domingo, 22 de julio de 2012

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El Problema Del Pecado Y La Hipocresía En La Iglesia


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INTRODUCCION:
Muchas veces las personas rehúsan convertirsen en miembros de una iglesia sobre la base de que “hay demasiados hipócritas en la iglesia”. En otros casos, la gente que ha sido reprendida por sus pecados podrían tratar de evitar la seriedad de su propia culpa por medio de nombrar los pecados que afirman son culpables los que están en la iglesia. Parecen sentir que, puesto que otros han sido culpables de pecado, ellos mismos no necesitan el arrepentimiento y que no deben ser reprendidos por los pecados que cometan. Algunas veces miembros sinceros, trabajadores fuertes de la iglesia se desaniman tanto por los miembros pecadores e indiferentes, que ellos mismos son tentados a desistir.
El propósito de este estudio es considerar los problemas causados por el pecado y la hipocresía en la iglesia.
Todos nosotros necesitamos estar interesados acerca del pecado en las vidas de los miembros de la iglesia. ¿Qué dice la Biblia acerca de estas personas? ¿Cuál es su condición y que consejo deberíamos darles?
Pero también debemos considerar a las personas que están tan interesadas por los pecados de otros que ellos mismos llegan a ser culpables de pecado. ¿Qué dice la Biblia acerca de estas personas? ¿Cuál es su condición, y que consejo deberíamos darles?

Parte I: Consejo para los Pecadores en la Iglesia


A veces los miembros de la iglesia son culpables de pecado e hipocresía. ¿Qué dice la Biblia acerca de esto?

A. Dios Requiere Dedicación, Servicio Obediente

Santiago 1:21-27 – La religión verdadera no es simplemente venir a los servicios, escuchar la palabra, y pensar que somos religiosos. Por sí misma, es una religión vana. Debemos ser hacedores de la palabra, quitando lo malo de nuestras vidas, guardándonos sin mancha del mundo, refrenando nuestra lengua, y sirviendo activamente a otras personas.
1 Juan 2:3-6 – Si afirmamos que tenemos una correcta relación con Dios, pero no guardamos Sus mandamientos, somos mentirosos (nótese el destino de los mentirosos – Ap. 21:8). Para conocerle verdaderamente y estar con El, debemos guardar Sus mandamientos y andar como El anduvo.
1 Juan 3:6-8,10 – No dejarnos engañar. Si queremos morar con Jesús, no debemos pecar, pero sí debemos practicar lo que es justo. Aquellos que pecan, son del Diablo, no de Dios. Así es como se conoce un hijo de Dios de uno del Diablo — por sus prácticas, no por sus afirmaciones.
No es suficiente simplemente declarar la dedicación a Dios, debemos vivirlo. Nunca debemos intentar excusar o tolerar nuestros pecados o estar contentos por continuar en la práctica de ellos. Debemos ser “firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor” (1 Cor. 15:58). ¿Muestra tu vida que eres un Cristiano consagrado?
[Véase también Mat. 7:21-28; 16:24; 6:33; 28.20; 22:37-40; Jn. 14:15; Ec. 12:12; Rom. 12:1-2; 6:1-18; 2:6-10; Col. 3:5-10; Ap. 3:14-16; Hch. 3:22-23].

B. Dios Reprende y Condena la Hipocresía

Mateo 15:7-8 – Las personas que dicen con sus labios que honran a Dios, pero no tienen esa intención en sus corazones, son hipócritas. ¿Está usted incluido en este número?
Mateo 6:1-2,5,16 – Hipócritas son las personas que pasan a través de rituales de adoración y servicio, pero su propósito no es dar honor a Dios, sino recibir el honor para sí mismos y satisfacer los deseos de otros. ¿Describe esto su servicio a Dios?
Mateo 23:25-28 – La gente es hipócrita cuando exteriormente pretenden ser justos, pero realmente no están deseando hacer las obras de justicia. Son como un cementerio: un paisaje hermosísimo en la superficie, pero llenos de podredumbre y corrupción debajo.
Cuando la gente declara ser hijo de Dios, se les requiere que obedezcan a Dios sinceramente cada instante del día. Algo menos es hipocresía, y ninguna persona recibirá reprensiones más fuertes de Jesús que las que hizo a los hipócritas. ¿Está dando a Dios el servicio genuino que El requiere?
[Véase también 1 Ped. 1:22; 2:1; Luc. 8.15; Stg. 3:17].

C. Dios Requiere un Buen Ejemplo

Tito 2:7-8 – Debemos ser buenos ejemplos en todas las áreas de la vida. Algunas veces rechazamos acusaciones contra nosotros porque las personas que las hacen no son Cristianos. Pero ni aún debemos dar a estas personas base para hablar mal de nosotros.
Romanos 2:21-24 – Debemos practicar lo que predicamos. Fallar en hacerlo así es pecado, pero esto también deshonra a Dios y lleva a las personas a apartarse de El. Nótese que Dios reprende firmemente a aquellos que declaran ser Sus hijos, pero por sus pecados impiden que otros le sirvan.
1 Corintios 10:32-33 – Nuestra vida no debe llevar a otros a pecar o ser obstáculos en su servicio a Dios. Muchos miembros dicen, “Como yo viva es mi problema. Si los demás pecan, esa es su culpa y no mía”. Si, Dios coloca en los demás la responsabilidad si pecan, pero también nos tendrá como responsables si es nuestra influencia la que lleva a los demás a pecar.
Debemos estar interesados acerca del efecto que nuestras vidas tienen en los demás. Nuestra vida debe resplandecer con buenas obras para que otros las vean y sean llevados a glorificar a Dios — no a rechazarle (Mat. 5:16). ¿Habrán personas que rehúsen convertirse en Cristianos o que apostaten de Dios porque fueron rechazados por sus pecados? ¿Hay miembros cuyo trabajo por el Señor es estorbado porque su indiferencia pecaminosa los ha desanimado? Si es así, esté seguro que Dios no lo tendrá libre de culpa.
[Véase también 1 Tim. 4:12; 1 Ped. 2:11-12; 3:15-16; Mat. 18:6-7; Pr. 28:10; 22:1; Fil. 2:15-16; Heb. 12:15; 1 Tim. 5:14; 6:1; Tito 2:5; 2 Cor. 6:3].

D. Dios Perdonara Si Usted Se Arrepiente

1 Juan 1:9 – El es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos si confesamos nuestros pecados.
Proverbios 28:13 – No prosperaremos si encubrimos nuestras transgresiones. Pero si las abandonamos y las confesamos, recibiremos misericordia.
Lucas 18:13 – Debemos orar como el publicano, “Dios, sé propicio a mí, pecador”.
La palabra de Dios contiene un mensaje real para los miembros de la iglesia que pecan. Ese mensaje es que necesitamos “limpiar nuestros actos”. No debemos excusarnos de cualquier pecado en nuestras vidas ni continuar practicándolo. No debemos permitir que nuestras vidas se conviertan en un impedimento para que otros sirvan a Dios. Si hemos sido culpables de tales cosas en el pasado, Dios está deseando perdonarle, pero debemos arrepentirnos, hacer las cosas correctas con Dios, y cambiar nuestras vidas.
[Véase también 2 Cor. 7:10; Hch. 8:22; Sal. 38:18; 51:1-4; Mat. 6:12; Ap. 2:5,16].

Parte II: Consejos para Aquellos Que Son Ofendidos por Miembros de la Iglesia


La hipocresía y el pecado entre los miembros de la iglesia no deben ser excusados. ¿Pero que de aquellos que están fallando en obedecer a Dios, usando a los pecadores en la iglesia como la razón para su propia desobediencia? ¿Qué dice la Biblia acerca de ellos y qué consejos le da?

A. Recordar Que Estamos Supuestos A Servir

Cuando usted se da cuenta de las personas que pecan, esto le da sentido para decir no adorar y servir a los pecadores, obedeciendo sus reglas y mandamientos. Pero en religión, no estamos supuestos a adorar a los hombres en ninguna forma. Es a Dios a quien adoramos (Jn. 4:24; Mat. 4:10; Hch. 10:25-26).
Pero ¿por qué rehúsa servir a Dios sólo porque hay gente malvada? ¿Es Dios el culpable de los pecados de los hombres? ¿El hecho de que los hombres pequen prueba de alguna manera que Dios no ha sido amoroso, misericordioso, poderoso y sabio? ¿Hay algo acerca de los pecados de los hombres que haga a Dios indigno de nuestra adoración y servicio? ¡Claro que no! Suponga que tuvo un ser amado muy cercano que lo trató con bondad, decencia y respeto en todas las formas. ¿Sería correcto rechazar la amistad y cuidado de este amor simplemente porque sabe de alguien mas que sea áspero y falso?
Dios no aprueba la conducta de los pecadores en la iglesia. En realidad, El es el más herido por esto que lo que usted lo está. Si le desobedece, simplemente hiere mas a Dios. ¡pero esto no hiere a los pecadores! La gente que peca a causa de los pecadores en la iglesia, necesita comprender que usted no ha regresado a los pecadores, ¡usted ha regresado al Señor!

B. Considere a los Justos en la Iglesia

¿Cree usted que hay gente buena en la iglesia? Dios dice que la hay (Ap. 3:1-5). ¿Será usted mejor juez de justicia que Dios? Elías pensó que era la única persona justa viva en sus días, pero Dios le reveló que habían 7000 (1 Rey. 19:10,18).
En realidad, Dios dice que las personas justas se encuentran únicamente en la iglesia — ¡no están afuera! Jesús murió para salvar a la iglesia (Ef. 5:23,25; Hch. 20.28). El añade los salvos a ella (Hch. 2:47). Cierto, algunos en la iglesia apostatarán y se perderán. Pero algunos en la iglesia son justos y se salvarán. ¡Y no hay esperanza para todos aquellos que están fuera de la iglesia! [Véase también 1 Cor. 12:13; Hch. 2:38; 22:16; etc.].
Ahora, ¿qué sucedería si todas estas personas buenas fueran a actuar como la gente que desiste de servir a Dios porque los demás eran pecadores? Dios no hace acepción de personas (Hch. 10:34-35; Rom. 2:11). Si usted puede correctamente rehusar obedecer a Dios a causa de los pecadores en la iglesia, entonces, por la misma razón, toda la gente buena en la iglesia puede desistir. Entonces, las únicas personas que quedarían en la iglesia serían los pecadores y los hipócritas - ¡debe haber alguno de todos que sea fiel a Dios!
Pero si la gente buena en la iglesia puede estar agradando a Dios a pesar de los pecadores en ella, entonces ¡usted también puede! Por tanto, ¿qué excusa tendrá usted para no servir a Dios? ¡Ninguna! Nótese Ap. 3:1-5. Cada persona será juzgada por su propia conducta (2 Cor. 5:10; Rom. 14:12). Usted no será condenado por los pecados de otros mientras no participe en nuestra condonación de aquellos pecados (Ez. 18:20; Ef. 5:11). Pero ciertamente será condenado mientras permanezca fuera de la iglesia o ¡infiel a Dios!
(Nota: No estamos diciendo que usted debe ser parte de una iglesia que esté practicando el error como un cuerpo, porque entonces estará teniendo comunión con el error. Pero mientras la iglesia sea Bíblica en sus prácticas, usted puede adorar y agradar a Dios aún cuando pudiera haber pecado en la vidas personales de otros miembros individuales).
El punto es, si no quiere estar con los pecadores, entonces necesita estar en la iglesia porque fuera de la iglesia no hay nada sino pecadores — ¡al menos hay alguna gente justa en la iglesia! Si no quiere estar con los pecadores, entonces necesita servir a Dios fielmente porque de otra manera estará con un pecador las 24 horas del día de toda su vida –¡usted será un pecador!

C. Juzgar con Justo Juicio – Juan. 7:24

Cuando usted acusa a un miembro de pecado, ¿está seguro de que hizo aquello de lo cual lo acusa, o simplemente está repitiendo rumores? No debemos calumniar, traer falsos testigos, o difundir desconfianza y sospechas que no podemos probar (Ex. 20:16: 23:1; Rom. 1:30-32; 1 Tim. 5:13; 6:4; Lev. 19:16). ¿Ha escuchado ambos lados de la historia? ¿Es para con los demás lo que quiere que ellos sean para usted? (Véase Pr. 18:13,17; Mat. 7:12; 22:39).
¿Está seguro que la conducta de los miembros es pecaminosa acorde a la Biblia, o simplemente es su propia opinión la que ha sido violada? Sólo la Biblia determina lo que es correcto o no (2 Tim. 3:16-17; 1 Cor. 14:37; Jn. 12:48). Si condena a la gente que no ha violado la Biblia, ¡usted es el que ha pecado! (Véase Pr. 17:15; Mat. 12:7).
Cierto, no debemos excusar a los miembros de la iglesia cuando pecan. Pero algunas veces es verdad que la gente es acusada de pecado cuando realmente no han sido culpables. ¿Está seguro que las acusaciones que hace son justas?

D. Aprender la Paciencia y el Perdón

¿Es posible que los miembros de la iglesia se hayan arrepentido de sus pecados? Todas las personas pecan, incluyendo los miembros de la iglesia, pero Dios perdonará si reunimos Sus condiciones (como ya se describió). Si Dios perdona, ¿tiene usted el derecho de continuar viendo a una persona como un pecador? Si no estamos deseando perdonar a la gente que se arrepiente, entonces Dios no nos perdonará a nosotros (Mat. 6:12,14-15; 18:21-35; Luc. 17:3-4; Ef. 4:32).
¿Si la iglesia no es el lugar para los pecadores arrepentidos, entonces, cuál es? Todo el propósito de llegar a ser miembro de la iglesia de Jesús es para ser perdonados por la sangre de Jesús y para ser salvos del pecado (Ef. 1:7; 5:23,25; Hch. 4:12; 2:47; 20.28; Luc. 19:10). La gente que nunca cometió pecado no necesita a Jesús o Su iglesia. Jesús vino a llamar a los pecadores (Luc. 5:31-32).
¡Dios quiere que todos los pecadores se arrepientan y entren a la iglesia! Pero no deben continuar en el pecado; deben esforzarse para vencerlo. Y las demás personas no deben resentirse del pasado pecaminoso de estos miembros, sino que deben apreciarlos y animarlos en sus esfuerzos ¡de vencer su pasado!
Si está seguro que estos pecadores no se han arrepentido de sus pecados, entonces ¿ha tratado de ayudarlos a ver su error y corregirlo? Si ama a esta gente, entonces debe tratar de ayudarlos. Si no lo hace así, pero continua resintiéndose por los pecados de ellos, entonces usted está pecando (Lev. 19:17-18; Pr. 28.23; Gál. 6:1-2; Luc. 17:3-4; Stg. 5:19-20). ¡Mucha gente murmura y refunfuña y se lamenta de los pecados de las personas a quienes nunca le han hecho el menor esfuerzo por ayudarles!
¿Ha considerado su propia conducta pecaminosa? ¿Tiene usted una vida pecaminosa? Rom. 3:23 — Todos hemos pecado. Si espera que Dios y los demás sean pacientes con usted, ¿no deberá ser paciente con los demás? Luc. 18:9-12 — ¡Rehusar reconocer el peso de nuestros propios pecados es ser Fariseo!
¿Está buscando una iglesia donde los miembros no sean siempre pecadores? Si es así ¡nunca la encontrará! Ciertamente las iglesias locales en el Nuevo Testamento nunca fueron sin faltas (lea 1 Corintios y Ap. 2 y 3). Y si usted encontró una iglesia faltante y se unió a ella, ¡inmediatamente debería dejar de ser faltante — porque usted no lo es!
¿Cuál sería nuestra condición si Jesús hubiera toma la misma actitud que algunas personas toman hoy día hacia los pecadores? Suponga que hubiera pensado que en vista de que las personas alrededor de El eran pecadores, que ¿El podría pecar también, o que podría rehusar servir a Dios? ¡Nosotros estaríamos perdidos porque El nunca se habría ofrecido como sacrificio por nuestros pecados! O supongamos que Jesús, quien ciertamente nunca hizo pecado, ¿hubiera rehusado estar con los pecadores? Nunca habría dejado el cielo para vivir en la tierra — y ¡todos nosotros nos hubiéramos perdido eternamente! Pero El vino para salvar a los pecadores (Luc. 5:31-32; Fil. 2:5-8). ¿Somos nosotros mejores que El? Si El, quien realmente no tenía pecado y quien estuvo en un lugar donde no había pecado — Si pudo venir a vivir entre los pecadores por amor a nosotros, entonces nosotros — quienes somos culpables de pecado y que no tenemos elección sino vivir en alguna parte entre los pecadores — ¡ciertamente podemos estar entre los pecadores en la iglesia por Su amor!
No, no debemos excusar o tolerar el pecado. Pero comprendiendo que hemos sido pecadores, podemos ayudarnos para ser pacientes y desear perdonar los pecados de los demás.

E. Considere Honestamente Si Usted es en Algo Mejor Que los Pecadores en la Iglesia

¿Los pecadores que hay en la iglesia son realmente la razón por la cual usted no sirve a Dios, o son simplemente una excusa para buscar explicación al hecho de que usted nunca QUISO realmente servir a Dios? Uno de los métodos más comunes de excusarse uno mismo es el de encontrar faltas en las personas que están tratando de hacer lo correcto. Hacemos esto para sentir menos culpa acerca de nuestros propios pecados, o al menos para probar que ellos están tan mal como nosotros.
*Gén. 3:6,9-13 — Adán culpó a Eva, y Eva culpó a la serpiente. Pero Dios los castigó a todos.
*1 Sam. 15:3,9,13-15 — Saúl culpó al pueblo por su pecado. ¡Pero Dios castigó a Saúl!
*1 Rey. 18:17-18 — Acab acusó a Elías de causar problemas. ¡Pero Dios culpó a Acab!
*Mat. 11:18-19 — La gente aún criticaba y encontraba faltas en Jesús. Pero era inocente y ellos eran los pecadores. (Mat. 12:22-25; 26:59-65; Jn. 7:7; Luc. 6:22-23; Gál. 4:16; Jn. 9:16,24,34).
¿Por qué la gente que vive en el pecado quiere hablar acerca de todos los pecadores e hipócritas en la iglesia? ¿Por qué no quieren hablar acerca de las personas justas en la iglesia? ¡La única respuesta posible es que simplemente están buscando una excusa para justificar sus propios pecados!
¿Piensa usted que los pecadores y los hipócritas en la iglesia están equivocados? ¿Piensa que tienen el deber moral de cambiar y de hacer lo que es correcto? Si es así, le pregunto, ¿está deseando cambiar y hacer lo que usted sabe que debería hacer para estar bien? ¿Qué clase de persona es aquella que puede ver los pecados de los demás, y piensa que deben hacer lo que es correcto, pero él mismo no desea hacer lo que es correcto?
*Mat. 23:3-4 — ¡Esperar que los demás hagan lo que es correcto mientras nosotros mismos no queremos hacer lo que es correcto es simplemente otra forma de hipocresía!
*Mat. 7:3-5 — Quitando la paja de los demás mientras nosotros mismos no corregimos nuestros pecados, es sencillamente hipocresía como cualquier otra forma.
Si usted puede ver la hipocresía tan claramente en los miembros de la iglesia, ¿por qué no puede ver que al esperar que los demás obedezcan a Dios mientras usted mismo no le obedece se convierte en un hipócrita tal como ellos lo son!

F. Considere Su Destino Eterno

Muchos pasajes requieren que los miembros de la iglesia sean obedientes a Dios — estamos de acuerdo con esto. ¡Pero estos mismos pasajes requieren que usted y todos los demás obedezcan a Dios también! Además, los mismos pasajes que muestran que los miembros de la iglesia se perderán por la desobediencia a Dios, son los mismos pasajes que le muestran y a todos los demás que también se perderán si continúan en desobediencia a Dios.
Santiago 4:17 — Si sabe lo que es bueno y no lo hace, usted es un pecador. Y el pecado conduce a la muerte eterna (Rom. 6:23). Esto se aplica a los miembros pecadores de la iglesia, pero también se aplica a aquellos que son ofendidos por los pecados de los miembros de la iglesia. Aparentemente usted debe saber que es bueno hacerlo, puesto que espera que los miembros de la iglesia lo hagan. Entonces, si no hace lo bueno por usted mismo, es un pecador y está tan perdido como los miembros pecadores de la iglesia.
Lucas 12:47 — Si conoce la voluntad de su amo y rehúsa obedecerle, recibirá muchos azotes. Esto indica que los miembros pecadores de la iglesia se perderán. Pero si usted continua en pecado, ¡entonces estos versículos lo condenarán tal como a ellos!
El fondo de esto es: Si realmente quiere evitar a los hipócritas y pecadores, necesita convertirse en uno de los miembros de la iglesia de Jesús y servirle fielmente. De otra manera, ¡pasará la eternidad en tormento, en compañía de los pecadores y los hipócritas que tanto quiso evitar!

Conclusión

Estamos de acuerdo en que ningún pecado, de quien sea, será excusado o pasado por alto. Las personas en pecado necesitan arrepentirse si quieren la esperanza de la vida eterna. Esto significa que los pecadores la iglesia no serán excusados — ¡deben arrepentirse! Esto también significa que señalar los pecados de los miembros de la iglesia no excusará tampoco a nadie — recuerde, no hay excusa para el pecado. Por tanto, aquellos que son ofendidos por los miembros de la iglesia, ellos mismos deben arrepentirse y cesar de sus pecados. ¿Qué acerca de usted? ¿Dónde quedará?

Todo El Que Permanece En Él No Peca


Todo El Que Permanece En Él No Peca


Sheep Ilustration¡Somos hijos de Dios!


Es mucho más que una simple afirmación del Apóstol San Juan a los suyos. Es una exclamación que le sale del alma. Es una explosión de gozo y de felicidad que irrumpe y prorrumpe desde lo más hondo de su corazón. Como quien dice: ¡qué suerte la nuestra! ¡Somos de verdad hijos de Dios! Dios nos ha hecho partícipes de su filiación divina. El Padre, en una muestra extraordinaria de su amor, nos ha dado a su Hijo que ha dignificado y elevado nuestra naturaleza caída mediante su encarnación, haciéndose unos de los nuestros y compartiendo nuestra vida humana. El imperativo Mirad, es una forma de llamar poderosamente la atención ante este prodigio único que tanto nos beneficia a todos. Y por medio del Hijo, que nos ha regenerado, hemos recibido la vida divina. Nuestra filiación divina no es una metáfora, sino una asombrosa, sorpresiva e increíble realidad. No es solo una relación externa de un Dios nos cuida a todos como un Padre en su amorosa providencia divina. La vida sobrenatural de la gracia santificante que se nos da por medio de Jesucristo es comunicación y participación de la vida de Dios en nosotros. Es un nuevo nacimiento que nos hace semejantes a Él. No solamente seremos hijos de Dios un día cuando participemos de su gloria, sino que lo somos ya ahora en nuestro peregrinar presente, por puro don y regalo divinos: «Mirad qué amor nos ha tenido para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!» (1Jn 3, 1a).
Rechazados por el mundo
La palabra mundo se toma aquí en sentido peyorativo. Expresa todo un mundo de iniquidad y de maldad. Ese mundo perverso no conoce a los hijos de Dios. Los ignora y los desprecia. San Juan se hace aquí eco de las mismas palabras de Jesucristo que ya había trascrito en su Evangelio: «Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo» (Jn 15, 18-19). Tal conocimiento, que es comunicación y comunión de vida y de amor, solo se da entre iguales. Entre el Padre y el Hijo (Jn 10, 15; 17, 25) Y entre el Hijo y los discípulos (Jn 10,14.27) «Por eso el mundo no nos conoce porque no le conoció a él» (3, 1b).
Seremos semejantes a Él
Por el solo hecho de ser hijos de Dios, ya en este mundo somos semejantes a Él. Pero nos aguarda una semejanza que será aun muy superior. Una semejanza de igualdad, pero no en el sentido de identidad, sino de transformación. El día de su manifestación gloriosa seremos endiosados, divinizados, transformados en Él. El día de la manifestación gloriosa del Señor puede ser la Parusía cuando volverá con todo el esplendor de su gloria para juzgar a vivos y muertos, pero el punto culminante de su manifestación será la gloria del cielo en visión directa, intuitiva y facial, porque le veremos sin velos, cara a cara. (1 Co 13, 12) «Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado todavía lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es». (1, 2).
Pureza de vida
Esta maravillosa esperanza tiene que ser un constante estímulo y acicate para vivir en una continua purificación. Los creyentes tenemos el mejor modelo de pureza para emular e imitar, que es el mismo Jesucristo. Ya más arriba (1, 7) San Juan dice que: «..la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado.» Por Jesucristo, que es la misma pureza, somos continuamente purificados de todo pecado e iniquidad. La acción redentora de Jesucristo sigue siempre purifi-cándonos de toda mácula de pecado para que nos mantengamos puros como Él es puro: «Todo el que tiene esta esperanza en él se purifica, porque él es puro. Todo el que comete pecado comete también la iniquidad, pues el pecado es iniquidad. Y sabéis que él se manifestó para borrar los pecados pues en él no hay pecado.» (1, 3-5).
El que permanece en Él no peca
Esta sorprendente afirmación, debe ser bien entendida e interpretada. La filiación divina que el cristiano recibe por la gracia de Cristo no le hace impecable ni invulnerable. Solo Jesucristo es impecable por esencia. Pero mientras el creyente vive unido a Él y permanece en comunión con Él, no peca, y se mantiene puro como Él es puro. El pecado es ruptura de la comunión con Él. El que peca deja de estar unido a Él. Y, recíprocamente, el que está unido a Él, mientras no rompa esta comunión, no peca y se mantiene firme. Que nadie pues se llame a engaño. El que practica la justicia permanece unido a Él y no peca: «Todo el que permanece en él, no peca. Todo el que peca no le ha visto ni conocido. Hijos míos, que nadie os engañe. El que obra la justicia es justo, porque él es justo.» (1, 6-7).
El pecado es la obra del diablo
Es una puesta en guardia para todos. No todo está aún ganado ni conseguido. Mientras transitamos por este mundo no estamos nunca del todo exentos de peligros. El diablo, el gran seductor, está ahí. Y su obra es el pecado. Vivir en pecado es ser del diablo. Es decir, es estar sometido a su influencia y al yugo de su vil esclavitud y servidumbre. El diablo peca desde el principio, porque fue el primero en caer del paraíso, y fue el tentador desde el principio de la historia humana, que significó para el hombre la pérdida del paraíso en esta tierra, poniéndole en grave peligro de perder la felicidad eterna. Pero no estamos perdidos. Estamos salvados, porque Jesucristo ha venido para destruir la obra del diablo: «Quien comete el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo.» (1,8).
El que ha nacido de Dios no puede pecar
En el v. 6 decía: «Todo el que permanece en él no peca.». Aquí la admiración sube de tono porque afirma que ni peca, ni puede pecar. ¿De qué impecabilidad se trata? La clave del enigma es el germen. Es decir, que la filiación divina introduce en nuestro ser humano una semilla de divinidad que nos hace hijos de Dios. Y también el permanecer vital-mente unidos a este germen de vida divina. Esto no nos hace confirmados en gracia, como en la vida futura, pero como esta gracia es ya prenda de vida eterna, mientras permanezcamos unidos a ella con la ayuda de Dios, esto nos convierte en alguna manera, ya en esta vida, en exentos de todo pecado: «Todo el que ha nacido de Dios no peca porque su germen mora en él; y no puede pecar porque ha nacido de Dios.» (1, 9).
Los hijos de Dios y los hijos del diablo
La antítesis es clara y salta a la vista. Aquí se aplica claramente la sentencia del Evangelio: «Por sus frutos los conoceréis.» (Mt 7, 16) El hijo sale a su padre y hace las obras de su padre. Los que obran la justicia son hijos de Dios. Los autores de la iniquidad son hijos del Maligno. En la práctica, el amor fraterno será siempre la piedra de toque iniquívoca, y la marca inconfundible para discernir y detectar a los auténticos hijos de Dios: «En esto se reconocen los hijos de Dios y los del diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, y quien no ama a su hermano, tampoco.» (1, 10)