viernes, 3 de enero de 2014


SALA DE EMERGENCIAS: ESCENA UNO
Yo estaba sentado en una camilla de ruedas en la sala de
emergencias mirando a mi hijo acostado en otra camilla, ambos
esperando tratamiento médico. La lesión de Scott era una emergencia definitivamente. Necesitaba suturas en una laceración
del cuero cabelludo. Mi lesión no, pero por algunos días había
sospechado que necesitaría tratamiento. Tenía un gran pelota
en el codo después de haberme caído sobre éste en un juego de
baloncesto. Yo sabía lo que Scott necesitaba; no sabía lo que me
harían a mí. Esperaba que lo único que el codo necesitara fuera
drenaje. Pero deseaba poder tomar el lugar de Scott porque su
herida era más dolorosa que la mía.
Yo lo miraba y me estremecía y consolaba a Scott en su dolor
mientras él se asomaba por debajo de la estéril sábana azul que
cubría su cabeza. Apretó mis dedos hasta que los suyos se
pusieran blancos cuando el médico metió una aguja en la
herida. Yo no podía mirar porque sabía lo mucho que dolía. No
gritó ni lloró; sólo hizo una mueca de dolor, crispando nerviosa-
mente las piernas y sujetando fuertemente mis dedos.36 El padre que nunca conocí
Cuando todo hubo pasado, le tocó a papá. Scott miraba y se
encogió cuando el médico metió una gruesa aguja en el codo y
la dejó por unos minutos mientras se escurrían el Líquido y la
sangre.
Detesto las agujas, sobre todo las gruesas. Pero un padre
tiene que estar extraordinariamente calmado cuando su hijo de
ocho años lo ve bajo presión. Especialmente cuando minutos
antes, mientras el hijo estaba recibiendo tratamiento, el padre
lo estaba consolando con frases como: "Está bien, hijo. No te
inquietes; no dolerá." ,
La escena tuvo un significado especial para mi esa tarde. De
algún modo, "papá" sentado ahí en la sala de emergencias con
una lesión real, compartiendo un dolor similar, y pasando por
lo mismo junto" con Scott lo hizo más fácil para él. No negué mi
dolor; le dije a Scott que dolía, pero que no era mucho. No pude
evitar pensar que de alguna manera pequeña esta escena en la
sala de emergencias me permitía echar un vistazo a un profundo
misterio que se desarrolla en la vida de Dios el Padre y sus hijos.
He estado en salas de emergencias al otro lado de la lesión,
como miembro del cuerpo de sanidad militar, y he asistido a
médicos en salas de emergencia suturando a pacientes. He
caminado alrededor, por encima, y dentro de charcos de sangre
en los pisos de la sala de emergencias. Pero esta fue mi primera
vez como padre. De alguna manera la laceración menor de mi
hijo fue peor que las sangrientas heridas de pacientes des-
conocidos. Sentí en esos momentos entrar en el corazón de Dios
de una manera que todavía me maravilla. Experimenté la
realidad de que Dios estaba "conmigo" desde un punto de vista
de padre.
La verdad dio en el blanco en ese momento de una manera
como nunca en todas mis lecturas, en todas mis clases de
teología, y en todos los mensajes que había oído. Como creyente
siempre supe que Dios había sufrido por nosotros en la
Expiación. Pero la realidad de que Dios sufre como nuestro
Padre celestial junto con nosotros en medio de nuestro dolor de
repente iluminó la paternidad de Dios con un efecto muy dulce.
He pensado con frecuencia que Dios sufrió sólo una vez, en
la cruz, pero que los humanos sufren a menudo y repetidamente. Con frecuencia he ponderado las implicaciones de Cristo
nuestro "Emanuel", Dios con nosotros. ¿Hasta qué punto está
"conmigo"? ¿Entra realmente en mi dolor y sufrimiento, o está
allí como simple observador? En momentos apremiantes, he
acusado a Dios de ser indiferente a mi dolor y falto de
compasión. "¿Por qué no quita mi pena, mi sufrimiento y mi
dolor?" He deseado que Él hubiera participado más 'en la
agitación interna de mi vida y al hacer eso lo asigné a cierta
existencia monástica para moverse sólo entre las catacumbas
"espirituales" de mi vida. No lo he visto como Padre participante,
sino como uno ausente. Como el padre que parece siempre escondido tras las páginas abiertas del periódico en su sillón favorito o a la mesa, a veces mi Dios parecía permanecer distante tras las páginas de mi Biblia.
Pero ahí en la sala de emergencias Dios derritió mi imagen
obstinada. Ahí me di cuenta de que ~l es un Padre, más
amoroso y compasivo de lo que yo llegaré a ser jamás como
padre humano. Sucedió como si Él estuviera a mi lado en la
sala de emergencia y calmadamente decía: "¿Ves como sufres
por tu hijo y con él? De igual manera sufro yo contigo, hijo mío,
porque yo soy tu Padre."
Si bien Dios, después de sufrir por nuestros pecados en la
cruz, no puede sufrir en nuestro lugar en vida, Él sufre con
nosotros como un Padre con sus hijos. Nosotros tenemos que
pasar en medio del sufrimiento, pero Él pasa en medio de éste
con nosotros.
Podemos cobrar ánimo sabiendo que Él está ahí mirándonos
atento mientras estamos bajo la sábana azul, y podemos ver
maravillados sus heridas: "En toda angustia de ellos él fue
angustiado" (Isaías 63:9).

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