sábado, 13 de octubre de 2012

PrefacioLA BUSQUEDA DE DIOS

PrefacioLA BUSQUEDA DE DIOS
En esta hora de casi total oscuridad se vislumbra un destello alentador: dentro del cristianismo
conservador cada día son más los que están sintiendo un anhelo creciente de encontrarse con
Dios. Almas que desean conocer las realidades espirituales, y no se contentan con meras
"interpretaciones" de la Palabra de Dios. Los que tienen verdadera sed de Dios no se contentan
hasta que no beben de la fuente de Agua Viva.
Esta genuina sed y hambre de Dios es el único precursor de avivamientos en el mundo
religioso. Esta sed podrá ser al principio una nube del tamaño de una mano, que atisban unos
pocos santos por aquí y por allá, pero puede ser el retorno a la vida de muchas gentes y la
recuperación del esplendor que debe acompañar siempre a la fe en Cristo, y que parece haber
desaparecido de las iglesias de hoy en día.
Nuestros dirigentes religiosos deben reconocer este ardiente deseo. El evangelismo de
hoy en día parece haber levantado el altar y dividido el sacrificio en trozos, sin percatarse, quizá,
que no hay fuego en la cumbre del monte Carmelo. Pero gracias a Dios porque hay algunos que
se preocupan por ello. Son los que aman el altar, y se deleitan en el sacrificio, y no están
conformes porque aún no ven descender el fuego. Lo que desean, por sobre todas las cosas, es la
presencia de Dios. Más que ninguna otra cosa desean gustar de la "penetrante dulzura" del amor
de Cristo, del cual escribieron los profetas y cantaron los salmistas.
No hay falta hoy en día de buenos maestros bíblicos que enseñan correctamente la
doctrina de Cristo, pero muchos de ellos parecen contentarse, año tras año con enseñar los
fundamentos de la fe, sin advertir que en su ministerio hay falta de la Presencia, ni nada en sus
propias vidas que sea extraordinario o sobrenatural. Ejercen su ministerio entre creyentes
espirituales, anhelantes de experiencias que ellos no pueden satisfacer.
Lo digo con amor, pero en nuestros pulpitos falta calidad espiritual. Nuestros tiempos son
semejantes a los de Milton, que le hicieron exclamar, "Las ovejas hambrientas miran
interrogantes, pero nadie las alimenta." Es algo patético, y lamentable, ver a los hijos de Dios
sentados a la mesa del Padre y desfalleciendo de hambre. Se confirma la sentencia de Wesley,
"La ortodoxia o correcta opinión, es, después de todo, parte muy endeble de la religión. Si bien
es cierto que nadie puede tener buen carácter sin tener buenas opiniones, es posible tener buenas
opiniones sin tener buen carácter. Se pueden tener excelentes opiniones acerca de Dios sin que
ello signifique que se lo ama o se desee servirle. Satanás es una prueba de ello."
Gracias a la notable difusión de la Biblia que se ve hoy en día mucha gente tiene
correctas opiniones, quizá más que nunca antes en la historia. Sin embargo me pregunto si hubo
alguna vez un tiempo en que la temperatura espiritual estuvo en un grado tan bajo. En grandes
sectores de la iglesia se ha perdido el arte de la verdadera adoración, y en su lugar han puesto una
cosa extraña y espuria llamada "programa!' Esta palabra ha salido del teatro y el circo, y se la
aplica lamentablemente al tipo de servicios que hoy pasan por "adoración."
La exposición sana y correcta de la Biblia es imperativa en la iglesia del Dios vivo. Sin
ella ninguna iglesia puede ser una iglesia neotestamentaria en el estricto sentido del término.
Pero dicha exposición puede hacerse de manera tal que deje a los oyentes vacíos de verdadero
alimento espiritual. Las almas no se alimentan solo de palabras, sino con Dios mismo, y mientras
los creyentes no encuentren a Dios en una experiencia personal, las verdades que escuchen no les
harán ningún bien. Leer y enseñar la Biblia no es un fin en sí mismo, sino el medio para que
lleguemos a conocer a Dios, y que podamos deleitarnos con su presencia y gustemos cuan dulce
y grato es sentirle en el corazón.

Este libro es un modesto intento para ayudar a los hijos de Dios a encontrarle a El. Nada
nuevo hay en lo que decimos, excepto que describo mi propio hallazgo de verdades espirituales
que han llegado a ser muy preciosas para mí. Otros han avanzado mucho más que yo en estos
sagrados misterios. Pero aunque mi fuego no es grande, no por eso deja de ser real y verdadero.
Pueda ser que algunos logren encender sus velas con el fuego de mi lumbre.

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