jueves, 27 de diciembre de 2012


El amor a Cristo es la fuente del servicio cristiano. Poco
haremos por la causa de Cristo si nos movemos impulsados
por el simple sentido de la obligación, o por el conocimiento
de lo que es justo y recto. Antes de que las manos se muevan,
el corazón ha de estar interesado. La excitación puede -galvanizar
las manos del cristiano para una actividad caprichosa
y espasmódica, pero sin amor no se producirá una perseverancia
contínua en el obrar bien ni en la labor misionera.
La enfermera puede desempeñar correctamente sus cuidados
facultativos y atender al enfermo con solicitud; pero aún así,
hay una gran diferencia entre sus cuidados y los que prodigará
la esposa al esposo enfermo, o la madre al hijo que
está en peligro de muerte. Una obra por el sentido de la obligación,
mientras que la otra obra impulsada por el afecto
y el amor; una desempeña su labor por la paga que percibe,
la otra obra según los impulsos del corazón. Y es así también
en lo que respecta al servicio cristiano. Los grandes
obreros de la Iglesia, los que han dirigido avances claves en
el campo misionero y han vuelto el mundo al revés, todos
se han distinguido por un intenso amor hacia Cristo.

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