sábado, 13 de octubre de 2012

El Pueblo de Dios No Será Avergonzado en el Tiempo de Calamidad

By David Wilkerson
December 8, 2008 Cuando comencé a preparar este mensaje, el periódico Wall Street Journal
reportaba que el mundo entero estaba cubierto bajo una gran nube de miedo. Las personas en todas
las naciones están ahora paralizadas por lo que está aconteciendo en el mundo. Inmediatamente, mis
pensamientos se tornaron hacia nuestros feligreses de la Iglesia de Times Square. Ellos no muestran
signos de tener ese miedo. En lugar de eso, mientras todos nosotros tenemos una gran sobriedad
acerca de estos tiempos, también tenemos un profundo y permanente gozo.
Fui guiado al Salmo 37, escrito por David, el cual dice: “Conoce Jehová los días de los perfectos, y la
heredad de ellos será para siempre. No serán avergonzados en el mal [y catastrófico] tiempo, y en los
días de hambre serán saciados” (Salmo 37:18-19, énfasis añadido). He aquí una profecía asombrosa
para el pueblo de Dios, y se está cumpliendo ante nuestros ojos.
En pocas palabras, el Salmo 37 nos dice que el Señor actúa contra aquellas sociedades cuyos
pecados han afrentado al cielo. David profetiza: “Los brazos [el poder] de los impíos serán
quebrados” (37:17). Pero este mismo salmo es también uno de mucha esperanza. Contiene una
promesa increíble para aquellos que ponen su confianza plenamente en el Señor.
Primero, llega el tiempo cuando Dios ya no puede soportar la codicia, la ambición y el fraude que
hombres impíos cometen contra los pobres y necesitados. La profecía de David habla de una pérdida
súbita de poder financiero: “Mas los impíos perecerán, y los enemigos de Jehová como la grasa de los
carneros serán consumidos; se disiparán como el humo” (Salmo 37:20). Lo que se deduce aquí es que
el fuego consumirá súbitamente la riqueza de los poderosos. Las riquezas rápidamente se convertirán
en humo, tal como la grasa en las llamas.
Y ciertamente vemos ese cuadro en lo que le ha acontecido a la economía de Estados Unidos. En
cuestión de dos semanas, más de 4 trillones de dólares de riqueza estadounidense desaparecieron.
Ahora se nos dice que otros trillones más se desvanecerán como humo. Las Bolsas de Valores de todo
el mundo han estado en shock al escuchar las noticias, y los corredores de bolsa han estado llorando
y lamentándose.
No abordaré las razones por las cuales yo creo que Dios tuvo que actuar. Pero puedo decir esto:
Nosotros sabemos que nuestro Dios no está dormido. Llegará el momento el cual Isaías describe
como “día de venganza de Jehová, año de retribuciones en el pleito de Sión” (Isaías 34:8). “Extendí
mis manos todo el día a pueblo rebelde, el cual anda por camino no bueno, en pos de sus
pensamientos; pueblo que en mi rostro me provoca de continuo a ira…no callaré, sino recompensaré”
(Isaías 65:2-3, 6).
Lo que vemos que le está sucediendo a nuestra economía no es sólo la venganza de Dios. Tiene que
ver con el mismísimo honor y gloria del Dios Todopoderoso. Él no se quedará mirando sin hacer nada
mientras que sus caminos son calumniados por los impíos. Ezequiel escribe: “El tiempo ha venido, se
acercó el día; el que compra, no se alegre, y el que vende, no llore, porque la ira está sobre toda la
multitud… Tocarán trompeta, y prepararán todas las cosas, y no habrá quien vaya a la batalla; porque
mi ira está sobre toda la multitud” (Ezequiel 7:12, 14). En medio de la maldad, Dios ha sonado la
trompeta de alarma, pero la advertencia ha sido ignorada.
Pablo también describe nuestros tiempos cuando escribe: “En los postreros días vendrán tiempos
peligrosos…los hombres malos y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo
engañados” (2 Timoteo 3:1, 13). Piense en las grandes compañías inmobiliarias que sedujeron y
engañaron a los pobres, a los que no tienen mucha educación y a los desempleados. Estas personas,
sin saber mucho, fueron inducidos a firmar créditos hipotecarios que nunca podrían pagar, y cuando
llegó el momento de pagar, se quedaron sin casas. Bancos de buena reputación quebraron debido al
fraude, pero sus ejecutivos salieron de apuros con sus muchos millones, gracias a sus "clausulas
dorardas" en caso de bancarrota.
Leí acerca de uno de esos ejecutivos que estaba teniendo una fiesta muy lujosa, con mucho alcohol y
pasando un buen rato, sabiendo muy bien que su compañía se estaba hundiendo. Él y otros festejaron
a lo loco, a sabiendas que cientos de miles de personas perderían sus casas. Este es un claro
cumplimiento de la profecía en Sofonías 1:9: “los que saltan la puerta [de los pobres], los que llenan
las casas de sus señores.”
¿Cuánto tiempo pensábamos que Dios soportaría tal locura, tal burla de su nombre? El Señor tiene la
última palabra en el asunto y él dice: “[los] castigaré en aquel día” (1:9). En pocas palabras: “les haré
pasar vergüenza”. “Su espada entrará en su mismo corazón, y su arco [fortuna] será quebrado”
(Salmo 37:15). Aún en este momento mientras escribo estas líneas, dos billonarios están siendo
procesados por que sus fortunas desaparecieron de la noche a la mañana.
Al mismo tiempo que el Señor está pagando al impío, él recompensará a los que confían en él.Aquí
está el tema de mi mensaje: “El que sostiene a los justos es Jehová…No serán avergonzados en el
mal tiempo [de calamidad]” (Salmo 37:17, 19, énfasis añadido). Usted puede preguntarse: “¿Qué
significa esto exactamente?” Significa simplemente lo siguiente: Dios es fiel no solamente en pagar
por las maldades, sino también en cumplir sus promesas. En efecto, David está diciendo: “Miren a su
alrededor y vean cómo Dios cumple su Palabra. Sus advertencias ahora están siendo manifestadas en
los encabezados de sus periódicos, sus acciones están en todos los medios de comunicación. Yo les
pregunto, ¿no mantendrá también Dios su Palabra para preservar a sus escogidos?”.
Piense en esto: No importa lo que suceda en el mundo, no importa cuán espantosas se vuelvan las
noticias, cuán severamente se sacuda el mundo, cuánto se tambaleen las economías hacia el
colapso; el pueblo de Dios no será avergonzado. Por supuesto que Dios trabajará con nuestra fe para
cumplir su Palabra con nosotros. Podremos sufrir, pero él saldrá a favor de todos aquellos que confían
plenamente en él. El mundo nunca nos podrá decir: “Su Dios no mantuvo su Palabra”.
No se equivoque, vamos a enfrentar situaciones imposibles en los días que vienen. Pero nuestro Dios
dice que él es Dios de lo imposible, hace milagros donde no hay respuestas humanas. De hecho, por
voluntad propia él pone su reputación en las manos de su pueblo, invitándonos a comprometerlo a su
Palabra. Usted puede pensar: “Pero... Dios puede defender su propio nombre. El no me necesita.” ¡No
es así! Dios ha escogido a su gente para que sean de testimonio a un mundo adormecido, insensible.
Y él nos llama a comprometerlo abiertamente a hacer lo que él ha prometido.
Vea usted, a los ojos del mundo, Dios siempre está puesto a prueba. Los incrédulos siempre están
mirando cada vez que enfrentamos situaciones imposibles, diciendo: “Esta persona canta que Dios le
dará una salida para salvarlo. Ahora veremos si su Dios le responde. ¿Saldrá adelante de esta
situación o terminará avergonzado?”
Los escépticos en los días de Jesús decían cosas similares en la crucifixión: “Este hombre
fanfarroneaba que su Padre lo levantaría de los muertos. Ahora veremos. ¿Habrá resurrección o
vergüenza?” Jesús no estaba sordo a esas burlas. Pero él sabía algo que ellos no sabían: Su Padre
nunca permitiría que él fuera avergonzado. Dios no fallaría en librarlo por amor de su propio nombre.
Hay momentos que parecen como que Dios no se ha presentado, cuando parece que su gente será
dejada avergonzada y sin esperanza, pero la historia completa aun no ha sido contada. (La cruz fue
uno de esos momentos). Lo que no nos damos cuenta cuando estamos en medio de la crisis es que el
propio honor de Dios está de por medio. Y a través de toda la Biblia vemos que él tuvo gente cuya fe,
firme como una roca, probó su fidelidad aún en las circunstancias más difíciles. Esos siervos sin
ninguna vergüenza comprometieron al Señor a actuar, poniendo Su honor en juego mientras
confiaban en que él los libraría.
1. Considere el ejemplo de Moisés en el Mar Rojo.Aquí había una situación humanamente imposible.
Israel estaba escapando del ejército egipcio, encerrados de un lado por el mar y del otro por las
montañas. Fue entonces que Moisés comprometió a Dios a sus promesas. El había profetizado que
Dios guiaría a Israel a la Tierra Prometida. Ahora, la reputación del Señor estaba en juego para que
todos lo viesen.
Puedo escuchar los reportes que llegaban al pueblo de que Faraón tenía a Israel atrapado. Todo
Egipto esperaba que los Israelitas fueran traídos de vuelta en cadenas. Se prepararían desfiles para
celebrar la victoria de Faraón, con ídolos dorados siendo exaltados sobre el Dios de Israel. ¿Cuál fue la
reacción de Moisés ante esta crisis? Con el vasto mar enfrente de él, exclamó: “¡Hacia adelante!”
Moisés, creyendo en el cuidado de Dios, confiando en su palabra de guiar a Israel a su promesa, él
declaró: “Yo sé que el Señor es fiel. Y voy a actuar de acuerdo a su palabra”.
Piense en las consecuencias de tal fe. Si el Mar rojo no se abría milagrosamente, Moisés hubiera sido
tomado como un tonto. Los Israelitas habrían vuelto a la esclavitud, y Dios nunca más habría sido
digno de confiar. Pero todos nosotros sabemos lo que ocurrió: Cuando Moisés extendió su mano, las
aguas se dividieron, y el pueblo caminó sobre tierra seca. Yo le aseguro que ninguno que confía
plenamente en Dios será avergonzado. El cumplirá sus promesas por amor de su nombre.
2. Considere a Josué.Por seis días Israel había marchado alrededor de la impenetrable ciudad de
Jericó, diciendo: “Estos muros se vendrán abajo.” Para las personas que se encontraban dentro de
Jericó, ésto les parecía totalmente absurdo. Se han de haber burlado de ellos. Entonces, finalmente en
el séptimo día, se le ordenó al pueblo de Dios marchar, no sólo una vez, sino siete veces. En ese
momento aún los Israelitas se han de haber sentido como tontos. Ellos pudieron haber pensado:
“Nada sucedió en los primeros seis días. Ahora, esto parece un acto de desesperación. Seremos
avergonzados si estos muros no caen.”
Pero tales pensamientos nunca pasaron por la mente de Josué. Él dijo: “Yo sé lo que escuché de parte
de Dios, y yo sé que él es capaz de hacerlo”. El comprometió a Dios a cumplir su promesa, poniendo
la gloria de Dios contra la pared. Conocemos lo que sucedió: “Entonces el pueblo gritó, y los
sacerdotes tocaron las bocinas, y aconteció que…el muro se derrumbó. El pueblo subió luego la
ciudad, cada uno derecho hacia adelante, y la tomaron” (Josué 6:20). Cuando los hijos de Dios lo
comprometen a su Palabra, él nunca los dejará avergonzados.
3. Considere a los jóvenes hebreos.Daniel y los tres jóvenes hebreos rehusaron postrarse en
adoración ante el ídolo de oro de 30 metros de alto de Nabucodonosor. Ellos se mantuvieron firmes
aún y cuando se les condenó a morir en un horno de fuego ardiendo. Mientras el perverso rey les
preguntó sarcásticamente: “¿Qué Dios será aquel que os libre de mis manos?” (Daniel 3:15), los
jóvenes comprometieron al Señor a sus promesas:
“No es necesario que te respondamos sobre este asunto. [No titubeamos en nuestra respuesta]. He
aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo…Y si no, sepas, oh
rey, que no serviremos a tus dioses ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (3:16-18).
Ellos estaban tan confiados que Dios honraría su propio nombre, que se enfrentaron con disposición a
una muerte segura.
Los líderes prominentes de toda la nación se juntaron para la ejecución: príncipes, gobernadores,
jueces, jefes de las provincias de alrededor. Y Nabucodonosor ordenó que el horno se calentase siete
veces más de lo acostumbrado, generando un calor tan espantoso que mató a los sirvientes
encargados del horno. La multitud estaba horririzada, exclamando: “Esos hombres no pueden
sobrevivir. Caerán muertos antes de que se acerquen a ese horno. Ningún Dios puede librarlos de ese
destino.” Una vez más, el nombre del Señor estaba de por medio. Si él no intervenía, su nombre sería
difamado en todas las naciones.
Pero el Señor nunca deja avergonzados a los que confían plenamente en él. Las Escrituras dicen que
Jesús mismo se apareció en ese horno para proteger y confortar a sus siervos. Y los tres jóvenes
hebreos salieron caminando fuera del horno sin tener ni siquiera el olor a humo en ellos.
4. Considere al Rey Ezequías.Las Escrituras dicen que Ezequías era temeroso de Dios: “Siguió a
Jehová, y no se apartó de él” (2 Reyes 18:6). Durante el reinado de Ezequías, Jerusalén estaba sitiada
por los asirios, el imperio más poderoso del mundo en aquellos días. Este vasto ejército ya había
capturado Samaria y las ciudades de Judá, y ahora habían rodeado a Jerusalén. Su capitán,
burlándose, les dijo: “Hemos vencido a los dioses de todas las naciones. ¿Cómo esperan que su Dios
los libre?"
Una vez más, el Señor estaba siendo puesto a prueba. Su fidelidad estaba siendo cuestionada delante
de todo el imperio, ante los enemigos de Israel, y aún ante el pueblo de Dios. ¿Qué tal si él no actúa?
¿Qué pasaría si en la mañana una lluvia de flechas cayera sobre los muros de la ciudad? Los paganos
se enaltecerían y la Palabra de Dios no significaría nada.
Mientras la crisis aumentaba, Isaías estaba de pie mirándolo todo. Él había recibido una palabra del
Señor, y en ella confió completamente. Ahora él comprometió a Dios a esa palabra, poniendo la
reputación del Señor contra la pared. Él oró, básicamente, así: “Dios, mi honor no importa. Si tú no
nos libras, yo puedo esconderme en el desierto por siempre. Pero es tu honor el que está en juego”.
Con eso, Isaías tranquilamente le dijo a Ezequías que le dijera al capitán asirio: “No entrará en esta
ciudad, ni echará saeta en ella; ni vendrá delante de ella con escudo, ni levantará contra ella un
baluarte. Por el mismo camino que vino, volverá, y no entrará en esta ciudad, dice Jehová. Porque yo
ampararé esta ciudad para salvarla, por amor a mí mismo” (2 Reyes 19:32-34, énfasis añadido).
Dios nunca dejará avergonzados a aquellos que confían en él, y esa noche él hizo un milagro
poderoso. Las Escrituras dicen que 185,000 soldados asirios murieron misteriosamente, causando un
gran pánico, y el poderoso ejército se fue. Una vez más, Dios defendió a su pueblo por amor de sí
mismo.
5. Considere a Pedro y a Juan en el Nuevo Testamento.Mientras los dos discípulos caminaban hacia el
templo, se encontraron con un pordiosero que era cojo de nacimiento. Probablemente, Pedro y Juan
se habían encontrado antes con este hombre muchas veces, pero en esta ocasión se detuvieron. Las
personas alrededor debieron de haber escuchado a Pedro decirle al pordiosero: “Míranos…en el
nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (Hechos 3:4, 6).
Pedro estaba llamando al Señor para que actuara, poniendo en juego la mismísima gloria de Dios. La
muchedumbre debió de haber comentado entre ellos: “Qué predicador tan tonto. Le está pidiendo a
un hombre que ha estado lisiado toda su vida que se ponga de pie y camine”. Yo creo que esas
personas estaban listas para burlarse de Pedro y Juan, y ponerlos en ridículo.
Entonces una sensación extraña comenzó a sentirse en los pies del lisiado. Primero, movió su tobillo.
Luego, la sensación subió a sus piernas y muslos. Después, comenzó a inclinarse, lentamente se
levantó y se puso de pie. Para asombro de la multitud, el hombre comenzó a saltar y a bailar.
Yo le pregunto: ¿Qué hubiera pasado si Dios no hubiese actuado? Eso nunca fue una preocupación
para Pedro, el cual comprometió a su Dios para que lo hiciera. ¡El Señor nunca avergonzará a
aquellos que confían en él!
Hoy en día, nosotros también somos llamados a poner en juego el honor, la gloria, y la reputación de
Dios.Piense en estos episodios bíblicos. En cada uno de ellos, todo aquello por lo que Cristo vino a la
tierra y aquello por lo que murió, estaba en juego. Sin embargo, a través del Antiguo y del Nuevo
Testamento, el plan, propósito y pueblo de Dios sobrevivieron. Y en cada caso, Dios no solamente
llamó a sus hijos a que confiaran en él sino a que creyeran que él hace milagros. Usted dígame,
¿demandaría el Señor menos que eso de nuestra generación?
Considere el testimonio que hemos dado acerca de nuestro glorioso Señor. Hemos dicho que él
proveerá, llamándolo Jehová Yireh. Hemos declarado sus promesas acerca de suplir para sus hijos.
Ahora, una vez más, su nombre y su honor están en juego. Si lo comprometemos a actuar, él nos
promete: “Actué a causa de mi nombre, para que no se infamase a la vista de las naciones ante
cuyos ojos los había sacado [a Israel]” (Ezequiel 20:14). En esencia está diciendo: “Cuando libré a
Israel, no lo hice en un rincón escondido. Yo les hice milagros ante los ojos de todo el mundo. Ahora,
quiero hacer lo mismo en su generación.”
Amado santo, ¿está usted enfrentando una situación en la cual aún no ha comprometido a Dios? ¿Está
usted siendo llamado a poner su fe en un lugar desconocido y distante? ¿Ha llegado a la conclusión
que “sólo un milagro del Señor puede salvarme”? Tal vez no podemos imaginarnos cómo es que Dios
nos librará; nadie en la Biblia lo supo tampoco. Pero sí sabemos esto: Tan sólo uno de sus ángeles
puede desbandar a 185,000 hombres. ¡El Señor nunca dejará que su pueblo sea avergonzado!
Ahora mismo, él nos está diciendo de la misma manera que le dijo a Israel: “Yo te rescaté de tus
pecados. Y te he puesto a la vista de todos a tu alrededor para glorificar mi nombre. Fui yo quien te
llamó. Y yo te libraré a la vista de los impíos, por amor de mi nombre.” Así que, ¿caminará usted de
ahora en adelante en lo que predica y dice que cree? ¿Comprometerá a Dios a su Palabra para que su
nombre sea glorificado ante multitudes?
Que todos nosotros podamos adoptar la oración de David para estos tiempos: “Y tú, Jehová, Señor
mío, favoréceme por amor de tu nombre; Líbrame, porque tu misericordia es buena” (Salmo 109:21,
énfasis añadido). Dios nunca avergonzará a los que confían en él. Él cumplirá su Palabra para con
usted porque su propio honor está en juego.

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