HUÉRFANOS EMOCIONALES Y ESPIRITUALES
El gran escritor ruso León Tolstoi
perdió a su madre cuando
él era muy joven. Sin
embargo, a los ochenta escribió un tardío
lamento en su diario:
"Sí, sí, mi mamá, a quien nunca pude
llamar así porque no sabía
hablar cuando murió. Ella es mi
imagen sublime del amor; no
el amor divino, frío, sino el cálido
amor terrenal, maternal ...
¡Mamá, abrázame, a mí, bebé! ...
Esta es una locura, pero es
la verdad."2
Los padres simbolizan el anhelo
de amor, afecto, pertenencia, y valor sentido intensamente por los huérfanos.
Bertrand
Russell, el célebre filósofo,
perdió a ambos padres a una edad
temprana. La experiencia de
ser huérfano alimentó una de las
grandes pasiones de su vida: "el
anhelo de amor".3
Los huérfanos nos dan un
retrato simbólico del hombre en
necesidad. Quizás eso es lo
que llevó al escritor Saul Bellow a
decir: "Todo el mundo
nace para ser huérfano."
Ni usted ni yo necesitamos
ser huérfanos para conocer el
deseo de tener una familia
"perfecta" con el padre y la madre
"ideales". Muchos
que nunca fueron abandonados o perdieron
a sus padres terrenales son
huérfanos emocionales y
espirituales, en busca de
alguien que les brinde amor, per-
tenencia, valor y seguridad.
Los que hemos encontrado a Cristo,
o que fuimos encontrados por
Él, estamos igualmente
necesitados. Muchos hijos e
hijas adoptados en la familia de
Dios permanecen huérfanos
emocional y espiritualmente por-
que no logran conocer el
solaz paternal y maternal de su Padre
celestial.
Noreen, que compartió
largamente sus pensamientos con-
migo, me ha dado permiso para
contar parte de su historia:
Me sentía como si realmente
no tuviera padres. Con
mi padre enojado y
sexualmente abusivo y mi madre
pasiva y desprovista de
afecto, crecí emocionalmente
privada y hambrienta de
atención. Sabía que otras
familias eran más
"normales". Veía la televisión y soñaba
con tener padres como Ozzie y
Harriet Nelson o
Donna Reed, sabe, las
familias ideales. Hoy, veo a mi
hijita y veo lo graciosa y
alegre que es y recuerdo que de
niña yo me sentía tan fea y
falta de gracia. Me sorprende
no haber terminado por ser
una prostituta callejera.
Pero Dios estaba velando por
mí en forma especial.
Recibí de mis maestros la
atención y la aprobación que
necesitaba, yeso me ayudó
mucho. Recuerdo caer dormida
por las noches preguntándome
si algún día alguien me amaría y pensaría que era bonita.
La historia de Noreen no es
rara; es la experiencia de
muchos. Nos recuerda las
implorantes necesidades internas.
También muestra, como
veremos, que Dios es fiel. Las palabras
de nuestro Salvador llegan al
corazón cuando dice: "No os
dejaré huérfanos; vendré a
vosotros" (Juan 14:18). No dijo estas
palabras a "niños"
literales. Las dijo a hombres grandes con
temores y ansiedades y un
sentido de estar perdidos visible-
mente escrito en sus caras.
Jesús hablaba a sus discípulos en
su última noche juntos cuando
hizo esta promesa. El sentido
recto de la palabra que
empleó es literalmente el equivalente
de nuestra palabra huérfanos
(la palabra en griego es or-
phanos). Jesús sabía que el
trauma emocional asociado con la
orfandad era particularmente
descriptivo de las necesidades
espirituales de sus
discípulos en ese momento y de hombres y
mujeres hoy, siglos más
tarde. Es esta necesidad que Dios el
Padre se propone suplir por
medio de Cristo, quien promete
enviarnos al
"Consolador" (Juan 14:16), el Espíritu Santo, para
morar adentro y para dar
testimonio perpetuo de la presencia
de Dios y nuestra condición
de hijos.
La gran promesa de la venida
del Mesías en Isaías 9:6 nos
da una magnífica descripción
de varios aspectos del carácter de
Dios: "Admirable,
Consejero, Dios fuerte, Padre eterno,
Príncipe de paz." Dios
no es Padre que abandone, que nos falle,
que esté fríamente distante.
Nuestro Dios es un Padre eterno.
No es un papel que adopte
periódicamente; es su naturaleza.
Cuando Jesús enseñó a sus
discípulos a orar, les enseñó a
dirigirse a Dios como
"Padre".
A menudo es significativo lo
que no se nos dice que hagamos.
Jesús pudo habernos enseñado
a llamar a Dios por un título
descriptivo de otros aspectos
de su carácter. Pudo habernos
enseñado a dirigirnos a Él
como "Salvador nuestro" (como Pablo
en 1 Timoteo 1:1; 2:3),
expresando el gran plan de Dios para la46 El padre que nunca conocí
redención. Pudo habernos
enseñado a llamar a Dios como
"Todopoderoso",
enfatizando el poder de Dios. O con cualquiera
de los títulos del Antiguo
Testamento: el Santo de Israel, el Dios
Altísimo, el Señor de las
ejércitos, el Señor Dios, o Jehová. Pero
Jesús les dio a ellos y a
nosotros una forma más personal, más
relacional para dirigirnos al
Señor Dios Todopoderoso: "Padre".
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