martes, 17 de julio de 2012

Detecte la apostasia

Detecte la apostasia



Diecisiete señales
DE LA GRAN APOSTASIA
de los últimos días
Este es un tema que muy poco se trata en la iglesia
contemporánea. Los predicadores entusiastas, neopentecostales,
carismáticos, y MUCHOS pentecostales,
principalmente los evangelistas que recorren las iglesias,
hablan de grandes avivamientos que ocurrirán
precediendo la segunda venida del Señor. César
Castellanos afirma que:
“Hemos recibido la Palabra en el sentido de que en
los años venideros habrá gente hambrienta por
conocer el mensaje de salvación, millones y
millones correrán por las calles demostrando su
deseo de saber de Cristo…” 1
También afirma con tonos enajenantes:
“Las congregaciones de tipo parroquial en las que
no hay más de 200 personas no estarán en el
modelo porque cada iglesia será de mínimo cien
mil miembros, con un pastorado especializado
coordinado a través del modelo de los doce
impactando a toda una ciudad o a toda una
nación.” 2
Los proponentes de la “Teología de la
Reconstrucción” o “El Reino ya”, que es prima hermana
de las enseñanzas de Castellanos, afirma que Cristo no
vendrá hasta que la Iglesia haya conquistado el mundo
por medio de la conversión de todas las gentes.
Pero, el Nuevo Testamento no habla de grandes
avivamientos anticipando la segunda venida de Cristo,
sino de una gran apostasía. Con respecto a la segunda
venida de nuestro Señor y nuestra reunión con El, el
apóstol Pablo escribió: “Nadie os engañe en ninguna
manera; porque no vendrá sin que antes venga la
apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de
perdición” (2 Tesalonicenses 2:1-3). A Timoteo, el
mismo apóstol le escribió: “Pero el Espíritu dice
claramente que en los postreros tiempos algunos
1 César Castellanos, Sueña y ganarás el mundo, G12 Editores, Miami,
2003, p.201.
Ibid., p.200.
apostatarán de la fe escuchando a espíritus engañadores
y a doctrinas de demonios” (1 Timoteo 4:1), y ya antes
le había dicho: “También debes saber esto: que en los
postreros días vendrán tiempos peligrosos” (2 Timoteo
3:1).
La apostasía en La Biblia, tanto en el Antiguo como
en el Nuevo Testamentos, se caracteriza por lo siguiente:
Uno: El abandono de la fe, a fin de seguir lo que el
mundo ofrece. El apóstol Pablo dijo de Demas: “Porque
Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha
ido…” (2 Timoteo 4:10). Por lo tanto, la apostasía es un
abandono intencional de la fe cristiana, por considerar
que el mundo con sus atractivos es superior. El apóstata
hace una comparación entre la Iglesia y el mundo, Cristo
y el diablo, el cielo y el infierno, la santidad y el placer,
y se decide por el mundo, el diablo, el infierno y el
placer. Este fue el caso no sólo de Demás, sino de Israel
en el Antiguo Testamento con sus muchas apostasías.
Dos: Por la revoltura que se hace de la fe cristiana
con las costumbres, creencias y estilos que predominan
en el mundo: es decir, es una mezcla de ambos para
generar una religión híbrida. Este es el tipo de apostasía
más peligroso. Etimológicamente, apostasía entre los
antiguos griegos quería decir: “Salirse del camino,
continuar caminando paralelamente al camino real
pensando que se transita por él, pero arribando a un
destino distinto.” “Apostasía” es un término alarmante
que los eruditos y hombres genuinos de Dios están
sonando con sus trompetas para despertar a la iglesia.
Pero, gracias a todas las drogas soporíferas que la iglesia
ha venido consumiendo con extraordinario deleite, no se
le puede despertar de su profundo letargo. Y si es que no
lo sabemos, “letargo” (griego, λήθαργος) no es una
siesta vespertina, sino “el síntoma de varias
enfermedades nerviosas, infecciosas o tóxicas,
caracterizado por un estado de somnolencia profunda y
prolongada.” Muchos transitan por un camino religioso,
se divierten en él, se sienten realizados, son entretenidos
con repertorios carentes de sentido y contenido bíblico,
“Apostasía” es un término alarmante
que los eruditos y hombres genuinos de Dios están
sonando con sus trompetas para despertar a la iglesia.
Pero, gracias a todas las drogas soporíferas que la iglesia
ha venido consumiendo con extraordinario deleite, no se
le puede despertar de su profundo letargo. Y si es que no
lo sabemos, “letargo” (griego, λήθαργος) no es una
siesta vespertina, sino “el síntoma de varias
enfermedades nerviosas, infecciosas o tóxicas,
caracterizado por un estado de somnolencia profunda y
prolongada.” Muchos transitan por un camino religioso,
se divierten en él, se sienten realizados, son entretenidos
con repertorios carentes de sentido y contenido bíblico,
asisten a iglesias donde los pastores tienen la diabólica
habilidad de hacer que todos se sientan bien con sus
bufonadas. Pero, no transitan por el camino real que es
Cristo, sino por el paralelo que les lleva a un destino de
condenación.
 Joel Osteen, pastor de la mega iglesia de Houston,
Texas, que heredó de su padre (porque ahora las iglesias
son propiedad de los pastores y cuando ellos se retiran
instalan a sus hijos aunque no valgan un sorbete),
prometió solemnemente a su congregación que “nunca
en la vida usará en sus mensajes la palabra ‘pecado’.”
De esta manera, todo el que asista a su iglesia se sentirá
bien cómodo en el aglutinamientos de anatomías que
ahora se denominan “iglesia”.
Las evidencias de que la iglesia cruza por un
momento de clara apostasía son muchas, entre ellas:
 La vida frívola de los cristianos.
 La insensibilidad hacia la santidad de Dios.
 La naturalidad con que se practica el pecado.
 La introducción en la iglesia de cuanto estilo de
adoración extravagante y ridículo que va
surgiendo.
 El desprecio declarado hacia la sana doctrina.
 Desprecio a la instrucción. De ahí, la eliminación
de la Escuela Dominical.
 La marcada indiferencia hacia la Palabra de Dios.
 El materialismo de las iglesias, ministros y
miembros.
 Las competencias para ver quién tiene la iglesia
más grande.
 El número alarmante de ministros que caen en
adulterio, que se divorcian, y que siguen
inamovibles en sus púlpitos.
 El concepto tan bajo que el mundo secular tiene
de las iglesias, de los ministros y de los
cristianos.
 Los estilos de adoración sensuales de parte de
músicos, vocalistas y cantantes nómadas.
 El protagonismo y señorío que muchos pastores
tienen sobre las iglesias.
 El nepotismo que hace de las iglesias una
empresa familiar.
 La facilidad con que las personas se hacen
cristianas, se bautizan y se hacen miembros de
las iglesias.
 La sustitución de la Biblia por la psicología.
 La politiquería, el caciquismo pueblerino, el
apadrinamiento, y la burocracia que distinguen a
tantas personas que ostentan cargos eclesiásticos.
Quien tenga verdaderamente sensibilidad y
discernimiento del Espíritu Santo sabe perfectamente
bien que esta es la realidad de la iglesia contemporánea.
Lo que nos corresponde hacer, es lo que dice la Biblia:
 Humillarnos
 Arrepentirnos de todo corazón
 Regresar a la Biblia
 Abandonar todo lo que no se encuentra en la
Biblia
 Procurar ser como la iglesia del libro de Los
Hechos.

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