jueves, 26 de abril de 2012

CONCERNIENTE AL DINERO





CONCERNIENTE
 AL DINERO
¿Cuál debe ser la actitud de un obrero cristiano, un siervo de Dios, en cuanto al dinero? Éste es un asunto muy serio, y a menos que el obrero tenga una victoria completa en este asunto, no podrá trabajar para el Señor.
Frecuentemente todo obrero tiene que manejar dinero. Pero si el obrero tiene problemas en el manejo del dinero, no podrá avanzar mucho. Por tanto, debemos tener presente que lo que está en juego es un asunto de suma importancia.
Mammon, osea, las riquezas, está en oposición a Dios, así que debemos rechazar su influencia. Ésta es la visión apropiada que todos los cristianos deben tener hacia el dinero. Debemos estar alertas para no caer bajo su poder. Ningún obrero que esté atado por las riquezas materiales puede persuadir a otros a ser liberados de su control. Esto no es posible. Si estamos atados y controlados por Mammon, será imposible que ayudemos a los hermanos y hermanas a ser liberados de su control y atadura. El obrero debe odiar la pereza y también debe detestar el poder de las riquezas, de otro modo, no será útil en la obra de Dios. El dinero es un asunto crucial. Analicemos algunos aspectos relacionados con el dinero.
UNO
En primer lugar, observemos la relación que existe entre el dinero y el camino y
la enseñanza del obrero. En el Antiguo Testamento tenemos la historia de
Balaam, y en el Nuevo Testamento vemos el camino y la enseñanza de Balaam, lo
cual se relata en 2 Pedro, Judas y Apocalipsis. Estos relatos nos muestran la
importancia que Dios le da a Balaam, quien era un profeta que buscó su beneficio
propio. En otras palabras, él hizo un comercio del ministerio profético. Balaam
no ignoraba su posición de profeta, estaba consciente de ella y le sacó provecho.
Tampoco ignoraba la voluntad de Dios. Cuando Balac, el rey de Moab, se propuso
destruir al pueblo de Dios, Balaam estaba plenamente conciente de que el pueblo
de Dios no debía ser maldecido; él sabía que era un pueblo bendecido por Jehová.
Sin embargo, debido a que codició la oferta de Balac, quien le ofrecía darle todo lo
que deseara, él acudió a Dios una y otra vez buscando Su permiso para hacerlo.
Finalmente, Dios se lo concedió. Muchos piensan erróneamente que este episodio
es un buen ejemplo acerca de como esperar en Dios. De hecho, Balaam nunca
habría consultado a Dios de no haber sido por la promesa de Balac; sabía
perfectamente que tal viaje no estaba de acuerdo con el Señor. Pues Dios nunca
desea maldecir a Su pueblo, sino mas bien siempre intenta bendecirlo y cuidarlo
con Su gracia. No obstante, Balaam indagó a Dios repetidas veces debido a la
promesa que había recibido de Balac. Finalmente, Dios le permitió ir. Pero no por
que fuera Su voluntad, sino que era sólo Su permiso para ir, considerando que si
la oferta de Balac podía generar tanta oración en Balaam, entonces le dijo que
fuera. Indudablemente Balaam era un profeta, pero él permitió que el dinero
afectara su camino y lo condujera a extraviarse.
Todo obrero cristiano que no haya resuelto el asunto del dinero en su vida, y que
aún esté atado por su poder, ciertamente dejará que la influencia del dinero
afecte su campo de trabajo. Cuando él tenga que decidir a dónde debe ir a
trabajar, su decisión será influenciada por el apoyo financiero que pueda recibir.
Irá a donde reciba ayuda económica y no irá a donde no la den. El respaldo
monetario se convertirá en su dirección. Si va solamente a adonde hay ayuda
financiera, seguramente no irá a un lugar pobre o, en todo caso, si llega ir a tal
lugar, se quedará poco tiempo. En cambio, si en otro lugar hay un apoyo
generoso, espontáneamente será atraído por su apoyo y sentirá que Dios lo está
conduciendo a ese lugar. Algunas oraciones sólo siguen a la ayuda monetaria. El
dinero se convierte en el centro de atención. El beneficio propio y el dinero
condujeron a Balaam a molestar a Dios repetidas veces, insistiendo acerca si
debía ir o no. Hace unos diez años, un hermano de mayor edad comentó sobre la
situación tan lamentable en que se encuentran los cristianos, diciendo:
“¡Consideren cuántos siervos de Dios van en pos del dinero! Tantos lugares
pobres carecen de cuidado espiritual, y miren cuántos obreros se amontonan en
los lugares más prósperos. ¿No hay algo que está mal en la dirección que han
recibido?”. Ésta fue una palabra fuerte. Si un hermano no ha resuelto el asunto
del dinero, no será una sorpresa que sus pasos sean como los de Balaam. El
camino que tome será determinado por la cantidad de ayuda económica que
reciba. La cantidad de apoyo económico se convertirá en la dirección para su
camino. Si un lugar es pobre, él no lo visitará, o lo hará raramente. Y si lo visita,
se irá de allí rápidamente. Pero si un lugar es rico y tiene abundancia, él lo
visitará más o permanecerá allí permanentemente. El dinero se convertirá en la
fuente de su dirección. A tales personas Dios sólo puede decirles: “ve y cumple tu
deseo”. Un obrero que no esté libre de la influencia del dinero, es inútil. Si con
respecto al dinero, un obrero no puede jactarse como Pablo se jactó, tal obrero es
inútil. Si no puede librarse del dinero y de su influencia, no puede ser un ministro
de Dios; su camino ciertamente será el mismo que el de Balaam. Algunos son
fácilmente dominados por el dinero; el dinero fácilmente determina su camino.
Como consecuencia, su camino viene a ser el camino de Balaam. El cual es
simplemente un camino determinado por el dinero. Que el Señor nos conceda Su
gracia para que seamos liberados de la influencia del dinero. No deseamos ver
que ninguno de nosotros se convierta en un mendigo, y que la ubicación donde
labore sea el lugar donde mendiga. Una vez que hacemos esto, nos convertimos
en esclavos del dinero. ¡Es lamentable y vergonzoso que un siervo de Dios sea
conducido y controlado por el dinero! ¡Es una vergüenza que en lugar de buscar
la guía del Señor postrándose a Sus pies, vayan a donde el dinero los guíe! Si una
persona no ha sido plenamente liberada del dinero, realmente puede estar bajo
una profunda esclavitud al dinero, aun cuando dice que está bajo la dirección de
Dios. ¡Esto es muy vergonzoso! Por supuesto, el asunto del dinero es muy
superficial. Si el Dios en quien creemos es viviente, entonces podemos ir a
cualquier lugar. Pero si Él no lo es, entonces podemos emprender la retirada y no
hacer nada. Es una vergüenza predicar al Dios vivo y tomar un camino que es
gobernado por el dinero. ¡Esto es una gran vergüenza!
En el Nuevo Testamento Pedro habla del camino de Balaam, y nos muestra lo que
significa: “Tienen los ojos llenos de adulterio, no cesan de pecar, seducen a las
almas inconstantes, tienen el corazón ejercitado en la codicia, y son hijos de
maldición” (2 P. 2:14). Aquí el énfasis recae en el ejercicio habitual de la codicia.
La codicia es un asunto del corazón, y esta puede convertirse en un hábito.
Cuando alguien es dominado por la codicia una, dos o muchas veces, la codicia se
convierte en su hábito. “Han dejado el camino recto, y se han extraviado,
siguiendo el camino de Balaam, hijo de Beor, el cual amó el pago de la injusticia”
(v. 15). ¿Qué sucede cuando una persona cae en el hábito de la codicia? Él
abandona el camino recto y se extravía siguiendo el camino de Balaam, hijo de
Beor. Hermanos y hermanas, Dios ha puesto ante nosotros “el camino recto”.
¿Cuál camino debemos escoger? Algunos han abandonado el camino recto y se
han extraviado siguiendo el camino de Balaam. ¿Cuál es “el camino de Balaam”?
Él era un profeta que amó el pago de la injusticia. Esto nos demuestra claramente
que el camino de Balaam es un camino que compromete el ministerio profético
de uno al venderlo por ganancia personal. Pero el evangelio no se vende, ni se
vende el ministerio profético. No podemos vender el evangelio de Dios ni el
ministerio de los profetas. Con todo, aquí vemos a un hombre que vendió su
ministerio profético. Su camino estaba errado. Su corazón se llenó de codicia. Por
esto se extravió tan pronto como sobrevino la tentación. La razón por la que
Balaam aceptó la oferta de Balac no fue meramente porque se le cruzó por la
mente un simple pensamiento de codicia; sino que fue el resultado de que tenía el
hábito de codiciar. Hermanos y hermanas, ¿pueden ver este punto? En él la
codicia era un hábito. Ésta fue la razón por la que él se extravió tan pronto como
Balac le ofreció dinero. Si el poder de Mammon no es erradicado de nosotros,
nuestros pies correrán tras él tan pronto como su cebo sea puesto ante nosotros, y
así sacrificaremos nuestra utilidad al Señor. Si deseamos seguir por un camino
recto, tenemos que rechazar por completo a Mammon. De otro modo, aunque
externamente podamos buscar la dirección del Señor, orando por orientación y
procurando la voluntad del Dios, nuestros pies permanecerán en la senda
incorrecta. Balaam oraba, procuraba hacer la voluntad de Dios y esperaba en Él,
pero a pesar de ello, tomó el mal camino. Recuerde por favor, que mientras el
dinero ocupe un lugar en nuestro corazón y la codicia se convierta en un hábito
para nosotros, podemos orar todo lo que queramos para que Dios nos impida ir a
cierto lugar, pero finalmente el dinero dirigirá nuestros pasos. Seremos incapaces
de tomar el camino recto.
Judas también habla de Balaam. El versículo 11 dice: “Ay de ellos porque … se
lanzaron por lucro en el error de Balaam”. Esta es una palabra dura. Algunos se
lanzaron por motivos de lucro. Lanzarse significa correr rápido, velozmente y con
prisa. Algunos se han lanzado al error de Balaam. Los hijos de Dios deben ser
completamente liberados de codiciar el lucro. De otra manera, no tendrán otra
opción que tomar el camino del error.
Además de hacer referencia a Balaam, 2 Pedro 2:3 describe otra condición: “y en
su codicia, harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. El juicio
pronunciado sobre ellos hace tiempo no está ocioso, y su destrucción no se
duerme”. 2 Pedro 2 habla de los falsos profetas. ¿Qué hacen los falsos profetas?
En su codicia fingen palabras para hacer mercadería de los creyentes. Ellos son
codiciosos y buscan su propio beneficio; por lo tanto, fabrican mentiras. Si el
camino de una persona es dirigido por el dinero, tarde o temprano su enseñanza
también lo será. Podemos asegurar esto. Tal persona les dirá una cosa a los
pobres y otra a los ricos. Él les hablará a los pobres sobre una clase de demanda
del Señor, y cuando vengan los ricos les hablará de otra clase de demanda del
Señor. Sus palabras serán dirigidas por su deseo de obtener ganancias propias. Es
decir, su enseñanza estará influenciada por el dinero. La palabra de Dios es
franca y fuerte. Temo que algunos hayan seguido el ejemplo de los falsos profetas
y de los falsos maestros. Si la línea de conducta de una persona es dirigida y
gobernada por el poder del dinero, tal persona es un falso profeta y un falso
maestro. Ningún profeta, instructor o maestro que sea un fiel siervo de Dios debe
ser manipulado por el poder del dinero. Si alguien puede ser comprado con
dinero, si puede ser influenciado por el dinero y el dinero puede cambiar la
dirección que tome, debe cubrirse con cenizas y confesar que es un profeta falso y
un maestro falso. Él es un falso siervo de Dios, no es genuino. Éste es un asunto
muy serio. Debemos ser librados totalmente de Mammon. Aquellos que son
guiados por el dinero en cuanto al camino que tomen y a las palabras que hablen,
deben ser quitados de la obra de Dios.
Pedro y Judas no fueron los únicos que hablaron de este tema. Pablo le dijo lo
mismo a Timoteo subrayando este peligro de caer en la codicia. En 1 Timoteo 6:3
dice: “Si alguno enseña cosas diferentes, y no se conforma a las sanas palabras,
las de nuestro Señor Jesucristo, y a la enseñanza que es conforme a la piedad”.
¿Qué quiere decir ser uno que enseña cosas diferentes y no se conforma a las
sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo? Los versículos 4 y 5 dicen: “Está
cegado por el orgullo, nada sabe, y padece la enfermedad de cuestiones y disputas
acerca de palabras, de las cuales nacen envidias, contiendas, calumnias, malas
sospechas, constantes altercados entre hombres corruptos de entendimiento y
privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia”. Es
interesante observar que en la historia de la iglesia todos los maestros heréticos,
aquellos que enseñaron algo diferente, fueron los que tomaron la piedad como
fuente de ganancia. Ninguno de ellos se entregó tanto como Pablo; pues ellos
siempre calculaban cuánto podrían obtener por lo que hacían. ¡Ninguno de
nosotros debe tratar de obtener ganancia de ninguna persona valiéndose del
evangelio! Nada en este mundo es tan condenado por Dios como el hecho de
tomar la piedad como fuente de ganancias. Nada puede ser más bajo que hacer de
la obra cristiana una fuente de ganancias. Esto es lo más detestable. Tomar la
piedad como fuente de ganancias es lo más repugnante. Todo obrero debe estar
totalmente libre de cualquier pensamiento de lucro antes de involucrarse en la
obra. Hermanos y hermanas, si desean laborar para el Señor, deben estar
totalmente libres de la influencia del dinero. La muerte y el hambre deben ser
preferibles que trabajar por lucro personal. Todo obrero del Señor tiene que ser
muy estricto en este asunto. Si alguien nos tienta a transigir en esto, no debemos
concederle ni un centímetro de terreno. Tenemos que seguir a nuestro Señor de
forma incondicional. Hermanos y hermanas, podemos vender nuestra ropa y
nuestras posesiones, pero nunca podemos vender nuestra verdad y nuestra
piedad. A menos que nos declaremos muertos para con Mammon y que nuestra
mente esté totalmente libre de su influencia, sería mejor no tocar nada de la obra
del Señor. El versículo 6 dice: “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de
contentamiento”. Es aquí donde reside la verdadera ganancia: donde hay piedad,
hay contentamiento. Cuando tenemos piedad, ya no pedimos nada más, no
esperamos nada más y nos quedamos satisfechos con lo que tenemos. Ésta es la
verdadera ganancia, una gran ganancia. Sería una vergüenza para la piedad que
vayamos en pos de ganancias económicas. Pero gran ganancia es la piedad
acompañada de contentamiento. Los versículos del 7 al 10 son de suma
importancia para los obreros del Señor: “Pues nada hemos traído a este mundo,
porque nada podremos sacar. Pero teniendo sustento y abrigo estemos contentos
con esto. Mas los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas
codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y ruina.
Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual persiguiendo algunos,
se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”. Hermanos y
hermanas, nunca debemos hacer de la piedad un medio de ganancias. Debemos
ser totalmente libres de la influencia del dinero. Si tenemos problemas para
vencer en este asunto, sería mejor buscar otra ocupación. Jamás deberíamos caer
tan bajo como para buscar que nos paguen por nuestra predicación y nuestra
obra. Sería mejor tener otra profesión y servir al Señor de otra manera. No hay
nada malo en servir al Señor en cualquier empleo decente, pero nadie debería ser
descuidado en cuanto al asunto del dinero ni traerle vergüenza al nombre del
Señor por causa del dinero. El obrero del Señor debe ser íntegro en este asunto.
Su corazón debe estar completamente libre del amor al dinero. Tiene que ser
absoluto, porque la Palabra de Dios condena seriamente cualquier impureza
relacionada con el dinero.
En Judas 16 dice: “Estos son murmuradores, quejumbrosos, que andan según sus
propias concupiscencias, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas
para sacar provecho”. Muchos hablan cosas infladas. Se jactan de la cantidad de
oraciones contestadas y de las muchas veces que han realizado milagros
increíbles y obras maravillosas. Pero ellos dicen estas cosas “para sacar
provecho”. Muchas personas dicen lo que a otros les gusta oír para adularlos y
sacar provecho. Tenemos que eliminar cualquier motivo que nos induzca a buscar
nuestro beneficio propio. Éste es un rasgo básico del carácter de un obrero del
Señor. Una persona que cede en el asunto del dinero hará concesiones en todas
las cosas. Con respecto al dinero debemos ser severos, muy severos, y no ceder a
ninguna corrupción. Como obreros del Señor, tenemos que ser íntegros,
absolutamente limpios en cuanto al asunto del dinero.
DOS
Ahora consideremos cómo el Señor Jesús entrenó a Sus discípulos en este asunto.
Lucas 9 narra que Él envió a los doce discípulos, y el capítulo 10 registra que Él
envió a los setenta. De los cuatro Evangelios, solamente Lucas registra el envío de
los setenta. Al enviar a los doce, el Señor les dijo: “No toméis nada para el
camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni tengáis dos túnicas cada uno”
(9:3). El Señor les mandó que dejaran atrás muchas cosas. Cuando Él comisionó
a los setenta, les dijo: “No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias” (10:4). Un punto
común en ambos casos es el dinero. Es decir, que el dinero no debe ser un
artículo que el obrero precise para su labor. Más tarde, el Señor les dijo: “Cuándo
os envié sin bolsa, sin alforja, y sin sandalias, ¿acaso os faltó algo? Ellos dijeron:
nada” (22:35). Enseguida el Señor dijo “Mas ahora, el que tiene bolsa, tómela, y
también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una” (v. 36).
La razón para esto fue que la dispensación había cambiado. Para entonces, el
Señor Jesús ya había sido rechazado. Mientras los israelitas tenían la
oportunidad de recibir al Señor, no había necesidad de estas cosas. El punto que
debemos subrayar en este caso es que, al cumplir su comisión para el Señor, un
obrero no debe prestar atención a su cartera. Todo su ser debe estar centrado en
su mensaje, no en su cartera. Salimos para testificar que Jesús de Nazaret es el
Señor designado por Dios. Nuestro ser debe centrarse en el mensaje, no en la
cartera. En otras palabras, estamos calificados para trabajar sólo si estamos
totalmente libres del dinero. Si vamos a ir de ciudad en ciudad a predicar el
evangelio del reino, no debemos ser como un camello que se atora en el ojo de
una aguja y queda excluido del reino, mientras que al mismo tiempo les habla a
otros sobre la necesidad de entrar en el reino tomándolo con violencia (Mt.
11:12). Esto es imposible.
¿Qué significan las palabras no llevéis? Estas palabras nos muestran que el
principio del evangelio contradice el principio de la cartera y de las dos túnicas.
Cuando alguien se prepara para predicar el evangelio, no debe fijar su mente en
estas cosas. Para un viaje ordinario, uno necesita de una cartera para llevar
dinero, un bastón para caminar y dos túnicas para cambiarse. Todas estas cosas
son necesarias. Ésta es la razón por la que el Señor les dijo a Sus discípulos que
llevaran esto en Lucas 22. Entonces, ¿por qué les dijo que estas cosas no eran
necesarias cuando Él envió a los doce discípulos en el capítulo 9 y a los setenta en
el capítulo 10? Él les prohibió estas cosas porque un predicador del evangelio no
debe fijar su mente en estas cosas. Cuando alguien es enviado, debe ir. Debe ir si
hay dos túnicas y debe ir si solamente hay una. Debe ir con o sin bastón, con o sin
dinero, y con o sin cartera. Esto es lo que significa ser un predicador del
evangelio. Éste fue el entrenamiento básico que el Señor les dio a los discípulos
cuando Él envió a los doce y a los setenta a la obra. Hermanos y hermanas,
tenemos que estar claros en este asunto. Si el corazón de un hombre está
centrado en el evangelio, estas cosas de menor importancia no serán importantes
para él en absoluto. Si tales cosas son de mucha importancia para él, sería mejor
que no saliera. Si hemos de predicar el evangelio, nuestra ropa, cartera y bastón
no deben ser una preocupación para nosotros. Si lo son, no somos aptos para
predicar el evangelio. El evangelio requiere que nos enfoquemos absolutamente
en él; requiere tanto de nuestra atención que estas cosas deben llegar a ser
irrelevantes para nosotros. El evangelio es lo único que debe ocupar nuestros
corazones. Cuando nos alistamos para realizar nuestro trabajo, debemos estar
contentos si tenemos o no tenemos hospitalidad. Tenemos que ponernos del lado
de Dios y llevar un testimonio glorioso para el Señor. Esta es la razón por la cual
el Señor dijo: “En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: paz sea a
esta casa” (10:5). ¡Cuán digno es esto! Un obrero es uno que imparte paz a otros.
Debe honrar su posición delante del Señor. Puede ser pobre, pero nunca debe
perder la dignidad. Ningún obrero debe estar tan mal como para perder su
dignidad. Si vamos a cierto lugar y la gente allí no nos recibe, ¿qué debemos
hacer? El Señor dijo: “Y cuando no os reciban, al salir de su ciudad, sacudid el
polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos” (9:5). ¿Pueden ver la dignidad
de los siervos de Dios? Cuando ellos son rechazados, no se sienten avergonzados
ni se quejan, diciendo: “Qué mala suerte. Vinimos a la casa equivocada”. En lugar
de ello, sacuden el polvo de sus pies; no toman ni un ápice de polvo de esa ciudad.
Los siervos de Dios deben mantener su dignidad. Pueden ser pobres, pero no
pueden perder su dignidad. Si nuestra mente no está completamente convencida
de esto, no podemos tener parte en la obra de Dios. Como obreros, tenemos que
tratar con el Señor apropiadamente con respecto al dinero. De otra forma, no
debemos tocar la obra de Dios, porque Mammon es un asunto muy serio.
Podemos ver más de cómo el Señor entrenó a Sus discípulos en los pasajes de la
alimentación de los cinco mil y más tarde de los cuatro mil. En una de estas
ocasiones, Él tomó a Sus discípulos consigo y predicó a una gran muchedumbre
de cinco mil, sin contar a las mujeres y a los niños. Al caer la tarde, se acercaron a
Él los discípulos, diciendo: “El lugar es desierto y la hora ya avanzada; despide a
las multitudes, para que vayan a las aldeas y compren para sí alimentos. Mas
Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer” (Mt. 14:15-
16). Los discípulos esperaban que el Señor enviara a la muchedumbre a conseguir
su propio alimento. Pero el Señor dijo: “Dadles vosotros de comer”. Cuando uno
de los discípulos oyó esto, fue sorprendido y dijo: “Doscientos denarios de pan no
bastarían para que cada uno de ellos tomara un poco” (Jn. 6:7). Mientras ellos
contaban los doscientos denarios, el Señor dijo: “¿Cuántos panes tenéis? Id y
vedlo” (Mr. 6:38). Cuando ellos le trajeron cinco panes y dos peces, el Señor
realizó un milagro y los alimentó a todos. Hermanos y hermanas, todos aquellos
que se ponen a contar sus doscientos denarios no son aptos para la obra del
Señor. Si el dinero significa tanto para nosotros, no debemos tocar la obra de
Dios. En estos versículos el Señor nos muestra que todo obrero debe estar
dispuesto a dar todo lo que tiene. Si le damos mucha importancia al dinero,
siempre estaremos calculando el monto de nuestras ganancias. El obrero debe ser
librado del poder de Mammon. El dinero no debe ejercer ningún poder ni
influencia sobre el obrero del Señor. Durante los tres años y medio que el Señor
permaneció con los doce discípulos, se dedicó a ellos por completo. Ésta fue la
manera que Él entrenó a los doce discípulos. Él les mostró que había que gastar
lo que fuera necesario. La obra de Dios no tiene nada que ver con sacar provecho.
Es un error el ver la obra de Dios desde una perspectiva comercial. Aquellos que
siempre están contando el dinero no son esclavos de Dios; son esclavos de
Mammon. Tenemos que ser rescatados del poder de las riquezas.
Los discípulos no aprendieron esta lección inmediatamente. En Mateo 15 vemos
otra ocasión donde había cuatro mil personas, sin contar mujeres ni niños. Esta
vez la situación era aún más precaria. La muchedumbre había estado allí por tres
días. ¿Qué podían hacer los discípulos bajo tales circunstancias? El Señor les dijo:
“Tengo compasión de la multitud, porque ya hace tres días que están conmigo, y
no tienen qué comer; y despedirlos en ayunas no quiero, no sea que desfallezcan
en el camino” (v. 32). La palabra “y” significa que el Señor mismo también había
estado sin alimento por esos tres días. Él continuó diciendo: “y despedirlos en
ayunas no quiero, no sea que desfallezcan en el camino”. Pero los discípulos aún
no habían aprendido la lección. Ellos le preguntaron cómo podrían conseguir
suficiente comida para alimentar a la gente. La preocupación del hombre siempre
es de dónde vendrá el alimento. Entonces el Señor les preguntó: “¿Cuántos panes
tenéis? Y ellos dijeron: Siete, y unos pocos pececillos” (v. 34). Entonces ellos le
trajeron los siete panes y los pocos pececillos, y el Señor realizó otro milagro y
alimentó a los cuatro mil.
El Señor repitió este milagro porque los doce discípulos necesitaban ser
entrenados dos veces. Si el Señor no hubiera alimentado a los cinco mil y a los
cuatro mil, los discípulos probablemente no habrían podido manejar la situación
en Pentecostés. Si nunca hubieran tenido la experiencia de alimentar a los cinco
mil y a los cuatro mil mencionados en los Evangelios, no habrían sabido cómo
cuidar de los tres mil y los cinco mil en el libro de Hechos. Aquellos que huyen
ante los osos y leones, ciertamente también huirán ante Goliat. Los que no
pueden pastorear ovejas ciertamente no podrán pastorear a Israel. Aquí vemos a
un grupo de discípulos que aprendió la lección de alimentar a cinco mil y a cuatro
mil. Por consiguiente, no tuvieron ningún problema en Pentecostés cuando fue
necesario que tomaran cuidado de los necesitados. Hermanos y hermanas,
nosotros tenemos que pasar por el mismo entrenamiento; nuestros corazones
tienen que ser ensanchados. Podemos restringir nuestros gastos, pero Dios no
desea que restrinjamos Sus milagros. Muchos están muy preocupados por el
dinero. No le dan a otros la impresión de que son siervos de Dios; no se asemejan
a alguien que ha sido entrenado por Dios. Una persona que ha sido entrenada no
le dará tanta importancia al dinero; no estará tan preocupada por el dinero que
tiene en su bolsillo. Hermanos y hermanas, cuanto más calculamos, más nos
desviaremos de la meta de Dios y más pobres nos volveremos. Éste no es el
principio que Dios tiene con respecto al dinero. Necesitamos el mismo
entrenamiento que recibieron los doce y los setenta discípulos. Con todo, uno de
los doce finalmente llegó a ser un ladrón que hurtaba dinero. Él no aprendió su
lección y el dinero seguía siendo muy importante para él. Cuando él vio que
María derramó el frasco de alabastro de nardo puro sobre el Señor, él lo
consideró como un desperdicio, y dijo, “¿Por qué no fue este ungüento vendido
por trescientos denarios, y dado a los pobres?” (Jn. 12:5) Para una persona
calculadora, un frasco de ungüento puede ser vendido por trescientos denarios
para ayudar a los pobres. Pero el Señor no estuvo de acuerdo con esa manera de
calcular. En lugar de eso dijo: “De cierto os digo: Dondequiera que se proclame
este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para
memoria de ella” (Mt. 26:13). El resultado máximo y final del evangelio es
quebrar nuestro frasco de alabastro y ungir al Señor Jesús con el ungüento que
cuesta trescientos denarios. Es decir, cuando alguien recibe el evangelio, por
causa de Cristo no escatima el costo y derrama sobre el Señor todo lo que tiene;
esto es grato a los ojos del Señor. Es correcto incluso “desperdiciar” todo nuestro
ser sobre el Señor. Aquellos que no entienden el evangelio están siempre
contando su dinero, pero aquellos que lo entienden, saben que es bueno y
apropiado “desperdiciarse” a sí mismos sobre el Señor. Es bueno que el Señor
reciba nuestra ofrenda “derrochadora”. ¿Quién fue el que consideró aquello como
un desperdicio? Judas. Él fue uno que nunca aprendió su lección. Sus palabras
parecían muy razonables. Para el hombre, no era de ningún beneficio gastar
trescientos denarios de esta manera. Para Judas, trescientos denarios eran
suficientes como para traicionar a un hombre; él vendió al Señor Jesús por
treinta monedas de plata. Sin embargo, para él, verter aquel ungüento era un
desperdicio, y él estaba afligido por ello. Él quería sacar provecho de eso; era muy
calculador. Pero aquellos que han recibido genuinamente el evangelio y que se
entregan incondicionalmente al Señor, lo sacrificarán todo. Incluso si el sacrificio
les parece demasiado a otros, ellos hacen este sacrificio por causa del evangelio
del Señor. Donde se proclama el evangelio, nadie debe regatear con el Señor. Él
dijo: “Porque a los pobres siempre los tenéis con vosotros, pero a Mí no siempre
me tendréis” (v. 11). El Señor estaba dando a entender que no había nada malo
con atender a los pobres, pero en lo que se refiere a sacrificio por el Señor,
nosotros, no debemos escatimar nada por Él. Incluso si exageramos y vamos
hasta el extremo, nunca será un desperdicio para el Señor. Un hermano dijo en
una ocasión: “Si un creyente toma el camino de moderación cuando recién cree
en el Señor, no tendrá futuro espiritual”. Hermanos y hermanas, podemos tener
pensamientos de moderación a los diez o veinte años de creer en el Señor, pero
un nuevo creyente debe desperdiciarse absolutamente en el Señor. Si usted es un
nuevo creyente, debe ofrecerle al Señor todo lo que tiene. Debe derramar sobre el
Señor todo el frasco de alabastro de nardo puro. Tiene que sacrificarlo todo de
esta manera para que pueda avanzar. Éste fue el entrenamiento que los
discípulos recibieron. Tenemos que aprender a sufrir un poco más y a
desperdiciarnos un poco más en el Señor y en otros. Como siervos de Dios,
debemos ser muy generosos en cuanto al dinero. Debemos seguir adelante con
dinero o sin dinero. Aquellos que siempre están contando el dinero no son
personas adecuadas para la obra.
En Hechos 3:6 Pedro le dijo al hombre lisiado: “No poseo plata ni oro”. El Señor
trajo a Pedro y a Juan a un punto donde podían afirmar: “No poseo plata ni oro”.
Aunque en el capítulo 2 vemos que se manejaba mucho dinero, encontramos un
testimonio en el capítulo 3: “No poseo plata ni oro”. ¿Qué siguió diciendo Pedro
al hombre lisiado? Le dijo “pero lo que tengo, esto te doy; en el nombre de
Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”. Ellos estaban tan entrenados que,
aunque por sus manos pasaba mucho dinero, aún así podían decir: “No poseo
plata ni oro”. Hermanos y hermanas, si nos entregamos a la obra del Señor,
tenemos que ser íntegros con respecto al dinero. Si somos débiles en este asunto,
también seremos débiles en otros asuntos. Un factor subyacente que tienen los
obreros que son fuertes y estables es que son confiables ante Dios en lo
concerniente al dinero. Dios puede confiarles Su obra a tales personas.
TRES
Veamos el tercer asunto: la actitud de Pablo hacia el dinero. La palabra de Pablo
en cuanto a este tema es muy clara. En Hechos 20 le dijo a los efesios: “Ni plata ni
oro ni vestido de nadie he codiciado” (v. 33). Esto se refiere al motivo. Él no
codiciaba nada. Al trabajar para el Señor, él podía jactarse de que nunca había
codiciado ninguna posesión de ninguna persona. Él no albergaba la más mínima
codicia por tener oro, plata o vestido de nadie. Ésta fue su primera declaración.
Luego añadió: “Vosotros mismos sabéis que para lo que me ha sido necesario a
mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido” (v. 34). Ésta debe ser
la actitud de todo siervo de Dios. No debemos codiciar la plata, el oro, ni la ropa
de nadie. Las posesiones de otros son suyas, y no codiciamos nada de ellos. Ellos
deben quedarse con lo que tienen. A la vez, trabajamos para suplir nuestras
propias necesidades y las de nuestros colaboradores. Esto no significa que un
obrero del Señor no pueda ejercer su derecho que tiene en el evangelio (1 Co.
9:18), pero sí quiere decir que un obrero del Señor debe ver el evangelio como
una responsabilidad tan seria e inmensa que prefiere ofrecer sus manos y su
dinero a la obra. Éste debe ser nuestro deseo delante del Señor. Hasta donde nos
sea posible, debemos trabajar con nuestras manos. Por supuesto Pablo aceptaba
donativos de otros, pero eso tiene que ver con otro tema, a saber, con la
responsabilidad de aquel que ofrenda. Veremos ese asunto un poco después.
La palabra de Pablo a los corintios fue muy dulce. En 2 Corintios 11:7 él dijo:
“¿Pequé yo humillándome a mí mismo, para que vosotros fueseis enaltecidos, por
cuanto os he anunciado gratis el evangelio de Dios?”. Y él continuó en los
versículos 9 al 12: “Y cuando estaba entre vosotros y tuve necesidad, a ninguno
fui carga, pues lo que me faltaba, lo suplieron los hermanos que vinieron de
Macedonia, y en todo me guardé y me guardaré de seros gravoso. Por la
veracidad de Cristo que está en mí, que no se me impedirá esta mi gloria en las
regiones de Acaya. ¿Por qué? ¿Porque no os amo? Dios lo sabe. Mas lo que hago,
lo haré aún, para quitar la ocasión a aquellos que la desean, a fin de que en
aquello en que se glorían, sean hallados semejantes a nosotros”. Pablo no se
negaba en forma categórica a recibir donativos, pero en aquella región, en Acaya,
era un asunto del testimonio. Algunos criticaban y buscaban la oportunidad de
criticar; se jactaban como si fueran diferentes a otros, y Pablo no quería darles
esa ocasión para criticar. Él declaró que les había anunciado el evangelio de Dios
gratuitamente, y que no había sido una carga para ellos, ni siquiera cuando
estuvo en escasez. Él se cuidó de no ser una carga y determinó mantener dicha
actitud. No se permitiría a sí mismo convertirse en una carga para ellos. Esto no
significa que no los amara; más bien, actuaba de esa manera y continuaría
haciéndolo para no darles ocasión a aquellos que la buscaban y para cerrar sus
bocas. Ésta es la actitud de un obrero hacia el dinero. A dondequiera que vamos,
tan pronto como detectemos cualquier renuencia, debemos cortar toda
oportunidad de que se susciten críticas. Los hijos de Dios deben mantener su
dignidad en la obra de Dios. Cuanto más una persona ame el dinero, más
debemos anunciarle el evangelio gratuitamente, y cuanto más se aferre a su
dinero, menos debemos recibir donativos de él. Debemos entender cuál es
nuestra posición como siervos de Dios. Si encontramos cualquier persona como
los de Acaya, que eran renuentes y que buscaban la oportunidad para criticar,
debemos decirles lo que Pablo parecía decirles: “no seré carga a ninguno de
vosotros. Pero si desean enviar algo a los pobres de Jerusalén, puedo llevárselo.
Si viene Timoteo, pueden enviarlo en paz. Pero yo mismo, debo mantener mi
dignidad como obrero del Señor”. Pues si nos critican por recibir alguna dádiva
de alguien, habremos perdido por completo nuestra dignidad como siervos del
Señor, y nosotros debemos mantener nuestra dignidad como siervos de Dios. En
nuestro servicio al Señor, no podemos ser descuidados con el dinero. Tenemos
que ser muy estrictos en este respecto; de otro modo, no podremos hacer mucho
para Dios.
Pablo no sólo nos dijo cómo mantuvo su integridad, sino también cómo trabajó
con sus manos para suplir las necesidades de sus colaboradores. Esto nos
muestra el principio de dar. Pablo declaró: “Para lo que me ha sido necesario a mí
y a los que están conmigo, estas manos me han servido” (Hch. 20:34). Ningún
obrero empobrecerá por el hecho de dar. Si retenemos todo lo que recibimos y
sólo hacemos provisión para nosotros mismos, no conoceremos el significado de
lo que es la obra de un ministro. Si los colaboradores sólo ofrendan poco de su
propia bolsa, algo está mal. Si un obrero sólo sabe recibir, es decir, si ejercita su fe
solamente para recibir, pero no la ejercita para dar, su función será limitada.
Hermanos y hermanas, nuestro futuro espiritual tiene mucho que ver con nuestra
actitud hacia el dinero. La peor actitud que podemos tomar es acumular sólo para
nosotros mismos y hacer todo sólo para nosotros mismos. Tal vez parezca una
tarea dura pedirles a los levitas que ofrenden. Sin embargo, ellos tienen la misma
responsabilidad de diezmar como todos los demás. Es verdad que los levitas no
tenían ninguna herencia en ninguna de las ciudades; sino que eran peregrinos
entre las doce tribus y vivían del altar. Algunos levitas podían haber sido tentados
a decir: “Yo vivo del altar. ¿Qué pues tengo yo para dar?”. Pero Dios dispuso que
todos los levitas debían recibir el diezmo y que también debían diezmar. Esto
impedirá que los siervos de Dios puedan decir: “Yo lo he dejado todo. ¿Tengo
además que ofrendar de mis reducidos ingresos?”. Si nuestros ojos están siempre
puestos en nuestras propias necesidades, terminaremos en problemas
económicos y no seremos capaces de suplir las necesidades de nuestros
colaboradores. Tenemos que aprender a dar. Tenemos que ser capaces de proveer
para todos nuestros hermanos y hermanas. Si retenemos el dinero en nuestras
manos, no importa cuán poco sea, y si al mismo tiempo esperamos que Dios
trabaje constantemente en los hermanos y hermanas para que nos suplan,
encontraremos que Dios hará lo contrario, y ya no confiará más Su dinero a
nuestras manos.
Las palabras de Pablo en 2 Corintios 6:10 son maravillosas: “Como pobres pero
enriqueciendo a muchos”. Aquí vemos a un hermano que realmente conocía a
Dios. Aparentemente él era pobre, pero asombrosamente enriquecía a muchos.
Hermanos y hermanas, éste es nuestro camino. Cuando laboramos en un lugar y
los hermanos y hermanas hablan negativamente de nosotros o si tienen una
actitud incorrecta hacia nosotros, debemos mantener nuestra dignidad como
obreros del Señor. Por ningún motivo debemos aceptar sus dádivas. Al contrario,
debemos decirles abiertamente: “No puedo tomar su dinero ya que soy un siervo
de Dios. Ustedes han murmurado contra mí, así que no puedo aceptar su dinero.
Como siervo del Señor, tengo que mantener la gloria de Dios. Es por ello que no
puedo recibir vuestro dinero”. Incluso cuando estemos pasando por una pobreza
extrema, tenemos que aprender a dar. Si deseamos recibir más, tenemos que dar
más. Cuanto más podamos dar, más podremos recibir. Éste es un principio
espiritual. A menudo cuando estamos en carencia, debemos dar más, porque tan
pronto como el dinero que tenemos se va, el suplir del Señor viene. Algunos
hermanos y hermanas tienen muchas de estas experiencias. Pueden testificar que
cuanto más dan, más reciben. Nosotros no debemos contar con cuanto dinero nos
quedamos, porque el Señor dice: “Dad, y se os dará” (Lc. 6:38). Ésta es una ley de
Dios. No podemos anular las leyes de Dios. La mayordomía cristiana es diferente
de la del mundo. En el mundo se gana mediante el ahorro; pero nosotros
ganamos al dar. Podremos ser pobres, pero podemos enriquecer a otros.
En 2 Corintios 12:14 Pablo dijo: “He aquí, por tercera vez estoy preparado para ir
a vosotros; y no seré gravoso”. Ésta era la actitud de Pablo. ¡Cuán estricto era
consigo mismo! Algunos habían hablado contra Pablo y tenían un problema con
él. Por lo tanto, cuando Pablo estaba listo para ir a ellos por tercera ocasión, él no
fue una carga para ellos. En el versículo 14 él continuó diciendo: “Porque no
busco lo vuestro, sino a vosotros”. ¿Tenía él una mala actitud y era estrecho? No.
Él añade en el mismo versículo: “Pues no deben atesorar los hijos para los padres,
sino los padres para los hijos”. Hermanos y hermanas, ¿pueden ver cuán tierna
era la actitud de Pablo delante de Dios? Los corintios oyeron muchos rumores y
hablaron muchas cosas sobre Pablo. Por lo tanto, Pablo se vio obligado a rechazar
sus dádivas, pero aun así, él no puso a un lado su responsabilidad de enseñarles
acerca del dinero. Segunda de Corintios puede ser la epístola que aborda más
detalladamente el asunto del dinero. Si Pablo se hubiera refrenado de hablar algo
sobre el tema del dinero, algunos habrían interpretado que él estaba ofendido al
respecto, pero él no estaba ofendido en lo mas mínimo, porque el dinero tenía
muy poca influencia sobre él. Por eso podía instruir a los corintios acerca el
dinero. Les dijo que debían enviar el dinero a Jerusalén. No les aconsejo lo
contrario. Él se encontraba por encima del dinero; por eso él podía trascender
sobre la actitud que los corintios tenían hacia su persona. Él rechazó sus dádivas
porque quería mantener su dignidad. No obstante se jactó ante los macedonios
de que los corintios estaban bien preparados. Y al mismo tiempo, alentó a los
hermanos corintios a tener lista de antemano su bendición antes prometida, a fin
de que no fueran avergonzados por hallarse desprevenidos cuando los
macedonios vinieran a ellos (9:2, 4-5). Su sentir personal fue completamente
puesto a un lado. Los siervos de Dios deben ser librados de la influencia del
dinero. Si Pablo no hubiera sido una persona libre de la influencia del dinero, los
corintios nunca habrían oído su mensaje. Pablo todavía les habría dicho tales
cosas a los efesios o a los filipenses, pero no a los corintios. Sin embargo, él
todavía procuró ver a los corintios; no los abandonó, sino que continuó
hablándoles acerca del dinero. Él les mostró que Dios aún podía utilizar su
dinero, pero Pablo mismo no lo haría; él no buscaba ninguna cosa de ellos. En
este respecto, él no llegó a serles gravoso a ellos. Sin embargo, aún abrigaba
esperanzas de que ellos pudiesen avanzar en cuanto al asunto del dinero.
Hermanos y hermanas, cuando se relacionan con otros en la iglesia, ¿pueden
distinguir entre ellos y lo que es de ellos? Cuándo vemos a los hermanos, ¿vamos
en pos de ellos o en pos de sus bienes materiales? Si ellos tienen algún problema
con nosotros y no podemos ganar sus corazones, ¿aun así los apoyamos, los
edificamos y oramos por su crecimiento espiritual? Pablo tenía demasiadas
razones para abandonar a los corintios, pero él vino a ellos vez tras vez, e incluso
en una tercera ocasión. Con todo, él no buscó sus posesiones. Hacer esto es una
gran tentación para los siervos de Dios. Tenemos que aprender a hacer lo que
hizo nuestro hermano Pablo.
En 2 Corintios 12:15-18 él continuó diciendo: “Y yo con el mayor placer gastaré lo
mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas. Amándoos
más, ¿seré yo amado menos? Pero admitiendo esto, que yo no os he sido carga,
sino que, según algunos de vosotros dicen, como soy astuto, os prendí por
engaño, ¿acaso he tomado ventaja de vosotros por alguno de los que os he
enviado? Rogué a Tito, y envié con él al hermano. ¿Acaso se aprovechó de
vosotros Tito? ¿No hemos procedido con el mismo espíritu y en las mismas
pisadas?”. Hermanos y hermanas, piensen en la actitud de Pablo: Él con el mayor
placer gastaba lo suyo y él mismo se gastaba en beneficio de ellos. Al predicar el
evangelio, no es suficiente que nosotros mismos nos gastemos, sino también
debemos gastar lo nuestro. Tenemos que dar todo lo que tenemos. Nunca es
correcto recibir dinero a cambio de nuestra predicación del evangelio. Más bien,
tenemos que estar preparados y dispuestos a gastar con gusto nuestro dinero por
causa del evangelio. Si no invertimos nuestro dinero en la predicación, algo está
mal. Pero si nuestro dinero va con nuestra predicación, estamos haciendo lo
correcto y estamos invirtiendo nuestro dinero en una causa digna. Esto es lo que
hizo Pablo. Él estaba dispuesto a desgastarse y también a gastar lo suyo. Estaba
dispuesto a gastar y a gastarse por amor a las almas de los corintios. Cuando
estuvo entre ellos, no fue una carga para ninguno. Tampoco Tito ni el otro
hermano fueron gravosos en absoluto. Pablo no tomaba ventaja de nadie. El
evangelio es la verdad: es por esta razón que podemos invertir nuestro dinero en
él. Hermanos y hermanas, tenemos que ser como nuestro hermano Pablo; no
debemos ser una carga para nadie. Por el contrario, debemos gastarnos por
completo por amor al evangelio. Ya que el evangelio es la verdad, es correcto
gastarlo todo y gastarnos completamente en él. Nuestro evangelio es uno que se
lleva nuestro dinero con él. Este es el camino apropiado por el que debemos
andar.
A pesar de lo que hemos dicho hasta ahora, Pablo aceptó donativos de los
macedonios y de los filipenses. Bajo circunstancias normales, es correcto que un
predicador del evangelio reciba ofrendas. Pablo aceptó donativos de algunos
lugares y los rechazó de otros lugares. Él no estaba limitado en cuanto a recibir
donativos. Aceptó la dádiva de los macedonios. Pero cuando algunos en Acaya y
Corinto lo criticaban y buscaban oportunidad para desacreditarlo, él rehusó
aceptar sus donativos. Esta era la actitud de Pablo. Debemos ser iguales a él hoy
en día. Podemos aceptar donativos de algunos lugares como Macedonia y
debemos rechazar el dinero de otros lugares donde murmuran contra nosotros.
Hermanos y hermanas, debemos mantener esta posición delante del Señor. No
debemos pensar que podemos aceptar dinero sin ninguna restricción. Si alguien
está hablando mal a nuestras espaldas o si está buscando la oportunidad para
criticarnos, simplemente no podemos aceptar sus dádivas; de otros lugares
podemos aceptar alguna ofrenda, pero no de ese lugar.
Ahora veamos la Epístola de Pablo a los Filipenses para ver su actitud al recibir
ofrendas de los santos allí. Filipenses 4:15-17 dice: “Y sabéis también vosotros, oh
filipenses, que al comienzo del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna
iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos; pues aun
a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades. No es que busque
dádivas, sino que busco fruto que aumente en vuestra cuenta”. Ésta era la actitud
de Pablo. Tal pareciera que los filipenses eran los únicos que le proveyeron.
Cuando él estuvo en Corinto y Tesalónica, fueron los filipenses los que le
suplieron. Él les dijo a los filipenses: “no es que busque dádivas, sino que busco
fruto que aumente en vuestra cuenta”. Él sabía que Dios haría depósitos en la
cuenta de los filipenses por el dinero que ellos habían invertido en él. Dios
tomaría nota del dinero que aportaban los filipenses. Esta es la razón por la cual
él no pedía dinero de ellos. Aquí encontramos a un hombre que tenía una actitud
especial para con los únicos que le proveían. Él no buscaba dádivas, sino fruto
que aumentara en su cuenta. Los macedonios le habían dado ofrendas repetidas
veces, pero los ojos de Pablo no estaban puestos en el dinero. En ocasiones
podemos rechazar algunas dádivas, pero cuando las aceptemos, debemos hablar
como Pablo lo hizo a los filipenses. Debemos orar para que haya fruto que
aumente a su cuenta. Es totalmente incorrecto que los siervos de Dios estén
atados al dinero. Debemos ser librados del dinero.
Sigamos para ver lo que Pablo dijo en el versículo 18: “Pero todo lo he recibido, y
tengo abundancia; estoy lleno”. Éste no era un informe financiero ordinario. Un
informe común generalmente destaca cierta carencia, buscando que otros sean
motivados a dar. Pero a la única iglesia que lo apoyaba, nuestro hermano Pablo le
dijo: “Todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno”. Las palabras de
Pablo raras veces eran repetitivas, pero aquí, él dijo: “todo lo he recibido, y tengo
abundancia; estoy lleno”. Hermanos y hermanas, por favor presten atención a la
actitud de nuestro hermano. Él le dijo a la única iglesia que lo apoyaba que él
estaba lleno, que tenía abundancia y que lo había recibido todo. Él tenía lo
suficiente; su único anhelo era que aquellas dádivas se convirtieran en “un olor
fragante, un sacrificio acepto, agradable a Dios” (v. 18). Aquí vemos a una
persona con un espíritu hermoso. Él no estaba consciente del dinero, éste no lo
afectaba de ninguna forma.
Avancemos al versículo 19, el cual es muy precioso: “Mi Dios, pues, suplirá todo
lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Él estaba
agradecido por su apoyo, pero no perdió su dignidad. Ellos habían ofrecido su
dinero como sacrificio a Dios; este dinero no era para Pablo personalmente y él
no tenía nada que ver con ello. Al mismo tiempo, él los bendijo, diciendo: “Mi
Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria en
Cristo Jesús”. No podemos hacer otra cosa sino decir: “Al Dios y Padre nuestro
sea gloria por los siglos de los siglos. Amen”.
CUATRO
Finalmente, consideremos la actitud de Pablo concerniente a los fondos que la
iglesia puso en sus manos para que los administrara. En 2 Corintios 8:1-4 él
escribió: “Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha
dado en las iglesias de Macedonia; que en grande prueba de tribulación, la
abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su
liberalidad. Pues doy testimonio de que, conforme a sus fuerzas, y aún más allá
de sus fuerzas, por su propia voluntad, con muchos ruegos nos pidieron la gracia
y la participación en la ministración a los santos”. Los hijos de Dios deben ser
estrictos en cuanto al asunto del dinero. Cuando un obrero va a cierto lugar a
laborar para el Señor, ésta debe ser su actitud siempre que toque dinero. Los
hermanos de Macedonia ofrecieron ayuda financiera para los hermanos que
estaban padeciendo hambruna en Jerusalén. Primero, Pablo les informó la
calamidad. Después de que lo oyeron, fueron más allá de su capacidad, pues a
pesar de su profunda pobreza y aflicción cuidaron de los hermanos en Jerusalén.
¿Qué hicieron? Pablo dijo que con muchos ruegos le pidieron la gracia y la
participación en la ministración a los santos. Ésta fue la actitud de los
macedonios al ofrecer ayuda financiera para cubrir las necesidades de los santos.
Ellos deseaban tener parte en esta gracia. No les importaba si ellos mismos
estaban en pobreza y aflicción; aun así deseaban tener parte en esta obra. Fue por
eso que le rogaron a Pablo una y otra vez que recibiera su ayuda. Es decir, Pablo
no les permitió dar la primera vez. Esto muestra una actitud apropiada. Un
obrero del Señor debe no aceptar a la ligera cualquier ofrenda que se le ofrezca,
incluso cuando no está destinada para su propio uso. Es verdad que los hermanos
en Jerusalén estaban pasando necesidad, pero esa no era simplemente una
cuestión de conseguir el dinero y pasarlo a los santos. Los hermanos macedónicos
también estaban en gran necesidad, y Pablo les dijo que tomaran de nuevo sus
ofrendas. No obstante, ellos insistieron una y otra vez, le suplicaron repetidas
veces rogándole mucho que les permitieran participar de esta gracia de
ministrarles a los santos. Ambas partes actuaron maravillosamente bien. Esta es
la manera de proceder que debe tener un cristiano. Por una parte, el oferente
dice: “Aunque sea pobre y esté en necesidad, aun así daré. Aunque esté más allá
de mi capacidad de dar, aun así quiero dar”. Por otra parte, el obrero dice: “Usted
no debe dar”. ¡Esto es hermoso! Finalmente el obrero dice: “Si usted realmente
desea dar, no puedo detenerlo más”. Ésta es la actitud apropiada de un obrero del
Señor. Pablo cuidaba así de los asuntos de la iglesia. Aunque él vio la necesidad
que había en Jerusalén y deseaba ayudar a los hermanos, su actitud era diferente
a la de muchos obreros hoy en día. Él permitió que las iglesias de Macedonia
participaran en la gracia de ministrar para los santos solamente después que le
habían suplicado una y otra vez.
En 2 Corintios 8:16-22 Pablo añadió: “Pero gracias a Dios que pone en el corazón
de Tito la misma solicitud que yo tengo por vosotros. Pues no sólo aceptó el
ruego, sino que también, estando muy solícito, por su propia voluntad partió para
ir a vosotros. Y enviamos juntamente con él al hermano cuya alabanza en el
evangelio se ha difundido por todas las iglesias; y no sólo esto, sino que también
fue elegido por las iglesias como nuestro compañero de viaje en esta gracia, que
nosotros ministramos para gloria del Señor mismo, y para demostrar nuestra
prontitud de ánimo; evitando que nadie halle falta en nosotros en cuanto a la
abundancia que ministramos; pues pensamos de antemano en lo que es honroso,
no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres. Enviamos
también con ellos a nuestro hermano…”. Aquí vemos el arreglo hecho por Pablo
al enviar el dinero a Jerusalén. Él fue muy recto en su procedimiento. Ningún
siervo de Dios debe ser descuidado en cuanto al dinero. ¿Qué dijo Pablo? Él dijo:
“evitando que nadie halle falta en nosotros en cuanto a la abundancia que
ministramos”. Pablo le pidió a uno, dos, tres hermanos que manejaran el dinero;
él mismo no lo manejó. ¿Qué hicieron los tres hermanos? Él dijo: “pues
pensamos de antemano en lo que es honroso, no sólo delante del Señor sino
también delante de los hombres”. En la administración de fondos, la única
manera de evitar problemas es permitir que dos o tres personas se encarguen de
la administración.
Debido a que el dinero es una cuestión tan seria, Pablo, escribiendo a ambos, a
Timoteo y a Tito, les mandó que no permitieran que ninguna persona codiciosa
desempeñara la posición de anciano (1 Ti. 3:3; Tit. 1:7). En 1 Timoteo 3:8 se
estipula lo mismo con respecto al oficio de diácono. Ninguna persona que no
haya vencido el dinero es apta para ser un anciano o un diácono. Un requisito
básico para ser un anciano o un diácono es no codiciar dinero. Debemos tratar
con el dinero de una manera muy sobria. Pedro escribió dando el mismo énfasis
que Pablo cuando dijo: “Pastoread el rebaño de Dios que está entre vosotros … no
por viles ganancias, sino con toda solicitud” (1 P. 5:2). Ninguna persona codiciosa
puede pastorear el rebaño de Dios.
Que el Señor nos conceda Su gracia para tratar íntegramente con el asunto del
dinero. A menos que resolvamos definitivamente el asunto relacionado a la
codicia, tarde o temprano nos encontraremos en dificultades. Si no resolvemos
este asunto de una vez por todas, no podremos ser útiles al Señor, y no podremos
resolver otros asuntos, y ciertamente nos enfrentaremos con problemas en el
camino. De ninguna manera debemos ser influenciados por el dinero. Siempre
que alguna persona nos critique, tenemos que aprender a rechazar sus donativos.
Al mismo tiempo, tenemos que aprender a llevar las cargas de otros. No debemos
cuidar solamente de nuestras propias necesidades y de las necesidades de
nuestros colaboradores, sino también de las necesidades de todos los hermanos y
hermanas. Si podemos manejar el asunto del dinero de una manera apropiada,
habremos logrado un gran avance. Aquellos que no han solucionado el asunto
básico relacionado con el dinero, nunca podrán laborar bien.

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