miércoles, 3 de abril de 2013



DEMONOLOGÍA

Los demonios son espíritus malos o inmundos (cf. Mr. 1.23 con Mr.
1.32-34; Ap. 16.13-16), y son ángeles caídos, siervos de Satanás (Mt.
12.26-27; 25.41). El diablo es uno solo, pero es enorme el número de
demonios que sirven al diablo y hacen que su poder sea prácticamente
universal. Un endemoniado (Mr. 5.1-20) es una persona cuya personalidad
ha sido invadida por uno o más demonios, los cuales pueden, por
propia voluntad, hablar o actuar por intermedio de su víctima humana.
Una cantidad de tales víctimas de Satanás fueron liberadas por el
Siervo (véase "Expulsión de demonios", a continuación). El poder de
Dios, actuando en forma ilimitada por medio de la humanidad inmaculada
del Siervo, desafió al mundo sobrenatural del mal, y explica el
estallido de lo demoníaco en tiempos del ministerio terrenal del Señor.
Desde la caída, y a lo largo de todas las épocas de la historia, es evidente
la realidad y la personalidad de los demonios. Tal el caso de
Saúl y la médium espiritista de Endor (1 S. 28.7-20); el caso de la
antigua idolatría en la que el móvil lo constituía lo demoníaco (Sal. 106.
36-37; 1 Co. 10.20); en la antigua práctica de la adivinación y la magia,
y en la antigua necromancia y el moderno espiritismo.
Los demonios pueden trastornar el juicio y el cuerpo (Mt. 12.22;
17.15-18; Lc. 13.16). Saben de la deidad y del señorío de Cristo en el
mundo del espíritu (Mt. 8.31-32; Mr. 1.24; Hch. 19.15; Stg. 2.19), y
saben muy bien cuál es su propio destino (Mt. 8.31-32; Lc. 8.31). Tienen
una notable ingerencia en el gobierno del sistema mundial satánico
(Dn. 10.13; Ef. 6.12); en el fomento del engaño y la falsa doctrina (1
Ti.4.1-3), y en la oposición a los planes de Dios, y al pueblo de Dios
(Ef. 6.12; Jn. 4.1-6). Los demonios se dividen en dos clases: (1) los
que se encuentran en libertad, y (2) los que están presos. Estos últimos
serán liberados como parte de los juicios sobre los malvados en la gran
tribulación (Ap. 9.1-21; 16.13-16). El creyente tiene el recurso de la
oración para ejercerlo en contra de Satanás y los demonios (Ef. 6.10-
20). Véase también comentarios sobre "Demonología" en Lc. 11.14-28.

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