miércoles, 26 de diciembre de 2012


EL GRAN PASTOR DE LAS OVEJAS

Fue muy pertinente y apropiado que una epístola que se dirige mayormente a judíos creyentes usase este título para referirse a Cristo, puesto que el Antiguo Testamento les había enseñado a buscar al Mesías en esa función específica. Moisés y David, prominentes tipos de Cristo, fueron pastores. En cuanto al primero se dijo: “Condujiste a tu pueblo como ovejas por mano de Moisés y Aarón”(Sal. 77:20). Usando el nombre del segundo, Dios prometió a Israel que enviaría al Mesías: “Y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David [esto es, su antitipo: Cristo], él las apacentará, y él les será por pastor”(Ez. 34:23, los corchetes son míos). Es obvio que Pablo se refería aquí a esta profecía particular, pues más abajo Ezequiel añade: “Y estableceré con ellos pacto de paz”(v. 25). Las mismas tres expresiones son usadas en Hebreos 13:20, a saber: el Dios de paz, el gran Pastor y el pacto eterno. En tono con el tema de la epístola, las tres expresiones se usan para refutar el concepto erróneo que los judíos se habían formado de su Mesías. Pensaban que les aseguraría una libertad externa como la que consiguió Moisés. Pensaban que les traería un próspero estado nacional, como el establecido por David. No se imaginaban que el Cristo derramaría su preciosa sangre y que sería llevado a la tumba, aunque tenían que haberlo sabido y entendido a la luz de la revelación profética.

Cuando Cristo apareció en su medio, se presentó a los judíos con ese carácter. No sólo declaró: “Yo soy el buen pastor", sino que agregó: “El buen pastor da su vida por las ovejas”(Jn. 10: 11). El precursor de Cristo, Juan el Bautista, anunció de esta manera la manifestación pública de Cristo: “Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”(Jn. 1:29). Isaías 53 había anunciado al Señor Jesucristo en términos de este doble carácter (con Ez. 34 como telón de fondo): “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él [es decir, en el pastor de las ovejas] el pecado de todos nosotros”(Is. 53:6, los corchetes son míos; cf. Zac. 13:7). Ahora notemos la maravillosa concordancia que se da entre el siguiente versículo de la profecía de Isaías (v. 7) y la oración que estamos estudiando: “como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció y no abrió su boca”(la cursiva es mía). Notemos cómo el mismo Espíritu que inspiró a Isaías, también impulsó a Pablo a decir en Hebreos 13:20 que Dios “trajo de vuelta de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, al gran Pastor de las ovejas”(la cursiva es mía). Porque el texto original no dice “resucitó, sino “sacó de entre los muertos‑ (Versión Nácar‑Colunga). “sacó de la muerte”(Nueva Biblia Española), o: “volvió a traer de entre los muertos”(Versión Moderna). El hecho de que Dios haya traído de la muerte a este gran Pastor, significa que previamente el Padre lo había llevado a la muerte como Substituto, como cordero propiciatorio, por los pecados de sus ovejas. ¡Cuán minuciosamente adecuado es el lenguaje de la Santa Escritura y cuán perfecta es la armonía verbal entre ambos Testamentos!

El Espíritu guió a Pedro a que en su primera epístola utilizara la misma maravillosa profecía referida al Señor Jesús. Primero se refiere al Señor diciendo que fuimos rescatados por un “cordero sin mancha y sin defecto”(1P.1: 18,19), después pasa a citar algunas de las expresiones proféticas de Isaías 53, como la que habla de nosotros: “nos descarriamos como ovejas", la que se refiere a la virtud salvadora de la obra expiatoria de Cristo: “por sus llagas fuimos nosotros curados"; y la que habla de que al llevar nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero, Cristo estaba cumpliendo transacciones celestiales con el Juez justo: “Pastor y Obispo de vuestras almas”(I P. 2:24,25, RV60). Pedro fue guiado a hacer una exposición de Isaías, retratando al Salvador como Cordero en la muerte y como Pastor en la resurrección. Era inexcusable que los judíos no supieran del Cristo en este particular oficio. Esta ignorancia es evidencia, si se tiene en cuenta que fue uno de sus profetas el que anunció que Dios diría: “Levántate, oh espada, contra el pastor, y contra el hombre compañero mío ... Hiere al pastor‑ (Zac. 13:7). Allí se presenta a Dios en su carácter judicial, como enojado con el pastor por amor a nosotros. Puesto que él cargó con la responsabilidad de nuestros pecados, la justicia tenía que ser satisfecha a costa suya. Ese fue “el castigo de nuestra paz”impuesto sobre él, y el buen pastor dio su vida por las ovejas para satisfacer los justos requerimientos de Dios.

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