2da. PARTE
CARTA DE PAPA A LOS MUCHACHOS
Gabriel
Y Natán Pearl,
En cuanto nazca su primer hijo, inicien su papel
como padres.
Releven a su cansada esposa por un par de horas,
tomando al bebé y atendiendo a todas sus necesidades. Cuando estén leyendo o
descansando, acuesten al bebé en su regazo. Cuando ustedes tenían apenas unos
cuantos días de nacidos, yo los recostaba en mi pecho para que pasaran una
noche inquieta. Llegué a acostumbrarme de tal manera que podía dormir
profundamente con uno de ustedes en mi pecho. Su madre exhausta necesitaba un
pequeño descanso.
Cuando yo era recién casado, esperaba que mi esposa
fuera una súper mujer. Pronto comprendí que si iba a soportar varios partos más
y con buen ánimo, iba a necesitar mucho apoyo. Traten a su esposa como a una
delicada flor y ella tendrá energías para ser una madre más dadivosa.
Estoy consciente de que ustedes, hijos, no necesitan
dormir mucho.
Sin embargo, si cada dos o tres años fueran
sujetados a una cirugía mayor, se les extrajera un tumor de 12 kilos, y le
tuvieran que prestar su cuerpo a un lechero, también requerirían más descanso.
Permitan que su esposa duerma un poco más que ustedes, y ella será mucho más
eficiente.
A pesar de que yo pasé mucho tiempo con ustedes
cuando eran pequeños, siempre le dije a su mamá: "Son tuyos hasta que
puedan
seguirme afuera, luego serán míos." Lleven a
sus pequeños con ustedes a muchas aventuras. Exploren y descubran nuevamente
todo el mundo con cada uno. Yo los llevaba a la cacería de conejos en un
"canguro." Mis perros cazadores estaban tan condicionados que cada
vez que veían el canguro creían que íbamos de cacería. Creo que le dio gusto a
Rebekah cuando llegó
Gabriel y la desplazó del canguro.
Denles muchas cosas para que sus hijos ejerciten su
creatividad: cajas de cartón, dados de madera, aserrín, arena, palos, martillos
y clavos.
Eviten los juguetes comprados en la tienda porque
éstos apagan la creatividad de los niños, limitando su imaginación.
Un principio importante que hay que recordar es que
mientras más tiempo inviertan haciendo cosas juntos, menos problemas de
disciplina tendrán. El hijo que adora a su padre deseará agradarle en todo lo
que haga.
Un hijo no se puede rebelar contra su mejor amigo .
Cuando tengan edad para ver las imágenes en un libro, pasen tiempo dándole
vueltas a las páginas con ellos. Cuando tengan edad para entender, empiecen a
leerles o contarles historias bíblicas. En el transcurso del día, en forma
natural, platíquenles acerca de nuestro Padre celestial. Examinen juntos la
naturaleza como una
creación sabia de un Dios magnificente.
No aplacen el momento para actuar como padres. Cada
día que ellos crezcan sin ustedes serán como una mata, de tomate que crece sin
guía. Se extiende sin rumbo. Salen las hierbas donde no se pueden sacar. Los
tomates se darán sobre el suelo donde se pudrirán.
El padre que está "presente," siempre
involucrado en la vida de su hijo, conocerá su pulso. Si elogian y premian la
conducta deseada, habrá muy poca conducta indeseable. Estarán pronunciando
cincuenta palabras de aliento por cada reprensión.
Pero, no sean víctimas del sustituto sicológico moderno:
descuidar al niño y luego entrar corriendo a decirle algo positivo. Es
artificial y es lisonja. Los comentarios positivos que no son merecidos por
esfuerzos legítimos, son destructivos. El niño debe saber que se ha ganado cada
elogio que reciba. Los elogios que no se basan en esfuerzos meritorios son tan
injustos como el castigo administrado sin provocación. Enseñará una mentira en
el sentido de que invierte la realidad. No existe ningún sustituto
para una presencia real y auténtica. Si tu hijo no
está haciendo nada digno de elogio, tómalo de la mano y permite que camine
contigo hasta que sí haga algo digno. Los niños abandonados se convierten en
niños rechazados.
El niño necesita a su padre como una planta necesita
la luz para crecer sano.
No basta la luz del relámpago o el destello. Se
requiere la iluminación estable y permanente de la presencia del padre .
Por ningún motivo dejen la enseñanza espiritual
únicamente en manos de la madre (por muy bien que lo pueda hacer), porque los
niños crecerán pensando que la religión es cosa de mujeres. Ustedes acuesten a
los hijos en la noche y lean y oren con ellos.
A medida que vayan creciendo sus muchachos, aseguren
que no estén demasiado encerrados con los estudios. Para cuando cumplan doce o
trece años deben haber terminado con su escuela estructurada y deben estar
involucrados en un oficio con ustedes. Sigan exponiéndolos a conceptos e ideas;
pero sobre todo, provean problemas de la vida real que ellos deban
resolver-reparación de bicicletas, motor pequeño o aparato doméstico.
Toda clase de construcción y mantenimiento
constituye entrenamiento esencial.
El concepto que pretenden comunicar es el de
independencia y confianza. El joven que sabe hacerlo, repararlo, construirlo,
intentará cosas nuevas con la confianza de lograrlas. La confianza en el
trabajo se traducirá en éxito en la educación.
Recuerden al joven mennonita de 27 años, con su
primer auto, que partía para ir a la universidad en una ciudad distante,
dejando todo lo que le era familiar, enfrentando retos que nunca antes había
contemplado. Yo tenía mis dudas respecto a su capacidad para triunfar en ese
nuevo ambiente. No contaba con ninguna de las destrezas necesarias. Su nivel
educativo era equivalente al de un niño de sexto grado.
Cuando intenté advertirle respecto a las
dificultades que le esperaban, dijo: "Siempre he logrado todo lo que he
intentado, podré hacer esto también."
No resultó fácil para él, pero obtuvo un promedio de 90% en le primer
semestre. Fuera en las cosas manuales o en las cosas intelectuales, había
aprendido a triunfar.
Si le imponen a un niño pequeño una carga de estudio
tal que lo haga sentirse incapaz, le estarán inculcando el principio del
fracaso. Primero enseñen a sus hijos a trabajar con las manos, y la educación
de su mente se producirá con mayor facilidad. No dejen a sus hijos varones en
casa con mamá y las niñas en clase. Ellos deben andar afuera con los hombres.
Hijos, ayuden a sus esposas a entender entrenamiento
y disciplina. No den por hecho que ellas automáticamente están preparadas para
ser madres. Algunas madres no tienen el valor necesario para disciplinar. Les
dirán a los niños: "Ya verás cuando llegue tu papá. Él te va a
pegar." Cuando ustedes entren a la casa, desearán que los hijos vengan a
subirse a sus piernas y jalarles los brazos, y no que se escondan en un rincón.
Tres horas de estar temiendo la llegada de Papá es una programación
devastadora. Hagan que
su esposa aplique su propia disciplina.
Verifiquen su propio equilibrio, preguntándose:
"¿Mis hijos me ven como un severo disciplinado o como un alegre y
maravilloso compañero y guía?" Sus juicios v castigos deben perderse entre
muchas horas de alegre compañerismo .
Por último, a medida que sus hijos crezcan, permitan
que ellos sientan parte de las luchas de la vida. No ostenten tanto
"éxito" como para proveerles todo lo que puedan necesitar o desear.
Si descubren que todo se está dando con demasiada facilidad, regálenlo todo y
comiencen de nuevo bajo circunstancias más difíciles.
La vida sin luchas no provee la satisfacción de
tener triunfos. Si pierden sus zapatos, permitan que se queden descalzos hasta
que ganen dinero para comprar otros. Aseguren que no cuenten con toda clase de
manjares exquisitos para comer. Permite que aprendan a contentarse con
privaciones.
No permitan que entren a la casa los alimentos
chatarra ni el azúcar. Si nunca los prueban, no los desearán. Si comer entre
las horas de alimento impide que coman verdadera comida (carne, papas,
verduras, ensaladas, etc.), entonces no
les permitan comer sino en las horas de comida.
Existen algunos sabores o texturas por las que
sentimos rechazo.
Permitan que cada niño tenga una o dos aversiones;
pero aseguren, que sus preferencias no sean demasiado limitadas. Si a un niño
no le gusta lo que hay en la mesa, dejen que se quede sin comer hasta la
siguiente comida. Un poco de ayuno es buen entrenamiento. Si tuvieran un niño
que es especialmente mañoso y come muy poco, entonces denle principalmente lo
que no
le gusta hasta que aprenda a disfrutarlo.
Olvídense de comprarles juguetes. Algunos juguetes
funcionales son deseables, como un camión metálico para los niños o un triciclo
o bicicleta para los mayores. Es benéfico para las niñas jugar con loza de
juguete y muñecas bebés (que se parezcan a bebés de verdad). Solamente no
cultiven sus inclinaciones ambiciosas enseñándoles a esperar que les concedan
todos
sus gustos.
Nunca cedan a la presión de las modas. El cristiano
debe tener la dignidad suficiente como para no dejarse llevar por los
publicistas de Madison Avenue. Su calzado, ropa y cereales deben ser
seleccionados por
su utilidad, no por el estilo.
Hollywood no es para los hijos de Dios. No permitan
que entre en sus hogares la propaganda subversiva, insensata tipo Plaza Sésamo.
La mentalidad de sus hijos debe ser moldeada por la Palabra de Dios y el
ejemplo cristiano, no por los pervertidos sexuales y socialistas. Si quieren
destruir a su familia, consíganse una buena televisión y videocasetera para que
les hagan compañía a sus hijos.
La familia cristiana es una madre y un padre con sus
hijos, todos viviendo, riendo, amando, trabajando, jugando, luchando y logrando
cosas juntos para la gloria de Dios.
Necesitan
tener una visión más grande que lo temporal y terrenal.
No están preparando a sus hijos para el tiempo, sino
para la eternidad. Adán engendró un hijo a su semejanza. Ustedes engendrarán
hijos e hijas a semejanza de ustedes. Toda empresa terrenal debe contemplar la
eternidad. Así como sus hijos llevarán la imagen de sus padres terrenales,
deben llegar a llevar la imagen del Padre Celestial. Nacidos a imagen de
ustedes, deben renacer a imagen de Cristo. Ser conformados a la imagen del Hijo
de Dios es nuestra expectativa y esperanza. Es una aspiración colosal, pero
tenemos los recursos del cielo a nuestra disposición.
La sabiduría se da a quien la pide. Amar es el
único mandamiento; el ego nuestro más grande enemigo; la Biblia nuestro único
recurso educativo; el Espíritu Santo nuestro consolador; la sangre de Cristo
nuestra única esperanza. Corramos con paciencia la carrera que tenemos por
delante, "sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano (I
Corintios 15:58).