martes, 18 de septiembre de 2012

LA FRECUENCIA DE LA ORACIÓN

LA FRECUENCIA DE LA ORACIÓN
El ministerio terrenal de Jesús fue sorprendentemente breve,
apenas tres años. Sin embargo en esos tres años, como debió
haberlo sido en sus años previos, pasó gran cantidad de tiempo
en oración. Los Evangelios informan que Jesús tenía por costumbre
levantarse temprano en la mañana, antes de! amanecer,
para tener comunión con su Padre. En la noche, con frecuencia
iba al monte de los Olivos o algún otro lugar tranquilo para
orar, generalmente a solas. La oración fue e! aire espiritual que
Jesús respiró cada día de su vida. Él practicó una comunión
interminable entre él v el Padre.
Él instó a sus discípulos a hacer lo mismo, v lcs dijo: "Velad,
pues, en todo tiempo, orando que tengáis fuerzas para escapar
de todas estas cosas que han de suceder" (Luc. 21:36).

La iglesia primitiva aprendió esta lección y mantuvo el
compromiso de Cristo de orar continua e incesantemente.
Incluso antes del día de Pentecostés, los 120 discípulos se
reunieron en el aposento alto y "perseveraban unánimes en
oración" (Hech. 1:14). Esto no cambió incluso cuando 3.000
fueron añadidos a la comunidad en el día de Pentecostés (2:42).
Cuando los apóstoles fueron guiados a estructurar la iglesia para
que el ministerio se pudiera cumplir de manera efectiva, ellos
dijeron: "continuaremos en la oración y en el ministerio de la
palabra" (6:4).
A lo largo de su vida, el apóstol Pablo fue ejemplo de este
compromiso con la oración. Lea de las bendiciones en varias de
sus epístolas v descubrirá que orar por sus compañeros creyentes
era su práctica diaria. A los creyentes romanos les dijo:
"Porque Dios... me es testigo de que sin cesar me acuerdo de
vosotros siempre en mis oraciones" (Rom. 1:9, 10; cf. 1 Coro
1:4; Efe. 5:20; Fil. 1:4; Col. 1:3; 1 Tes. 1:2; 2 Tes. 1:3, 11;
Film. 4). Sus oraciones por los creyentes a menudo lo mantenían
ocupado "día y noche" (1 Tes. 3:10; 2 Tim. 1:3).
Puesto que oró por ellos continuamente, Pablo fue capaz de
exhortar a sus lectores a orar de esa manera también. Instó a los
tesalonicenses a orar "sin cesar" (1 Tes. 5:17). Mandó a los
filipenses a dejar de estar afanosos y en cambio presentar "vuestras
peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con
acción de gracias" (Fil. 4:6). Animó a los colosenses a perseverar
"siempre en la oración, vigilando en ella con acción de
gracias" (Col. 4:2; cf. Rom. 12:12). Y para ayudar a los efesios
a armarse para combatir con las tinieblas espirituales del mundo
que los rodeaba, dijo: "orando en todo tiempo en el Espíritu
con toda oración y ruego, vigilando con toda perseverancia y
ruego por todos los santos" (Efe. 6:18). La oración incesante y
constante es esencial para la vitalidad de la relación de un
creyente con el Señor y su capacidad de funcionar en el mundo.

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