miércoles, 26 de diciembre de 2012


J. Campbell White (1870–1962)
Al hablar en 1906 en la conferencia internacional del movimiento de estudiantes voluntarios para las misiones extranjeras, J. Campbell White desafió a su audiencia con estas palabras:
¿Es cierto o es falso que Jesucristo es el único dueño justo y Señor de nuestras vidas? Martín Lutero pensó que era cierto cuando dijo: «Si alguien tocara a la puerta de mi pecho y dijera: “ ¿Quién vive aquí?” Yo no respondería: “Martín Lutero”, más bien diría: “el Señor Jesucristo”». Pablo dio expresión a la realidad más grande de su vida cuando dijo: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí». «Porque para mí el vivir es Cristo». Él no solo se consideró a sí mismo como esclavo de Cristo sino que consideró esa actitud como la normal y justa para todo discípulo de Cristo. «No sois vuestros. Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios». «Vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios». «Para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre». «Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional». Y nuestro Señor mismo consideró esta como la única actitud correcta de todo seguidor suyo hacia
sí mismo. «Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy».
Este señorío y dominio de Jesucristo aplica no solo a nuestras vidas, sino que conlleva todas nuestras posesiones y poderes... No puede haber cuestionamiento posible sobre la consideración de Jesucristo de sí mismo como el Dueño y Señor de nuestra vida. Para nosotros la pregunta es: ¿Hemos reconocido su señorío y estamos viviendo en tal actitud hacia Él?
... Me pregunto a mí mismo como a usted esta noche, si hay algo tan divino que podamos hacer con esta vida nuestra, por el bien de la humanidad perdida, como para obligarla en esclavitud perpetua y voluntaria a Jesucristo y decirle a Él: «Si Dios me muestra algo que pueda hacer por la redención de este mundo que todavía no haya intentado, por su gracia lo acometeré inmediatamente porque no puedo, no me atrevo, a acercarme al juicio hasta que haya hecho todo lo que Dios espera que yo haga para difundir su gloria alrededor del mundo».

No hay comentarios:

Publicar un comentario