LA PROMESA DE UNA PATERNIDAD PERFECTA
mundo. Sin embargo, su hijo
J. Paul Getty, hijo, dijo que rara
vez veía a su padre. Es una
tragedia cuando los ricos logran
dejar un legado de riqueza y
prestigio a su familia, pero
fracasan en dejar un legado
de amor. Una vez, cuando estaba
en la secundaria, el joven
Paul escribió una carta a su padre.
Su padre la devolvió con los
errores ortográficos y gramaticales
corregidos pero sin un solo
comentario personal. Paul, hijo,
confiesa: "Nunca me
repuse de eso ... yo quería ser juzgado
como ser humano y nunca lo
logré de él."
Las Escrituras parecen imitar
la vida en cuanto a la ausencia de relaciones saludables entre padres e hijos.
De no ser por Jesucristo y su Padre celestial y la acogedora bienvenida al
hogar del hijo pródigo por su
amante padre, las Escrituras
carecen de relaciones
ejemplares entre padres e hijos. Traté de
pensar en buenos ejemplos de
padres en las Escrituras.
Hay poco en la relación entre
Abraham e Isaac aparte del
sacrificio abortado en el
monte Moriah. Ciertamente la relación
de Isaac con sus dos hijos, Jacob
y Esaú, no es ejemplar. Samuel
fue entregado por su madre
para ser sacerdote. Parece que Elí
fracasó como padre con sus
dos hijos. Aunque Jonatán parece
estar comprometido con su
padre, Saúl difícilmente es un padre
ejemplar. Si bien Salomón, el
hijo de David, fue un gran rey, no
vemos la relación de David
con Salomón. En vez de eso, vemos
la rebelión escandalosa de
otro hijo de David, Absalón contra
su padre.
Las Escrituras nos dicen que
Dios es como un padre. Pero si
Dios es como un padre, dónde
están los buenos ejemplos? Si
Dios es como un padre,
entonces ¿por qué tanta gente tiene
puntos de referencia
negativos? ¿Por qué tanta gente se enfrenta al trauma de quedar huérfana en vez
de recibir la paternidad?
En este vacío de ausencia y
de "hambre de padre" dos
versículos bíblicos ofrecen
una promesa: "En ti el huérfano
alcanzará misericordia"
(Oseas 14:3) y "No os dejaré huérfanos"
(Juan 14:18). Dios conoce los
anhelos más profundos de nuestro
corazón.
Recuerdo que cuando murió mi
propio padre, me preocupaba
Que mis hermanos menores
crecieran sin padre. Tenía entonces
veinticinco años, estaba
casado y había vivido fuera del hogar
paterno durante siete años.
Aunque la muerte de mi padre me
dolió profundamente, y estuve
deprimido y triste durante
meses, no estaba tan
preocupado por mí mismo como por mis
hermanos de diez, catorce, y
veintiún años y, desde luego, por
mi madre.
Recuerdo haber sido consolado
con promesas en las
Escrituras que dicen que Dios
tiene especial interés en las
viudas y los huérfanos (Salmo
68:5, Isaías 63:16). Así que
entregué a mi familia al Dios
de las viudas y los huérfanos.
No sé si alguna vez lleguemos
a recobrarnos de la muerte de El padre que nunca conocí
un padre o una madre. Sé que
he sentido el vacío de la ausencia
de mi padre repetidamente, y
espero mi encuentro con él otra
vez en la eternidad.
Pero entonces no me daba
cuenta de mi propia necesidad de
que Dios fuera mi Padre, mi
Padre celestial. No fue sino hasta
años después que comencé a
apreciar la riqueza de la imagen
de Dios como mi Padre
perfecto. Con el paso de los años, la
riqueza de esa verdad debe
profundizarse más y más en mi
imagen consciente de Dios.
Como cristiano, he encontrado que esa
relación con el Señor ha sido
un peregrinaje para mí, hijo de Dios,
hacia el corazón de mi Padre
celestial.
Uno de los regalos más
grandes en ese peregrinaje son mis
tres hijos: Steve, Scott y
Kimberly. Al ser yo padre, Dios me ha
permitido conocer lo que es
un corazón de padre. En mis hijos
a menudo me veo a mí mismo
ante Dios. Muchas noches he ido
a ver cómo están antes de
acostarme. Me he quedado parado a
un lado de sus camas mientras
ellos dormían y he pensado en
cuánto los amo. A menudo oigo
a Dios que me reta: "Si tú amas
tanto a tus hijos, cuánto más
grande es mi amor por ti y por
ellos."
Nuestros vínculos de hijos a
padres terrenales pueden ser
de gran bendición para
ayudarnos a ver a Dios. Pero aun los
mejores padres humanos nos
fallarán.
No importa cuánto trate de
ser un buen padre con mis hijos,
a veces lo echo todo a
perder. Recuerdo un caso en particular.
Fue sobre una de esas
pequeñeces que parecen escurrirse sin
notar hasta que es demasiado
tarde. Los muchachos general-
mente me pedían mientras les
daba un abrazo de buenas
noches: "Papá ora por
nosotros." Me gustaba que lo pidieran y
oraba por cada uno de ellos.
Con el tiempo me di cuenta de
que ya no oraba por ellos a la
hora de acostarse. Horarios,
desvelos, distracciones o pereza
parecían interrumpir la
rutina. Pero también me di cuenta de que
ellos no me pedían que orara
por ellos. Eso fue lo que me dolió.
Fue entonces que sentí que
les había fallado. ¿Había causado
mi inconstancia que ellos se
hubieran desinteresado? ¿Había
apagado mi falta de
iniciativa su deseo de oración? Me
entristecí y me culpé porque
ya no me pedían que orara por
ellos. Para comenzar, no
debieron tener que pedírmelo.
Imagino que soy como muchos
padres paranoicos: me
pregunto si estoy haciendo
suficientes cosas Correctas para mis
hijos. Me pregunto cómo les
afectarán mis deficiencias. Pero no
soy padre. perfecto. Dios sí. Esta situación me
ayudó a
percibir que DIOS es un Padre
más fiel que yo. ¡Cuán agradecido
estoy por eso! Dios no se
enreda con horarios y negocios. Él no
deja que las distracciones ni
la pereza desorganicen su fidelidad
hacia sus hijos.
Ya que los padres humanos,
por mucho que traten lo contrario, todavía nos fallan, necesitamos aprender a
poner
nuestra seguridad final en
Dios. A menos que encontremos
descanso en la verdad bíblica
de que Dios es nuestro Padre
celestial perfecto, o
pasaremos buscando siempre un padre
humano que llene necesidades
que sólo puede llenar Dios o
quedaremos emocionalmente
heridos por los recuerdos
dolorosos de padres
ineficientes que nos fallaron.
ESTAMOS ORANDO A DIOS POR MALASIA , RUSIA CHINA Y EL MUNDO ENTERO
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