HUÉRFANOS NO MÁS
El creyente es más que sólo
un seguidor, más que un .
discípulo, más que un soldado
en el ejército del Señor, más que
un peregrino y más que un
siervo de Dios. Los creyentes son
hijos e hijas de Dios su
Padre.
Si queremos juzgar en qué
medida alguien comprende
el cristianismo, procuramos
establecer qué es lo que
piensa acerca del concepto de
que es hijo de Dios, y de
que tiene a Dios como Padre.
Si no es este el pensamiento
que impulsa y rige su
adoración y sus oraciones y toda su
percepción de la vida,
significa que no entiende nada bien
lo que es el cristianismo.
Porque todo lo que Cristo enseñó,
todo lo que hace que el Nuevo
Testamento sea nuevo, y
mejor que el Antiguo, todo
cuanto sea distintamente cristiano por oposición a lo judaico, se resume en el
conocimiento de la paternidad de Dios. "Padre" es el nombre
cristiano para Dios.
Pienso en Sylvia Plath
acabando su vida con esta trágica
nota: "Nunca conocí el
amor de un padre." O en Marvin Gaye
matado por su padre, y la
revelación de su amigo que "Marvin
nunca recibió el amor que
quería de su padre." En el lamento
de Saul Bellow: "Todo el
mundo nace para ser huérfano." En
León Tolstoi anhelando el
calor del amor maternal: "Mi imagen
sublime del amor ... no el amor divino,
frío." ¿Cuántos hombres
y mujeres terminaron
descontentos porque buscaron en el
hombre lo que en realidad
sólo Dios puede dar?
El creyente no tiene que
pasar nunca por la vida sintiéndose
como un huérfano emocional o
espiritual. La promesa de Jesús
en Juan 14:18 sigue firme
hoy: "No os dejaré huérfanos; vendré
a vosotros." Sin
embargo, el consuelo glorioso que tiene esta
promesa elude a menudo a los
hijos de Dios. El siguiente capítulo
explora las trágicas maneras
en que la pobre paternidad terrenal
puede impedir que disfrutemos
plenamente de la libertad que
tenemos de clamar "Abba,
Padre".
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