viernes, 3 de enero de 2014

EN BUSCA DE UN PADRE IDEAL UN ANHELO SECRETO
                      No hay huérfano más abandonado
                           que el niño excluido del amor
                                de un padre con vida.
                                                              Carlos Dickens,

                     En ti el huérfano alcanzará
                              misericordia.
                                               El profeta Oseas (Oseas 14:3)

Lancé frustrado el martillo y salí intempestivamente de
la casa. Estaba enojado con mi papá. Eso hace casi
treinta años, pero la escena me volvió como un relámpago hace
poco.
Tenía doce años, tal vez trece. Ayudaba a mi padre a clavar
tablones machihembrados para el piso en nuestro desván sin
terminar. Debíamos tener cuidado de no doblar los clavos o
mellar la costosa madera. Pensé que podía hacerlo bien, pero la
madera estaba dura y los clavos especiales se me doblaban
fácilmente; no a mi padre. Él era un buen artesano y procuraba
que yo hiciera un buen trabajo. Yo lo intentaba, pero sin éxito.
El desván estaba caliente y sofocante. Papá se alteraba con
cada error que yo cometía, y comencé a irritarme con él y
conmigo mismo. Doblé un clavo más, mi padre se enojó otra vez;
yo había tenido suficiente. Que hiciera el trabajo él solo porque
era obvio que yo no lo hacía lo bastante bien para satisfacerlo.
Tiré el martillo, hice un comentario airado, y estuve fuera de
la casa toda la tarde.
Fue un pequeño momento, fácilmente olvidado ... o sería?
A veces pequeños momentos como ése se graban en el subconsciente. No son indicios de toda una relación, pero muestran un patrón recurrente en la persona. Con la destreza de mi padre
y mi perfeccionismo adolescente, había de armarse una bronca
ese día en el desván.
Cuando cumplí dieciocho años, salí del hogar para alistarme
en la Fuerza Aérea de los Estados Unidos y nunca regresé para
vivir en la casa paterna. La muerte de mi padre cuando tenía
veinticinco años dejó algo inconcluso y sin desarrollar en mí.
No se trataba de nada que hubiera dicho o implicado, sino que
murió antes que yo sintiera haberme probado ante él. Desde
entonces me he dado cuenta de que pasé muchos años tratando
de probarme a dos padres: mi padre terrenal y Dios, mi Padre
celestial. Como cristiano pasé años creyendo que no era lo
bastante bueno para Dios.
Ahora soy padre. Una tarde, mientras trabajaba en el garaje
con mis dos hijos de once años, sucedió algo extraño. Trabajaba
en una estructura de madera para un proyecto de la iglesia y
'mis dos hijos querían ayudar. Yo sabía que solo podía hacer el
trabajo más rápida y fácilmente, pero decidí permitirles que
clavaran algunos clavos. No pasó mucho tiempo para darme
cuenta de que no lo estaban haciendo muy bien. Los clavos se
doblaban, produciendo más trabajo para mí. Se me agotó el
tiempo y la paciencia, y dejé que mi irritación se manifestara
con pequeños comentarios acerca de su falta de destreza para
hacer el trabajo correctamente. No les dije que se fueran, pero
debieron de percibirlo indirectamente.
Después que se fueron a jugar con sus amigos, me di cuenta
de lo que había hecho. Mi perfeccionismo y mi impaciencia se
habían aprovechado de mí. Me preguntaba si yo era culpable
de parecer como un padre que pensaba que ellos nunca harían
un trabajo lo bastante bueno. Sacudí la cabeza, recordando
otros clavos doblados en un caluroso día de verano en el desván
de mi padre.
Gran parte de nuestra vida gira alrededor de algunos temas y
anhelos comunes en todos nosotros. Sea ganar la aprobación, ser
aceptados, estar satisfecho consigo mismo, o encontrar un lugar
de función, los temas y anhelos de nuestra vida los imponen
nuestra personalidad, nuestra familia, nuestros padres y
nuestros amigos, la escuela y la iglesia. La mayoría no reconoce
la aparición de estos anhelos hasta que los temas de la vida ya
están profundamente inculcados. A veces los anhelos reales de la
vida yacen sumergidos bajo mantos de actividad legítima pero
mal dirigida. Y muchos no se dan cuenta de hasta dónde se
quedan su padre y su madre con ellos aún después que aquéllos
se han ido de la casa o que éstos se hayan ido de esta tierra.
La muerte de mi padre dejó algo inconcluso en mí, algo sin
resolver. Me hizo percibir la necesidad tan grande que tenía de
un padre. Por último, me llevó a una apreciación más clara de
mi Padre celestial. Pero ha sido todo un proceso.
Muchos de los que leen esto han sentido el rechazo de su
padre o madre terrenal en una forma u otra. Quizá por eso les
sea difícil creer que Dios sea digno de confianza que Él los
acepta y los ama. Quizás eso les estorbe para ver la rica

bendición que hay en la verdad que Dios es su Padre.

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