jueves, 23 de octubre de 2014

Cristo promete darle todo lo que necesita
para disfrutar una vida abundante.
• Cuando se sienta débil, Él
será su fortaleza (Fil 4.13).
• Cuando se sienta
desanimado, Él le consolará
(2 Co 1.5).
• Cuando sufra angustias,
Él sanará su corazón herido
(Is 61.1).
• Cuando sea tentado, Él le
dará el poder para vencer
(1 Jn 4.4)
• Cuando sea rechazado, Él le
aceptará (Ro 15.7).
• Cuando tenga necesidades
económicas, Él será su proveedor
(Fil 4.19).
• Cuando peque, Él le perdonará (1
Jn 1.9).
• Cuando esté confundido, Él le dará
sabiduría (Col 2.1-4)
• Cuando atraviese por pruebas, Él
le dará gracia (2 Co 12.9, 10)

El propósito de la vida

Leer | Juan 17.1-3
3 de octubre de 2014
Los creyentes hacemos muchas cosas maravillosas en el nombre de Dios. Pero, a veces, la acción de servir se vuelve más importante en nuestra mente que el Maestro mismo. Oseas 6.6 deja en claro las prioridades del Señor: “Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocausto”. Él quiere nuestra atención más que cualquier ofrenda o buena obra.
Lamentablemente, muchos cristianos nunca van más allá de una buena obra de vez en cuando, o de una lectura ocasional de la Biblia. Ignoran la invitación oportuna del Espíritu Santo para que dediquen tiempo a la oración y al estudio de las Sagradas Escrituras, porque los consideran asuntos sumamente difíciles o porque no se ajustan a su estilo de vida. Además, tienden a adorar a Dios por deber. ¿Es ese su caso? Si es así, debería saber que, si bien, profundizar su relación con Dios requiere tiempo y compromiso, es también inmensamente gratificante.
Todos hemos sido creados para conocer a Dios. Él inculcó en nosotros una sed que no estará satisfecha hasta que le busquemos para tener comunión con Él y le expresemos nuestro amor. Pablo dijo: “A nada le concedo valor si lo comparo con el bien supremo de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por causa de Cristo lo he perdido todo, y todo lo considero basura a cambio de ganarlo a él” (Fil 3.8 DHH).
Fuimos creados para tener una relación estrecha y personal con el Señor, y también para darle gloria. Rendirle homenaje con nuestras ofrendas y buenas obras es una extensión natural de ese designio, sin embargo, nuestra responsabilidad principal es pasar tiempo con Él.

La Biblia: El libro perfecto de Dios

11 de octubre de 2014
Incluso en esta era de maravillas tecnológicas, todavía hay muchas personas que sufren un desconocimiento que se hace evidente por un “12:00” brillando intermitentemente en el reloj de la estufa. ¿No es extraño que una persona pueda manejar un automóvil, calentar comida en el microondas y navegar por la Internet, pero que no sepa cómo ajustar la hora en un sencillo reloj?
¿Es tan complicada la solución? ¡No, por supuesto que no! Hay solo una razón por la cual este desconocimiento es tan común: La gente no lee el libro de instrucciones.
Cuando compramos un artefacto eléctrico nuevo, encontramos dentro de la caja un libro de instrucciones. ¿Y qué contiene este libro? Tiene todas las respuestas que necesitamos para sacarle el máximo provecho a nuestra nueva adquisición.
¿Se da cuenta de que el andar espiritual es muy similar? Las Sagradas Escrituras afirman que cuando una persona pone su fe en Jesucristo, se convierte en una “nueva criatura” (2 Co 5.17). Para sacarle el máximo provecho a nuestra nueva vida, se nos ha dado un libro de instrucciones. Este es mucho más que una simple guía que enseña cómo actuar o qué decir; la Biblia nos dice exactamente cómo tener una vida agradable a Dios.
¿Está usted detenido en su andar cristiano? ¿Tiene el “12:00” parpadeando en su vida, lo que indica que usted ha puesto de lado su Manual de Instrucciones? Retómelo hoy mismo para darle una nueva mirada, y disfrute del perfecto Manual práctico de Dios. No quedará desilusionado.

Un llamado al arrepentimiento

15 de octubre de 2014
¿Ha quedado atrapado alguna vez en un “ciclo de culpabilidad?” Es decir, confesando un mismo pecado una y otra vez, sin alcanzar la victoria. Pero hay una promesa bíblica que dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, ylimpiarnos de toda maldad” (1 Jn 1.9, énfasis añadido).
Amigo, Dios mantiene su promesa. Es la persona quien falla —hemos convertido a la confesión en una enumeración rutinaria de nuestras faltas con una actitud de “lamento haber pecado, pero soy débil, y Dios lo sabe”. La verdadera confesión, que significa estar de acuerdo con el Señor en cuanto a nuestro pecado, está unida inseparablemente al arrepentimiento; son las dos caras de la misma moneda. Arrepentirse es apartarse del mal. Al mirar nuestro pecado desde la perspectiva de Dios, veremos un hábito vil y perverso con consecuencias terribles, del cual desearemos huir lo más rápidamente posible.
En términos prácticos, confesar y arrepentirse requiere la decisión deliberada de decir: “Por el poder del Espíritu Santo, me aparto de eso”. Satanás todavía le tentará, y el fracaso seguirá siendo una posibilidad. Pero Dios quiere y puede romper las cadenas de su pecado para hacerle libre.
La victoria puede ser inmediata, o bien, un proceso que requiera cambiar malas decisiones por correctas. En algunos casos, la tentación que tiene que ver con un pecado habitual nunca se marcha. Entonces se hace necesario enfrentar cada día en el poder de Dios. Si usted rechaza el pecado, el poder del cielo estará allí para ayudarle.

La pasión por conocer a Dios


Como cristianos, debemos desear estar enfocados en conocer a Dios por medio de su Hijo Jesucristo (Jn 14.9). Pero, ¿cómo se demuestra tal pasión?
Primero, con ansias de conocer al Salvador. El Señor Jesús se describió a sí mismo como el buen pastor, el pan de vida, y la vid verdadera. Él nos invita a descubrir quién es. La complacencia —descansar en lo que ya sabemos— no tiene cabida en la vida cristiana.
Segundo, con un compromiso firme con el Señor. Esa dedicación tendrá una influencia duradera en nuestras finanzas, lugar de trabajo, amistades, y hogar. El cultivo de una relación estrecha con Dios, es una búsqueda de toda la vida.
Tercero, amando a Dios sobre todas las cosas y pasando tiempo con Él (Jer 31.34Mr 12.30). Si Dios tiene el primer lugar en su corazón, usted buscará pasar tiempo con el Señor. Nuestros días se planificarán sobre la base de recibir y obedecer sus instrucciones. La oración consistirá tanto en escuchar al Señor, como en hablar con Él.
Por último, desechando cualquier deseo que obstaculice o sustituya nuestro anhelo ferviente de conocer al Salvador.Dar la espalda al pecado y a las actividades mundanas parecerá un pequeño precio a pagar por la bendición de caminar estrechamente con Dios.
Con el tiempo, al mantener el fuerte deseo de conocerlo, el firme compromiso de andar con Él, de tenerlo en primer lugar, y de sustituir nuestros deseos por los suyos, nuestra pasión por Él crecerá. ¿A quién ve usted cuando se mira en su espejo espiritual —a un creyente apasionado por Cristo, o a uno indiferente?
La batalla de la oración
La oración es la experiencia más grata de la vida, pero también una de las luchas más grandes. Usted probablemente ha enfrentado los mismos obstáculos que yo: conseguir tiempo para orar, no tener fuerza, sentirse desconectado de Dios, falta de atención e incapacidad de concentrarse, rendirse cuando la respuesta no llega, o tener dudas de que Dios hará algo. Si hay una lección que podemos aprender de esto, es que tenemos un adversario. Satanás sabe que nuestra victoria y utilidad como cristianos están relacionadas directamente con nuestra vida de oración. Si él puede debilitar esta experiencia, todo lo demás aspectos de nuestra existencia serán también afectados.
Puesto que la oración es una batalla, necesitamos vernos a nosotros mismos como soldados, y entender que nuestro Comandante nos ha dado lo que necesitamos para salir victoriosos. Efesios 6.10-17 nos dice que nos pongamos la armadura de Dios, que nos cubramos con el escudo de la fe, y que resistamos con la espada de su Palabra. Aunque su armadura nos protege de los ataques, Pablo menciona a la oración en el versículo siguiente (v. 18). Cada vez que oramos, necesitamos estar vestidos para la batalla espiritual.
Piense por un momento en todo lo que implica ser un soldado, y en cómo se relaciona eso con la oración. Además de estar vestido para la batalla, un soldado debe ser observador, decidido, perseverante y obediente a las órdenes de su comandante. ¿Describen estas palabras su vida de oración? ¿Está resuelto a orar a pesar de que no sienta el deseo de hacerlo? ¿Persevera aunque sus oraciones no sean respondidas de inmediato? ¿Está leyendo la Palabra de Dios para saber cómo quiere su Comandante que ore?
La próxima vez que se ponga de rodillas, recuerde que está entrando en un campo de batalla. Satanás hará todo lo que pueda para evitar que ore, porque sabe que un cristiano que ora es un peligro para sus planes. Debido a que en el ejército de Dios no hay jubilación, usted estará en esta batalla durante toda su vida, hasta que Dios le lleve al hogar celestial. Por tanto, manténgase firme y nunca se dé por vencido, porque su utilidad y su victoria en Cristo dependen del tiempo que pase con el Señor en oración.