EN BUSCA DE UN PADRE IDEAL UN ANHELO SECRETO
No hay huérfano más
abandonado
que el niño excluido
del amor
de un padre con
vida.
Carlos
Dickens,
En ti el huérfano
alcanzará
misericordia.
El
profeta Oseas (Oseas 14:3)
Lancé frustrado el martillo y
salí intempestivamente de
la casa. Estaba enojado con
mi papá. Eso hace casi
treinta años, pero la escena me
volvió como un relámpago hace
poco.
Tenía doce años, tal vez
trece. Ayudaba a mi padre a clavar
tablones machihembrados para
el piso en nuestro desván sin
terminar. Debíamos tener
cuidado de no doblar los clavos o
mellar la costosa madera.
Pensé que podía hacerlo bien, pero la
madera estaba dura y los
clavos especiales se me doblaban
fácilmente; no a mi padre. Él
era un buen artesano y procuraba
que yo hiciera un buen
trabajo. Yo lo intentaba, pero sin éxito.
El desván estaba caliente y
sofocante. Papá se alteraba con
cada error que yo cometía, y
comencé a irritarme con él y
conmigo mismo. Doblé un clavo
más, mi padre se enojó otra vez;
yo había tenido suficiente.
Que hiciera el trabajo él solo porque
era obvio que yo no lo hacía
lo bastante bien para satisfacerlo.
Tiré el martillo, hice un
comentario airado, y estuve fuera de
la casa toda la tarde.
Fue un pequeño momento,
fácilmente olvidado ... o sería?
A veces pequeños momentos
como ése se graban en el subconsciente. No son indicios de toda una relación,
pero muestran un patrón recurrente en la persona. Con la destreza de mi padre
y mi perfeccionismo
adolescente, había de armarse una bronca
ese día en el desván.
Cuando cumplí dieciocho años,
salí del hogar para alistarme
en la Fuerza Aérea de los
Estados Unidos y nunca regresé para
vivir en la casa paterna. La
muerte de mi padre cuando tenía
veinticinco años dejó algo
inconcluso y sin desarrollar en mí.
No se trataba de nada que
hubiera dicho o implicado, sino que
murió antes que yo sintiera
haberme probado ante él. Desde
entonces me he dado cuenta de
que pasé muchos años tratando
de probarme a dos padres: mi
padre terrenal y Dios, mi Padre
celestial. Como cristiano
pasé años creyendo que no era lo
bastante bueno para Dios.
Ahora soy padre. Una tarde,
mientras trabajaba en el garaje
con mis dos hijos de once
años, sucedió algo extraño. Trabajaba
en una estructura de madera
para un proyecto de la iglesia y
'mis dos hijos querían
ayudar. Yo sabía que solo podía hacer el
trabajo más rápida y
fácilmente, pero decidí permitirles que
clavaran algunos clavos. No
pasó mucho tiempo para darme
cuenta de que no lo estaban
haciendo muy bien. Los clavos se
doblaban, produciendo más
trabajo para mí. Se me agotó el
tiempo y la paciencia, y dejé
que mi irritación se manifestara
con pequeños comentarios
acerca de su falta de destreza para
hacer el trabajo
correctamente. No les dije que se fueran, pero
debieron de percibirlo
indirectamente.
Después que se fueron a jugar
con sus amigos, me di cuenta
de lo que había hecho. Mi
perfeccionismo y mi impaciencia se
habían aprovechado de mí. Me
preguntaba si yo era culpable
de parecer como un padre que
pensaba que ellos nunca harían
un trabajo lo bastante bueno.
Sacudí la cabeza, recordando
otros clavos doblados en un
caluroso día de verano en el desván
de mi padre.
Gran parte de nuestra vida
gira alrededor de algunos temas y
anhelos comunes en todos
nosotros. Sea ganar la aprobación, ser
aceptados, estar satisfecho
consigo mismo, o encontrar un lugar
de función, los temas y
anhelos de nuestra vida los imponen
nuestra personalidad, nuestra
familia, nuestros padres y
nuestros amigos, la escuela y
la iglesia. La mayoría no reconoce
la aparición de estos anhelos
hasta que los temas de la vida ya
están profundamente
inculcados. A veces los anhelos reales de la
vida yacen sumergidos bajo
mantos de actividad legítima pero
mal dirigida. Y muchos no se
dan cuenta de hasta dónde se
quedan su padre y su madre
con ellos aún después que aquéllos
se han ido de la casa o que
éstos se hayan ido de esta tierra.
La muerte de mi padre dejó
algo inconcluso en mí, algo sin
resolver. Me hizo percibir la
necesidad tan grande que tenía de
un padre. Por último, me
llevó a una apreciación más clara de
mi Padre celestial. Pero ha
sido todo un proceso.
Muchos de los que leen esto
han sentido el rechazo de su
padre o madre terrenal en una
forma u otra. Quizá por eso les
sea difícil creer que Dios sea
digno de confianza que Él los
acepta y los ama. Quizás eso
les estorbe para ver la rica
bendición que hay en la
verdad que Dios es su Padre.
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