miércoles, 26 de diciembre de 2012


LOS CRISTIANOS DEBEN DIRIGIRSE A DIOS COMO A PADRE

Concluiremos estas observaciones preliminares y generales señalando a algunos de los rasgos más definidos de las oraciones apostólicas. Así que, es importante observar a quién se dirigen estas oraciones, pues si bien no se someten a una forma de expresión árida y uniforme, sino que muestran una adecuada variedad de dicción, la forma más frecuente en que se invoca a la Deidad es usando el nombre Padre, como en: “Padre misericordioso” (2 Co. l:3); “Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef. 1:3; 1 P. 1:3, RV60); “Padre glorioso” (Ef. 1: 17); “Padre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef. 3:14). Este lenguaje evidencia claramente lo mucho que los apóstoles observaban el mandato de su Maestro. Porque, cuando le pidieron: “Señor, enséñanos a orar, ­él respondió de la siguiente manera: “Ustedes deben orar así: Padre nuestro que estás en el cielo” (Mt. 6:9, la cursiva es mía). Lo mismo les enseñó por medio de su ejemplo en Juan 17:1, 5, 11, 21, 24 y 25. La instrucción y ejemplo de Cristo han quedado registrados para que aprendamos a orar. No ignoramos que muchas personas han usado el apelativo Padre para dirigirse a Dios de manera ilícita y superficial. Pero el abuso no justifica nuestra negligencia para reconocer esta bendita relación. Nada ha sido mejor calculado para producir calidez en nuestro corazón y darnos libertad de expresión, que el reconocimiento de que nos estamos acercando a nuestro Padre. Si en verdad hemos recibido el verdadero “Espíritu de adopción” (Ro. 8:15, RV60), no lo apaguemos sino más bien sigamos su impulso y clamemos: “Abba, Padre.”

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