martes, 7 de agosto de 2012

Las Setenta Semanas de Daniel


Las Setenta Semanas de Daniel

 
 
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    Rev. Luis M. Ortiz
    “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.” Daniel 9:24.
    Después de 900 años del pueblo de Israel estar en posesión de su tierra en tiempos del profeta Jeremías. Dios advirtió por medio de este profeta a las dos tribus del sur, Judá y Benjamín, que si no se apartaban de la idolatría y del pecado, serían llevados cautivos a Babilonia. Ya las diez tribus del norte habían sido llevadas cautivas a Asiria.
    Dios dijo por boca del profeta Jeremías a las dos tribus del sur, como sigue: “Toda esta tierra será puesta en ruinas y en espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años” (Jeremías 25:11). “Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar” (Jeremías 29:10).
    Ya los 70 años de cautividad se cumplían y el profeta Daniel, que era profeta de la cautividad, queriendo saber el futuro de su pueblo y cuál sería esa buena palabra que Dios tendría para su pueblo, escribe en el capítulo 9 de su libro, como sigue: “Yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años. Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, en cilicio y ceniza. Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas” (Daniel 9:2-5).
    Aquí sigue una maravillosa oración de confesión y arrepentimiento que Daniel concluye diciendo: “Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos; y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado, por amor del Señor. Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo” (Daniel 9:17-19).
    Antes esta oración tan sincera, tan profunda y tan intensa, la respuesta vino de parte de Dios. Y nos sigue relatando el profeta Daniel: “Aún estaba hablando y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante de Jehová mi Dios por el monte santo de mi Dios; aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde. Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento. Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. Entiende, pues, la orden, y entiende la visión. Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.
    Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador” (Daniel 9:20-27).
    Antes de referirnos propiamente a estas setenta semanas, anunciadas a Daniel por el ángel Gabriel, como un bosquejo profético e histórico del futuro del pueblo de Israel, es muy importante que señalemos una realidad histórica en todos los tratos anteriores de Dios con Israel.
    Esto de “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo”, parecería algo nuevo, algo raro en los tratos de Dios con Israel, pero es algo maravilloso, admirable y armonioso, que Dios siempre ha tratado con Israel a base de períodos de tiempo, de setenta semanas, de años, o sea, de 490 años. Y además, que en esos períodos de setenta semanas de años, Dios nunca ha contado el tiempo cuando Israel ha estado en cautiverio, o fuera de su tierra, o ha estado subyugado en su tierra por poderes gentiles. Notemos, pues, que en las setenta semanas de Daniel no son únicas en los tratos y en los planes de Dios con Israel.
    Comencemos con Abraham, el padre de la nación, desde el llamamiento de Abraham hasta el Éxodo de Egipto transcurrieron setenta semanas de años, o sea, 490 años, sin contar los 15 años cuando la esclava Agar y su hijo Ismael dominaban en el hogar de Abraham. Esos años de dominio gentil Dios no los contó.
    Desde el Éxodo de Egipto hasta la dedicación del templo de Salomón transcurrieron setenta semanas de años, o sea, 490 años, sin contar los 131 años de dominación gentil que sufrió Israel en el tiempo de los Jueces. Esos años no los contó Dios.
    Desde la dedicación del templo de Salomón hasta la conclusión de la cautividad en Babilonia transcurrieron setenta semanas de años, o sea, 490 años, sin contar los setenta años que estuvieron cautivos en Babilonia. Esos años Dios no los contó.
    Y es en este punto de la historia del pueblo de Israel, cuando la cautividad en Babilonia, se cumple, que Daniel inquiere de Dios acerca del futuro de su pueblo. Y Dios consecuente con su manera de tratar con Israel en el pasado esto es, a base de setenta semanas de años, 490 años le dice a Daniel: “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos” (Daniel 9:24).
    Estas setenta semanas están determinadas sobre el pueblo de Israel y sobre la ciudad de Jerusalén, es decir, tienen que ver únicamente con Israel y Jerusalén, nada tienen que ver con la Iglesia. Notemos que todos los propósitos a lograr en la conclusión de las setenta semanas están conectados con Israel y con Jerusalén:
    1) Terminar la prevaricación de Israel con relaciona a su Mesías; 2) poner fin al pecado de Israel por su incredulidad y rechazo de Cristo, su Mesías; 3) expiar la iniquidad de Israel como nación que aceptará a Cristo como su Mesías y redentor; 4) traer la justicia perdurable a Israel que será justificado por su fe en Cristo; 5) sellar la visión y la profecía, pues con el Mesías presente, la tierra será llena del conocimiento del Señor; y 6) ungir al Santo de los santos, o sea, la limpieza y restauración del lugar santísimo profanado y desolado por el anticristo.
    En el mismo mensaje del ángel a Daniel, estas setenta semanas son divididas en tres períodos de tiempo: la primera división, son las primeras siete semanas, o sea, 49 años; la segunda división son las siguientes sesenta y dos semanas, o sea, 434 años; la tercera división es la última semana, la semana número setenta, o sea, los últimos 7 años que completan los 490 años.
    A su vez, estas divisiones están separadas entre sí por acontecimientos importantes. Comienzan las primeras siete semanas de años con el decreto del rey Artajerjes, en el mes de Nisán (abril), 445 años a. C. para reedificar los muros y la ciudad de Jerusalén. La historia comprueba que esta obra de reconstrucción bajo el mando de Nehemías duró exactamente siete semanas de años, o sea, 49 años. Las sesenta y dos semanas siguientes dan comienzo, desde la terminación de la reconstrucción de Jerusalén hasta la muerte de Cristo, exactamente sesenta y dos semanas de años, 434 años.
    Cristo fue rechazado por Israel, como su Mesías, y hasta el día de hoy Israel, como nación, le rechaza, “a lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Juan 1:11). Por la incredulidad de Israel Dios visitó a los gentiles para tener de ellos pueblo para su nombre, y por esta razón “a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hijos de Dios” (Juan 1:12). El reloj de los tratos directos de Dios con Israel se detuvo con la muerte de Cristo, esto es al concluir sesenta y nueve semanas de años, o sea, 483 años.
    Así, como en los casos pasados, Dios no contó el tiempo de supremacía gentil hoy. Y desde la muerte de Cristo, y por causa del rechazo de Cristo por parte de Israel, el tiempo no está siendo contado con relación a los tratos de Dios con Israel, pues Dios está visitando a los gentiles para tomar de ellos pueblo para su nombre.
    Esta detenido el tiempo con relación a los tratos directos de Dios con Israel y aún falta una semana de años por cumplirse, la semana número setenta de la profecía de Daniel, 7 años durante los cuales Dios tratará directamente con Israel y se consumarán todos los propósitos de Dios con relación a Israel y a Jerusalén y al final Israel reconocerá y aceptará a Cristo como su Mesías.
    Pero mientras Dios esté tomando, salvando, pueblo entre los gentiles; mientras la Iglesia de Jesucristo esté presente en el mundo, Dios no se volverá a Israel como nación. Tiene la Iglesia que subir al cielo, tiene que producirse el levantamiento de la Iglesia, tienen los muertos en Cristo que resucitar primero y luego nosotros los que vivimos ser transformados y arrebatados en las nubes para recibir al Señor en el aire (1 Tesalonicenses 3:13-17).
    El apóstol Pedro refiriéndose al tiempo cuando Dios termine de tomar pueblo para su nombre entre los gentiles dice: “Después de esto volveré y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; y repararé sus ruinas, y le volveré a levantar” (Hechos 15:16). Y sobre lo mismo el apóstol Pablo dice: “Y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados” (Romanos 11:26-27).
    Cuando suba la Iglesia, que ha de ser de un momento a otro, comienza a contar la semana número setenta de la profecía de Daniel. Los 7 años del gobierno del anticristo, cuando Israel es duramente probado, especialmente en los últimos 3 años y medio. Y luego, al concluir la semana será gloriosamente libertado, pues, inmediatamente después de la tribulación, aparecerá la señal del Hijo del Hombre, y lo verán viniendo sobre las nubes, con poder y gran gloria y se afirmarán sus pies sobre el monte de los Olivos, que está frente de Jerusalén al oriente (Mateo 24:29-30; Zacarías 14:4).
    Como las sesenta y nueve anteriores, esta semana número setenta está determinado sobre el pueblo de Israel, sobre el pueblo y sobre la ciudad de Jerusalén. Todas estas semanas, ni las sesenta ya cumplidas, ni la número setenta que está por cumplirse, nada tienen que ver con la Iglesia, es con Israel.
    De hecho, la semana número setenta no se cumplirá mientras la Iglesia esté en el mundo, para que los juicios y las grandes pruebas de la semana número setenta vengan sobre el incrédulo Israel y sobre todo el mundo rebelde, Dios sacará del mundo a la iglesia. Así como sacó del mundo y se llevó al cielo a Enoc antes que venga el juicio diluvio; así como libro a Lot del fuego y la destrucción de Sodoma; así como Daniel estuvo ausente del horno de fuego; así también librará el Señor a su Iglesia de los juicios de la gran tribulación, la semana número setenta que se avecina. Y es por esto que el Señor mismo dice: “Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo” (Juan 14:3). “Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada” (Mateo 24:40-41); “vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco” (Mateo 25:10-12).
    Algunos dicen que la Iglesia pasará por la gran tribulación, pero es evidente que aquellos creyentes que no estén preparados para el levantamiento de la iglesia, sí tendrán que pasar por la gran tribulación; pues uno, los preparados serán tomados, y los otros, los no preparados, serán dejados.
    Cinco vírgenes entraron a las bodas, cinco fueron dejadas fuera. ¿Está usted preparado viviendo en santidad? “Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor” (Mateo 24:42).
    En este mismo instante puede usted, arrepintiéndose de sus pecados, recibir a Cristo en su corazón como su Señor y Salvador. Amén.

    Responsabilidad de mi cristianismo


     

     

    Responsabilidad de mi cristianismo

     
     
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    Rev. Álvaro Garavito
    “Acuérdate de engrandecer su obra, la cual contemplan los hombres. Los hombres todos la ven; la mira el hombre de lejos.” Job 36: 24-25
    Somos llamados por el Señor a responder por las cosas que Él ha puesto en nuestras manos. En su gracia y misericordia nos constituyó administradores de sus bienes, de los talentos que nos ha dado, de las habilidades espirituales que nos ha concedido, y un día nos vamos a reunir con Dios y vamos a entregar cuentas de lo que Él nos dio. Nos hemos acostumbrado a usar una terminología hasta peligrosa, porque siempre hablamos: “Este es mi carro”, “esta es mi casa”; y en realidad yo no tengo un carro, más bien yo administro un carro; yo no tengo casa, administro una casa, si fuera mía, el día que me vaya de la tierra me la tendrían que meter en el cajón, pero no cabe porque nada trajimos a este mundo y sin duda, nada podemos llevar. Entonces nada tenemos, como Job dijo: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá (la tierra)” (Job 1:21).
    El alma va a Dios y el cuerpo se hará polvo y volverá al polvo de donde fue tomado y eso es todo. Pero hay muchas cosas que poseemos, que tenemos y que el Señor nos ha constituido administradores de esas cosas y nos va a pedir cuentas, y unas de las cosas más importantes que Él nos ha dado, es la administración de su obra, dada a cada uno de los pastores, dice la Palabra, que cuando venga “el Príncipe de los pastores” (1 Pedro 5:4), vendrá a pagarle a cada uno y a pedirle cuentas de la congregación, por pequeña que fuera tendrá que dar cuenta de ellos. Jesús le dijo al Padre: “Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese” (Juan 17:12).
    El Señor Jesús tenía una responsabilidad poderosa y profunda por la Obra, como también debe haber en nosotros, independientemente de los intereses personales, humanos y pasajeros. El Señor dice a través de esta palabra: “Acuérdate de engrandecer su obra”, acuérdate porque a muchas personas se les olvida que hay que engrandecer la obra de Dios, y el Señor dice: “Acuérdese, no se olvide, no se engrandezca, no mire por sus intereses; acuérdate de la obra de Dios”. Hay creyentes que al Señor le dan lo último o no le dan nada, pero para muchos lo primero son ellos. Hay gente que dice: “No puedo, no tengo tiempo”, en otras palabras “Dios no existe para mí”, pero el Señor dice: “Acuérdate de engrandecer su obra”, hay que poner interés de engrandecer la obra del Señor, todo lo que hacemos para el Señor debe ser grande en calidad y en estatura.
    En el antiguo pacto cuando llevaban las ofrendas para presentarlos a Jehová, se escogía el mejor cordero del rebaño, el primogénito y no cualquier primogénito; para Dios hay que darle lo mejor, lo más importante y lo más grande. Su obra es grande, y aunque el local de culto sea un pedazo de tierra, vamos a procurar que el pedazo de lugar donde se va a adorar a Dios este bien arreglado, este bien limpio, que se note la preocupación del líder; es cierto que se tiene que comenzar con pedazos de bloques con tablas atravesadas, con sillas rotas y quebradas. Debe haber una preocupación en el corazón del líder que si le dieron un local alquilado todo sucio, todo manchado; haya la preocupación de cambiar ese color, de cambiar esa fachada, de cambiar esa imagen, porque allí se reúnen dos o tres para adorar al más grande.
    El Rev. Luis M. Ortiz decía: “Vaya a un templo, y como vea el templo, entonces ya sabe quién es el Pastor”, eso es cierto porque tenemos que acordarnos que hay gente que arregla muy bien su casa, muy bien la decora, mantiene una preocupación por arreglarla, pero la casa de Dios está hecha un desastre. Tiene que haber una preocupación en el líder, pero no solamente en el líder, porque aquí no dice: “Pastor acuérdate de engrandecer la Obra de Dios”, es todo parejo, si ve que no sale del pastor echarle un galón de pintura a esas paredes chorreadas y manchadas. Usted que es miembro y es parte de la congregación, diga: “Pastor, permítame para comprar la pintura y como no puedo de día, voy a venir de noche a pintarla, pero yo quiero poner este lugar elegante porque aquí se congrega el pueblo de Dios”.
    Hay que acordarse de engrandecer. Hay locales, hay templos, que cuando se va a mirar es un nido de ratas, y un sonido terrible, y uno se pregunta ¿Qué se hace con las ofrendas? y se vuelve a preguntar ¿Qué se hizo con la venta de tamales, de empanadas para comprar el equipo de sonido? Se desapareció el dinero y la chatarra sigue sonando, el día que quiere y el día que no quiere no suena. Dios hará algo que la mente de muchos no puede concebir, que vendrán cosas grandes y maravillosas, pero que para eso hay que prepararse y lo primero que hay que preparar es el corazón.
    Lo primero que David preparó fue el corazón, lo segundo que preparó con relación al engrandecimiento de la Obra en sus tiempos fue lo financiero: el oro, plata, hierro, bronce, madera, y toda clase de piedras preciosas, y piedras de mármol en abundancia para hacer la casa de Dios. Y Dios vio ese interés tan tremendo que le dio los planos también, y cuando ya iba a emprender la jornada de engrandecer a Dios, con una casa extraordinariamente hermosa, valiosa como Dios se la merece, el Señor le dijo: “Tú no edificarás casa a mi nombre, porque eres hombre de guerra, y has derramado mucha sangre” (1 Crónicas 28:3), “Salomón tu hijo, él edificará mi casa y mis atrios” (1 Crónicas 28:6). Eso no quiere decir que David no participó, él ya tenía allí muchas cosas depositadas, mucha inversión, porque él quería ver la obra de Dios engrandecida.
    “Acuérdate de engrandecer su obra, la cual contemplan los hombres”, y esa expresión, “la cual contemplan los hombres”, se refiere a gente que no tiene nada que ver con la Obra de Dios; los hombres todo lo ven, la miran de lejos. Si hay una colecta para comprar equipos de sonido, o para agrandar el templo, o para realizar una campaña, ellos son lo que no participan. Todo lo miran de lejos, y de lejos no se puede observar la belleza, ni apreciar el valor de nada; se puede tener mucha hambre y pasar cerca de una panadería, pero de lejos sólo puede sentir el olor, pero el hambre continuará porque nada se puede hacer de lejos. La obra de Dios no se puede hacer de lejos, hay que hacerla de cerca. No miran las necesidades que hay dentro de la obra de Dios, no se dan cuenta, y alegan diciendo: “Yo no me he dado cuenta”, no se ha dado cuenta que las bancas están amarradas con lazos o alambres, que están quebradas, ¿Por qué no se ha dado cuenta? Porque no contemplan la obra de Dios, porque no sienten nada, porque si la contemplaran sentirían dirían: “hagamos algo, yo compro la primera banca, yo doy las primeras cinco sillas, vamos a cambiar lo que hay aquí”.
    La obra de Dios hay que mirarla de cerca, porque estamos dentro de esta obra. He visto en muchos países y lugares por donde he andado, que el rótulo del templo es una miseria, lo escrito no se entiende, pero al lado hay una cantina que tiene un rótulo de tres metros de grande, luminoso y el rótulo del templo, un garrapiño que no se entiende que será, y el diablo, ¡Que el Señor lo reprenda! si le puso a su cantina un rótulo para decirle al borracho: “Pasa, aquí estoy; somos de los mismos”. Por todas partes se ven esos rótulos luminosos, pero cuando se trata del Señor, parece que a la persona no le importa que el nombre de Dios debe ser el más grande ¿Sabe por qué? Porque siempre se mira la obra de Dios de lejos, hay que engrandecer la obra de Dios, hay que preocuparse por poner cosas grandes que anuncien la obra.
    En una ocasión, en cierto lugar, en ese entonces me delegaron para visitar a un pastor y a la Iglesia donde él estaba, y celebraban 25 años, casi no pudimos entrar porque se desató una lluvia, un granizado terrible, lo peor de todo es que adentro llovía más que afuera. El Señor me dio el mensaje basado en la viña de Israel, que el Señor esperaba uvas y las viñas dieron uvas silvestres, de monte. Empecé a predicar y el equipo de sonido era viejísimo, chirrioneaba, ya ni sonido tenía. Esperando a qué hora se desprendiera un pedazo de techo y nos matara ¿Qué están celebrando aquí? Me preguntaba, y aquí se estaba celebrando una derrota, esto estaba casi cayéndose, ¡Qué vergüenza! Que había hecho ese hombre en los 25 años, pero si era dueño de una tremenda finca. El Señor habló a través del profeta Amós, que la casa de Dios estaba en ruinas, abandonada, pero la casa de los miembros de esa Iglesia, eran casas artesonadas y la casa de Dios en ruinas, pareciera que Dios no reclamara nada pero Dios reclama. Dios es el dueño, nosotros somos administradores, simple servidores del dueño del cielo y de la tierra, y un día tendremos que dar cuentas a Él.
    En Proverbios 27:18 leemos: “Quien cuida la higuera comerá su fruto, y el que mira por los intereses de su señor, tendrá honra”. Nadie puede ir a recoger fruto de una planta que no cuidó, no es solamente sembrarla, hay que cuidarla de los insectos, de las plagas, hay que echarle abono, hay que echarle tierra buena, hay que cercarla de los depredadores; el que la cuida comerá de su fruto. Asimismo, el que mira por los intereses de su Señor tendrá honra; si miramos por nuestros intereses nadie nos va a honrar. Hay que desinteresarse de las cosas terrenales, y si las tiene úselas para la gloria de Dios. Disfrute de la vida, en el marco y los parámetros de los santos, haga uso de sus derechos pero no ponga su corazón en eso, no ponga sus intereses. Muchos hombres se han ido a la tumba decepcionados porque se desesperaron, se desvelaron, ni comían, ni dormían por tener bien a su familia.
    Por eso nuestros intereses deben ser el Señor y lo que respecta a su Obra. Contemplemos y luchemos por engrandecer su obra, por meter el corazón, la mano, la mente, el bolsillo, todo lo que podamos. El que mira por los intereses de su Señor tendrá honra si usted se preocupa, se desvela por el Señor, Él nos va a honrar, en su Palabra Dios dice: “Yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco” (1 Samuel 2:30). Cuántas veces de rodillas en los altares le hemos dicho al Señor: “Señor, yo quiero hacer esto por ti, pero mire, no tengo ni un centavo, no tengo de dónde echar mano, no tengo nada”, pero al que ha honrado a Dios también el Señor les ha bendecido, nos ha dado tantas cosas porque hemos puesto los intereses del Señor por encima de nuestros propios intereses y Él se encargará de respaldar su Palabra, esa bendición nos va a alcanzar donde vayamos.
    Somos administradores de lo que poseemos. “Ahora bien, se requiere de los administradores,  que cada uno sea hallado fiel” (1 Corintios 4:2). “Se requiere de los administradores”, y note que no involucra la congregación sino, “que cada uno”. En la congregación donde el Señor le permite congregar, ha habido alguna vez una preocupación de decirle al pastor: “Mire, yo quiero que levantemos esta pared” pero no vaya sólo a dar órdenes, diga: “Aquí está el cheque” o “pastor eso es una chatarra, véndalo, mande una grúa, pero aquí está mi ayuda para que esto mejore”; porque hay gente que da órdenes pero en seco, hablan y critican y murmuran, pero no hay acción.
    Esa palabra “fiel” es profunda y muy amplia en nuestro idioma, significa que cumple sus compromisos, que es leal y honesto. Es importante notar algo cuando dice la Palabra que “se requiere de los administradores”, no dice: “Se requiere de los dueños”. Entendemos ahora que somos “administradores”, que no somos dueños de nada; en una empresa el gerente puede acceder a ciertas cosas pero está limitado, y el gerente podría decir: “Bueno, esto no lo puedo resolver yo, sino el dueño, yo tengo un límite, pero el dueño puede si quiere”. Dios es el dueño, así que nosotros estamos limitados en muchas cosas porque no somos dueños de nada, pero el dueño nos contrató, a unos a las nueve de la mañana y a otros a las tres de la tarde, y ya estamos ya en la última hora del contrato, nos contrató para servir y trabajar pero no somos dueños de nada, Él es el dueño de todo.
    Como administradores tenemos que administrar el tiempo, no crea que tiene que salir a la calle a nadar o a vagar por ahí a rienda suelta, tiene que administrar bien el tiempo. No haga como muchos creyentes que en los centros comerciales están viendo vitrinas, viendo vestidos, corbatas, trajes, pero sólo viendo porque no llevan nada para comprar. Usted es administrador del tiempo y Dios nos va a pedir cuentas de ello. Cuántos jóvenes que en las mañanas duermen hasta las once del día, se levantan al mediodía y todavía a sentarse en un sillón a ver televisión vagando y cuando llega la hora de ir para el culto, les dicen a los padres: “No voy porque tengo muchos deberes” y el padre, cómplice de la pereza le dice: “Si hijito, quédese para que no pierda las clases en el colegio”. Dios le va a pedir cuenta del tiempo, de eso vamos a dar cuentas a Dios, “Se requiere de los administradores que cada uno sea hallado fiel”.
    En el Evangelio de San Mateo 25:14-30 leemos: “Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad… Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
    Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes”.
    Note estas palabras que dijo el señor: “Siervo malo y negligente” (v.26), “Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera” (v.30), bastaron tres cosas para mandarlo al infierno eterno. Busque un diccionario y mire que es ser malo, negligente e inútil y si le es aplicada esas tres definiciones, prepárese, porque si no cambia, al cielo no entrará. Dios no es Dios de muertos, de inútiles, de negligentes, de cobardes ni de siervos malos, Dios pagará a cada uno conforme a su obra y le dará mucho más de lo que hizo. Somos responsables de nuestro cristianismo, somos responsables de lo que Dios ha puesto en nuestras manos, somos responsables de engrandecer la obra de Dios, de no ser negligentes, de no ser inútiles. Hay gente que nunca hará nada por el Señor, y siempre se excusarán diciendo: “Yo no puedo, yo no sé, si el Señor quiere salvarme así me salva”, pues de seguro que no se salvarán. Si tiene el talento de cantar, de alabar, de evangelizar, de predicar, de orar, de buscar las almas, de limpiar el templo; son talentos que Dios le ha dado, si los entierra se va a perder por eso, ¡No habrá excusa!
    En la parábola de los labradores malvados (Lucas 20:9-18), el dueño de la viña mando a su hijo y los labradores lo mataron, lo exterminaron para que no mandara en ellos. Entonces el dueño de la viña traerá a unos labradores fieles y quitará a estos, los eliminará; y estos labradores cuando oyeron esto, dijeron: ¡Dios nos libre! Pero el Señor les dijo: “Quien caiga sobre esta roca será quebrantado, y sobre quien caiga lo desmenuzará”. Algunos equivocadamente piensan que el Dios que adoran es un dios que cuelgan ahí de alambre. El Dios que usted y yo adoramos es un Dios vivo. No es un alambre ni un escapulario colgado en el pecho, es un Dios que tiene un trono en los cielos que tiene ojos y mira, Él lo está viendo en todo momento, es un Dios que oye, un Dios que palpa, es un Dios que bendice, un Dios que levanta.
    “Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. Cuando ellos oyeron esto, dijeron: ¡Dios nos libre! Pero él, mirándolos, dijo: ¿Qué, pues, es lo que está escrito: La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo? Todo el que cayere sobre aquella piedra, será quebrantado; mas sobre quien ella cayere, le desmenuzará” (Lucas 20:16-19). ¿Qué está hablando esta parábola? Que Dios no puede admitir inútiles, que Dios no puede admitir excusas, cuando decimos: “Yo no hice porque no pude”, “no puedo”, estamos diciendo “No quiero”. Hay gente que se la asigna algo tan sencillo como barrer o limpiar el templo,  y no lo quieren hacer.
    Si yo voy entrando al templo y veo que la persona encargada de limpiar ese día no llegó por alguna razón, entonces yo limpio, y cuando me doy cuenta, hay diez o más limpiando, pero a ellos no se les había ocurrido, pero ellos no estaban para eso, todos estamos para hacer lo que honre a Dios. Que se rompió un tubo, yo tengo que preocuparme para que el agua del templo, no se desperdicie, yo mismo voy a comprar lo necesario para arreglarlo; no espere que llegue otro. Si se va la luz en el templo, se va a quedar sentado con los brazos cruzados echando su siesta, salga corriendo para la tienda a comprar una vela, salga a buscar una lámpara, ¿o no es parte de la Iglesia? Hay gente que parece que fueran invitados, y pasan los años y siguen de invitados.
    Veamos ahora en la parábola de la higuera estéril, leemos: “Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra? Él entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después” (Lucas 13:6-9). En la Iglesia hay creyentes que no quieren responsabilidades, no tienen compromisos con nadie ¿Qué hace entonces ahí? Es una mala hierba que no da fruto y que se está comiendo la sabia de la tierra. El dueño de la viña tipo del Dios a quien servimos, y el viñador tipo del Espíritu Santo. El dueño de la viña le dice al viñador: “Mire hace tres años yo vengo a este templo a buscar frutos en el hermano y la hermana, y no encuentro sino hojas, chismes, pleitos, celos, contiendas, envidias, robo, rapiña, deseos de adulterar, deseos de fornicar, pero no le veo frutos de ninguna clase.
    Y córtalo es, mátalo, porque si en un árbol se le pasa la sierra o el hacha se muere. El Señor está diciendo: He venido a buscar fruto y siempre lo encuentro igual, rebelde, desobediente, abusivo, murmurador, hablador, peligroso, y se le aconseja y él sigue igual. Pero el viñador, tipo del Espíritu Santo, le dice al dueño de la viña: Espérese déjele otro año, si da fruto, bien ¡Gloria a Dios porque dio fruto! Yo lo voy a abonar, le voy a quitar la maleza, a echarle una fumigada, le voy a dar otros consejos, si no da fruto Señor, córtala.
    Amado, van a haber hombres corruptos que van a entrar a las Iglesias enviados por el diablo, a ver a quien tumban, a quien enredan, a quien dañan, y van a haber mujeres que también van a entrar a lo mismo. Sepa también que una de las funciones del satanismo en la tierra es enviar instrumentos perversos para ver si caen los hombres, pero ¡Hay poder en la sangre de Cristo! Que mientras la espada este en las manos del Pastor de la Iglesia, bien afilada, no hay lobo que aguante, no hay instrumento del diablo que aguante.
    Si no da fruto, este seguro que el Señor le va endurecer su corazón y usted ya no va a sentir ningún deseo de ir a la Iglesia y se va a perder, porque Dios le ha dado una gran oportunidad. Quiera el Señor que usted tenga frutos, que le hayan salido renuevos, que le hayan salido nuevas ramas, nuevas flores, que le hayan salido nuevos frutos para engrandecer la obra de Dios.

    ad de mi cristianismo

     
     
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    Rev. Álvaro Garavito
    “Acuérdate de engrandecer su obra, la cual contemplan los hombres. Los hombres todos la ven; la mira el hombre de lejos.” Job 36: 24-25
    Somos llamados por el Señor a responder por las cosas que Él ha puesto en nuestras manos. En su gracia y misericordia nos constituyó administradores de sus bienes, de los talentos que nos ha dado, de las habilidades espirituales que nos ha concedido, y un día nos vamos a reunir con Dios y vamos a entregar cuentas de lo que Él nos dio. Nos hemos acostumbrado a usar una terminología hasta peligrosa, porque siempre hablamos: “Este es mi carro”, “esta es mi casa”; y en realidad yo no tengo un carro, más bien yo administro un carro; yo no tengo casa, administro una casa, si fuera mía, el día que me vaya de la tierra me la tendrían que meter en el cajón, pero no cabe porque nada trajimos a este mundo y sin duda, nada podemos llevar. Entonces nada tenemos, como Job dijo: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá (la tierra)” (Job 1:21).
    El alma va a Dios y el cuerpo se hará polvo y volverá al polvo de donde fue tomado y eso es todo. Pero hay muchas cosas que poseemos, que tenemos y que el Señor nos ha constituido administradores de esas cosas y nos va a pedir cuentas, y unas de las cosas más importantes que Él nos ha dado, es la administración de su obra, dada a cada uno de los pastores, dice la Palabra, que cuando venga “el Príncipe de los pastores” (1 Pedro 5:4), vendrá a pagarle a cada uno y a pedirle cuentas de la congregación, por pequeña que fuera tendrá que dar cuenta de ellos. Jesús le dijo al Padre: “Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese” (Juan 17:12).
    El Señor Jesús tenía una responsabilidad poderosa y profunda por la Obra, como también debe haber en nosotros, independientemente de los intereses personales, humanos y pasajeros. El Señor dice a través de esta palabra: “Acuérdate de engrandecer su obra”, acuérdate porque a muchas personas se les olvida que hay que engrandecer la obra de Dios, y el Señor dice: “Acuérdese, no se olvide, no se engrandezca, no mire por sus intereses; acuérdate de la obra de Dios”. Hay creyentes que al Señor le dan lo último o no le dan nada, pero para muchos lo primero son ellos. Hay gente que dice: “No puedo, no tengo tiempo”, en otras palabras “Dios no existe para mí”, pero el Señor dice: “Acuérdate de engrandecer su obra”, hay que poner interés de engrandecer la obra del Señor, todo lo que hacemos para el Señor debe ser grande en calidad y en estatura.
    En el antiguo pacto cuando llevaban las ofrendas para presentarlos a Jehová, se escogía el mejor cordero del rebaño, el primogénito y no cualquier primogénito; para Dios hay que darle lo mejor, lo más importante y lo más grande. Su obra es grande, y aunque el local de culto sea un pedazo de tierra, vamos a procurar que el pedazo de lugar donde se va a adorar a Dios este bien arreglado, este bien limpio, que se note la preocupación del líder; es cierto que se tiene que comenzar con pedazos de bloques con tablas atravesadas, con sillas rotas y quebradas. Debe haber una preocupación en el corazón del líder que si le dieron un local alquilado todo sucio, todo manchado; haya la preocupación de cambiar ese color, de cambiar esa fachada, de cambiar esa imagen, porque allí se reúnen dos o tres para adorar al más grande.
    El Rev. Luis M. Ortiz decía: “Vaya a un templo, y como vea el templo, entonces ya sabe quién es el Pastor”, eso es cierto porque tenemos que acordarnos que hay gente que arregla muy bien su casa, muy bien la decora, mantiene una preocupación por arreglarla, pero la casa de Dios está hecha un desastre. Tiene que haber una preocupación en el líder, pero no solamente en el líder, porque aquí no dice: “Pastor acuérdate de engrandecer la Obra de Dios”, es todo parejo, si ve que no sale del pastor echarle un galón de pintura a esas paredes chorreadas y manchadas. Usted que es miembro y es parte de la congregación, diga: “Pastor, permítame para comprar la pintura y como no puedo de día, voy a venir de noche a pintarla, pero yo quiero poner este lugar elegante porque aquí se congrega el pueblo de Dios”.
    Hay que acordarse de engrandecer. Hay locales, hay templos, que cuando se va a mirar es un nido de ratas, y un sonido terrible, y uno se pregunta ¿Qué se hace con las ofrendas? y se vuelve a preguntar ¿Qué se hizo con la venta de tamales, de empanadas para comprar el equipo de sonido? Se desapareció el dinero y la chatarra sigue sonando, el día que quiere y el día que no quiere no suena. Dios hará algo que la mente de muchos no puede concebir, que vendrán cosas grandes y maravillosas, pero que para eso hay que prepararse y lo primero que hay que preparar es el corazón.
    Lo primero que David preparó fue el corazón, lo segundo que preparó con relación al engrandecimiento de la Obra en sus tiempos fue lo financiero: el oro, plata, hierro, bronce, madera, y toda clase de piedras preciosas, y piedras de mármol en abundancia para hacer la casa de Dios. Y Dios vio ese interés tan tremendo que le dio los planos también, y cuando ya iba a emprender la jornada de engrandecer a Dios, con una casa extraordinariamente hermosa, valiosa como Dios se la merece, el Señor le dijo: “Tú no edificarás casa a mi nombre, porque eres hombre de guerra, y has derramado mucha sangre” (1 Crónicas 28:3), “Salomón tu hijo, él edificará mi casa y mis atrios” (1 Crónicas 28:6). Eso no quiere decir que David no participó, él ya tenía allí muchas cosas depositadas, mucha inversión, porque él quería ver la obra de Dios engrandecida.
    “Acuérdate de engrandecer su obra, la cual contemplan los hombres”, y esa expresión, “la cual contemplan los hombres”, se refiere a gente que no tiene nada que ver con la Obra de Dios; los hombres todo lo ven, la miran de lejos. Si hay una colecta para comprar equipos de sonido, o para agrandar el templo, o para realizar una campaña, ellos son lo que no participan. Todo lo miran de lejos, y de lejos no se puede observar la belleza, ni apreciar el valor de nada; se puede tener mucha hambre y pasar cerca de una panadería, pero de lejos sólo puede sentir el olor, pero el hambre continuará porque nada se puede hacer de lejos. La obra de Dios no se puede hacer de lejos, hay que hacerla de cerca. No miran las necesidades que hay dentro de la obra de Dios, no se dan cuenta, y alegan diciendo: “Yo no me he dado cuenta”, no se ha dado cuenta que las bancas están amarradas con lazos o alambres, que están quebradas, ¿Por qué no se ha dado cuenta? Porque no contemplan la obra de Dios, porque no sienten nada, porque si la contemplaran sentirían dirían: “hagamos algo, yo compro la primera banca, yo doy las primeras cinco sillas, vamos a cambiar lo que hay aquí”.
    La obra de Dios hay que mirarla de cerca, porque estamos dentro de esta obra. He visto en muchos países y lugares por donde he andado, que el rótulo del templo es una miseria, lo escrito no se entiende, pero al lado hay una cantina que tiene un rótulo de tres metros de grande, luminoso y el rótulo del templo, un garrapiño que no se entiende que será, y el diablo, ¡Que el Señor lo reprenda! si le puso a su cantina un rótulo para decirle al borracho: “Pasa, aquí estoy; somos de los mismos”. Por todas partes se ven esos rótulos luminosos, pero cuando se trata del Señor, parece que a la persona no le importa que el nombre de Dios debe ser el más grande ¿Sabe por qué? Porque siempre se mira la obra de Dios de lejos, hay que engrandecer la obra de Dios, hay que preocuparse por poner cosas grandes que anuncien la obra.
    En una ocasión, en cierto lugar, en ese entonces me delegaron para visitar a un pastor y a la Iglesia donde él estaba, y celebraban 25 años, casi no pudimos entrar porque se desató una lluvia, un granizado terrible, lo peor de todo es que adentro llovía más que afuera. El Señor me dio el mensaje basado en la viña de Israel, que el Señor esperaba uvas y las viñas dieron uvas silvestres, de monte. Empecé a predicar y el equipo de sonido era viejísimo, chirrioneaba, ya ni sonido tenía. Esperando a qué hora se desprendiera un pedazo de techo y nos matara ¿Qué están celebrando aquí? Me preguntaba, y aquí se estaba celebrando una derrota, esto estaba casi cayéndose, ¡Qué vergüenza! Que había hecho ese hombre en los 25 años, pero si era dueño de una tremenda finca. El Señor habló a través del profeta Amós, que la casa de Dios estaba en ruinas, abandonada, pero la casa de los miembros de esa Iglesia, eran casas artesonadas y la casa de Dios en ruinas, pareciera que Dios no reclamara nada pero Dios reclama. Dios es el dueño, nosotros somos administradores, simple servidores del dueño del cielo y de la tierra, y un día tendremos que dar cuentas a Él.
    En Proverbios 27:18 leemos: “Quien cuida la higuera comerá su fruto, y el que mira por los intereses de su señor, tendrá honra”. Nadie puede ir a recoger fruto de una planta que no cuidó, no es solamente sembrarla, hay que cuidarla de los insectos, de las plagas, hay que echarle abono, hay que echarle tierra buena, hay que cercarla de los depredadores; el que la cuida comerá de su fruto. Asimismo, el que mira por los intereses de su Señor tendrá honra; si miramos por nuestros intereses nadie nos va a honrar. Hay que desinteresarse de las cosas terrenales, y si las tiene úselas para la gloria de Dios. Disfrute de la vida, en el marco y los parámetros de los santos, haga uso de sus derechos pero no ponga su corazón en eso, no ponga sus intereses. Muchos hombres se han ido a la tumba decepcionados porque se desesperaron, se desvelaron, ni comían, ni dormían por tener bien a su familia.
    Por eso nuestros intereses deben ser el Señor y lo que respecta a su Obra. Contemplemos y luchemos por engrandecer su obra, por meter el corazón, la mano, la mente, el bolsillo, todo lo que podamos. El que mira por los intereses de su Señor tendrá honra si usted se preocupa, se desvela por el Señor, Él nos va a honrar, en su Palabra Dios dice: “Yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco” (1 Samuel 2:30). Cuántas veces de rodillas en los altares le hemos dicho al Señor: “Señor, yo quiero hacer esto por ti, pero mire, no tengo ni un centavo, no tengo de dónde echar mano, no tengo nada”, pero al que ha honrado a Dios también el Señor les ha bendecido, nos ha dado tantas cosas porque hemos puesto los intereses del Señor por encima de nuestros propios intereses y Él se encargará de respaldar su Palabra, esa bendición nos va a alcanzar donde vayamos.
    Somos administradores de lo que poseemos. “Ahora bien, se requiere de los administradores,  que cada uno sea hallado fiel” (1 Corintios 4:2). “Se requiere de los administradores”, y note que no involucra la congregación sino, “que cada uno”. En la congregación donde el Señor le permite congregar, ha habido alguna vez una preocupación de decirle al pastor: “Mire, yo quiero que levantemos esta pared” pero no vaya sólo a dar órdenes, diga: “Aquí está el cheque” o “pastor eso es una chatarra, véndalo, mande una grúa, pero aquí está mi ayuda para que esto mejore”; porque hay gente que da órdenes pero en seco, hablan y critican y murmuran, pero no hay acción.
    Esa palabra “fiel” es profunda y muy amplia en nuestro idioma, significa que cumple sus compromisos, que es leal y honesto. Es importante notar algo cuando dice la Palabra que “se requiere de los administradores”, no dice: “Se requiere de los dueños”. Entendemos ahora que somos “administradores”, que no somos dueños de nada; en una empresa el gerente puede acceder a ciertas cosas pero está limitado, y el gerente podría decir: “Bueno, esto no lo puedo resolver yo, sino el dueño, yo tengo un límite, pero el dueño puede si quiere”. Dios es el dueño, así que nosotros estamos limitados en muchas cosas porque no somos dueños de nada, pero el dueño nos contrató, a unos a las nueve de la mañana y a otros a las tres de la tarde, y ya estamos ya en la última hora del contrato, nos contrató para servir y trabajar pero no somos dueños de nada, Él es el dueño de todo.
    Como administradores tenemos que administrar el tiempo, no crea que tiene que salir a la calle a nadar o a vagar por ahí a rienda suelta, tiene que administrar bien el tiempo. No haga como muchos creyentes que en los centros comerciales están viendo vitrinas, viendo vestidos, corbatas, trajes, pero sólo viendo porque no llevan nada para comprar. Usted es administrador del tiempo y Dios nos va a pedir cuentas de ello. Cuántos jóvenes que en las mañanas duermen hasta las once del día, se levantan al mediodía y todavía a sentarse en un sillón a ver televisión vagando y cuando llega la hora de ir para el culto, les dicen a los padres: “No voy porque tengo muchos deberes” y el padre, cómplice de la pereza le dice: “Si hijito, quédese para que no pierda las clases en el colegio”. Dios le va a pedir cuenta del tiempo, de eso vamos a dar cuentas a Dios, “Se requiere de los administradores que cada uno sea hallado fiel”.
    En el Evangelio de San Mateo 25:14-30 leemos: “Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad… Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
    Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes”.
    Note estas palabras que dijo el señor: “Siervo malo y negligente” (v.26), “Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera” (v.30), bastaron tres cosas para mandarlo al infierno eterno. Busque un diccionario y mire que es ser malo, negligente e inútil y si le es aplicada esas tres definiciones, prepárese, porque si no cambia, al cielo no entrará. Dios no es Dios de muertos, de inútiles, de negligentes, de cobardes ni de siervos malos, Dios pagará a cada uno conforme a su obra y le dará mucho más de lo que hizo. Somos responsables de nuestro cristianismo, somos responsables de lo que Dios ha puesto en nuestras manos, somos responsables de engrandecer la obra de Dios, de no ser negligentes, de no ser inútiles. Hay gente que nunca hará nada por el Señor, y siempre se excusarán diciendo: “Yo no puedo, yo no sé, si el Señor quiere salvarme así me salva”, pues de seguro que no se salvarán. Si tiene el talento de cantar, de alabar, de evangelizar, de predicar, de orar, de buscar las almas, de limpiar el templo; son talentos que Dios le ha dado, si los entierra se va a perder por eso, ¡No habrá excusa!
    En la parábola de los labradores malvados (Lucas 20:9-18), el dueño de la viña mando a su hijo y los labradores lo mataron, lo exterminaron para que no mandara en ellos. Entonces el dueño de la viña traerá a unos labradores fieles y quitará a estos, los eliminará; y estos labradores cuando oyeron esto, dijeron: ¡Dios nos libre! Pero el Señor les dijo: “Quien caiga sobre esta roca será quebrantado, y sobre quien caiga lo desmenuzará”. Algunos equivocadamente piensan que el Dios que adoran es un dios que cuelgan ahí de alambre. El Dios que usted y yo adoramos es un Dios vivo. No es un alambre ni un escapulario colgado en el pecho, es un Dios que tiene un trono en los cielos que tiene ojos y mira, Él lo está viendo en todo momento, es un Dios que oye, un Dios que palpa, es un Dios que bendice, un Dios que levanta.
    “Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. Cuando ellos oyeron esto, dijeron: ¡Dios nos libre! Pero él, mirándolos, dijo: ¿Qué, pues, es lo que está escrito: La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo? Todo el que cayere sobre aquella piedra, será quebrantado; mas sobre quien ella cayere, le desmenuzará” (Lucas 20:16-19). ¿Qué está hablando esta parábola? Que Dios no puede admitir inútiles, que Dios no puede admitir excusas, cuando decimos: “Yo no hice porque no pude”, “no puedo”, estamos diciendo “No quiero”. Hay gente que se la asigna algo tan sencillo como barrer o limpiar el templo,  y no lo quieren hacer.
    Si yo voy entrando al templo y veo que la persona encargada de limpiar ese día no llegó por alguna razón, entonces yo limpio, y cuando me doy cuenta, hay diez o más limpiando, pero a ellos no se les había ocurrido, pero ellos no estaban para eso, todos estamos para hacer lo que honre a Dios. Que se rompió un tubo, yo tengo que preocuparme para que el agua del templo, no se desperdicie, yo mismo voy a comprar lo necesario para arreglarlo; no espere que llegue otro. Si se va la luz en el templo, se va a quedar sentado con los brazos cruzados echando su siesta, salga corriendo para la tienda a comprar una vela, salga a buscar una lámpara, ¿o no es parte de la Iglesia? Hay gente que parece que fueran invitados, y pasan los años y siguen de invitados.
    Veamos ahora en la parábola de la higuera estéril, leemos: “Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra? Él entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después” (Lucas 13:6-9). En la Iglesia hay creyentes que no quieren responsabilidades, no tienen compromisos con nadie ¿Qué hace entonces ahí? Es una mala hierba que no da fruto y que se está comiendo la sabia de la tierra. El dueño de la viña tipo del Dios a quien servimos, y el viñador tipo del Espíritu Santo. El dueño de la viña le dice al viñador: “Mire hace tres años yo vengo a este templo a buscar frutos en el hermano y la hermana, y no encuentro sino hojas, chismes, pleitos, celos, contiendas, envidias, robo, rapiña, deseos de adulterar, deseos de fornicar, pero no le veo frutos de ninguna clase.
    Y córtalo es, mátalo, porque si en un árbol se le pasa la sierra o el hacha se muere. El Señor está diciendo: He venido a buscar fruto y siempre lo encuentro igual, rebelde, desobediente, abusivo, murmurador, hablador, peligroso, y se le aconseja y él sigue igual. Pero el viñador, tipo del Espíritu Santo, le dice al dueño de la viña: Espérese déjele otro año, si da fruto, bien ¡Gloria a Dios porque dio fruto! Yo lo voy a abonar, le voy a quitar la maleza, a echarle una fumigada, le voy a dar otros consejos, si no da fruto Señor, córtala.
    Amado, van a haber hombres corruptos que van a entrar a las Iglesias enviados por el diablo, a ver a quien tumban, a quien enredan, a quien dañan, y van a haber mujeres que también van a entrar a lo mismo. Sepa también que una de las funciones del satanismo en la tierra es enviar instrumentos perversos para ver si caen los hombres, pero ¡Hay poder en la sangre de Cristo! Que mientras la espada este en las manos del Pastor de la Iglesia, bien afilada, no hay lobo que aguante, no hay instrumento del diablo que aguante.
    Si no da fruto, este seguro que el Señor le va endurecer su corazón y usted ya no va a sentir ningún deseo de ir a la Iglesia y se va a perder, porque Dios le ha dado una gran oportunidad. Quiera el Señor que usted tenga frutos, que le hayan salido renuevos, que le hayan salido nuevas ramas, nuevas flores, que le hayan salido nuevos frutos para engrandecer la obra de Dios.

    Cuál es la mejor profesión?

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    Rev. Luis M. Ortiz
    Servir a Dios, amarle, obedecerle y servirle, es la más grande y poderosa profesión. El verdadero hombre de Dios es un “Instrumento Escogido” en las manos de Dios, y es la persona más necesaria en la comunidad.
    El ministerio cristiano es la ocupación más noble y digna debajo del sol. El verdadero hombre de Dios es un “Instrumento Escogido” en las manos de Dios, y es la persona más necesaria en la comunidad. Hay instrumentos de Dios más necesarios:
    Que el COMERCIANTE: que compra y vende, porque el hombre de Dios “compra la verdad y no la vende” (Proverbios 23:23).
    Que el ELECTRICISTA: porque éste conecta los cables para el servicio eléctrico, pero el hombre de Dios conecta al creyente con Dios.
    Que el INGENIERO: porque éste diseña y construye puentes, pero el hombre de Dios señala el camino y el puente de la fe hacia Cristo.
    Que el ABOGADO: porque este defiende causas justas e injustas, pero el hombre de Dios defiende la causa más justa, la expiación del alma.
    Que el JUEZ: porque este juzga en cuestiones temporales de la ley humana, pero el hombre de Dios juzga en cuestiones eternas, espirituales, y de la ley divina.
    Que el MÉDICO: porque este diagnostica y receta enfermedades físicas, pero el hombre de Dios se especializa en el alma y el espíritu.
    Que el BANQUERO: porque el capital de éste es material y transitorio; pero las riquezas del hombre de Dios son eternas.
    Que el PERIODISTA: porque este propaga anuncios y noticias buenas y malas, pero el hombre de Dios propaga las buenas nuevas de salvación en Cristo Jesús.
    Que el CATEDRÁTICO: porque éste enseña materia y conceptos de ciencia que en pocos años ya resultan obsoletos, pero el hombre de Dios enseña el mensaje de Dios que permanece para siempre.
    Que el AGRICULTOR: porque este siembra y cultiva la semilla para el sustento de la vida humana, pero el hombre de Dios siembra y cultiva la simiente de la Palabra de Dios que sustenta la vida espiritual y eterna.
    Que el POLÍTICO: porque éste procura mejorar las condiciones de la patria terrenal, pero el hombre de Dios promueve la transformación del individuo para ser mejor ciudadano aquí y en la patria terrenal.
    La humanidad ha podido, y puede subsistir sin la desintegración del átomo, sin astronautas, sin cohetes, naves espaciales y satélites, sin rayos láser, sin computadoras y sin ingeniería genética; pero de no haber habido un hombre de Dios, la humanidad hubiera ya fenecido. Servir a Dios, amarle, obedecerle y servirle, es la más grande y poderosa profesión. El gran predicador Spurgeon dijo un día a sus estudiantes: "SI DIOS LOS LLAMA A PREDICAR EL EVANGELIO, NO SE REBAJEN A SER REYES DE INGLATERRA".

    El Padre como maestro de sus hijos

    El Padre como maestro de sus hijos

     
     
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    Dios ha colocado en la vida de cada hombre padre, una gran
    responsabilidad de ser el Maestro de sus hijos.
    Efesios 6:4 “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”


    El padre como maestro de sus hijos les enseña:
    1. A través del ejemplo personal:
    Fórmula de Jesús. Mateo 4:19 “Y les dijo: Venid en pos de mí, y osharé pescadores de hombres” .
    ¿Puede Ud. Como padre decir lo mismo, sígan mi ejemplo, que ustedes serán padres ejemplares?
    ¿Está Ud. Dando ejemplo a sus hijos en la forma en que trata a su esposa, la honra y le da el lugar que ella se merece?
    ¿Es Ud. Un hombre honesto en sus negocios?
    ¿Tiene Ud. una vida espiritual de intimidad con Dios?
    2. A través de la disciplina:
    Hebreos 12: 5-11
    5 “y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo:
    Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él;

    6 Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo.
    7 Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?
    8 Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.
    9 Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?
    10 Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.
    11 Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de
    tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.

    • El amor debe ser la motivación mas importante en toda disciplina.
    • El propósito central en la disciplina es para el verdadero provecho de los hijos y que lleguen a ser personas que honren a Dios con sus pensamientos, palabras y acciones.
    • La paz será el fruto que dará llevará la verdadera disciplina.
    Principios de disciplina
    1. AMOR:
    “No menosprecies, hijo mío, el castigo de Dios,ni te fatigues de su corrección;
    Porque Dios al que ama castiga, Como el padre al hijo a quien quiere.”  Proverbios 3: 11-12
    2. FALTA DE DISCIPLINA:
    “El morirá por falta de corrección, Y errará por lo inmenso de su locura.” Proverbios 5: 23
    3. TEMPRANO CORRIGE:
    “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; Mas el que lo ama, desde temprano lo corrige.” Proverbios 13:2
    4.  DISCIPLINA A TIEMPO:  Corrección, no destrucción.
    “Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; Mas no se apresure tu alma para destruirlo.”  Proverbios 19:18
    5.  CASTIGO CORPORAL:
    “No rehúses corregir al muchacho; Porque si lo castigas con vara, no morirá. Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol. Proverbios 23: 13,14
    6.  FALTA DE CORRECCION:
    “Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu. No tiene rienda.” Proverbios 25:28
    7.  DESCANSO:
    “Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma.”  Proverbios 29:17
    La disciplina no es primordialmente castigo, pero una forma importante de enseñanza. Pues la palabra disciplina significa “hacer un discípulo”. Dios quiere usar a los padres como sus agentes para ejercitar su autoridad y amoroso poder para que los hijos puedan tener una vida feliz y fructífera.
    3. A través de preceptos.:
    Deuteronomio 6: 4-9
    4 “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es.
    5 Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.
    6 Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón;
    7 y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.
    8 Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos;
    9 y lasescribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.”
    • Establezca una Noche familiar (propósitos personales y espirituales).
    • Ore cada día por y con sus hijos.
    • Haga el libro de Proverbios parte de su vida y meditación diaria, un capítulo al día.
    • Use un proverbio diariamente para estudiarlo en la mesa.
    4. A través del Sacerdocio como padre:
    1. Presentar a Dios, a sus hijos con el ejemplo, la enseñanza, y la adoración en familia.
    2. Presentar sus hijos a Dios para que sean usados como Dios quiera.
    Dios te bendiga querido padre y te enseñe el camino por donde debes andar en este role de padre, guiando a tus hijos por el camino que los llevará a Dios.

    La inspiración en la Biblia

    La inspiración en la Biblia


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    Aunque fue escrita por seres humanos en idiomas humanos, la Biblia no es sólo un libro humano. Es inspirado por Dios. Los escritores fueron motivados por Dios, y las palabras que escribieron fueron supervisadas por Dios.
    La inspiración de la Biblia puede demostrarse de varias maneras.
    Los escritores bíblicos aseguran ser motivados por el Espíritu de Dios
    En todas las sagradas Escrituras, los autores aseguran estar bajo la dirección del Espíritu Santo. David dijo: "El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua" (2 Samuel 23:2). Pedro, al hablar del Antiguo Testamento en su totalidad dijo: "porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo" (2 Pedro 1:21).
    No todos los profetas fueron conocidos como tales. Algunos eran reyes, como David; sin embargo, él era portavoz de Dios. De hecho, se le llega a llamar "profeta" (Hechos 2:29-39). Otros eran legisladores, como Moisés; pero también él fue profeta o vocero de Dios (Deuteronomio 18:18). Algunos escritores bíblicos incluso rechazaron el título de "profeta", como Amós, quien con ello quiso decir que no era profeta profesional, a la manera de Samuel y su "escuela de profetas" (1 Samuel 19:20). Sin embargo, aunque Amós no fuera profeta de oficio, ciertamente era profeta por don de Dios (ver Amós 7:14). Es decir que estaban siendo utilizados como voceros de Dios.
    Tampoco todos los que eran profetas hablaban siempre en primera persona diciendo "así dice el Señor". Quienes escribieron libros históricos, como el profeta Jeremías escribió los libros de Reyes, hablaban con un implícito "así hizo el Señor". Su mensaje era acerca de los hechos más que de las palabras de Dios para con su pueblo. Sin embargo, todos los escritores bíblicos fueron canales a través de los cuales Dios transmitió su mensaje a la humanidad.
    Las Escrituras aseguran haber sido inspiradas por Dios.
    Además, el apóstol Pabló declaró: "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra" (2 Timoteo 3:16-17). Jesús describió las Escrituras como la misma "palabra que sale de la boca de Dios" (Mateo 4:4). Fueron escritas por hombres que hablaron de parte de Dios. Pablo dijo que sus escritos eran "palabras...que enseña el Espíritu" (1 Corintios 2:13). Como Jesús dijo a los fariseos: "¿Pues cómo David en el Espíritu le llama 'Señor'?" (Mateo 22:43).
    La Biblia afirma haber sido escrita por profetas de Dios
    Los autores bíblicos eran servidores de Dios. Se les denomina con diferentes calificativos que nos informan acerca de su papel en la producción de las Escrituras: 1) hombre de Dios (1 Reyes 12:22), es decir quien ha sido elegido por Dios; 2) siervo del Señor (1 Reyes14:18), una indicación de fidelidad a Dios; 3) mensajero del Señor (Isaías 42:19), es decir, enviado por Dios; 4) vidente (ro'eh) u observador (hozeh) (Isaías 30:9-10), lo que revela un entendimiento proveniente de Dios; 5) hombre del Espíritu (Oseas 9:7; Miqueas 3:8), es decir, quien habla por el Espíritu de Dios; 6) centinela (Ezequiel 3:17), lo que refleja un estado de alerta para con Dios; y 7) profeta (la denominación más común), es decir, vocero de Dios.
    La naturaleza de un profeta bíblico
    La naturaleza del profeta bíblico se describe con gran viveza en estos términos: "Si habla Jehová el Señor, ¿quién no profetizará?” (Amós 3:8). Es quien dice "todas las cosas que Jehová había dicho a Moisés…" (Éxodo 4:30). Dios dijo a Moisés a propósito de un profeta: "pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare" (Deuteronomio 18:18). Y agregó: "No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, par que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordeno” (Deuteronomio 4:2). Jeremías recibió esta orden: "Así ha dicho Jehová: Ponte en el atrio de la casa del Jehová, y habla a todas las ciudades... todas las palabras que yo te mandé hablarles; no retengas palabra” (Jeremías 26:2). Abreviando, un profeta era alguien que decía lo que Dios le ordenaba decir, ni más ni menos.
    "Lo que la Biblia dice, Dios lo dice"
    Otra forma en que la Biblia asegura ser Palabra de Dios se expresa en la siguiente fórmula: "Lo que la Biblia dice, Dios lo dice". Esto se manifiesta en el hecho de que en pasajes del Antiguo Testamento se asegura que "Dios lo ha dicho" y en cambio cuando el mismo texto es citado en el Nuevo Testamento se afirma que "las Escrituras" lo dicen. Algunas veces también es al
    contrario: en el Antiguo Testamento la Biblia lo registra, pero en el Nuevo Testamento se declara que Dios lo dijo. Considere la siguiente comparación:
    Lo que Dios dice... la Biblia lo dice
    Génesis 12:3  Gálatas 3:8
     Éxodo 9:16  Romanos 9:17
    Lo que la Biblia dice... Dios lo dice
     Génesis 2:24  Mateo 19:4,5
     Salmos 2:1  Hechos 4:24,25
     Isaías 55:3  Hechos 13:34
     Salmos 16:10  Hechos 13:35
     Salmos 2:7  Hebreos 1:5
     Salmos 97:7  Hebreos1:6
     Salmos 104:4  Hebreos 1:7
     Salmos 95:7  Hebreos 3:7
    En palabras sencillas, inspiración significa "lo que diga la Biblia, lo dice Dios". Con palabras más precisas: "Lo que la Biblia afirme que es verdad, es verdad, y lo que la Biblia afirme que es mentira, es mentira".
    Los escritores bíblicos aseguran: "así dice el Señor"
    Otra forma en que la Biblia describe su propia inspiración es con frases como "así dice el Señor" (Isaías 1:11,18; Jeremías 2:3,5), "Dios dijo" (Génesis 1:3,6), "La palabra del Señor vino a mí" (Jeremías 34:1; Ezequiel 30:1) u otras similares que aparecen cientos de veces en la Escritura. Estas expresiones revelan, más allá de toda duda, que el escritor afirma que su mensaje es la Palabra de Dios misma. De hecho, por su misma naturaleza los profetas no podían agregar ni eliminar ninguna de las palabras que Dios hablara a través de ellos.
    La Biblia afirma ser la "Palabra de Dios"
    En muchas ocasiones la Biblia asegura ser la "Palabra de Dios" con esas mismas palabras. Jesús dijo a los judíos de su tiempo: "Así por causa de la tradición anulan ustedes la Palabra de Dios" (Mateo 15:6). Pablo se refiere a las Escrituras como "ha sido confiada la Palabra de Dios" (Romanos 3:2), y Pedro declara: "siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre" (1 Pedro 1:23). Además, el escritor de Hebreos afirma: "Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos" (Hebreos 4:12).
    La Biblia asegura tener autoridad divina
    Muchas otras palabras o frases utilizadas en la Biblia para describirse a sí misma conllevan la afirmación de tener autoridad divina. Jesús dijo que la Biblia es indestructible en el sentido de que nunca perecerá (ver Mateo 5:17,18); es infalible o "inquebrantable" (ver Juan 10:35); tiene la autoridad definitiva (Mateo 4:4,10; 5); y es suficiente para la fe y la práctica (ver Lucas 16:31; 2 Timoteo 3:16-17).
    La autoridad divina de las Escrituras se extiende a todo lo que está escrito (2 Timoteo 3:16); incluso las palabras mismas (ver Mateo 22:43; 1 Corintios 2:13), los tiempos de los verbos y el número de los sustantivos (ver Mateo 22:32 y Gálatas 3:16), hasta las partes más pequeñas de las palabras (Mateo 5:17,18). Es decir que aunque la Biblia no haya sido dictada verbalmente por Dios al hombre, el resultado es tan perfecto como si hubiera sido así. Porque los autores bíblicos aseguraron que Dios es la fuente de las palabras de la Escritura, ya que Él supervisó sobrenaturalmente el proceso mediante el cual el hombre, usando su propio vocabulario y estilo, registró el mensaje de Dios (2 Pedro 1:20-21).
    La Biblia fue escrita con términos humanos
    Aunque la Biblia asegura ser la Palabra de Dios también es palabra de hombres. Asegura ser la comunicación de Dios a los seres humanos con palabras humanas. Aunque asegura tener una fuente divina, la Biblia es también un libro totalmente humano.
    Primero que nada, cada libro de la Biblia fue obra de un escritor humano, más de treinta en total, incluyendo a Moisés, Josué, Samuel, Nehemías, David, Salomón, Isaías, Jeremías, Esdras, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías, Malaquías, Mateo, Marcos, Lucas, Juan, Pablo, Santiago, Pedro y Judas.
    Segundo, la Biblia incluye diferentes estilos literarios, desde la lúgubre métrica de Lamentaciones hasta la sublime poesía de Isaías, desde la sencilla gramática de Juan hasta el complejo griego de la carta a los Hebreos.
    Tercero, la Biblia muestra perspectivas humanas: David habló en el Salmo 23 desde la perspectiva de un pastor; el libro de Reyes está escrito desde el punto de vista de un profeta; Crónicas, desde un punto de vista sacerdotal; Hechos manifiesta un interés histórico; y 2 de Timoteo, el corazón de un pastor. Los escritores hablan desde la perspectiva del observador cuando hablan de la salida o la puesta del sol (ver Josué 1:15).
    Cuarto, la Biblia revela patrones y procesos de pensamiento humano, incluyendo el razonamiento humano (como en Romanos) y memoria humana (ver 1 Corintios 1:14-16).
    Quinto, la Biblia revela emociones humanas, tales como la aflicción expresada acerca de los israelitas (ver Romanos 9:2) o la ira contra los gálatas (ver Gálatas 3:1).
    Sexto, la Biblia revela intereses humanos específicos indicados por su elección de imágenes: Oseas tenía intereses rurales, Lucas intereses médicos y Santiago interés en la naturaleza.
    Finalmente, algunas veces utiliza fuentes humanas: es posible que Lucas haya redactado su evangelio apoyándose en otras fuentes escritas (Lucas 1:1-4); el Antiguo Testamento a menudo utilizaba fuentes escritas no canónicas (cf. Josué 10:13); Pablo citó tres veces a poetas no cristianos (Hechos 17:28; 1 Corintios 15:33; Tito 1:12); Judas citó material de libros no canónicos (Judas 9,14). Por supuesto, toda verdad viene originalmente de Dios, independientemente de su fuente inmediata.
    Algunas veces los críticos objetan la humanidad de la Biblia, arguyendo que: 1) Si la Biblia es un libro humano, debe tener errores, porque "errar es humano"; por lo tanto, la Biblia debe tener errores. Sin embargo, la falacia de este razonamiento yace en la suposición errónea de que "los humanos siempre cometen errores". Un directorio telefónico perfecto no contiene errores. Cualquiera puede escribir un libro sin errores. Este es uno: Página uno: "2 + 2 = 4". Página dos: "2 + 3 = 5". Si simples humanos pueden escribir libros sin errores, ¿cuánto más podrán hacer quienes están bajo el cuidado especial y providencial de Dios, quien los preserva contra todo error (como aseguran los autores de la Escritura acerca de sí mismos)? De hecho, así como Jesús fue divino y humano, pero sin pecado (Hebreos 4:15; 2 Corintios 5:21), igualmente la Biblia tiene una dimensión divina y humana, pero sin errores (Mateo 22:29; Juan 17:17).
    ¿Cómo puede Dios producir un libro perfecto a través de instrumentos humanos imperfectos? ¡Igual que se puede trazar una línea recta con una vara torcida! Jesús dijo a sus discípulos: "cuando venga el Espíritu de la verdad, él os guiará a toda la verdad" (Juan 16:13). Por tanto, las Escrituras producidas por hombres de Dios, con la guía del Espíritu Santo, son la Palabra de Dios misma.

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