viernes, 3 de enero de 2014


HUÉRFANOS EMOCIONALES Y ESPIRITUALES
El gran escritor ruso León Tolstoi perdió a su madre cuando
él era muy joven. Sin embargo, a los ochenta escribió un tardío
lamento en su diario: "Sí, sí, mi mamá, a quien nunca pude
llamar así porque no sabía hablar cuando murió. Ella es mi
imagen sublime del amor; no el amor divino, frío, sino el cálido
amor terrenal, maternal ... ¡Mamá, abrázame, a mí, bebé! ...
Esta es una locura, pero es la verdad."2
Los padres simbolizan el anhelo de amor, afecto, pertenencia, y valor sentido intensamente por los huérfanos. Bertrand
Russell, el célebre filósofo, perdió a ambos padres a una edad
temprana. La experiencia de ser huérfano alimentó una de las
grandes pasiones de su vida: "el anhelo de amor".3
Los huérfanos nos dan un retrato simbólico del hombre en
necesidad. Quizás eso es lo que llevó al escritor Saul Bellow a
decir: "Todo el mundo nace para ser huérfano."
Ni usted ni yo necesitamos ser huérfanos para conocer el
deseo de tener una familia "perfecta" con el padre y la madre
"ideales". Muchos que nunca fueron abandonados o perdieron
a sus padres terrenales son huérfanos emocionales y
espirituales, en busca de alguien que les brinde amor, per-
tenencia, valor y seguridad. Los que hemos encontrado a Cristo,
o que fuimos encontrados por Él, estamos igualmente
necesitados. Muchos hijos e hijas adoptados en la familia de
Dios permanecen huérfanos emocional y espiritualmente por-
que no logran conocer el solaz paternal y maternal de su Padre
celestial.
Noreen, que compartió largamente sus pensamientos con-
migo, me ha dado permiso para contar parte de su historia:
Me sentía como si realmente no tuviera padres. Con
mi padre enojado y sexualmente abusivo y mi madre
pasiva y desprovista de afecto, crecí emocionalmente
privada y hambrienta de atención. Sabía que otras
familias eran más "normales". Veía la televisión y soñaba
con tener padres como Ozzie y Harriet Nelson o
Donna Reed, sabe, las familias ideales. Hoy, veo a mi
hijita y veo lo graciosa y alegre que es y recuerdo que de
niña yo me sentía tan fea y falta de gracia. Me sorprende
no haber terminado por ser una prostituta callejera.
Pero Dios estaba velando por mí en forma especial.
Recibí de mis maestros la atención y la aprobación que
necesitaba, yeso me ayudó mucho. Recuerdo caer dormida
por las noches preguntándome si algún día alguien me amaría y pensaría que era bonita.
La historia de Noreen no es rara; es la experiencia de
muchos. Nos recuerda las implorantes necesidades internas.
También muestra, como veremos, que Dios es fiel. Las palabras
de nuestro Salvador llegan al corazón cuando dice: "No os
dejaré huérfanos; vendré a vosotros" (Juan 14:18). No dijo estas
palabras a "niños" literales. Las dijo a hombres grandes con
temores y ansiedades y un sentido de estar perdidos visible-
mente escrito en sus caras. Jesús hablaba a sus discípulos en
su última noche juntos cuando hizo esta promesa. El sentido
recto de la palabra que empleó es literalmente el equivalente
de nuestra palabra huérfanos (la palabra en griego es or-
phanos). Jesús sabía que el trauma emocional asociado con la
orfandad era particularmente descriptivo de las necesidades
espirituales de sus discípulos en ese momento y de hombres y
mujeres hoy, siglos más tarde. Es esta necesidad que Dios el
Padre se propone suplir por medio de Cristo, quien promete
enviarnos al "Consolador" (Juan 14:16), el Espíritu Santo, para
morar adentro y para dar testimonio perpetuo de la presencia
de Dios y nuestra condición de hijos.
La gran promesa de la venida del Mesías en Isaías 9:6 nos
da una magnífica descripción de varios aspectos del carácter de
Dios: "Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno,
Príncipe de paz." Dios no es Padre que abandone, que nos falle,
que esté fríamente distante. Nuestro Dios es un Padre eterno.
No es un papel que adopte periódicamente; es su naturaleza.
Cuando Jesús enseñó a sus discípulos a orar, les enseñó a
dirigirse a Dios como "Padre".
A menudo es significativo lo que no se nos dice que hagamos.
Jesús pudo habernos enseñado a llamar a Dios por un título
descriptivo de otros aspectos de su carácter. Pudo habernos
enseñado a dirigirnos a Él como "Salvador nuestro" (como Pablo
en 1 Timoteo 1:1; 2:3), expresando el gran plan de Dios para la46 El padre que nunca conocí
redención. Pudo habernos enseñado a llamar a Dios como
"Todopoderoso", enfatizando el poder de Dios. O con cualquiera
de los títulos del Antiguo Testamento: el Santo de Israel, el Dios
Altísimo, el Señor de las ejércitos, el Señor Dios, o Jehová. Pero
Jesús les dio a ellos y a nosotros una forma más personal, más
relacional para dirigirnos al Señor Dios Todopoderoso: "Padre".

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