viernes, 2 de marzo de 2012

Las oraciones de la Biblia


Las oraciones de la Biblia

Las personas que han dejado la impresión más profunda en esta tierra, maldita por el pecado, han sido hombres y mujeres de oración. Podrás ver que la ORACIÓN ha sido un gran poder que ha movido no solo a Dios, sino al hombre. Abraham era un hombre de oración y los ángeles descendían del cielo para hablar con él. La oración de Jacob fue contestada en la maravillosa entrevista de Peniel, que dio por resul­tado tan gran bendición y el que se ablandara el corazón de su hermano Esaú; el niño Samuel nació como respuesta a la oración de Ana; la oración de Elías cerró los cielos durante tres años y seis meses, y cuando oró otra vez los cielos dieron lluvia.
El apóstol Santiago nos dice que el profeta Elías era un hombre «sometido a pasiones semejantes a las nuestras». Estoy agradecido de que estos hombres y mujeres que eran tan poderosos en oración fueran exactamente como nosotros. Corremos el peligro de pensar que estos grandes profetas y varones de anta­ño eran diferentes de nosotros. Sin duda, vivieron en una edad en que había menos conocimientos dispo­nibles, pero estaban sometidos a pasiones semejantes a las nuestras.
Leemos que en otra ocasión Elias hizo descender fuego del cielo en el Monte Carmelo. Los profetas de Baal invocaron a su dios durante mucho tiempo, pero no hubo respuesta. El Dios de Elias escuchó y contestó su oración. Recordemos que el Dios de Elias vive todavía. El profeta fue transportado al cielo, pero su Dios todavía vive; y tenemos el mismo acceso ante Él que tenía Elias. Tenemos la misma autorización de ir a Dios y pedirle fuego del cielo que descienda y con­suma nuestras pasiones y malos deseos; que queme nuestra paja y escoria y deje vislumbrar a Cristo en nosotros.
Eliseo predicó y resucitó un niño muerto. Muchos de nuestros hijos están muertos en sus delitos y peca-dos. Hagamos lo que hizo el profeta: pidamos a Dios que los, resucite como respuesta a nuestras oraciones.
El rey Manases era un hombre malvado y había hecho todo lo que había podido contra el Dios de sus padres; con todo, cuando invocó a Dios en Babilonia, su clamor fue oído y fue sacado de la prisión y puesto sobre el trono de Jerusalén. Sin duda, si Dios escuchó la oración del inicuo Manases, oirá la nuestra en tiem­pos de aflicción. ¿No es éste un tiempo de aflicción para un gran número de nuestros prójimos? ¿No lo es para muchos, cuyos corazones están abrumados? Al ir al trono de la gracia recordemos que DIOS CON­TESTA LA ORACIÓN.
Demos otra mirada, esta vez a Sansón. Sansón oró, y le fue devuelta la fuerza, de modo que al morir, él mismo causó la muerte de más filisteos que los que había matado durante su vida. Este hombre que se había vuelto atrás, este renegado, tuvo otra vez poder con Dios. Si aquellos que se han retractado quieren volver a Dios, verán que Dios contesta prontamente su oración.
Job oró, y fue restaurado. La luz substituyó a la oscuridad y Dios le devolvió su antigua prosperidad, en respuesta a la oración.
Daniel oró a Dios, y vino Gabriel para decirle que era un hombre amado sobremanera por Dios. El mensaje le llegó tres veces desde el cielo como res­puesta a su oración. Le fueron comunicados los secre­tos del cielo, y se le dijo que el Hijo de Dios iba a ser inmolado por los pecados de su pueblo. Vemos tam­bién que Cornelio oró, y Pedro le fue enviado para darle un mensaje por medio del cual él y los suyos iban a ser salvos. Como respuesta a la oración le llegó esta gran bendición a él y a su familia. Pedro estaba en el terrado para orar por la tarde y tuvo esta ma­ravillosa visión del lienzo que descendía del cielo. Fue cuando Cornelio hubo hecho oración sin cesar a Dios que el ángel fue enviado a Pedro.
De modo que en todas las Escrituras hallamos que siempre que la oración de fe llega a Dios, se le da una respuesta. Creo que sería muy interesante seguir a lo largo déla Biblia lo que ha ocurrido cada vez que un hijo de Dios se ha puesto de rodillas invocando su nombre. Sin duda, el estudio reforzaría nuestra fe en alto grado, mostrando cuan maravillosamente Dios ha escuchado y librado a aquellos que le han invocado pidiendo socorro.
Veamos a Pablo y a Silas en la cárcel de Filipos. Mientras cantan y oran, el lugar es sacudido por un temblor y el carcelero se convierte. Posiblemente esta conversión ha hecho más que ninguna otra de las que encontramos registrada en la Biblia para traer a la gente al Reino de Dios. ¡Cuántos han sido bendecidos al buscar respuesta a la pregunta: «¿Qué es menester que yo haga para ser salvo?»! Fue la oración de los dos piadosos varones la que puso al carcelero de rodillas, y le trajo la bendición para él y su familia.
Recordarás cómo Esteban, mientras estaba orando y mirando hacia arriba, vio los cielos abiertos y al Hijo del Hombre a la diestra de Dios; la luz del cielo res­plandeció sobre él. Recuerda, también, cómo brilló el rostro de Moisés cuando descendió del monte; había estado en comunión con Dios, Él hace resplandecer su faz sobre nosotros; y en vez de ser nuestras caras sombrías, resplandecen, porque Dios ha escuchado y contestado nuestras oraciones.

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