sábado, 8 de marzo de 2014

RECUERDA

Identificándose con el tema y el espíritu de este, Antonio Gómez nos ha hecho llegar su poesía “Recuerda”, compuesta con motivo de haber podido facilitar el retorno al redil de una oveja descarriada hace unos pocos años. Con ella va su ardiente
deseo que su mensaje, acompasado con el contenido de la obra, haga reverdecer la fe de los que actualmente no están en la comunión.
RECUERDA
¿Qué pasó de tus lágrimas vertidas?
¿Qué pasó de tu clamor al cielo?
¿Murió por cierto tu esperanza y regocijo,
o sólo fue contratiempo banal y pasajero?
¿Fue tu risa el eco de algo que no fue?
¿Por qué te dieron abrazos de amor, sinceros,
y también tú con amor los diste,
prodigando tú los besos por doquier?
¿No te acuerdas del reir de tu alegría?
Haz memoria de las horas infinitas,
que, abstraído, en un tiempo, detenido,
penetrabas las alturas de los cielos,
bebiendo con deleite en la Fuente de la Vida.
Recuerda aquellos días que tuvieron
un indefinible aroma de candor:
¡cuánto gozo, esperanza y alegría!
¡Era, sin engaño, la gloria del Señor!
Recuerda de los cultos su alegría,
de los himnos en la mesa del Señor,
de las horas de oración en agonía,
del abrazo que tú dabas en el adiós.
Subir al monte y allí quedarte,
y en Jesús su amor reverenciado,
en bendito trance de dulzura
encontrar el gozo deseado.
Por misterios del alma atormentada,
se trocó el oro en metal envilecido,
y el néctar de la flor de los amores,
por amargas aguas de furtivos ríos.
Noches sin frontera de amargura,
que no acaban cuando viene el alba.
Remembranza de las horas de ventura,
que produce mil nostalgias a tu alma.
Al mar proceloso de la feria de la vida
- las luces guiñando su letal mensaje -
saliste creyendo encontrar tu suerte,
y sólo tuviste miseria y forraje.
Sin saber, quizá, en tu alma anhelas,
volver a la Casa del Padre de Amor.
Vivir de nuevo las horas felices,
cantando las glorias del Dios Creador.
Clava tu mirada allá en lo Alto,
y llena tu copa del incienso del Altar.
Llama a la Puerta por donde saliste,
y sacia tu alma del Pan Celestial.
Te cubra de nuevo la sangre de Cristo,
y abre tus labios para proclamar
perdón infinito y la gracia abundante,
que el Dios de los cielos por amor te da.