Wesley creyó, amó y obedeció
De estructura física delgada pero con músculos de hierro, Wesley cubrió
en su tarea evangelizadora alrededor de cuatrocientos mil kilómetros,
una distancia semejante a 10 vueltas alrededor del globo terráqueo.
Trescientos ocho años después de su nacimiento, John Wesley está
vigente. Consagró su vida a Dios desde su niñez. Predicó sin desmayo la
Palabra del Señor. Ejemplar pastor y teólogo inglés, sentó las bases de
una forma de difundir el Evangelio.
La biografía de John Wesley, el varón de Jesucristo que originó un gran
movimiento de renovación espiritual a mediados del siglo XVIII, no
empezó el 17 de junio de 1703 –la fecha de su nacimiento-, comenzó mucho
tiempo antes. Dios, por generaciones, preparó a dos familias de
profundas convicciones evangélicas para ser los antepasados del hombre
que cambió la historia religiosa del Reino Unido y marcó un antes y un
después en el cristianismo mundial. Wesley fue el decimoquinto hijo de
Samuel y Susana Wesley, ambos descendientes de dos estirpes consagradas a
la fe en Cristo, y a lo largo de sus 87 años de vida se transformó en
el predicar más prolífico y fecundo del Señor.
En sus primeros años de vida, Wesley, nacido en Epworth, Inglaterra,
fue testigo de los diversos problemas sociales, políticos y religiosos
que asolaron por aquel tiempo a Gran Bretaña. Así la gente que vivía
cerca de su casa fue hostil con su familia debido a sus creencias y
varias veces atacó su ganado, cosechas y hasta la misma casa de John.
Cuando él tenía 6 años, aconteció un suceso donde la presencia del
Altísimo se hizo evidente. Una noche el hogar de los Wesley fue
incendiado. La familia escapó, pero John se había quedado durmiendo.
Empero, fue salvado a último minuto gracias a la valentía de algunos
vecinos. Esta experiencia quedó profundamente grabada en su memoria.
Aquella noche sintió que Dios le salvó la vida con algún propósito
especial.
A la edad de 10 años, luego de nutrirse con la fe sus progenitores,
ingresó al Colegio de Charterhouse en Londres. Allí estudió lenguas
clásicas, matemáticas y ciencias y se formó como un hombre de bien.
Inmediatamente después pasó a la universidad de Oxford y mientras vivía
una existencia disciplinada y austera, comenzó a reunirse con su hermano
Charles y un grupo de otros profesores y estudiantes para orar y
cultivar la lectura de la Biblia y hacer obras sociales siguiendo el
ejemplo de Jesús. Ellos visitaban la cárcel, ayudaban a familias pobres y
comenzaron una pequeña escuela. George Whitefield, otro gran
evangelista de la época moderna, también fue miembro de este grupo al
que se le llamó el “Club Santo”.
ENCUENTRO CON LUTERO
En octubre de 1735, John Wesley y su hermano Charles viajaron a
América. John fue a servir como misionero en la ciudad de Savannah,
parte de la colonia inglesa de Georgia, en tanto que Charles fue a
desempeñar el cargo de secretario del fundador y gobernador de este
territorio, el general James Edward Oglethorpe. En su primera misión
religiosa, John hizo planes para celebrar servicios, visitó cada hogar y
estableció una escuela para los hijos de los colonos. Además trató de
enseñar a los indígenas, pero descubrió que los indios americanos tenían
poco interés en escuchar la Palabra de Jesucristo de los hombres
blancos, lo cual limitó su labor. Luego, tras dos años de muchas pruebas
y frustraciones, regresó a Inglaterra.
Ya en Gran Bretaña, la noche del 24 de mayo de 1738, al escuchar la
lectura de un comentario escrito por el reformador Martín Lutero, en un
culto de oración, la vida de John Wesley cambió para siempre. Alguna vez
afirmó: “sentí que mi corazón fue extrañamente conmovido, que confiaba
en Cristo, y en Él únicamente para mi salvación, y me fue otorgada una
certeza a mí de que Él había llevado y quitado mis pecados; sí, los
míos, y que me había salvado a mí de la ley del pecado y la muerte”.
Entonces empezó su ministerio. Recorrió toda Inglaterra y predicó sin
descanso, las buenas nuevas del Altísimo. De esa manera, en vísperas de
cumplir treinta y cinco años, inauguró el gran avivamiento evangélico
del siglo XVIII.
De estructura física delgada pero con músculos de hierro, Wesley cubrió
en su tarea evangelizadora alrededor de cuatrocientos mil kilómetros,
una distancia semejante a 10 vueltas alrededor del globo terráqueo, la
mayor parte a caballo. Bajo lluvias torrenciales, en los inclementes
inviernos británicos con nieve y escarcha, siempre se mantuvo firme en
la responsabilidad encomendada por el Creador. Sus biógrafos coinciden
en que predicó además un estimado de cuarenta mil sermones y que podía
recorrer cincuenta kilómetros a pie en un día o viajar a caballo hasta
ciento treinta, sin descanso alguno. También apuntan que siempre
despertó el interés del pueblo inglés y que llegó a reunir alguna vez a
más de veinte mil personas.
John fue un hombre muy disciplinado. Planeó estrictamente las horas de
cada día de su existencia y vivió un estilo de vida muy sencillo y
austero. Asimismo, debido a su predilección por la literatura, redactó
un estimado de 3,000 escritos sobre temas tan variados como teología,
ciencia, lógica, medicina y música. Lo hizo, con la gracia de Dios, en
tiempos complicados para el cristianismo y sin secretaria, máquina de
escribir o computadora personal. Del mismo modo, escribió muchos libros
devocionales que distribuyó entre sus seguidores y que debido a su gran
éxito lo obligó a establecer su propia casa editora. Igualmente, el
ministerio de Wesley no se limitó a Inglaterra. También se extendió por
Irlanda.
LOS ÚLTIMOS AÑOS
Tocado por el Espíritu Santo, Wesley en todo momento mostró un interés
particular en la niñez y en la juventud. Nunca se cansó de decirles a
ellos, así como también a los adultos, que lo que debían hacer era
“creer, amar y obedecer”. En ese contexto, el hijo de Samuel y Susana
Wesley fundó el 24 de junio de 1748, en la ciudad de Kingswood, una
escuela para la instrucción elemental de los niños y niñas desamparados
del Reino Unido. En este espacio educativo popular, en sus orígenes, se
enseñó diversas disciplinas seculares del saber humano, pero
principalmente la Palabra de Dios. De igual forma, se encargó de proveer
amparo a los necesitados y también construyó un dispensario médico a
favor de los indigentes.
El 2 de marzo de 1791, a la edad de ochenta y ocho años, John Wesley
culminó su paso por la tierra. Ese día Dios se llevó a su presencia a
este hombre, santo y consagrado, quien en su lecho de muerte dijo: “lo
mejor de todo es que Dios está con nosotros”. Su funeral, según su
deseo, fue sencillo y uno de su biógrafos, William Henry Fitchett,
describió que fue “llevado por seis hombres pobres, y dejó atrás nada
más que una buena biblioteca, una toga muy gastada y una reputación muy
amplia”. De este modo, acabó la vida del hombre más influyente de su
tiempo, en el mundo de habla inglesa, que pregonaba que la tierra era su
templo. Sin embargo, lo que él empezó se ha mantenido en pie por medio
de los millones de seguidores del Rey de Reyes durante más de doscientos
años.