a los hombres en cualquier servicio malvado, ya sea por glotonería o deseo de riqueza o por encargo el tal, aunque sea libre, es más esclavo que cualquier otro hombre...
Tal cosa es el cristianismo; en la esclavitud concede libertad... [después de todo], la esclavitud real es la del pecado y si usted no es esclavo en este sentido, sea valiente y regocíjese. Nadie tendrá poder para hacerle mal alguno teniendo el carácter que no se puede esclavizar. Pero si es esclavo del pecado, aunque sea diez mil veces libre no tiene el bien de su libertad.8
Primero es la liberación del pecado y entonces la conversión a esclavos de justicia, lo cual es mejor que cualquier libertad. Pues Dios ha hecho lo mismo que una persona que toma a un huérfano a quien unos salvajes han llevado a su propio país y no solo fueran a liberarlo de la cautividad sino a establecer un tipo de paternidad para él y levantarlo a una dignidad muy grande. Eso es lo que ha ocurrido en nuestro caso. Pues no fue solo que Dios nos libertó de nuestra maldad anterior; también nos lleva a una vida de ángeles. Abrió el camino para que gocemos una mejor vida, entregándonos a la custodia de la justicia y destruyendo nuestra maldad anterior, ajusticiando al viejo hombre en nosotros y llevándonos a vida eterna.

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