sábado, 30 de marzo de 2013


La provisión para la propiciación: El sacrificio de Cristo


Pablo indudablemente relaciona la propiciación con la muerte de Cristo, en Romanos 3:25. Su sangre (es decir, Su muerte) lo hizo a El la propiciación. Un debate interpretativo existe tocante al matiz de significado de hilasterion en el versículo.
Puesto que es la misma forma usada en Hebreos 9:5, muchos entienden que esto se refiere a Cristo como el lugar donde se hizo la propiciación. Otros entienden que la referencia significa que Cristo fue la ofrenda propiciatoria, idea que halla apoyo en Hebreos 2:17; 1 Juan 2:2; y 4:10. Posiblemente debemos incluir ambos matices de significado en este pasaje; es decir, nuestro Señor fue el sacrificio satisfactorio por el pecado y, por lo tanto, el lugar donde se llevó a cabo la propiciación.
Nótese la interconexión del pecado, el sacrificio, la sangre, y la propiciación en estos pasajes.
Las referencias en 2:2 y 4:10 ambas enfatizan el hecho de que Cristo mismo es la ofrenda que quita la ira de Dios. A El no se le llama el propiciador (nótese que El es llamado Salvador en v. 14) como si hubiera existido la posibilidad de que El usara otro medio de propiciación aparte de Sí mismo. El es la ofrenda.

 Su generación, que vivan durante una nueva reformación.



1. Pero tengan cuidado. Presten atención y no olviden las cosas que han visto sus ojos, ni las aparten de su corazón mientras vivan. Cuéntenselas a sus hijos y a sus nietos. (Deu 4:9)
2. Gloríense en su nombre santo. Alégrense de veras los que buscan al Señor. Refúgiense en el Señor y en su fuerza, busquen siempre su presencia. (1Ch 16:10-11)
3. En ti confían los que conocen tu nombre, porque tú, Señor, jamás abandonas a los que te buscan. (Psa 9:10)
4. El corazón me dice: Busca su rostro. Y yo, Señor, tu rostro busco. (Psa 27:8)
5. Busquen al Señor mientras se deje encontrar, llámenlo mientras esté cercano. Que abandone el malvado su camino, y el perverso sus pensamientos. Que se vuelva al Señor, a nuestro Dios, que es generoso para perdonar, y de él recibirá misericordia. (Isa 55:6-7)
6. Así dice el Señor al reino de Israel: Búsquenme y vivirán. (Amo 5:4)

La vida y la muerte en el AT.
En el AT las ideas de la vida y de la muerte se insertan en el contexto de las ideas del Cercano Oriente, pero la fe de Israel en Dios les da una forma distintiva.
1. La vida en el AT. El término חַיִּים abarca sólo la vida física y orgánica, pero contiene un juicio de valor. La vida es buena –es el bien supremo (Job 2:4; Pr. 3:16)– en cuanto presuposición de todo lo demás (cf. Ec. 9:4). La vida larga es una gracia especial (cf. Gn. 25:8, etc.), una recompensa por guardar los mandamientos (Dt. 5:16, etc.). La vida misma proviene de Dios, quien insufla en nuestras narices el aliento de vida (Gn. 2:7). El centro de la vida se halla en la sangre (Gn. 9:4). La vida, sin embargo, se ha visto
229 perturbada. Por una parte se ha acortado (Gn. 6:3), por otra ha sido hecha amarga, en razón del pecado humano. El árbol de la vida significa un destino de vida eterna que fue malogrado con la caída y la expulsión del huerto. Más importante que el origen de la vida es la relación real de la vida con Dios, quien es Señor tanto de la vida como de la muerte, que controla el libro de la vida (Éx. 32:32), y que, habiendo dado la alianza, determina la preservación o pérdida de la vida según la respuesta a su palabra. La vida no queda garantizada mediante ritos mágicos, sino mediante una decisión de obediencia (Dt. 30:15ss; 32:47). No depende sólo del pan, sino también de la palabra de Dios (Dt. 8:3). Ezequiel es quien elabora este tema con la máxima agudeza, con su llamado al arrepentimiento y la promesa anexa de vida. La vida se entiende, entonces, exclusivamente en términos de gracia. Es la base misma de la salvación, y sólo se la puede tener por fe, adhiriéndose al Dios salvador (Hab. 2:4). Si bien es por una parte el disfrute de las bendiciones, es por otra la comunión [p 289] con Dios; pero en cualquiera de las dos formas se entiende como don de Dios. Los libros sapienciales ponen como su objetivo principal el ofrecer la vida, o conducir a la vida, mediante una decisión correcta en cuanto al verdadero orden de vida. La única diferencia es que ahora la sabiduría reemplaza a Dios o a la palabra como fuente o dadora de vida. Cierto es que la idea que la palabra o la sabiduría confiere vida en un sentido físico, y no solamente espiritual, implica cierta contradicción con las crudas realidades de la experiencia; y el AT tiene conciencia de esto, pero sólo puede ofrecer una solución en cuanto que la muerte no es considerada como fin irrevocable de la vida.
2. La muerte en el AT. La terminación de la vida con la muerte en la vejez se acepta como cosa lamentable pero natural. La condición que se espera después de la muerte es carente de alegría. La individualidad se pierde, y no se espera reencuentro alguno.
A los sepulcros se les niega toda calidad sacra, y los cadáveres son impuros (Dt. 21:23). Los muertos quedan excluidos de la alabanza a Dios (Sal. 115:16–17). La separación del Dios de la vida es el verdadero aguijón de la muerte (Is. 38:18). Si la vida viene por la relación con Dios, la muerte se caracteriza por la ausencia de tal relación. La perpetuación de la nación, aun por la restauración (Ez. 37), está garantizada por la alianza, mientras que sobre la vida individual pende el hechizo de la muerte.
3. La victoria sobre la muerte en el AT. Aunque siempre se considera que Dios gobierna sobre las esferas superiores, hacia las cuales puede arrebatar a los justos (Gn. 5:21ss; 2 R. 2:9–10), esto no se enfatiza; y para después de la muerte se llega a esperar la fe en la justicia divina, ese cumplimiento de la promesa de la alianza (Sal. 16:9–10; 49:16; 73:23ss; Job 19:25). El concepto de la gracia subyace a la certeza que aquí se enuncia. El mismo concepto se halla detrás de Isaías 26:19 y Daniel 12:2, aunque aquí la justicia de Dios significa la retribución de los malos así como la continua comunión con Dios para los creyentes.

4. El concepto de vida en el AT. Si el hebreo חַיִּים corresponde más a βίος (en cuanto duración) que a ζωή, la palabra נֶפֶשׁ , que denota la potencia sobre la cual se basa la vida, está más cerca de ζωή. La esencia de חַיִּים se puede ver en las expresiones de vida cuyo sujeto es נֶפֶשׁ p. ej. el hambre y la sed, los anhelos y deseos. Pero el נֶפֶשׁ no es a la vez el sujeto de la vida intelectual, ya que el concepto de vida va ligado al de carne, todas las criaturas vivientes quedan bajo la categoría de נֶפֶשׁ , y cuerpo y alma se pueden usar como paralelos o de manera combinada. Si bien el נֶפֶשׁ está en nosotros, o en la sangre, no se puede escrutar, ya que sólo está sujeto al dominio de Dios (Gn. 6:3, 17, etc.). La vida la tenemos sólo como préstamo. Dios es el Señor de la vida (Sal. 104:29–30).
Él es el Dador, que mata y que da vida (Sal. 36:9; Dt. 32:39). Sólo él tiene vida en sí mismo. Nosotros los mortales sólo podemos sustentarla mediante el alimento y el trabajo. Para nosotros la vida es temporal e implica movimiento, posibilidad, orientación y deseo. Se caracteriza por el esfuerzo y la esperanza, así como por el hambre y la sed. La mera existencia no es vida. La enfermedad es tan mala como la muerte (Job 27:15), y la curación es vida. La verdadera vida es larga y feliz. La vida es el bien supremo; el peor sufrimiento es «hasta la muerte» (Jon. 4:9). La muerte pone fin a la vida; no puede darle plenitud. La vida significa conocimiento de sí; de ahí el vínculo con la luz (cf. Ec. 11:8). La vida es individual; la muerte pone a todos en igualdad de condiciones (Job 3:19). Esta individualidad está presente con la vida misma; no hay que alcanzarla mediante el modo en que uno vive, ni perdura después de la muerte. La muerte es un descanso (Job 3:17–18), y uno puede morir contento cuando está lleno de días. Esta vida presente es verdadera vida si es larga y feliz, y mediante la obediencia a la ley o a la sabiduría uno puede labrarse esa vida larga y feliz, escogiendo así la vida en vez de la muerte.

 Una correcta identificación debe estar relacionada con el contexto literario de todo el libro.
a. La I Carta de Juan fue escrita para combatir las falsas enseñanza y para fortalecer a los verdaderos
creyentes.
b. Estos dos propósitos se pueden ver en las pruebas del verdadero creyente:
(1) Doctrinal
(a) Jesús fue verdaderamente hombre (1:1-3; 4:14)
(b) Jesús fue verdaderamente Dios (1:2; 5:20)
(c) Los seres humanos también son perdonados y santificados por Dios mediante:
i. La muerte de Jesús (1:7; 2:1-2; 3:16; 4:9-10, 14; 5:6-8)
ii. La fe en Jesús (1:9; 3:23; 4:15; 5:1, 4-5, 10-13)
(2) Práctico (positivo)
(a) Un estilo de vida de obediencia (2:3-5; 3:22, 24; 5:2-3)
(b) Un estilo de vida como el de Cristo (sin pecado, 1.7; 2:6, 29; 3:6-9; 5:18)
(c) Un estilo de vida de amor (2:10; 3:11, 14, 18, 23; 4:7, 11-12; 16-18, 21)
(d) La victoria sobre el mal de este estilo de vida
(e) Su Palabra que permanece en ellos (1:10; 2:14)
(f) Ellos tienen al Espíritu (3:24; 4:4-6, 13)


TÓPICO ESPECIAL: LA CARNE (sarx)
El término es utilizado ampliamente por Pablo en Gálatas y fue desarrollado teológicamente en Romanos.
Los eruditos difieren de cómo caracterizar las distintas connotaciones de la palabra. Obviamente que hay algunas semejanzas en su significado. A continuación presento un esfuerzo por señalar el amplio campo semántico del término:
A. El cuerpo humano (Juan 1:14; Romanos 2:28; I Corintios 5:5; 7:28; II Corintios 4:11; 7:5; 12:7; Gálatas 1:16; 2:16, 20; 4:13; Filipenses 1:22; Colosenses 1:22, 24; 2:5; I Timoteo 3:16).
B. La descendencia humana (Juan 3:6; Romanos 1:3; 4:1; 9:3, 5, 8; 11:14; I Corintios 10:18; Gálatas 4:23,29).
C. El ser humano (Romanos 3:20; 7:5; 8:7-8; I Corintios º:29; II Corintios 10:3; Gálatas 2:16; 5:24)
D. El lenguaje humano (Juan8:15; I Corintios 1:26; II Corintios 1:12; 5:16; 10:2; Gálatas 6:12)
E. La debilidad humana (Romanos 6:19; 7:18; 8:5-6, 9; II Corintios 10:4; Gálatas 3:3; 5:13, 16, 19-21; Colosenses 2:18)
F. La hostilidad humana hacia Dios al relacionarla con las consecuencias de la caída (romanos 7:14; 13:14; I Corintios 3:1, 3, Efesios 2:3; Colosenses 2:18; I Pedro 2:11; I Juan 2:16)


EL GEMIR DE MILES DE MILLONES DE ALMAS
Se dice que Martín Lutero tenía un amigo íntimo, cuyo nombre era Miconio. Este, al ver a Lutero
sentado durante días interminables trabajando al servicio del Maestro, Miconio sintió compasión de él y le
dijo: "Te puedo ayudar más desde donde yo estoy; permaneceré aquí orando, mientras tú perseveras
incansablemente en la lucha." Miconio oró durante días seguidos por Martín. Pero al paso que perseveraba
en la oración, comenzó a sentir el peso de la propia culpa.
Cierta noche soñó con el Salvador, quien le mostró las manos y los pies. Le mostró también la fuente en
la cual lo había purificado de todo pecado. "Sígueme", le dijo el Salvador, llevándolo a un alto monte,
desde donde señaló hacia el naciente. Miconio vio una planicie que se extendía hasta el lejano horizonte.
La vasta planicie estaba cubierta de ovejas, de muchos millares de ovejas blancas. Solamente había un
hombre, Martín Lutero, que se esforzaba por apacentar a todas. Entonces el Salvador le dijo a Miconio
que mirase hacia el poniente. El miró y vio vastos campos de trigo blancos para la siega. El único segador
que se esforzaba por segarlos, estaba casi exhausto; de todas maneras, persistía en su tarea. En ese
momento, Miconio reconoció el solitario segador: ¡era su buen amigo, Martín Lutero! Al despertar del
sueño, Miconio tomó esta resolución: "No puedo quedarme aquí orando mientras Martín se fatiga en la
obra del Señor. Las ovejas deben ser apacentadas, y los campos tienen que ser segados. Héme aquí, Señor,
¡envíame a mí!" Fue así como Miconio salió para compartir la labor de su fiel amigo.
Jesús nos llama para trabajar y orar. Es de rodillas que la iglesia de Cristo avanza. Fue Lionel Fletcher
quien escribió:
"Todos los grandes conquistadores de almas, a través de los siglos, han sido hombres y mujeres
incansables en la oración. Conozco a casi todos los oradores que han tenido éxito en la generación actual,
así como a los de la generación anterior, y sé que todos ellos han sido hombres de intensa oración.
"Cierto evangelista me impresionó profundamente cuando yo era todavía un joven periodista de un
diario. Ese evangelista se había hospedado en casa de un pastor presbiteriano. Toqué a la puerta y
pregunté si podía hablar con el evangelista. El pastor, con voz trémula y con el rostro iluminado por una
luz extraña, respondió: 'Nunca se hospedó un hombre como él en nuestra casa. No sé cuando él duerme. Si
voy a su cuarto durante la noche para saber si precisa de alguna cosa, lo encuentro orando. Lo vi entrar en
el templo muy temprano hoy por la mañana, y no volvió para desayunar ni para almorzar.' "
"Fui a la iglesia. . . Entré furtivamente para no perturbarlo. Lo hallé sin el saco y sin el cuello clerical.
Estaba postrado de bruces delante del púlpito. Oí que con voz agonizante y conmovedora imploraba a
Dios en favor de aquella ciudad de mineros, para que dirigiese las almas al Salvador. Había orado durante
toda la noche; había orado y ayunado el día entero."
"Me aproximé furtivamente al lugar donde él oraba postrado en el suelo. Me arrodillé y puse la mano
sobre su hombro. El sudor le corría por el rostro. El no me había visto nunca, pero me miró por un
momento y entonces me rogó: "Ore conmigo, hermano. No puedo vivir si esta ciudad no se acerca a
Dios." Había orado en ese lugar durante veinte días sin que se hubiese producido ninguna conversión. Me
arrodillé a su lado y oramos juntos. Nunca había oído a nadie que insistiese como él. Volví de allí
realmente asombrado, humillado y tembloroso."
"Aquella noche asistí al culto en el gran templo donde él oró. Nadie sabía que él no había comido
durante el día entero, que no había dormido durante la noche anterior. Pero, cuando se levantó para
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predicar, oí a diversos oyentes que dijeron: 'La luz de su rostro no es terrenal.' Y no lo era en efecto. El era
un conceptuado instructor bíblico, pero no tenía el don de predicar. Sin embargo, esa noche, mientras
predicaba, el auditorio entero fue tomado por el poder de Dios. Ele esa la primera gran cosecha de almas
que presencié."
Hay muchos testigos oculares del hecho de que Dios continúa respondiendo las oraciones como en el
tiempo de Lutero, de Edwards y de Judson. Transcribimos aquí el siguiente comentario publicado en
cierto periódico:
"La hermana Dabney es una creyente humilde que se dedica a orar... Su marido, pastor de una gran
iglesia, fue llamado para iniciar la obra en un suburbio habitado por gente pobre. Al primer culto no vino
ningún oyente; solamente él y ella asistieron. Se quedaron desilusionados. Era un campo dificilísimo; el
pueblo no era solamente pobre, sino depravado también. La hermana Dabney vio que no había esperanza,
a no ser que se clamase a Dios, y resolvió dedicarse persistentemente a la oración. Hizo un voto a Dios,
que, si El atraía a los pecadores a los cultos y los salvaba, ella se entregaría a la oración y ayunaría tres
días y tres noches en el templo, todas las semanas, durante un período de tres años.
"Fue así que, después que la esposa de ese pastor angustiado comenzó a orar, sola, en el salón de cultos,
Dios comenzó a obrar enviando pecadores en tan gran número, que el salón quedaba repleto de oyentes.
Su marido le pidió entonces que orase al Señor y le pidiese un salón más grande. Dios conmovió el
corazón de un comerciante para que desocupara el edificio que quedaba frente al salón, cediéndolo para
los cultos. Ella continuó orando y ayunando tres veces por semana, y sucedió que aquel salón más grande
también resultó ser insuficiente para contener al público. Su marido le pidió nuevamente que orase y
pidiese un edificio en que todos los que deseaban asistir a los cultos pudiesen entrar. Ella oró y Dios les
dio un gran templo situado en la calle principal de ese barrio. En ese nuevo templo la asistencia aumentó
también a tal punto, que muchos de los oyentes se veían obligados a asistir a las predicaciones de pie, en
la calle. Muchos de ellos fueron liberados del pecado y bautizados."
Cuando los creyentes sienten dolores mientras están orando, es que hay almas que están renaciendo.
"Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán."
"El gemir de miles de millones de almas en la tierra me llega a los oídos y me conmueve el corazón; me
esfuerzo, pidiendo el auxilio de Dios, para evaluar, al menos en parte, la densa obscuridad, la extrema
miseria y la indescriptible desesperación de esos miles de millones de almas que no tienen a Cristo.
Medita hermano, sobre el amor del Maestro, amor profundo como el mar; contempla el horrible
espectáculo de la desesperación de los hombres perdidos, hasta que no puedas ya censurar, hasta que no
puedas descansar, hasta que no puedas dormir."
Al sentir las necesidades de los hombres que perecen sin Cristo, fue que Carlos Inwood escribió lo que
acabamos de leer en el párrafo anterior, y es por esa razón que se consume el alma de los héroes de la
Iglesia de Cristo a través de los siglos.
En la campaña de Piamonte, Napoleón se dirigió a sus soldados con las siguientes palabras: "Habéis
ganado sangrientas batallas sin cañones, habéis atravesado ríos caudalosos sin puentes, habéis marchado
increíbles distancias descalzos, habéis acampado innúmeras veces sin tener nada para comer. ¡Todo esto
gracias a vuestra audaz perseverancia! ¡Pero, guerreros, es como si no hubiésemos hecho nada, puesto que
nos queda aún mucho por alcanzar!"
Guerreros de la causa santa: nosotros podemos decir lo mismo; es como si no hubiésemos hecho nada.
La audaz perseverancia nos es indispensable todavía; hay más almas para salvar actualmente que las que
había en los tiempos de Müller, de Livingstone, de Paton, de Spurgeon y de Moody.
"¡Ay de mí, si no anunciare el evangelio!" (1Co_9:16.)
No podemos taparnos los oídos espirituales para no oír el llanto y los suspiros de miles de millones de
almas en la tierra, que no conocen el camino que conduce al hogar celestial.
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