martes, 18 de septiembre de 2012

COMUNIÓN CON DIOS

COMUNIÓN CON DIOS
Puesto que el propósito final de nuestra salvación es glorificar
a Dios y traernos a una comunión íntima y enriquecedora
con él, no buscar a Dios en oración es negar ese propósito. "Lo
que hemos visto y oído lo anunciamos también a vosotros",

dice el apóstol Juan, "para que vosotros también tengáis comunión
con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre v con
su Hijo Jesucristo" (1 Jn. 1:3).
Imagínese pasar todo un día laborable con su mejor amigo a
su lado. Usted sin lugar a dudas reconocería su presencia durante
todo el día presentándolo a sus amigos o compañeros de
trabajo y hablándole de las diversas actividades del día. ¿Pero
cómo se sentiría su amigo si nunca hablara con él o reconociera
su presencia? Sin embargo, así es como tratamos al Señor
cuando no oramos. Si nos comunicáramos con nuestros amigos
con la poca frecuencia con la que algunos de nosotros nos
comunicamos con el Señor, esos amigos podrían desaparecer
rápidamente.
Nuestra comunión con Dios no fue diseñada para esperar
hasta que estuviéramos en el cielo. El mayor deseo de Dios, y
nuestra mayor necesidad, es estar en constante comunión con
él ahora, y no hay una expresión o experiencia más grande de
comunión que la oración.
En una de sus obras clásicas sobre la oración, Purpose in
Prayer(El propósito de la oración), el pastor del siglo XIX, E. M.
Bounds, nos ofrece este recordatorio de cómo debemos cultivar
nuestra comunión con el Señor:
La oración no es una función que carece de significado
o un deber que hay que cumplirlo al final de un día
ocupado o agotador. No estamos obedeciendo al mandamiento
de nuestro Señor cuando nos contentamos
con unos cuantos minutos de rodillas en los ajetreos de
la mañana, o tarde en la noche cuando las facultades,
cansadas por las tareas del día, piden un descanso. Es
cierto que Dios siempre está al alcance de una llamada,
su oído siempre está atento al grito de su hijo, pero
nunca llegaremos a conocerlo si usamos el vehículo de la
oración como usamos el teléfono para tener unas cuantas
palabras de conversación apurada. La intimidad
requiere desarrollo. Nunca podremos conocer a Dios,
con todo lo que implica el privilegio que es conocerlo,
por medio de repeticiones de intercesiones breves,
fragmentadas y desconsideradas, las cuales son peticio-
nes de favores personales y nada más. Esa no es la
manera en que podemos entrar en comunicación con el
Rey del cielo. "La meta de la oración es ser el oído de
Dios", una meta que sólo se puede lograr buscándolo de
manera paciente, continua y constante, derramándole
nuestro corazón v permitiéndole que nos hable. Sólo al
hacerlo podemos esperar conocerlo, y a medida que más
lo conocemos más tiempo pasaremos en su presencia y
encontraremos que esa presencia es un deleite constante
y creciente'.

No hay comentarios:

Publicar un comentario