martes, 18 de septiembre de 2012

FERVOR EN LA ORACIÓN

FERVOR EN LA ORACIÓN
 
Puesto que la comunicación con Dios debe suceder durante
todo el día, no se imagine que eso excluya la necesidad de tener
fervor en sus oraciones. Pablo mandó a los colosenses a
perseverar "siempre en la oración, vigilando en ella" (Col. 4:2),
y les advirtió a los etesios a vigilar "con toda perseverancia y
ruego por todos los santos" mientras oraban (Efe. 6:18). Para
que la oración logre lo que Dios quiere en nuestras vidas, debe
ser una práctica consumidora que convierte a la vigilancia y
perseverancia en sus mercancías más valiosas.
VIGILANCIA
En el sentido básico, la orden de Pablo de vigilar significa
permanecer despierto y no dormirse durante la oración. En
Getsemaní, poco antes que lo traicionaran, Jesús les pidió a
Pedro, Jacabo y Juan que vigilaran mientras él oraba (Mat.
26:38). Él regresó poco después y los halló durmiendo, así que
le dijo a Pedro: "¿Así que no habéis podido velar ni una sola
hora conmigo? Velad y orad, para que no entréis en tentación.
20 A SOLAS CON DIOS
El espíritu, a la verdad, está dispuesto; pero la carne es débil"
(vv, 40, 41). Es imposible orar mientras uno duerme, usted
debe estar despierto y alerta para hablar con Dios, así como lo
está cuando habla con cualquier persona.
No obstante, las órdenes de Pablo, tanto en Colosenses 4:2
como Efesios 6:18, abarcan más que el estar alerta fisicamcntc.
Los creyentes también deberían buscar esas cosas por las cuales
debieran estar orando. Obviamente, Pedro aprendió esta profunda
verdad del hecho de no permanecer despierto, ya que
escribió en su primera epístola: "Sed, pues, prudentes v sobrios
en la oración" (1 Pedo 4:7).
Los cristianos a veces dicen oraciones vagas y generales que
son difíciles que Dios conteste porque realmente no piden nada
específico. Por eso es tan importante la oración específica. Aunque
las peticiones generales pueden ser apropiadas en ciertas
ocasiones, es por medio de las respuestas a oraciones especificas
que vemos a Dios demostrar su amor y poder. Jesús prometió:
"Y todo lo que pidáis en mi nombre, eso haré, para que el Padre
sea glorificado en el Hijo. Si me pedís alguna cosa en mi
nombre, yo la haré" (Juan 14:13, 14).
Aquellos creyentes que buscan constantemente al Señor
tienen preocupaciones específicas; si usted no está alerta a los
problemas y necesidades específicos de otros creyentes, no
podrá orar por ellos específicamente y de todo corazón. Pero
cuando usted lo hace, usted puede esperar la respuesta de Dios,
regocijarse en ello cuando llegue, y luego ofrecerle su alabanza
de agradecimiento.
PERSEVERANCIA
Desafortunadamente, la mayoría de creyentes nunca toman en
serio la oración hasta que sucede un problema en su vida o en la
de un ser querido. Entonces tienen la inclinación de orar atenta,
específica y persistentemente. Pero Pablo dice que siempredebemos
orar de esa manera, y "vigilar con toda perseverancia" (Efe.
6:18). La palabra griega que se traduce "perseverancia" y usada en
el mandato "perseverar siempre" (Col. 4:2) viene de proskartcrco,
una palabra compuesta formada por kartereo ("estar firme" o
U:--: CORAZÓ\i CE0:TRADü EN DIOS 21
"resistir") y una preposición añadida que intensifica el significado.
El yerba significa "ser valicntemenre persistente", "aferrarse
y no soltarse". Se usó para referirse a la resistencia fiel de Moisés
cuando sacó a los hijos de Israel de Egipto (Heb. 11:27).
Perseverar en la oración es presentar todo delante de Dios con
todo el corazón, valentía v constancia, especialmente las necesidades
de los demás. La sensibilidad a los problemas y necesidades
de los demás, incluyendo otros creyentes que están pasando por
pruebas y dificultades, nos llevará a orar por ellos "de noche y de
día" como Pablo lo hizo por Timoteo (2 Tim. 1:3).
El ejemplo de nuestro Señor
Jesús mismo fue la personificación de la perseverancia en la
oración. Hebreos 5:7 dice: "En los días de su vida física,
habiendo ofrecido ruegos y súplicas con fuerte clamor y lágrimas
al que le podía librar de la muerte, .. ". Este versículo es un
comentario de la vida de oración de nuestro Señor Jesucristo
mientras estuvo en la tierra, una vida caracterizada por
oraciones apasionadas ofrecidas con gran intensidad y agonía.
Aunque la Escritura no registra los detalles de sus oraciones,
podemos estar seguros de que él perseveró en ellas, incluso si le
tomaba toda la noche (Luc. 6:12).
La ilustración más grande de su intensidad en la oración se
llevó a cabo en el huerto de Gctsemaní antes de su muerte.
Lucas escribe: ce...puesto de rodillas oraba diciendo: 'Padre, si
quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad,
sino la tuya' ... y angustiado, oraba con mayor intensidad, de
modo que su sudor era como grandes gotas de sangre que caían
hasta la tierra" (Luc. 22:41,42,44). En la versión de Mateo del
mismo evento, hallamos a Jesús rogándole a Dios tres veces
(Mat. 26:36-46). Esa fue una oración ferviente y prolongada, a
tal grado que los discípulos se durmieron varias veces mientras
él lo hacía.
Nuestro Señor hizo muchas obras poderosas cuando estuvo
en la tierra, sin embargo, en ninguna de ellas se percibe algún
consumo de energía. Aunque la Escritura dice que salió poder
de él, no hav registro que indicase que tuvo que ejercer esfuerzo
alguno en realizar sus milagros. Sólo cuando oró lo vemos an22
A SOLAS CON DIOS
gustiarse y esforzarse por sus peticiones, aun al punto de sudar
como grandes gotas de sangre. Esa persistencia nos es extraña,
no obstante es esa clase de intensidad la que Cristo quería que
aprendieran sus discípulos de las dos parábolas que les enseñó.
Las parábolas de nuestro Señor
Entre las muchas parábolas de nuestro Señor, hay dos que
resaltan por ser diferentes a las demás. Aunque las otras parábolas
se relacionan a Dios de manera comparativa, las que se relatan
en Lucas 11 y 18 se relacionan con Dios por contraste. Ilustran a
gente que no se parece a Dios, y al hacerlo, estas parábolas exponen
los argumentos a favor del valor de la oración persistente.
Les dijo también:
-Supongamos que uno de vosotros tiene un amigo v va
a él a la medianoche y le dice: "Amigo, préstarne tres
panes, porque ha llegado a mí un amigo de viaje, y no
tengo nada que poner delante de él". iLe responderá
aquel desde adentro: "No me molestes; va está cerrada
la puerta, y mis niños están conmigo en la cama; no
puedo levantarme para dártelos"? Os digo que, aunque
no se levante a dárselos por ser su amigo, ciertamente
por la insistencia de aquel se levantará v le dará todo lo
que necesite.
y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad v hallaréis;
llamad, y se os abrirá, Porque todo aquel que pide
recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abrirá"
(Luc. 11:5-10).
Les refirió también una parábola acerca de la necesidad
de orar siempre y no desmayar. Les dijo: "En cierra
ciudad había un juez que ni temía a Dios ni respetaba al
hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la
cual venía a él diciendo: 'Hazrne justicia contra mi adversario'.
Él no quiso por algún tiempo, pero después se dijo
a sí mismo: 'Aunque ni temo a Dios ni respeto al hombre,
le haré justicia a esta viuda, porque no me deja de molestar;
para que no venga continuamente a cansarme?".
Entonces dijo el Señor: "Oíd lo que dice el juez injusto.
iY Dios no hará justicia a sus escogidos que claman a él

de día y de noche: ¿Les hará esperar) Os digo que los
defenderá pronto ... " (Luc. 18:1-8).
El contraste entre Dios v el amigo reacio y el juez injusto es
obvio. Si esos humanos mal dispuestos y pecadores honran la
persistencia, ¿cuánto más nuestro santo y amoroso Padre celestial?
Si usted no recibe una respuesta inmediata a su petición, o
si los acontecimientos no salen exactamente o con la rapidez
que esperaba, la palabra del Señor para nosotros es "no se
desanime"; siga orando sin cesar v no se rinda. Siga llamando.
Siga pidiendo. Siga buscando.
Spurgeon ofrece esta enseñanza acerca de la importancia de
nuestra persistencia:
Si "amos a prevalecer, debemos persistir; debemos continuar
incesante y constantemente, y no poner pausas a
nuestra oración hasta OBTENER la misericordia lo más
posible. "Los hombres siempre deberían orar". Semana
tras semana, mes tras mes, año tras año; la conversión de
ese hijo querido debe ser la principal súplica del padre.
Presentar en oración a ese esposo inconverso es confiar
de corazón, por parte de la esposa, de noche y de día
hasta que lo logre; ella no debe usar lOó 20 años de
oración infructuosa como motivo para dejar de orar; no
debe imponerle a Dios ni tiempos ni temporadas, pero
mientras haya "ida en ella y vida en el objeto querido de
su solicitud, debe continuar rogándole al poderoso Dios
de Jacob. El pastor no debe buscar una bendición para
su oucnte ocasionalmente'."luceoro de recibir cierta medida
desistir de interceder más, sino que debe continuar
con vehemencia y sin pausa, sin contener sus energías,
clamando en YOZ alta sin detenerse hasta que las ventanas
del cielo se abran y se otorgue una bendición
demasiado grande para contener. Pero, hermanos,
¡cuántas veces le pedimos a Dios, v no recibimos porque
no esperamos lo suficiente en la puerta: Tocamos una o
dos veces la puerta de la misericordia, y como no abre la
puerta un mensajero amistoso, nos vamos por nuestro
lado. Demasiadas oraciones son como los golpes desenfrenados
que dan los niños en las puertas y luego cuando

se abre la puerta, el niño ya se ha ido. Oh, por gracia
permanezca cara a cara con el ángel de Dios, v nunca,
nunca, nunca, suelte el agarre; sintiendo que la causa
que abogamos es una en la cual debemos tener éxito
puesto que almas dependen de ello, la gloria de Dios
está conectada a ello, la condición de nuestro prójimo
está en peligro. Si pudiéramos entregar en oración nuestra
propia vida y las de aquellos que más queremos, lo
haríamos; sin embargo no podemos entregar las almas
de los hombres, debemos instar y rogar una y otra vez
hasta obtener la respuesta'.
Cuando Pablo nos manda a orar sin cesar, él simplemente
está respaldando el principio que Jesús enseñó en Lucas 11 y 18
de que la oración debe ser incesante. :\lo se nos escucha por las
muchas palabras que usamos, sino por el gemir de nuestros
corazones. El hombre que fue donde su amigo para pedirle pan
no recitó una petición preestablecida, él rogó por lo que necesitaba.
Lo mismo es cierto acerca de la viuda, ella clamó por
protección al que tenía el poder para contestar su pedido. La
oración persistente y continua que sale de lo más profundo de
su ser es lo que mueve el corazón de nuestro compasivo y amoroso
Dios.
PODER
El pensamiento más importante y penetrante que Pablo nos
da acerca de la oración es que debe ser "en el Espíritu" (Etc.
6:18; cf. [ud. 20). Esta calificación no tiene nada que ver con
hablar en lenguas ni con ninguna otra actividad de éxtasis o
sobrenatural. Orar en el Espíritu es orar en el nombre de Cristo,
esto es, orar de acuerdo a su naturaleza y voluntad. Orar en el
Espíritu es orar en completo acuerdo con el Espíritu, quien
"nos ayuda en nuestras debílidades; porque cómo debiéramos
orar, no lo sabemos; pero el Espíritu mismo intercede con gemidos
indecibles [palabras verdaderas que no son pronunciadas,
no expresiones pronunciadas que no son palabras]. Y el que
escudriña los corazones sabe cuál es el intento del Espíritu,
porque él intercede por los santos conforme a la voluntad de

Dios" (Rorn. 8:26,27). Zacarías 12:10 llama al Espíritu Santo
el "espíritu de gracia v súplica". Así como debemos orar
continuamente, sepa que el Espíritu Santo ora continuamente
por nosotros. Cuando oramos en el Espíritu, alineamos nuestra
mente v deseos con su mente y deseos, los cuales concuerdan
con la voluntad del Padre v del Hijo.
.Córno hacernos que nuestras oraciones estén de acuerdo
con el Espíritu) Caminando en la llenura del Espíritu. A medida
que su vida se llene con el Espíritu (Efe. 5: 18) Y camine en
obediencia a él, él gobernará sus pensamientos para que sus oraciones
estén en armonía con las de él. A medida que se somete
al Espíritu Santo, obedece su Palabra y depende de su guía y
fortaleza, usted será atraído' a tener una comunión cercana y
profunda con el Padre y el Hijo,
Nuestra vida debe reflejar un compromiso continuo al
ejercicio constante de la oración, Todo lo que aprendemos de
Dios debe conducirnos a su presencia. Haga que eso sea su
meta a medida que le presenta cada aspecto de su vida en
oración.

Los MÉTODOS DE LA ORACIÓN

Los MÉTODOS DE LA ORACIÓN
En Etesios 6: 18 Pablo dice que debemos orar con "toda
oración y ruego". La palabra griega que se traduce "oración"
(también en 1 Tes. 5:17) es la palabra común del Nuevo Testamento
para decir oración y se refiere a peticiones generales. La
palabra que se traduce "ruego" se refiere a oraciones específicas.
El uso que hace Pablo de ambas palabras sugiere nuestra
participación necesaria en toda clase de oración, todo tipo que
sea apropiado.
La postura
Orar todo el tiempo necesita que se esté en varias posiciones
porque usted nunca va a estar en la misma posición todo el día.
En la Biblia, la gente oraba de pie (1 Rey. 8:22), levantando las
manos (1 Tim. 2:8), sentados (2 Sam. 7:18), de rodillas (Mar.
1:40), mirando hacia arriba (Juan 17:1), inclinados (Éxo.
34:8), poniendo la cabeza entre las rodillas (1 Rey. 18:42),
golpeándose el pecho (Luc. 18:13), y en dirección a Jerusalén
(Dan. 6:10).
Las circunstancias
Mientras que algunas personas piensan que la oracion
debería ser muy formal, la Biblia documenta que la gente oraba
en muchas y diversas circunstancias, así como con diferentes
expresiones. Oraban con ropa de atlicción (Sal. 35:13), sentados
en cenizas (Job 1:20, 21), golpeándose el pecho (Lue.
18:13), llorando (Sal. 6:6), echando polvo sobre sus cabezas
18 A SOLAS CON DIOS
(Jos. 7:6), rasgando sus vestiduras (Esd. 9:5), ayunando (Deut.
9:18), gimiendo (Sal. 6:4-6), con fuerte clamor y lágrimas
(Heb. 5:7), como sudando sangre (Luc. 22:44), quebrantados
de corazón (Sal. 34:18), haciendo sacrificios (Sal. 20:1-3) v
cantando himnos (Hech. 16:25).
El lugar
La Biblia también registra a gente orando en toda clase de
lugares: en la batalla (2 Crón. 13:14, 15), en una cueva (1 Rey.
]9:9,10), en una habitación (Mat. 6:6), en un huerto (Mat.
26:36-44), en un monte (Luc. 6:12), junto a un río (Hech.
16:13), en la playa (Hech. 21:5, 6), en la calle (Mat. 6:5), en el
templo (l Rey. 8:22-53), en la cama (Sal. 4:3,4), en una casa
(Hech. 9:39,40), en el vientre de un pez (Jan. 2:1-10), en una
azotea (Hech. 10:9), en una cárcel (Hech. 16:23-26), en el desierto
(Luc. 5:16) yen una cruz (Luc. 23:33, 34,46). En 1 Timoteo
2:8, Pablo dijo: "Quiero, pues, que los hombres oren en
todo lugar. .. ". Para el cristiano fiel y lleno del Espíritu, cualquier
lugar se convierte en un lugar de oración.
El tiempo
En una conferencia de pastores a la cual asistí hace años, un
hombre predicó sobre el tema de la oración matutina. Para
apoyar su punto de vista, leyó varios pasajes que muestran a
gente orando en la mañana. Así como él lo hizo, va busqué
todas las Escrituras que mostraban a gente orando tres veces al
día (Dan. 6:10), en la noche (Mar. 1:35), antes de las comidas
(Mat. 14:19), en la novena hora o sea las 3:00 p.m. (Hech. 3:1),
a la hora de dormir (Sal. 4:4), a la medianoche (Hech. 16:25),
día y noche (Luc. 2:37; 18:7), a menudo (Luc. 5:33), en la
juventud (Jer. 3:4), en la vejez (Dan. 9:2-19), cuando están en
problemas (2 Rey. 19:3,4), todos los días (Sal. 86:3) v siempre
(Luc. 18:1; 1 Tes. 5:17).
La oración es apropiada en cualquier momento, cualquier
postura, cualquier lugar, bajo cualquier circunstancia y con
cualquier atuendo. Debe ser una manera de vivir completa, unce
comunión abierta y continua con Dios. Después de acoger

todos los infinitos recursos que son suyos en Cristo, jamás crea
que ya no depende del poder de Dios minuto a minuto.
Actitudes coincidentes
A través de toda su vida el creventc siente su insuficiencia,
por lo tanto, él vive dependiendo totalmente de Dios. Mientras
sienta esa insuficiencia v dependencia, orará sin cesar. Al mismo
tiempo, sabrá que es el beneficiario de bendiciones tremendas
por parte de Dios. Por eso Pablo manda a los tesalonicenses a
"estar siempre gozosos" v "dar gracias en todo" en sus oraciones
incesantes (1 Tes. 5:16-18). Esto refleja un balance hermoso
en nuestra comunión con Dios. Mientras ofrecemos peticiones
específicas por nuestras necesidades y las de otros, al mismo
tiempo podemos regocijarnos y dar gracias, no sólo por
respuestas especificas, sino también por la bendición abundante
que derrama Dios sobre nosotros día tras día.

COMUNIÓN CON DIOS

COMUNIÓN CON DIOS
Puesto que el propósito final de nuestra salvación es glorificar
a Dios y traernos a una comunión íntima y enriquecedora
con él, no buscar a Dios en oración es negar ese propósito. "Lo
que hemos visto y oído lo anunciamos también a vosotros",

dice el apóstol Juan, "para que vosotros también tengáis comunión
con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre v con
su Hijo Jesucristo" (1 Jn. 1:3).
Imagínese pasar todo un día laborable con su mejor amigo a
su lado. Usted sin lugar a dudas reconocería su presencia durante
todo el día presentándolo a sus amigos o compañeros de
trabajo y hablándole de las diversas actividades del día. ¿Pero
cómo se sentiría su amigo si nunca hablara con él o reconociera
su presencia? Sin embargo, así es como tratamos al Señor
cuando no oramos. Si nos comunicáramos con nuestros amigos
con la poca frecuencia con la que algunos de nosotros nos
comunicamos con el Señor, esos amigos podrían desaparecer
rápidamente.
Nuestra comunión con Dios no fue diseñada para esperar
hasta que estuviéramos en el cielo. El mayor deseo de Dios, y
nuestra mayor necesidad, es estar en constante comunión con
él ahora, y no hay una expresión o experiencia más grande de
comunión que la oración.
En una de sus obras clásicas sobre la oración, Purpose in
Prayer(El propósito de la oración), el pastor del siglo XIX, E. M.
Bounds, nos ofrece este recordatorio de cómo debemos cultivar
nuestra comunión con el Señor:
La oración no es una función que carece de significado
o un deber que hay que cumplirlo al final de un día
ocupado o agotador. No estamos obedeciendo al mandamiento
de nuestro Señor cuando nos contentamos
con unos cuantos minutos de rodillas en los ajetreos de
la mañana, o tarde en la noche cuando las facultades,
cansadas por las tareas del día, piden un descanso. Es
cierto que Dios siempre está al alcance de una llamada,
su oído siempre está atento al grito de su hijo, pero
nunca llegaremos a conocerlo si usamos el vehículo de la
oración como usamos el teléfono para tener unas cuantas
palabras de conversación apurada. La intimidad
requiere desarrollo. Nunca podremos conocer a Dios,
con todo lo que implica el privilegio que es conocerlo,
por medio de repeticiones de intercesiones breves,
fragmentadas y desconsideradas, las cuales son peticio-
nes de favores personales y nada más. Esa no es la
manera en que podemos entrar en comunicación con el
Rey del cielo. "La meta de la oración es ser el oído de
Dios", una meta que sólo se puede lograr buscándolo de
manera paciente, continua y constante, derramándole
nuestro corazón v permitiéndole que nos hable. Sólo al
hacerlo podemos esperar conocerlo, y a medida que más
lo conocemos más tiempo pasaremos en su presencia y
encontraremos que esa presencia es un deleite constante
y creciente'.

LA FRECUENCIA DE LA ORACIÓN

LA FRECUENCIA DE LA ORACIÓN
El ministerio terrenal de Jesús fue sorprendentemente breve,
apenas tres años. Sin embargo en esos tres años, como debió
haberlo sido en sus años previos, pasó gran cantidad de tiempo
en oración. Los Evangelios informan que Jesús tenía por costumbre
levantarse temprano en la mañana, antes de! amanecer,
para tener comunión con su Padre. En la noche, con frecuencia
iba al monte de los Olivos o algún otro lugar tranquilo para
orar, generalmente a solas. La oración fue e! aire espiritual que
Jesús respiró cada día de su vida. Él practicó una comunión
interminable entre él v el Padre.
Él instó a sus discípulos a hacer lo mismo, v lcs dijo: "Velad,
pues, en todo tiempo, orando que tengáis fuerzas para escapar
de todas estas cosas que han de suceder" (Luc. 21:36).

La iglesia primitiva aprendió esta lección y mantuvo el
compromiso de Cristo de orar continua e incesantemente.
Incluso antes del día de Pentecostés, los 120 discípulos se
reunieron en el aposento alto y "perseveraban unánimes en
oración" (Hech. 1:14). Esto no cambió incluso cuando 3.000
fueron añadidos a la comunidad en el día de Pentecostés (2:42).
Cuando los apóstoles fueron guiados a estructurar la iglesia para
que el ministerio se pudiera cumplir de manera efectiva, ellos
dijeron: "continuaremos en la oración y en el ministerio de la
palabra" (6:4).
A lo largo de su vida, el apóstol Pablo fue ejemplo de este
compromiso con la oración. Lea de las bendiciones en varias de
sus epístolas v descubrirá que orar por sus compañeros creyentes
era su práctica diaria. A los creyentes romanos les dijo:
"Porque Dios... me es testigo de que sin cesar me acuerdo de
vosotros siempre en mis oraciones" (Rom. 1:9, 10; cf. 1 Coro
1:4; Efe. 5:20; Fil. 1:4; Col. 1:3; 1 Tes. 1:2; 2 Tes. 1:3, 11;
Film. 4). Sus oraciones por los creyentes a menudo lo mantenían
ocupado "día y noche" (1 Tes. 3:10; 2 Tim. 1:3).
Puesto que oró por ellos continuamente, Pablo fue capaz de
exhortar a sus lectores a orar de esa manera también. Instó a los
tesalonicenses a orar "sin cesar" (1 Tes. 5:17). Mandó a los
filipenses a dejar de estar afanosos y en cambio presentar "vuestras
peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con
acción de gracias" (Fil. 4:6). Animó a los colosenses a perseverar
"siempre en la oración, vigilando en ella con acción de
gracias" (Col. 4:2; cf. Rom. 12:12). Y para ayudar a los efesios
a armarse para combatir con las tinieblas espirituales del mundo
que los rodeaba, dijo: "orando en todo tiempo en el Espíritu
con toda oración y ruego, vigilando con toda perseverancia y
ruego por todos los santos" (Efe. 6:18). La oración incesante y
constante es esencial para la vitalidad de la relación de un
creyente con el Señor y su capacidad de funcionar en el mundo.

UN CORAZÓN CENTRADO EN DIOS

UN CORAZÓN CENTRADO EN DIOS

Un cristiano debe llevar el arma de la oración como
una espada desenvainada en su mano. Nunca debernos
detener nuestras súplicas. Que nuestros corazones nunca
sean corno una pistola de poco uso, necesitando que
se le haga de todo antes de poder ser usada contra el
enemigo, sino que debe ser corno un cañón, cargado y
preparado, requiriendo sólo el fuego para poder disparar.
El alma no siempre debe estar ejercitando la oración,
pero siempre funcionando en la energía de la oración;
no siempre en realidad orando, pero siempre orando intencionalmente'.
15
Me parece que orar en todo tiempo es vivir en un estado
constantemente consciente de la presencia de Dios, donde todo
lo que vemos y experimentamos se convierte en una especie de
oración que se vive con una conciencia profunda y una entrega a
nuestro Padre celestial. Es algo que comparto con mi Mejor
Amigo, algo que comunico instantáneamente a Dios. Obedecer
esta exhortación significa que, cuando somos tentados, presentamos
la tentación a Dios y pedimos su ayuda. Cuando experimentamos
algo bueno y hermoso, inmediatamente le agradecemos al
Señor por ello. Cuando vemos el mal alrededor nuestro, le pedimos
a Dios que lo cndcrczca y que nos permita ayudar a lograrlo,
si así él lo desea. Cuando nos encontramos con alguien que no
conoce a Cristo, oramos para que Dios acerque a esa persona
hacia él y nos use para ser un fiel testigo. Cuando encontramos
problemas, nos volvemos a Dios como nuestro Libertador.
De este modo, la vida se convierte en una oración continuamente
ascendente: Todos los pensamientos, obras y circunstancias
de la vida se convierten en una oportunidad para tener
comunión con nuestro Padre celestial. Así ponemos nuestras
mentes "en las cosas de arriba, no en las de la tierra" (Col. 3:2).
El ministerio terrenal de Jesús fue sorprendentemente breve,
apenas tres años. Sin embargo en esos tres años, como debió
haberlo sido en sus años previos, pasó gran cantidad de tiempo
en oración. Los Evangelios informan que Jesús tenía por costumbre
levantarse temprano en la mañana, antes de! amanecer,
para tener comunión con su Padre. En la noche, con frecuencia
iba al monte de los Olivos o algún otro lugar tranquilo para
orar, generalmente a solas. La oración fue e! aire espiritual que
Jesús respiró cada día de su vida. Él practicó una comunión
interminable entre él v el Padre.
Él instó a sus discípulos a hacer lo mismo, v lcs dijo: "Velad,
pues, en todo tiempo, orando que tengáis fuerzas para escapar
de todas estas cosas que han de suceder" (Luc. 21:36).
U:-.: CORAZÓN CENTRADO EN DIOS 13
La iglesia primitiva aprendió esta lección y mantuvo el
compromiso de Cristo de orar continua e incesantemente.
Incluso antes del día de Pentecostés, los 120 discípulos se
reunieron en el aposento alto y "perseveraban unánimes en
oración" (Hech. 1:14). Esto no cambió incluso cuando 3.000
fueron añadidos a la comunidad en el día de Pentecostés (2:42).
Cuando los apóstoles fueron guiados a estructurar la iglesia para
que el ministerio se pudiera cumplir de manera efectiva, ellos
dijeron: "continuaremos en la oración y en el ministerio de la
palabra" (6:4).
A lo largo de su vida, el apóstol Pablo fue ejemplo de este
compromiso con la oración. Lea de las bendiciones en varias de
sus epístolas v descubrirá que orar por sus compañeros creyentes
era su práctica diaria. A los creyentes romanos les dijo:
"Porque Dios... me es testigo de que sin cesar me acuerdo de
vosotros siempre en mis oraciones" (Rom. 1:9, 10; cf. 1 Coro
1:4; Efe. 5:20; Fil. 1:4; Col. 1:3; 1 Tes. 1:2; 2 Tes. 1:3, 11;
Film. 4). Sus oraciones por los creyentes a menudo lo mantenían
ocupado "día y noche" (1 Tes. 3:10; 2 Tim. 1:3).
Puesto que oró por ellos continuamente, Pablo fue capaz de
exhortar a sus lectores a orar de esa manera también. Instó a los
tesalonicenses a orar "sin cesar" (1 Tes. 5:17). Mandó a los
filipenses a dejar de estar afanosos y en cambio presentar "vuestras
peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con
acción de gracias" (Fil. 4:6). Animó a los colosenses a perseverar
"siempre en la oración, vigilando en ella con acción de
gracias" (Col. 4:2; cf. Rom. 12:12). Y para ayudar a los efesios
a armarse para combatir con las tinieblas espirituales del mundo
que los rodeaba, dijo: "orando en todo tiempo en el Espíritu
con toda oración y ruego, vigilando con toda perseverancia y
ruego por todos los santos" (Efe. 6:18). La oración incesante y
constante es esencial para la vitalidad de la relación de un
creyente con el Señor y su capacidad de funcionar en el mundo.

UNA MANERA DE VIVIR

UNA MANERA DE VIVIR

Cuando niño, solía preguntarme cómo alguien podía orar sin
cesar. Me imaginaba a cristianos caminando con las manos
1-± A SOLAS CON DIOS
juntas, la cabeza inclinada, y los ojos cerrados, chocando con
todo. Aunque ciertas posturas y momentos específicos apartados
para la oración tienen una relación importante con nuestra
comunicación con Dios, "orar en todo tiempo" obviamente no
significa que tengamos que orar de maneras formales o notorias
cada minuto que estemos despiertos. Y no quiere decir que
tengamos que dedicarnos a recitar patrones y formas ritualistas
de oración.
"Orar sin cesar" básicamente se refiere a la oración que
vuelve a suceder, no a hablar sin parar. Por lo tanto debe ser
nuestra manera de vivir, debemos tener constantemente una
actitud de oración.
El famoso predicador del siglo XIX, Charles Haddon
Spurgeon, ofrece esta imagen vívida de lo que significa orar en
todo tiempo:
Como los caballeros de antaño, siempre en guerra, no
siempre en sus corceles corriendo hacia delante con sus
lanzas listas para derribar a un adversario, pero siempre
con sus armas donde las podían alcanzar rápidamente, v
siempre listos a ser heridos o morir por la causa que
defendían. Esos guerreros rudos a menudo dormían con
sus armaduras; así que incluso cuando dormimos, aun
debemos tener una actitud de oración, de manera que si
tal vez nos despertamos en la noche todavía podemos
estar con Dios. Nuestra alma, al haber recibido la influencia
centrípeta divina que la hace buscar su centro
celestíal, debe estar eternamente elevándose de manera
natural hacía Dios mismo. Nuestros corazones deben ser
como esos faros y atalayas que estaban listos a lo largo
de la costa de Inglaterra cuando se esperaba la invasión
de la armada española en cualquier momento, no siempre
con el fuego prendido, pero con la madera siempre
seca, y los fósforos siempre al alcance, todo estaba listo
para encenderse en el momento designado. Nuestras
almas deben estar en tal condición que la oración
exclamativa debe ser muy frecuente en nosotros. Sin
necesidad de hacer una pausa en el negocio v dejar el
mostrador y ponernos de rodillas; el espíritu debe emitir
sus peticiones silenciosas, cortas y rápidas al trono de la
gracia.

MANOS MILAGROSAS

MANOS MILAGROSAS
Manos prodigiosas
Es el nombre del libro autobiográfico de Ben Carson, uno de los más grandes neurocirujanos de la actualidad. Un relato íntimo que revela cómo la fe en Dios MANOS MELAGROSASpuede transformar la vida de un hombre.
Benjamín Carson, no es sólo un excepcional neurocirujano, sino que su vida es un fiel ejemplo de los inimaginables planes que Dios tiene trazados en el mapa de la vida de cada ser humano. Su libro, “Manos prodigiosas”, es una autobiografía que ha vendido numerosos ejemplares alrededor del mundo, y en el año 2009, se estrenó una película basada en la publicación. La historia de Ben es inusualmente conmovedora, partiendo desde el día en que su padre abandonó el hogar, cuando tenía apenas ocho años. Su sueño de convertirse en médico, sus estudios en Yale y la operación que lo consagró como uno de los más destacados médicos en la historia de la reconocida Institución Médica norteamericana John Hopkins. Carson ha dejado una huella imborrable en el corazón de cada persona que ha tenido la bendición de conocerlo y en aquellos que han sido curados por sus manos prodigiosas.

Ben, a su corta edad, sufrió en carne propia la discriminación de sus compañeros por ser “un niño negro” y llegó a creer que sus bajas calificaciones se debían a su color de piel. Sin embargo, su madre, una mujer iletrada, pero con una sabiduría innata, empezó a inculcar en Benjamín y Curtis, su hermano, el amor por los libros. Los Carson demostraron a los niños blancos de su escuela que el color de piel no define el nivel de inteligencia.

Y eso fue sólo el principio, puesto que Ben, a sus escasos ocho años, tomó la decisión de convertirse en médico, un médico misionero.

Eso es lo que quiero hacer -le dije a mi madre al regresar a casa- ser médico. ¿Puedo ser médico, mamá? Bennie, dijo ella, escúchame. Nos detuvimos y mi madre me miró a los ojos. Luego, poniendo sus manos sobre mis hombros, dijo: Si le pides al Señor algo, y crees que lo hará, así sucederá.

-Creo que puedo ser médico.

-Entonces, Bennie, serás médico, dijo ella como si nada, y empezamos a caminar de nuevo. Después de las palabras de mi madre, las cuales me fortalecieron, nunca dudé de lo que quería ser en la vida.

Los años iban pasando fugazmente y Ben estaba a punto de salir del colegio. Se había convertido en uno de los estudiantes más sobresalientes de su clase y en su último año, obtuvo el grado de coronel en el CEOR. Pronto, las grandes universidades enviaron sus representantes para lograr que Carson se inscribiera. Ben se debatía entre Harvard y Yale, pero finalmente se decidió por Yale, en donde le ofrecieron una beca académica del noventa por ciento. De esta manera, el sueño de Ben se iba haciendo realidad, hasta que un día, su objetivo estuvo a punto de truncarse. Era su primer año en Yale, había obtenido bajas calificaciones en química y el examen final era la última esperanza de Carson para continuar estudiando medicina. Sin embargo, oró con una indescriptible fe y Dios le reveló en sueños las respuestas de la prueba.

Por fin, con el corazón latiéndome muy fuerte, abrí el cuaderno y leí el primer problema. Lo revisé con rapidez mientras me reía en silencio al confirmar lo que de repente supe. Los problemas del examen eran idénticos a los que había escrito la figura nebulosa en mi sueño. “Dios, tú hiciste un milagro”, le dije al salir del salón de clases. “Te prometo que nunca te pondré en esa situación de nuevo”.

MENSAJES DIVINOS

Desde el punto de vista académico, Benjamín nunca volvió a descuidar sus estudios. Sus promedios eran excelentes y siempre mantuvo el perfil de un líder. Por otro lado, Carson provenía de una familia sumamente pobre y en muchas oportunidades se encontró sin un centavo en el bolsillo, sin embargo, su absoluta confianza en Dios y en sus promesas, hizo que el Padre Celestial contestara cada una de sus peticiones.

La falta de dinero me atormentó de forma reiterada en mis años universitarios. No obstante, una experiencia durante mis estudios en Yale me recordó que Dios me cuidaba y siempre me proveía para mis necesidades. Un día caminando solo por el plantel, lamentándome de mi situación, oré: Señor, por favor, ayúdame. Por lo menos dame lo del pasaje del autobús para ir a la iglesia. Aunque había estado caminando sin rumbo fijo, alcé la vista y me di cuenta de que estaba justo fuera de la Capilla Battel en el plantel antiguo. Miré al suelo. Un billete de diez dólares yacía arrugado en el suelo como a un metro de mí. Gracias, Dios, dije al recogerlo, casi sin creer que tenía dinero en las manos.

Esto es sólo una de las tantas formas en que Dios se ha manifestado en la vida de Carson, haciéndole saber que todo lo que tiene se lo debe a Él, tal y como su madre solía decirle cuando era pequeño. En el transcurso de su vida universitaria conoció a Candy, quien años después se convertiría en su esposa y madre de sus tres hijos. Así, los años que faltaban para culminar su carrera se iban acortando y aunque al inicio estaba decidido a especializarse en psicología, los planes que Dios tenía para Ben eran diferentes: se dedicó a la rama de la neurocirugía. Él aún no lo sabía, pero Dios lo estaba preparando para ser un instrumento de bendición y a través de sus manos prodigiosas devolverle la vida a muchas personas, en su gran mayoría, niños.

Un día me percaté con agudeza de una capacidad desusada -un don divino, pienso- una extraordinaria coordinación entre el ojo y la mano. El don de la coordinación ha sido un talento invaluable en la cirugía. Durante mis estudios en la facultad de medicina, y los siguientes años, me di cuenta del valor de esta habilidad. Para mí, es el talento más significativo que Dios me ha dado, y la razón por la que la gente a veces dice que tengo “manos prodigiosas”.

Benjamín Carson estaba culminando sus estudios universitarios cuando realizó su sueño de ingresar a la Institución Médica John Hopkins, lo cual era casi imposible, puesto que sólo aceptaban a dos estudiantes al año para la residencia de neurocirugía.

Desde ese entonces, Ben ha trabajado con mucho ahínco con el único fin de salvar vidas y ganarlas para Dios. Existen innumerables testimonios de personas desahuciadas que acudieron a John Hopkins, en busca de una mínima esperanza de vida, que pudiera devolverles la fe en lo imposible. Uno de los casos más memorables es el de Maranda Francisco, una niña de tan sólo cuatro años, que llegó a tener hasta cien convulsiones en un día, ocasionadas en su hemisferio izquierdo, por lo que el doctor Ben decidió que se le debía practicar una hemisferectomía (extracción de uno de los dos hemisferios), que por cierto, nunca antes había realizado.

Los ojos de Maranda parpadearon y se abrieron por un segundo. Los quiero, mamá y papá, dijo.

Terry se echó a llorar de alegría, y Luis se limpió los ojos con la mano. ¡Ella habló!, dijo emocionada una enfermera. ¡Ella habló! Me quedé allí de pie, asombrado y entusiasmado mientras participaba en silencio de ese increíble momento. En silencio le agradecí a Dios por restaurarle la vida a esta preciosa niñita. Maranda había abierto los ojos. Había reconocido a sus padres. Estaba hablando, oyendo, pensando, respondiendo. Le habíamos extirpado la mitad izquierda de su cerebro, la parte dominante que controla el área del habla. ¡Sin embargo, estaba hablando!

Al oír sobre la exitosa operación de Maranda, una gran cantidad de padres comenzaron a visitar diariamente las instalaciones del John Hopkins, para poder alcanzar un espacio en la recargada agenda del doctor Carson, quien llegó a tener todo un año colmado de citas médicas. Su entrega y su fortaleza son admirables. Podía pasarse más de catorce horas trabajando sin descanso, a pesar de tener en casa una familia que lo necesitaba. Un día, al esposo de una de las enfermeras del hospital, y que a su vez asistía a la misma iglesia que Ben, le diagnosticaron una rara enfermedad conocida como VHL, a las personas que padecen de este mal les brotan múltiples tumores cerebrales y retínales. Susan, la enfermera, le pidió al doctor Carson que realizara la operación que podía salvarle la vida a su esposo o llevarlo a la muerte.

Después de la segunda cirugía del tronco del encéfalo estaba pasando revista en la tarde y fui a ver a Craig. No podía creerlo: estaba sentado en la cama. Le pedí que moviera el pie y cualquier otra parte en la que pude pensar. Todo estaba normal. No podía explicarme cómo podía ser eso, pero así era. Craig todavía tenía problemas para tragar, pero todo lo demás parecía estar bien.

-Pienso que Dios tiene algo que ver con esto, dije. Pienso que Dios tiene todo que ver con esto, contestó él. Ya tiene su milagro, Craig, señalé.

EL GRAN MILAGRO

Pero, sin duda alguna, la operación más riesgosa que realizó el doctor Ben Carson fue a los siameses Patrick y Benjamin Binder, de siete meses, quienes habían nacido unidos por la parte trasera del cráneo, lo que hacía casi imposible que sobrevivieran a la intervención quirúrgica. Sin embargo, Ben y su equipo médico, estudiaron minuciosamente el caso Binder durante cinco largos meses, y un 5 de septiembre de 1987 los siameses ingresaron a la sala de operaciones. Fueron veintidós angustiantes horas, se necesitaron muchísimas unidades de sangre, pero finalmente los gemelos Binder fueron separados milagrosamente.

Mi Dios, oraba en silencio una y otra vez, permíteles vivir. Haz que lo logren. Cuando nuestro equipo salió del quirófano escuchando el aplauso de los demás miembros del personal del hospital, Rogers fue directamente hacia Theresa Binder y con una sonrisa en su rostro le preguntó: “¿A cuál de los niños le gustaría ver primero?” Ella abrió los labios para responder, pero las lágrimas inundaron sus ojos. Patrick y Benjamin Binder permanecieron en coma por diez días, pero tan pronto como el fenobarbital se agotó, ambos niños abrieron los ojos y empezaron a mirar por todos lados. Nos sentíamos emocionados. En los días que siguieron me hallé preguntándome en silencio: ¿Esto es real? ¿Está sucediendo? No había esperado que sobrevivieran por veinticuatro horas, pero ahora estaban progresando muy bien todos los días. “Dios, gracias, gracias de verdad”, me encontré repitiendo una y otra vez. “Sé que tu mano está en todo esto”.

Después de este magno acontecimiento, los periodistas invadieron el hospital John Hopkins, en busca de una entrevista con el doctor Carson. Benjamín ha sido reconocido a nivel internacional por su labor como profesor y director de neurocirugía pediátrica, así como, su loable trabajo con los jóvenes y su proyecto “becas Carson” en donde premia a estudiantes destacados en el ámbito académico, pero que cuentan con bajos recursos económicos. Finalmente, Ben nos deja un contundente ejemplo de vida, su perseverancia, su fe inagotable, su confianza en Dios, ha hecho de él, un extraordinario hombre con una maravillosa historia que contar.

EL HERALDO DE LA FE

EL HERALDO DE LA FE



El Heraldo de la Fe
Siervo del Señor, maestro, periodista, comunicador, escritor y poeta cristiano, Luis M. Ortiz fue el varón escogido por Jesús para difundir su Palabra. Un personaje que recorrió el mundo sin tregua con una misión evangelizadora.
Tenía un carácter reservado,tímido y discreto, pero fue siempre capaz de ser un siervo sacrificado del Señor Jesucristo, invariablemente valeroso. A lo largo de sus casi 78 años de vida, Luis Magin Ortiz Marrero, fundador del Movimiento Misionero Mundial, se convirtió en uno de los más importantes propulsores y difusores de la Palabra de Dios en los tiempos modernos del Cristianismo. Fue capaz de conjugar la prédica precisa con la acción oportuna, de entregar su existencia entera al Todopoderoso, de seguir con firmeza sus principios y de levantar de la nada una Obra que en la actualidad se extiende por todo el mundo.

Nacido el 26 de setiembre de 1918, en la localidad de Corozal, en el norte de Puerto Rico, el reverendo Ortiz entregó la vida en favor de la causa del Altísimo. Apenas a los 10 años de edad, cuando aún residía en la Isla del Encanto, aceptó al Padre Eterno y lo convirtió en su Salvador. Tres años después, iluminado por el Creador, predicó su primer sermón. Luego, al terminar sus estudios secundarios, ingresó a laborar en el diario puertorriqueño El Mundo, donde desarrolló su interés por el periodismo y las comunicaciones. Sin embargo, poco tiempo después dejó todo y se dedicó a estudiar la Palabra de Dios.

Rumbo a República Dominicana
Mientras el pastor Ortiz se instruía en el Instituto Mizpa de San Juan de Puerto Rico, la escuela teológica más antigua del pentecostalismo, su unión al Padre se intensificó. Alguna vez recordó que por esos días Dios ya trataba con él y le marcaba que su destino era ser un “misionero de la fe”. Empero, antes de ello, en 1943, desposó a la hermana Rebecca Hernández Colón y consolidó su vida personal. De inmediato, junto a su esposa, se marchó a la República Dominicana para empezar a darle vida al encargo divino: llevar el mensaje de Dios a todo aquel que ignore la verdad celestial.

Al cabo de un año, el camino que empezó a dibujar el hermano Ortiz en el segundo país más grande del Caribe tomó otro rumbo para hacerse más sólido y glorioso. Así en 1944, tras doce meses de exitosa labor misionera en la República Dominicana, país que por aquel entonces era gobernado a sangre y fuego por el dictador Rafael Trujillo, Dios lo envió a la Isla de Cuba para concretar la expansión del movimiento evangélico en tierras caribeñas. Los frutos no se hicieron esperar. Enseguida, Dios lo bendijo con la construcción de 23 Iglesias y la formación de un cuerpo de obreros de más de 30 hermanos, quienes junto a él trabajaron sin desmayo para la gloria del Señor.

La labor en Cuba
En la Isla de Cuba, a la que sabía que llegaría desde muy joven, el reverendo Ortiz sentó las bases de la evangelización del mundo. Para ello, allí en el archipiélago más conocido del continente americano, recurrió a ingeniosas e innovadoras formas de comunicación para llevar el mensaje cristiano a los paganos. Poco a poco, y guiado por el Espíritu Santo, se transformó en un paladín de la Palabra. Incursionó en la radio, con un programa llamado “Impacto Evangelístico” dedicado por entero a predicar el Evangelio; organizó un sinfín de campañas evangelísticas en carpas ambulantes, fundó un Instituto Bíblico y edificó 60 templos en 16 años de misión evangelizadora.

Hombre bondadoso, humilde, espiritual, santo, firme en sus convicciones y viajero incansable, Ortiz Marrero retornó a Puerto Rico en 1960 por mandato de Dios e intentó, sin éxito, convencer a los superiores de su congregación para iniciar una “Obra Mundial” a favor de Cristo. Mas, con el auspicio del Eterno, estableció la Asociación Misionera y Evangelística Latinoamericana Inc. Institución predecesora del Movimiento Misionero Mundial, y desplegó una labor llena de grandes milagros obrados por el Señor. Además fue en este trayecto que creó, en enero de 1961, la revista que hoy usted tiene entre sus manos: Impacto Evangelístico.

La fundación de la Obra
Sin Iglesia propia, sin medios económicos, sin respaldo de ningún concilio, pero arropado de una fe enorme, al Pastor puertorriqueño le bastaron 3 años para alcanzar el objetivo trazado por el Salvador. Así el 13 de febrero de 1963 fundó en Puerto Rico el Movimiento Misionero Mundial con la visión de brindarle “el mundo para Cristo” y colocó el punto de partida de la Obra. Sobre el tema, alguna vez, confesó: “esta Obra es de Dios y yo no sabía lo que el Señor se proponía. Es con gozo y gratitud que podemos decir que es Dios quien levantó este movimiento, sin nosotros haberlo intentado, ni pensado; con el propósito de devolverle a la obra misionera, y a la evangelización del mundo, el lugar que Cristo le asignó”.

A partir de entonces, desde el empuje y coraje de Ortiz, el nombre de la Obra llegó a millones de personas alrededor del globo terráqueo, se construyeron miles de capillas y templos cristianos, decenas de miles de enfermos fueron sanados, salvados y ungidos del Poder de Dios, se desplegó un trabajo positivo de madurez evangélica, solidez bíblica, estabilidad espiritual, sana doctrina, testimonio limpio y conceptos definidos y transparentes de los valores eternos. Una misión que, con la gracia divina, se mantiene incólume hasta el día de hoy y mira con mucha expectativa el futuro por venir en los tiempos en las que las señales del regreso de Jesús son más evidentes.

Padre de dos hijas, Damaris y Priscila Ortiz Hernández, Luis M. Ortiz Marrero fue continuamente una presencia inspiradora e inculcadora dentro del Movimiento Misionero Mundial en los 25 años que lo presidió y dirigió con acierto y éxito. A lo largo de una carrera que abarcó un cuarto de siglo fue líder, guía, predicador, organizador, testificador, adalid y héroe de la fe. Su presencia activa, que supo llegar a 47 países, sobrevive entre nosotros pese a su partida el 25 de septiembre de 1996, en la víspera de su natalicio número setenta y ocho, cuando Dios lo convocó a su reino y lo alejó de la vida terrenal. El final ideal para una existencia dedicada por completo al Señor.

Un comunicador innato
Luis M. Ortizno sólo fue un gran heraldo de Dios. Se destacó, también, en el mundo secular por sus innegables dotes de gran comunicador social. Periodista serio y mesurado, poeta agudo e ingenioso, con más de doscientas poesías escritas, locutor prolífico y multifacético, creador de los mejores programas radiales cristianos, prosista profundo, claro y comprensible, tuvo en la Palabra su trampolín ideal para escapar al anonimato y llevar sin escalas el mensaje redentor del Rey de Reyes por los cinco continentes.

Sin embargo, más allá de sus innumerables condiciones profesionales, el Rev. Ortiz pasó a la historia de las comunicaciones merced a su quehacer periodístico desplegado a través de las páginas del mensuario “Impacto Evangelístico”. Fue en la publicación oficial del Movimiento Misionero Mundial, encargada de difundir el trabajo evangelístico y misionero, donde su interminable producción se desarrolló sin reservas y permitió que millones de almas desesperadas encontraran el camino a la redención y la vida eterna.

HEROES DE LA FE El Pastor Luis Ángel Monge Salazares

Luis Angel de Cristo
El Pastor Luis Monge Salazar, un incansable difusor del cristianismo. Inspirado por Dios, al que dedicó más de la mitad de su vida, promovió y consolidó la Obra del Movimiento Misionero Mundial en Costa Rica y Panamá hasta la misma víspera de su partida al encuentro con el Señor.
El Pastor Luis Ángel Monge Salazares desde hace mucho una prueba de fe en Cristo cuya trascendencia se mantiene intacta, sin importar que 42 meses atrás se fuera al encuentro con el Creador. Su abnegada labor a favor de la evangelización y la difusión de la Palabra de Dios, en Costa Rica y Panamá, sobrevive más allá de su presencia física. Un trabajo increíble que permitió, además, la consolidación de la presencia del Movimiento Misionero Mundial en dos de los países más importantes de América Central. Testimonio de una existencia dedicada por completo a los caminos del Señor.
Nacido el 11 de noviembre de 1924 en Alajuela. Monge Salazar fue durante gran parte de su vida un versátil músico, que tocaba con eficiencia el acordeón, los teclados y la guitarra; y un dedicado y laborioso barbero. Sin embargo, a la edad de 40 años conoció a Jesucristo, en una campaña evangelística, y de inmediato cambió el arte y las tijeras por las Sagradas Escrituras y el amor a Jesús. De este modo siguió los pasos a su esposa, Adilia Mitchel Cruz, quien un tiempo antes se había unido al cristianismo.
Un año después, en 1965, el Reverendo Monge conoce y escucha la poderosa prédica del Pastor Luis M. Ortiz, fundador del MMM, y se incorpora, junto a otras 80 personas, a esta congregación en el inicio de la expansión mundial de la Obra. Con el paso de los años, en 1968, emigra a Nueva York y labora por un tiempo en la Iglesia Juan 3:16, del Bronx, y es allí donde la Divinidad lo llama al camino de la evangelización. Un día, a la hora de la oración, el Espíritu Santo le habla, a través de un hermano, y lo convoca al ministerio diciéndole: “tengo una gran misión para ti en tu propio país”. De inmediato, regresa a Costa Rica y se convierte en colaborador estrecho del Pastor Fernando Prada.
Tras su retorno a Centroamérica, en 1969, fue nombrado Pastor por el Misionero Teodoro Marrero y enviado a la provincia de Limón, en el extremo oriental de la patria costarricense, donde inició su gran ministerio dentro del MMM. Hasta ese lugar, de clima tórrido, se marchó sin su familia y con el único propósito de asegurar la existencia de un templo integrado por apenas cinco miembros. En medio de ese punto de la geografía mundial, considerado como la “Perla del Caribe”, Monge atravesó innumerables tribulaciones económicas pero, protegido por Dios, salió victorioso y difundió la doctrina cristiana con marcado éxito.
Pero no sólo en su terruño Monge abrió terreno para el Todopoderoso. Su tesón sembró la llama de la esperanza evangélica en Panamá a finales de la década de los sesenta. En el poblado de Guabito, provincia de Bocas del Toro, lugar fronterizo entre suelo panameño y costarricense, instaló las bases de otra nueva sede internacional del Movimiento Misionero Mundial. La Obra fue supervisada por él desde Costa Rica en sus primeros cuatro años de existencia.
Con los años, y luego de una fructífera labor en Limón, el Reverendo Monge recibió en 1972 el encargo de presidir la Iglesia Central del Movimiento Misionero Mundialen San José, la capital de Costa Rica. En el camino quedaría como legado un templo fortalecido y tres “Campos Blancos”, nuevas iniciativas de fe, como mejor señal de su compromiso con la Obra del Señor. De ahí en adelante, y bajo su impulso, el cristianismo comenzó a tener gran auge dentro la sociedad costarricense. Nuevos “Campos Blancos” se aperturaron y se edificaron incontables Iglesias. Debido a ello, y como mérito a su labor, llegó a convertirse en Supervisor del MMM en todo el territorio de su país de origen.
Monge Salazar supervisó la Obra del Movimiento Misionero Mundial en Costa Rica por espacio de 19 años y desarrolló una labor eficaz y fecunda. Bajo su dirección la Obra creció, maduró y se extendió por todo el suelo costarricense y alcanzó las siete provincias en que está dividido este país. Fiel a su compromiso con el Altísimo, el hermano ingresó sin miedo a cantones, distritos, barrios y caseríos con el único propósito de llevar el mensaje de salvación a todos los necesitados y sedientos del Señor.
Sin importar su comodidad, el Pastor Monge se entregó al servicio del Señor transitando por caminos seguros, montañas escarpadas, sendas pequeñas y barrancos peligrosos. También supo viajar a caballo y a pie, caminando horas y horas, bajo el inclemente sol del Caribe. Fueron muchas vicisitudes más, pero siempre las superó con la frente en alto y la mano firme. Su empuje abrió surcos vastos para una buena siembra de la bendita y divina Palabra de Dios. Con una ayuda idónea que el mismo Señor le proveyó, una mujer virtuosa, humilde y sencilla llamada Adilia Mitchel, quien siempre supo animarlo en todo momento.
El 23 de marzo de 1991, en un culto especial llevado a cabo en la Iglesia de La Valencia de la provincia de Heredia, Monge dejó el cargo de Supervisor del MMM en Costa Rica. El acto contó con la asistencia del Supervisor de Centroamérica, Reverendo José Soto y algunos otros líderes del Movimiento Misionero Mundial y se efectuó en medio de la gran expectativa de la comunidad evangélica. Al final de su extensa supervisión se contabilizó alrededor de 90 iglesias establecidas en toda Costa Rica y unos 40 “Campos Blancos” a lo largo de casi dos décadas de abnegado servicio religioso.
El hermano Monge y su esposa, junto a sus 7 hijos, después de entregar la supervisión fueron inspirados por Dios para levantar una nueva Obra en la capital de su país. De inmediato, y ante la incredulidad de muchos, pero fortalecido en su pasión evangelizadora, edificó una Iglesia en el centro de San José de Costa Rica llamada Centro Evangelístico del MMM. En ese templo pastoreó por espacio de 14 años, hasta que debido a su avanzada edad, y aquejado por problemas en su salud, se retiró de la vida pública y empezó a congregar en la Iglesia central para dar fe viviente de la gloria del Señor.
Sobre el final de su existencia, en una mesa redonda, en la que reunió a su esposa y sus hijos, el hermano Monge reveló el 15 de diciembre de 2007 que había llegado el fin de su trabajo en la tierra. Y aunque su familia entera pensó que se trataba de una broma, el hombre de carácter amable dijo aquel día con firmeza que Dios “había tratado con él” y que se encontraba listo para reunirse con el Señor. En seguida, 72 horas más tarde, mientras conversaba con su consorte su corazón dejó de latir y pasó a la presencia de Jesús. Tenía 83 años, se veía macizo y entero, pero este gran hombre de Dios ya había separado una cita eterna con Cristo.

Heroes de la FE Sinaí Santiago

Sinaí Santiago


Sinaí Santiago
Sinaí Santiago Díaz, la irrefutable prueba de la grandeza del Señor. La ciencia se rindió ante el crítico cua
Sinaí Santiago Díaz, la irrefutable prueba de la grandeza del Señor. La ciencia se rindió ante el crítico cuadro clínico que acompañó su existencia. Pero volvió de la muerte para testimoniar que nada es imposible para el Todopoderoso y multiplicar la Obra de Dios.

Cuando usted terminede leer esta semblanza habrá conocido la existencia de un defensor de la Palabra del Todopoderoso. Un luchador que, tras derrotar de forma milagrosa a los males físicos que mantuvieron en jaque su existencia y lo llevaron hasta la muerte, fue el símbolo del poder de Dios y la fe cristiana. Un hombre que en los últimos 28 años de su vida maravilló a la medicina, la ciencia y a millones de hermanos que conocieron, vieron y oyeron su espléndido testimonio de sanación y redención.

Fue hace 31 años, en 1980, cuando Sinaí Santiago Díaz, nacido el 26 de octubre de 1950, se convirtió en una prueba viviente de las grandes cosas que el Señor puede realizar en la vida de todo aquel que cree en su Palabra. Entregado a los caminos mundanos, con un cuerpo deslucido y famélico, atravesó la finísima línea que separa la existencia de la muerte y regresó airoso de las tinieblas por voluntad del Altísimo que lo bendijo con el milagro de la vida. El prodigio ocurrió en su natal Puerto Rico y determinó la transformación de un pecador en un varón del Señor.

Sinaí bordeaba los treinta años, once de ellos sufriendo un trastorno del esófago poco común llamado acalasia, que le impedía alimentarse con normalidad, y había sido condenado a muerte por el conocimiento terrenal. Tras ser declarado cadáver, y transferido a la morgue del hospital en el que se encontraba, el Eterno Dios cambió su destino y le encargó la misión de convertirse en señal humana de su grandeza.  El día de su histórica vuelta a la vida, luego de haber conocido desde muy niño acerca de Jesús pero nunca aceptarlo como su Señor, su clamor, y el de toda su familia, fue atendido desde los cielos y determinó la llegada de un nuevo hijo al Evangelio.

Pero, ¿cómo, cuándo y dónde empezó la milagrosa historia de Sinaí Santiago? Dedicando gran parte de sus días mundanos a la hojalatería y la pintura de autos, este hombre de profundas convicciones cristianas, tuvo su primer acercamiento con la Iglesia a la edad de 15 años. En Bayamón, un municipio costero de Puerto Rico, congregó por algún tiempo en el templo Defensores de la Fe. Fueron apenas unos meses que sembrarían el temor y amor por Dios.

Tiempo después, y luego de unir su vida con Norma Santiago López, el 15 de febrero de 1969, al hermano Sinaí se le diagnosticó cáncer al esófago y se le pronosticó una muerte segura a corto plazo. Sin embargo, cuando todo apuntaba a un rápido deceso, el Señor irrumpió en su presente y lo restableció ante la sorpresa de los médicos y especialistas del Centro Médico de Río Piedras, en San Juan (Puerto Rico), y la felicidad de Rosa María Díaz, su madre, quien había entregado su existencia al cristianismo unos meses antes. Fue el primer llamado de Cristo no atendido por Santiago y es que tras recuperar la salud reinició su vida secular.

Posteriormente, en 1975, volvió a sucumbir ante los males físicos. Acariciado una y otra vez por la gracia del Señor, pero dedicado de forma exclusiva a luchar diariamente para subsistir junto a su mujer y sus hijos, Leslie Marie y Adalberto, fue internado en el Hospital Regional de Bayamón de nuevo por problemas en su esófago. Sus constantes negativas a las exhortaciones del Todopoderoso, que le llegaron a través del Pastor Samuel Rodríguez, de sus familiares más cercanos y de otras personas, lo dejaron al borde de la muerte. Sin embargo, como en la anterior oportunidad, salió bien librado de los inconvenientes de salud por obra del Padre.

Después, en 1980, cuando creía que tenía controlada la enfermedad que lo aquejaba, Sinaí debió pasar por una prueba enorme y durísima impuesta por Dios. Un buen día, su primo Víctor Santiago, cansado de su egocentrismo y su desprecio por el Altísimo, le aseguró que oraría para que Jesucristo lo volviera a poner a prueba. El anuncio se cumplió y de forma muy dramática. Al pasar unos chequeos de rutina fue víctima de mala praxis por parte de un galeno inexperto, quien lo deportó con sus malas artes al abismo de la defunción.

Los médicos decretaron que había llegado su hora final, pero él, al verse conducido a la morgue, en un rapto extremo de conversión gritó con todas sus fuerzas: “Jehová es mi pastor; nada me faltará... Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. Santiago afirmó en su paso por Perú, en la XIX Convención Nacional del Movimiento Misionero Mundial, en enero de 2008, que entonces retornó a la vida ante la conmoción generalizada. De inmediato, una gratitud casi natural lo llevó a entregarse a Dios, mientras su mujer hacia lo mismo debajo de un árbol a las afueras del nosocomio. En seguida, contó su verdad a la hermana Isabelita Falú y selló su unión al pueblo de Cristo.

En 1981, ya junto a Dios, levantó una Iglesia en el Barrio Galateo, del municipio de Toa Alta, uno de los más antiguos de Puerto Rico, y al poco tiempo se integró al Movimiento Misionero Mundial y llegó a convertirse en Pastor. Estudioso de la Biblia, inteligente y amable como ningún otro siervo del Señor, el Rev. Santiago atendió, de forma paralela, los campos de los barrios Limón y Palmarito del Municipio Corozal, en la región central portorriqueña, y durante una década engrandeció con su esfuerzo, dedicación y pasión la Obra del MMM y se proclamó como un defensor firme del cristianismo. Una labor que aún hoy, después de muchos años se valora y destaca como única.

Su trabajo al servicio del Creador prosiguió a partir de los noventa en la zona costera de Manatí, conocida por ser el centro de la piña de Puerto Rico, donde bajo su liderazgo la Obra ganó rápidamente espacio  y amplió su red de iglesias en beneficio de la salvación de un sinfín de almas que al conocer su testimonio no tardaron en convertirse. Después, en 1997, los Oficiales del Movimiento lo designaron Supervisor Nacional de su país en virtud a su prolija y fructífera labor. En tanto que en 2003 y 2004 fue nombrado Supervisor Misionero en República Dominicana y Haití y en 2005 fue nombrado Supervisor Nacional de República Dominicana.

Sinaí Santiago Díaz fue en resumen un hombre de Dios que luchó a favor de la consolidación de la Obra  y de la gloria del Todopoderoso por intermedio de un testimonio de vida milagroso y sólido que supo llegar a Colombia, Perú, Venezuela, Ecuador, Haití, República Dominicana y a diferentes partes de los Estados Unidos y se extendió por toda la red de hospitales de Puerto Rico y al resto del mundo. Una prueba palpable del poderío del Señor, que se marchó al cielo el 16 de septiembre de 2008, pero que dejó detrás de sí una estela de compromiso digna de imitar e igualar.

El mejor regalo de Dios
Me quedaría corta en palabras para describir todo lo que representó para mí el hermano Sinaí Santiago. Como amigo, esposo y Pastor fue lo mejor que tuve en mi vida. Fue, sin duda, el mejor regalo que Dios me hizo a lo largo de mi existencia. En lo individual, se destacó como una persona de gran inteligencia y trabajador indesmayable. Asimismo, agregaría que él, desde su conversión al evangelio, se entregó en cuerpo y alma al Movimiento Misionero Mundial y puedo dar testimonio de lo mucho que amó la Obra de Dios.

Sus principales logros para la gloria del Señor estuvieron ligados a los pueblos de Puerto Rico, Haití y República Dominicana. En estos tres países, donde gracias a su empuje y dedicación se edificaron un sinnúmero de iglesias y templos, su profundo amor por el Creador y su defensa inquebrantable de las Sagradas Escrituras lo llevaron a ser fuente de inspiración para miles de inconversos que al conocer su testimonio no tardaron en aceptar a Dios como su Salvador.

COMO EL GOZO CON LA ESPOSA

COMO EL GOZO CON LA ESPOSA
Al abordar un tema tan amplio, nos encomendamos a la gracia de nuestro bendito Dios para recibir lo que Él quiera
decirnos hoy al respecto.
De principio a fin, la Biblia está llena de figuras, ejemplos y
mandatos objetivos respecto del matrimonio. Nosotros
estamos familiarizados con la mayoría de ellos:
"Y los bendijo Dios …" "No es bueno que el hombre esté solo
…" "Por tanto, dejará el hombre padre y madre y se unirá a
su mujer, y ambos serán una sola carne …" "Lo que Dios
unió, no lo separe el hombre …" "Maridos, amad a vuestras
mujeres como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo
por ella …" "Como la iglesia está sujeta a Cristo, así las casadas lo estén a sus maridos en
todo ...", etc.
El matrimonio es un diseño 100% divino, y como tal, está destinado a proveer gozo, paz y
estabilidad al hombre y a su descendencia. Por esta misma razón es que creemos que
Satanás el diablo procura con todos sus medios desacreditarlo, robando su paz, matando
su objetivo y destruyendo la confianza de los hombres en la obra de Dios.
Los creyentes en Cristo Jesús nuestro Señor y Salvador, nos oponemos a toda obra del
enemigo, y ponemos oído atento a la voz de nuestro Dios. Él tiene palabras de vida y
esperanza para nuestro matrimonio, y nuestra mayor conveniencia es buscar nuestros
recursos en Él.
EL GOZO DEL ESPOSO CON LA ESPOSA
Consideremos las palabras del Señor en Isaías 62:5: "Pues como el joven se desposa con
la virgen, se desposarán contigo tus hijos; y como el gozo del esposo con la esposa, así se
gozará contigo el Dios tuyo."
¡Qué palabra más bendita! En los tratos de Dios con su pueblo, muchas veces se usa la
palabra "como": "Como el padre se compadece de los hijos, así Jehová se compadece ..."
(Salmo 103:13). "Como aquel a quien consuela su madre ..." (Isaías 66:13) "Como la gallina
junta a sus polluelos ..." (Mateo 23:37), etc.
Para muchos resultará sorprendente y a la vez maravilloso el alto concepto que tiene el
Señor del matrimonio: "Como el gozo del esposo con la esposa, así se gozará el Dios
tuyo."
Esto significa que en el corazón del Señor no están las irrealidades tan propias de nuestra
sociedad. Para Él, la normalidad del matrimonio es tan preciosa, tan grata, tan
indescriptiblemente hermosa, que es comparable ¡al gozo de Dios con nosotros!
Esto es superlativo, y digno es el Señor de ser alabado por ello. En contraste con esto,
muchas veces hemos compartido el terrible dolor de tantos hermanos que no ven esto
realizado en sus vidas, ni siquiera en una pequeña medida. Pero, hermanos, miremos esta
palabra con esperanza, porque poderoso es nuestro Dios para sacarnos de toda irrealidad.
¡Hay bálsamo en Galaad, y Él puede curar toda herida! (Jeremías 8:22).
Ciertísimamente, todo hombre que se encomienda a Dios, que ha entrado en una comunión
íntima con Él, puede confesar que esto es incomparable y maravilloso en extremo. La
comunión con el Señor, el gozo de la salvación, no tienen paralelo en la experiencia
humana. Esto nos hace recordar la experiencia que Moisés tuvo en el monte. Es posible
que hubiese bastado un solo día para recibir las tablas de la ley (lo decimos con
reverencia), pero él estuvo allí en el monte, en medio de la nube de gloria, 40 días. Es
posible que Moisés ni deseara bajar de allí, porque estar con el Señor es lo más precioso
que existe.
A la luz de la Palabra que hemos leído ¡este es el modelo de Dios para el matrimonio! ¡Cuán
altos son sus pensamientos para con sus hijos!
El quiere que el gozo de nuestro matrimonio sea comparable al gozo que nosotros, como
creyentes, sentimos con Él y Él con nosotros. Dios nos ha unido el uno al otro para que de
por vida seamos la más hermosa compañía y mutuo refugio.
EL MATRIMONIO COMO REFUGIO
El matrimonio significa compañía, protección, ternura, sustento, disciplina, respeto, orden,
confianza, reabastecimiento continuo (¿Acaso no hemos encontrado todo esto en la
comunión que hoy tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo?).
Nosotros somos como un barco que sale a recorrer los mares, y necesitamos un puerto de
abrigo donde regresar a reabastecernos. Hermanos, la voluntad del Señor es que nuestro
hogar sea ese refugio, ese nido donde llegamos y liberamos las tensiones y todas las
presiones vividas en el mundo. ¡Oh, que podamos exclamar: "Llegué a mi refugio"! ¡Aquí
me relajo, aquí vengo a recuperar mis fuerzas para salir de nuevo a la batalla! Que el Señor
nos ayude en esto.
El enemigo, que tiene una oposición total al plan de Dios, tiene apuntados sus dardos para
hurtar, matar y destruir todo esto; y lo ha logrado en muchos casos; mas hoy tomamos esta
palabra con mucha esperanza, confiados en el Nombre del Señor Jesús. Pues Él puede
darnos victoria sobre todas estas cosas. ¿Qué quiere el diablo? Que experimente la
soledad en vez de una preciosa compañía. ¡Qué terrible es cuando una mujer se siente sola
estando al lado del hombre que se supone debe ser su principal respaldo y compañía! ¡Y
qué decir del tremendo dolor que sufre un hombre y/o una mujer al quedar solos tras una
lamentable ruptura!
Una de las desgracias más grandes que existen es la soledad del hombre o la mujer en
plena vida matrimonial. La mujer que no cuenta con el respaldo de quien tendría que
defenderla hasta dar su vida por ella, sufre un dolor inmenso. Es tu deber, marido, ser la
mejor compañía de tu mujer. Dios te hizo responsable de ese vaso frágil. Debes guardarla y
protegerla, debes ser su muro y antemuro. Nunca debe ella sentirse sola por tu causa.
Estamos hablando entre creyentes; por tanto, lo menos que se espera es que con la gracia
de nuestro bendito Dios, cada uno sepa cumplir su rol.
¡Cuántos hay que, teniendo una vida exitosa en muchos aspectos, que reciben el aplauso y
la admiración de todo el mundo, al llegar a su casa encuentran un desastre en vez de un
refugio!
¡Cualquiera sería capaz de canjear todo lo demás con tal de llegar a casa y encontrarse con
la persona que más ama!
Es cierto que el hombre necesita realización. Deseamos que nos vaya bien en todo lo que
emprendemos en el mundo, pero que nos libre el Señor de fracasar en esto. Sería preferible
experimentar muchos reveses en la vida, pero que al regresar a casa el hombre o la mujer
contara con alguien para secar sus lágrimas y acompañarle en las noches de desvelo y
preocupación. Que en los momentos más oscuros, haya una persona que esté ahí, en
comunión íntima, con una oración profunda y sentida.
El Señor nos anticipó que en el mundo tendríamos aflicción, y una de las formas más
poderosas para consolarnos es ésta: nuestro matrimonio. Como bien lo dijo al principio:
"No es bueno que el hombre esté solo." ¡Bendito sea su Nombre!
LA VERDAD EN LO ÍNTIMO
Cuando estos momentos álgidos llegan al matrimonio, hay algo muy importante de
considerar. Tanto el esposo como la esposa deben ser tan fieles al Señor que han de ser
capaces de decir la verdad al que está equivocado. Si uno u otro se está apartando del
Señor o está reaccionando en forma impropia, y esto le ha acarreado muchos dolores,
¿quién mejor que el esposo o la esposa puede poner las cosas en su verdadero lugar?
Se puede decir algo como esto: "Mi amor, tal vez otros te hablarán con violencia, pero
¿quién te quiere más que yo? En este punto debes reconocer que tú estás errado, y aunque
te duela debes aceptarlo." ¡Ay del hombre o de la mujer que apoya la injusticia del otro! (o
respaldar "en la carne", como decimos los que estamos en el Señor). Tal complicidad
puede acarrear graves consecuencias para los hijos de Dios. En ningún caso somos
llamados a favorecer algo que no sea la voluntad del Señor, menos en el matrimonio, pues
Dios sólo respalda lo que está de acuerdo con su luz, y jamás firmará armisticio con las
tinieblas. Amemos la verdad en lo íntimo (Salmo 51:6). ¡Que el Señor nos socorra en todo
esto!
Varones, representemos bien a nuestro Señor como Cabeza de su iglesia y brindemos a
nuestra esposa la honra que le corresponde. Igualmente, hermanas, procuren expresar bien
el modelo del Señor honrando a sus maridos.
Hermanos, nosotros no ignoramos estas cosas. Usted sabe que el marido representa a
Cristo y que la esposa representa a la iglesia. Ahora bien, lo que hoy importa no es lo que
"sabemos", sino el que podamos "vivir" la Palabra.
He aquí la exhortación: Si en algún lugar vamos a vivirla, tiene que ser en la familia. ¿O es
en la familia y el matrimonio donde existe la hipocresía más grande? ¿Será posible que
todos los hermanos nos vean muy amorosos, y que en la casa seamos unos ogros? Esto
sería la peor de las hipocresías. Así no habrá poder contra las asechanzas del diablo, ni
fuerzas para la oración. Huyamos de estas cosas antes de que las crisis se desaten.
A través de la palabra que estamos compartiendo, Dios nos habla claramente. Es como si
nos dijera: "Yo no quiero que tengas la mayor hipocresía, sino la mayor realidad de Cristo
dentro de ti." Hoy Dios viene en nuestra ayuda. Para que se cumpla en nosotros el gozo de
Isaías 62.
ERRADICANDO LA VIOLENCIA
La palabra del Señor es para sanidad, para corregir lo defectuoso. Un verdadero creyente
es uno que ha abandonado su vida vieja, por eso creemos que es posible erradicar la
violencia. La violencia es lo contrario de la ternura. La violencia destruye y carcome lo que
estaba destinado a ser glorioso. ¡Cuánto dolor habremos causado al corazón del Señor!
¡Cuán contristado estará el Espíritu Santo en muchos casos!
Hemos recibido tantos corazones heridos, hemos llorado junto a hermanos y hermanas
¡tan dolidos!
Es en extremo vergonzoso que la violencia verbal y aun la física esté presente todavía entre
los hijos de Dios.
Creo que el Señor nos habla muy directamente. Con reverencia tomemos aquí la palabra de
Malaquías 3:13: "Vuestras palabras contra mí han sido violentas, dice Jehová ..." ¿Por qué
decimos que el Señor ha sido violentamente afectado? Simplemente, porque el matrimonio
consta de tres personas: El esposo, la esposa y Cristo. Sí, porque Él vive en el corazón de
uno y otro. Entonces, el Señor mismo ha sido ofendido muchas veces en la intimidad del
hogar y ha tenido que soportar tanta palabra hiriente.
Esto es de la mayor seriedad. El Señor está ofendido, sí, porque Él lo ve todo y lo oye todo.
Si alguien cree o piensa que sus secretos comportamientos nadie más los conoce,
entonces el tal es un ignorante. ¡El cielo lo supo! Y "todas las cosas están desnudas y
abiertas a los ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuenta" (Hebreos 4:13). Si el pariente
o el vecindario no lo supo, ¿no lo sabrá Aquél que todo lo ve? ¿Aquel que ve las lágrimas y
los sentimientos que van por dentro?
Hermanos, nosotros somos del Señor y hemos sido llamados a caminar delante de Él.
Cuando fuimos bautizados en Cristo Jesús, nuestra vida vieja, con toda su violencia, quedó
allí sepultada. Ahora, en el Señor, la comunión es posible, la reconciliación es posible. Que
no se ponga el sol sobre tu enojo.
Cristo en nosotros es la esperanza de gloria (Colosenses 1:27). Esto es una realidad en
todo verdadero creyente, y es por ello que creemos que es absolutamente posible el pleno
entendimiento en todo aspecto dentro del matrimonio cristiano, porque tenemos los
recursos de la naturaleza divina (2ª Pedro 1:4). Las legítimas diferencias de carácter entre
los esposos, y todos aquellos grandes y pequeños detalles que atentan contra la armonía y
felicidad del matrimonio, pueden ser superados, pueden ser vencidos, porque el Señor
mismo está presente en nuestras vidas y ES ÉL QUIEN SUSTENTA EL MATRIMONIO. Esta
es la inmensa ventaja del creyente sobre el incrédulo. Porque el matrimonio no lo sustenta
la situación económica y ni siquiera el amor (el amor humano es egoísta y muy limitado), y
menos aun el sexo.
El matrimonio cristiano lo sustenta Cristo mismo. ¡Gloria al Señor por esto!
EL MATRIMONIO NOS REGULA
Sigamos. El matrimonio nos trajo al orden, a la disciplina y al respeto.
Si hay un lugar donde los creyentes somos regulados, es en el matrimonio. La iglesia nos
conoce externamente. Allí nos conocen por los dones que tenemos, por la predicación o
por el testimonio que damos en una asamblea. Allí todos nos conocen por fuera. Pero hay
al menos una persona que nos conoce la vida. Cómo vivimos, cómo hablamos, si nuestras
palabras son limpias, honestas y veraces. Si seguimos siendo tan santos al regresar a casa
después de una linda reunión. Es aquí donde el Señor espera que vivamos la mayor
realidad, porque el gobierno del Señor en nuestras vidas produce exactamente eso: orden,
disciplina, respeto, y además, nos hace hombres y mujeres confiables (Proverbios 31:11).
Si esto no se está cumpliendo, entonces nuestra vida cristiana terminará siendo una
religión externa, una miserable inconsecuencia.
ALÉGRATE CON LA MUJER DE TU JUVENTUD
Veamos ahora Proverbios 5:15-23:
"Bebe el agua de tu misma cisterna, y los raudales de tu propio pozo. ¿Se derramarán tus
fuentes por las calles, y tus corrientes de aguas por las plazas? Sean para ti solo, Y no para
los extraños contigo. Sea bendito tu manantial, Y alégrate con la mujer de tu juventud,
Como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, Y en su
amor recréate siempre. ¿Y por qué, hijo mío, andarás ciego con la mujer ajena, Y abrazarás
el seno de la extraña? Porque los caminos del hombre están ante los ojos de Jehová, Y él
considera todas sus veredas. Prenderán al impío sus propias iniquidades, Y retenido será
con las cuerdas de su pecado. Él morirá por falta de corrección, Y errará por lo inmenso de
su locura."
Los versículos 18 y 19 son palabras de las más hermosas que hay en la Biblia referidas al
matrimonio. Gracias al Señor por ellas.
Este es el pensamiento de Dios. Su diseño es de alegría y gozo para el matrimonio. Esto
nos habla del gozo del amor conyugal como algo legítimo y hermoso que tenemos el
privilegio de disfrutar en la intimidad del matrimonio, sin necesidad de caer en la inmensa
locura de buscar placer "en el seno de la extraña".
Es en este aspecto, donde somos llamados a manifestar una especial ternura y la
delicadeza en su mayor expresión.
Dios creó la unión íntima, física, no sólo como un medio de reproducción (como los
animales que se aparean sólo en tiempo de "celo"), sino como una preciosa ocasión de
comunión, de acuerdo y de legítimo placer.
Hermano, hermana: Nunca destruyamos o atentemos contra esta área. No la destruyamos
con un torpe maltrato. No intentemos imitar los modelos del mundo. Antes bien, con los
recursos de la vida de Dios dentro de nosotros, seamos capaces de descubrir la mejor
forma de hacer feliz al otro, con un respeto mutuo muy grande. (Jamás en esta área se
encuentre algo que resulte humillante). Antes bien, esto puede llegar a ser algo sublime,
gratificante, precioso y placentero hasta el extremo. Sólo así podrá cumplirse en su
matrimonio esta hermosa palabra acerca de la "cierva amada y preciosa gacela, (cuyas)
caricias te satisfagan en todo tiempo".
El matrimonio es un estado honroso (Hebreos 13:4). Los que hemos hallado esposo o
esposa hemos hallado el bien y alcanzado la benevolencia de Jehová. (Proverbios 18:22). El
matrimonio es para honra, para el bien y para probar la bondad de Dios de muchas
maneras.
No pretendemos "endiosar" el matrimonio, pero al considerar las palabras de Isaías 62 y
Proverbios 5, se establece un maravilloso paralelo, sobre todo en aquella gran
comparación "como el gozo del esposo con la esposa."
UN AMOR MADURO
A medida que los años van pasando y el amor de un matrimonio en Cristo va madurando, el
enamoramiento que tuvimos al principio nos parecerá tan infantil, tan ciego, sin
conocimiento de los problemas que nos esperaban. Nadie es culpable por esto. Pero
cuando los años pasan, y el corazón del esposo y la esposa creyente se van llenando del
amor del Señor, van madurando, y se van aceptando las limitaciones y defectos del otro, y
se puede decir: "Te amo por el solo hecho de que eres mía. Te amo, porque me perteneces
y porque yo te pertenezco a ti."
Es bienaventurado el hombre que ha llegado a tener un amor maduro, muy distinto del
amor que se sintió en la juventud, en la adolescencia. Ya no es el amor del besito, de la
cartita o del chocolatito. Es el amor de la persona que me lava la ropa más sucia, que me
tiene la camisa planchada y me espera con una comida bien sazonada. Es la persona que
me hizo feliz, que me dio hijos. Gracias a ella, ahora me dicen "papá". Esto dejó una marca
en su vida, ahora ha envejecido atendiéndonos y soportándonos en todas nuestras
deformidades y asperezas. Esta mujer es digna de un gran honor. Jamás la
menospreciemos.
Que el esposo honre a su esposa, y la esposa honre a su marido. Que nunca caigamos en
la semejante necedad de decir: "Se me terminó el amor". Esa es una inmadurez, un
infantilismo, un terrible fracaso. El amor maduro acepta los defectos del otro, puede
soportarlo todo, y además, no guarda rencor.
Es posible que usted aún tenga cosas pendientes del pasado, que no ha perdonado y que
están afectando su matrimonio en la actualidad. ¿Va a arrastrar esas cadenas por el resto
de su vida? Hermano, hermana, es el Señor quien te manda perdonar ¡Perdona de una vez!
Esto debe hacerse ahora mismo. Lo que haya pasado, hecho está. El tiempo no volverá
atrás. Nada ganamos con mirar hacia atrás, a los fracasos del pasado. Nuestra mira está
adelante, hacia el reino, con la esperanza de la gloria de Dios.
Hoy resistimos a Satanás, resistimos al enemigo que ha venido para hurtar, matar, destruir,
y hacer perder la confianza como si todo estuviera perdido y sin remedio ¡Pero hay
remedio! Porque cuando el Señor viene, la luz viene, y las tinieblas se van. La vida brota y
la muerte huye. Nuestro Señor resucita a los muertos. El puede resucitar ahora mismo ese
amor marchito, para valorar así, con el Señor en el corazón, ese tesoro, esa joya tan grande
que es tu esposa o tu esposo.
Amados hermanos, los hijos se van a ir, un día no lejano se casarán, se trasladarán de
ciudad, y edificarán su propia vida. Al final sólo quedarás tú y ella. Tú sola con tu marido.
Tú solo con tu mujer. Vamos a quedar solos hasta morir juntos.
A nosotros nos sostiene Dios, no los hijos, por mucho que los amemos y que ellos nos
amen. Un día se irán. Pero esa mujer que tienes a tu lado no se irá nunca. Cuando ya no te
puedas levantar de la cama, ella te vestirá y te alimentará, hasta el fin. Es tan comprensible,
cuando un abuelito fallece, el otro, sin estar aparentemente tan enfermo, pronto se va. ¡Qué
tremendo es todo esto!
Permita el Señor que aprendamos del patriarca Abraham, que a la hora de sepultar a su
amada Sara, no aceptó que los hijos de Het le regalaran la cueva de Macpela para
sepultarla. Ella era demasiado valiosa para él, y al pagar el precio de aquella heredad,
demostró cuánto la amaba y valoraba (Génesis 23:13).
Amados, entreguemos hoy al Señor todas nuestras cargas, fracasos y desesperanzas y
confiemos en que Él está dispuesto a darnos todo su socorro. Volvamos de verdad el
corazón al Señor y permitamos que Él nos ordene hasta en lo más íntimo. ¡Bendice a tu
esposa! ¡Bendice a tu esposo! ¡Bendigamos al Señor!
¡Señor Jesús, Tú eres el Señor!