Pragmáticos siguen lo "que funciona" en sus iglesias
El Desafío del
Pragmatismo
Escrito por Gary Gilley
Si hay una religión
común que se encuentre dentro del mundo occidental seguramente es el
pragmatismo – la religión de “¿qué es lo que funciona?” El pragmatismo
no tiene catedrales; no sigue liturgia, no contrata a pastores y no
puede ser encontrado en ninguna lista de denominaciones, pero está
entretejido en la misma tela de la iglesia occidental. Si hablamos
acerca los principales Pentecostales, Fundamentalistas, Emergentes u
Ortodoxos, no se requiere mucha observación para darse cuenta de que el
pragmatismo está entrelazado a todo lo largo de cada tradición. Tratar
de remover el pragmatismo es jalar un hilo que muy bien podría
desenredar la estructura entera de vida del Cristianismo y de la iglesia
como la conocemos hoy, sin embargo tenemos que hacer ese tirón. El
problema hasta allí es que muchos de nosotros estamos dispuestos a usar
cualquier enfoque disponible para cumplir con nuestras metas, incluso si
esos enfoques y/o objetivos no sean compatibles con la voluntad
revelada de Dios. Nuestro credo es: “Si funciona debe ser de Dios” por
que, después de todo, la bendición externa de Dios es el criterio por el
cual a menudo medimos la aprobación de Dios. Utilizando el estándar del
pragmatismo en vez de la Escritura, podemos con toda buena conciencia
vivir vidas y podemos desarrollar ministerios que tienen la apariencia
de sabiduría pero no obstante nos quedamos seriamente cortos del
estándar de Dios. Haríamos bien en considerar cuidadosamente la
advertencia encontrada en Proverbios 14:12: “Hay camino que al
hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte.”
Tome por ejemplo el
ampliamente popular y completamente pragmático libro Blue Like Jazz(Azul Como el Jazz) de Donald Miller.
La portada de Blue Like Jazz nos dice que fue
escrito para “cualquiera que pregunte si la fe cristiana es aun
relevante en una cultura postmoderna” y “para alguien sediento de un
encuentro fresco con un Dios que es real.” Sin embargo, Miller no
utiliza ninguna referencia o cita bíblica y solamente se la pasa
menciona situaciones bíblicas proponiéndose conducirnos hacia un
encuentro auténtico con Dios. Es por esta razón que él puede hacer
elogios de uno de las universidades más depravadas en el mundo (por la
propia admisión de Miller) al decirnos: “tuve más experiencias
espirituales significativas en la Universidad Reed que la que alguna vez
tuve en la iglesia.” [1]
Miller nos haría caso omiso de la guía del
Salmo 1:1, “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni
estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha
sentado,” y lo reemplazaría con su consejo porque esta es “la
experiencia” de él. Por ejemplo, Miller nos dice que él apenas puede
estar de acuerdo con lo que dicen los cristianos acerca de la
depravación (una enseñanza derivada de la Biblia, por cierto), no porque
sea bíblico sino por su “experiencia” con su depravación.[2] Además,
Milles habla de un tiempo en el estuvo viviendo con “hippies” que
“fumaron una buena cantidad de marihuana [y] bebió una buena cantidad de
cerveza,” siendo aparentemente inmoral y robando comida, pero “los
alejé [los hippies] de mi cuando necesitaba ser recordado acerca de la
bondad, acerca de la pureza y la benignidad.”[3]
No es la Escritura
la que guía los pensamientos de Milles sino las situaciones que parecen
funcionarle y parecen estar conformes con su experiencia. El pragmatismo
domina el libro de Milles y resuena con millones de sus lectores. La
comunidad cristiana ha crecido acostumbrada a este tipo de pensamiento
que pocos se inmutan cuando los líderes cristianos, como Milles,
construyen un plan entero de vida alrededor de lo que parece
funcionarles a ellos.
El Fundamento Filosófico
Mientras que el
pragmatismo es simplemente una forma de vida para la mayoría de la
gente, es también un sistema filosófico. Un pensador cristiano nos
recuerda que el filósofo Emmanuel Kant (1724-1804)
…puso
intelectualmente de moda tanto dudar que podemos conocer la realidad
como es y enfocarla en cosas prácticas, como la ética. Más tarde, esto
se hizo se volvería a encontrar en el pragmatismo de John Dewey
(1859-1952) y el neopragmatismo de Richard Rorty (1931) [uno de los
autores de la filosofía posmoderna], y cuando ambos sugieren que no
podemos conocer la realidad ni plena u concluyentemente; debemos
identificarla como lo que hace.[4]
Pocas personas tienen una comprensión amplia
de la filosofía pero no se requiere a un filósofo para reconocer que la
actitud predominante de hoy, una actitud que ha invadido a la iglesia,
es “acomodarse a lo que funciona” y no estar excesivamente preocupado
por la verdad. Después de todo, los postmodernos creen que nunca podemos
estar seguros de la verdad de ninguna manera; por eso el pragmatismo lo
tendrá que hacer. Pero cuando cambiamos la verdad por lo que funciona, ó
mejor dicho, lo que pensamos que funciona, elevamos nuestros
pensamientos por encima de los de Dios. O como Gordon Clark advierte:
“Puesto que Dios es verdad, un desprecio por la verdad es igualmente un
desprecio por Dios”.[5]
Cualquier cosa que ronde en los círculos
filosóficos normalmente logra encontrar camino en el pensamiento
cristiano igualmente. J Gresham Machen dijo hace esto bien hace casi un
siglo: “Lo que hoy es una cuestión de especulación académica, mañana
comenzará a mover ejércitos y derribar imperios.”[6] Una de las
especulaciones académicas que es popular por el momento es retratar al
evangelicalismo moderno como un producto de la Iluminación, con su
énfasis en el pensamiento de la ciencia, de la razón y de lo
sistemático. Esto es especialmente cierto entre aquellos que abrazan una
forma postmoderna de Cristianismo como los líderes de la iglesia
Emergente. Por ejemplo, Robert Webber escribe:
Los conservadores
siguieron el énfasis de la Iluminación en el individualismo, la razón, y
la verdad objetiva para construir edificios de certeza tomando prestado
de la consistencia interna de la Biblia, la doctrina de la
infalibilidad, el uso apologético de la arqueología, la defensa a la
crítica del texto bíblico, y otro tantos intentos de prueba racional …
Este paradigma de Iluminación produjo tres convicciones distribuidas
proporcionalmente por cristianos y personas no cristianas: El
Fundamentalismo, el estructuralismo, y la noción de la meta-narrativa.[7]
Asociando cosas así
como la infalibilidad, la apologética, el fundamentalismo y así
sucesivamente con la Iluminación, los pensadores cristianos emergentes
tratan de subvertir estos conceptos en los ojos de la iglesia moderna.
Si estas ideas provienen de la filosofía de la Iluminación entonces
pueden ser descartadas como sin valor alguno y podemos dar marcha atrás a
otras filosofías, tales como las están siendo propuestas por el
posmodernismo, o como el razonamiento continúe. Pero el asunto no es si
algo que hemos aceptado parece estar de acuerdo, o en desacuerdo, con
una línea particular de pensamiento, sino si lo que creemos está de
acuerdo con la Escritura. Ciertamente hay elementos de verdad en las
acusaciones hechas por cristianos postmodernos, si bien la mayoría de
líderes evangélicos (tanto del pasado como del presente) y a su vez de
filtrando hacia fuera las creencias mortíferas de la Iluminación al
retener esas partes que fueron de ayuda, tales como el Cristianismo
siendo una fe razonable, y la verdad siendo comprensible y capaz para
ser analizada y sistematizada.
Aun la crítica es válida para que la teología
pueda ser tan estandarizada como para remover la admiración de Dios,
dejando atrás un contorno de doctrinas sin vida palpitando en sus venas.
Innumerables creyentes pueden regurgitar sus creencias teológicas y sus
versículos favoritos memorizados de la Escritura y sin embargo no
conocer prácticamente nada de la vida dinámica del cristiano. La memoria
maquinal y la sana doctrina no equivalen a un amor apasionado y sincero
amor a Cristo – pero tampoco son un equipaje extra. Los pensadores
emergentes y los comunicadores proveen una corrección cuando es
necesario demostrar que el conocimiento automáticamente no conduce a la
vitalidad espiritual, pero van demasiado lejos cuando dicen que la
vitalidad espiritual puede ser encontrada aparte de la sólida
comprensión de la verdad de la revelación de Dios. Esta ruta ha viajado
antes, y eso no hace mucho tiempo, con resultados desastrosos.
De la Filosofía a
la Teología
En realidad, creo que lo que vemos hoy adentro mucho del
evangelicalismo popular no es el residuo de la Iluminación sino del
Romanticismo. El historiador David Bebbington nos cuenta que en el siglo
diecinueve surgió un nuevo método para ver el mundo (el Romanticismo)
surgió para desafiar y de alguna manera suplantar el pensamiento de
Iluminación. Bebbington observa, “En Lugar de exaltar la razón como la
Iluminación lo hizo, aquellos conmovidos por el espíritu nuevo de las
épocas en que colocaron su énfasis en la voluntad, el espíritu y la
emoción. Quisieron librarse de la estructura ajustada del pensamiento
impuesto por el enfoque racional con el fin de respirar aire más
libre.”[8]
Bebbington nos informa que fue Horace Bushnell, alrededor de la
mitad del siglo diecinueve, quien popularizó las ideas Románticas a fin
de que comenzasen a colarse en la teología del evangelicalismo.
Bushnell escribiría: “Todas las fórmulas de doctrina deberían celebrarse
en un cierto espíritu de adaptación. No pueden ser presionadas a la
letra por la muy suficiente razón de que la letra nunca es
verdadera.”[9] Bushnell argumentó que la verdad cristiana debería apelar
al “sentir y a la razón imaginativa,” y no a “la comprensión
natural.”[10]
Si esta clase de lenguaje no suena familiar lo debería. Los
Postmodernos, incluyendo aquellos que se encuentran dentro de la
iglesia, se sentirían muy en casa con el Romanticismo, puesto que el
pensamiento postmoderno es similar. Por consiguiente debería ser
cuidadosamente notado hacia donde el Romanticismo condujo a los
evangélicos durante los 1800s – directamente al liberalismo teológico.
Durante la parte más reciente del siglo diecinueve virtualmente todas
las doctrinas cardinales de la fe fueron desafiadas o negadas por el
liberalismo creciente (derivadas en su mayor parte del Racionalismo
Alemán y la Alta Crítica) la cual amenazó a la iglesia evangélica. Desde
la Divinidad a la necesidad de la salvación, a la existencia del
infierno, a la expiación, a la inspiración de la Escritura, al
significado del evangelio, cada doctrina sostenida valiosamente por la
comunidad evangélica fue pulverizada del significado bíblico e
infundidas con ideas que convenían a los tiempos.
El historiador de la
iglesia y teólogo, Iain Murray, documenta que Friedrich Schleiermacher
(1768-1834), considerado como el padre del liberalismo teológico,
“adoptó el Romanticismo de Rousseau y el panteísmo de otros filósofos
contemporáneos…[y] continuaron en afirmar primordialmente que la
religión no es cuestión de doctrina sino más bien de sentir, de
intuición y de experiencia.”[11] “Vida y no teología” se convirtió en el
lema de guerra de la iglesia Romántica y liberal de los 1800s. Como
resultado los temas de creencias fueron considerados de poca
consecuencia; lo que era importante es la vida y la experiencia.
Orto-práctica (la práctica o vida correcta) fraguó la ortodoxia (la
doctrina correcta). Ésta fue una reacción excesiva de una comunidad
cristiana que había sido suavizada por la infiltración del Romanticismo.
El Cristianismo verdadero y bíblico siempre ha confirmado la necesidad
de la vida y la experiencia. Ninguno de los líderes de la iglesia que
conozco están contentos con desarrollar personas cuyas cabezas están
llenas de conocimiento pero cuyas vidas están llenas de pecado. Pero la
argumentación de creyentes conservadores siempre ha sido que la vida
emerge de la sana doctrina; la vida correcta no se forma nunca en un
vacío de verdad. Joel Beeke lo hizo vindicar cuando escribió: “la
Doctrina debe producir vida, y la vida debe adornar la doctrina.”[12]
El estado de ánimo
de nuestro actual momento postmoderno, sin embargo, al igual que los
Románticos y los liberales de los 1800s, es minimizar la doctrina al
punto de ser no esencial y de maximizar la vida y la experiencia
divorciándola del corazón teológico. Brian McLaren, un líder prominente
en el movimiento Emergente (la versión del liberalismo antiguo del siglo
21), escribe: “colocamos menos énfasis en qué linaje, ritos, doctrinas,
estructuras, y terminología son correctas y más énfasis en aquellas
acciones, servicio, alcance, bondad, y efectividad son buenas.”[13]
McLaren no afirmaría que todas las doctrinas estén mal, pero puesto que
nunca podemos estar seguros de cuáles doctrinas están en lo correcto
debemos practicar lo que él llama “ortodoxia abundante,” la cuál es algo
diferente para decir que todo el mundo está en lo correcto y todo el
mundo está equivocados, así es que déjenos solamente ir y amar a todo el
mundo. McLaren parece que no se preocupa de es prácticamente imposible
determinar lo bueno a menos que primero conozca lo que es correcto.
El pastor emergente
Rob Bell está de acuerdo con el énfasis de McLaren: “Quizá una mejor
pregunta que ¿quién está en lo correcto?, es ¿quién vive
correctamente?”[14] Bell entonces ilustra sus convicciones a través del
uso de un trampolín. En la ilustración de Bell el resorte que sujeta la
lona son las doctrinas cristianas e incluso las doctrinas sagradas
(resortes) son dispensables. Él ofrece como ejemplo la doctrina de la
encarnación, sugerir que si pudiera ser probado que Jesús no fuera hijo
de una virgen, no afectaría en ningún sentido la fe cristiana.[15] La
pregunta grande para Bell no es lo que sea verdad. En lugar de eso él
quiere saber: “¿Es el camino de Jesús todavía el mejor camino posible
para vivir?”[16] Esta pregunta pragmática es una condición de Bell para
la vida cristiana. Bell está “mucho más interesado en saltar que en….
discutir acerca de cual trampolín es mejor.”[17] En Otras Palabras, lo
que tiene importancia es cómo vivimos y no lo que creemos. Estos hombres
no ven conexión vital entre lo que creemos y el cómo vivimos, entre la
ortodoxia y ortopraxia. Habiendo aceptado esto se desconectan y
continúan elevando la ortopraxia exluyendo la ortodoxia. Las creencias
correctas están simplemente de más. El cómo vivimos es todo lo que tiene
importancia. El pragmatismo reina.
Probablemente, si Bell o McLaren encontrasen
una mejor “forma para vivir,” se desharían del Cristianismo y adoptarían
esa mejor forma. Esto podría explicar por qué Bell fue un participante
oficial en la Semilla de la convención de Compasión en abril de 2008 con
líderes hindús, musulmanes, judíos, budistas, y sijs, y presentando a
“Su Santidad el Dalai Lama.”[18] Según su sitio Web “la sesión final de
Semillas de Compasión fue Juventud y Diálogo de Conexión Espiritual. Los
luminares globales, nacionales y locales representando las creencias de
todas partes del mundo se reunirán para discutir y nutrir la juventud
con espiritualidad.”[19] Quizá Bell, quién fue uno de los “luminares” y
no quiere discutir sobre creencias, ha encontrado un mejor trampolín
sobre que rebotar. Si la juventud puede ser nutrida mejor por el Dalai
Lama o un Imám Muslim o un Maestro Budista Zen entonces el trampolín
parecería apropiado, puesto que la gran pregunta por Bell, como lo ha
indicado, no es qué es la verdad, sino, “Es el camino de Jesús aun el
mejor camino posible para vivir?” Si una mejor forma puede ser
encontrada entonces el trampolín de Jesús necesitaría ser reemplazado
por un modelo mejor y de más rebote. Puesto que finalmente todo lo que
importa es que es lo que nos da un rebote más alto entonces lo que
creamos es insignificantey lo que el Dalai Lama tiene que ofrecer podría
ser superior.
“¿Es el camino de Jesús aun el mejor camino posible para la
vida?” Depende de cómo define usted “la vida.” Bíblicamente no hay duda –
“Jesús es el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6). Cuando la
Escritura habla de vida espiritual está hablando de unidad con Dios y,
por consiguiente, cuándo Jesús dice: “nadie viene al Padre sino por Mí”
(Juan 14:6) El nos esta diciendo que la vida espiritual verdadera es lo
contrario de la muerte espiritual, lo cual es separación de Dios. La
vida significa ser llevado a una relación salvadora con Dios. En
ocasiones es esto experimentalmente significa que estamos sobrecogidos
por la grandeza de Dios y las alegrías de la vida cristiana. En otras
veces, la vida en este planeta, aun para el creyente más fuerte, puede
ser una gran lucha con las fuerzas de mal, un mundo pecaminoso y nuestra
propia carne.
La Escritura nunca minimiza estas experiencias, si bien las
redime (e.g. Romanos 5:1-10). Lo que la Palabra no hace es invitarnos al
Padre a través del Hijo de Dios para experimentar una existencia más
feliz (un rebote superior) y luego intercambiarla si podemos encontrar
algo mejor. En lugar de eso la invitación para conocer a Dios se basa en
la verdad de que Dios es verdadero y Jesús es el único camino para la
unión con el Padre (Hechos 4:12). El asunto no es si Jesús es el mejor
camino de vivir la “buena vida,” sino que Jesús es la vida y el único
camino para la vida verdadera definida como una relación con Dios. Si
seguimos la fórmula de Bell de que una mejor forma podría parecer surgir
muy a menudo. Si entendemos la fórmula bíblica tal alternativa no es
posible. Cuando Jesús le preguntó a los apóstoles si ellos se dejaría
llevar por la corriente y abandonarle también, Pedro contestó: “Señor,
¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68). Pedro
vio que Jesús fue la única opción si alguien buscara la verdad que guía a
la vida eterna.
Un Ataque del Pasado
Brian McLaren, Rob
Bell, y otros del campo emergente escriben y hablan atractivamente
acerca de lo que están ofreciendo, pero la historia, por no mencionar la
Escritura, sugiere que debe tenerse mucho cuidado sobre este punto. El
Historiador de la Iglesia Iain Murray nos recuerda que en el siglo 19
“la teología liberal en muy raras ocasiones se presenta como estando en
oposición a la Escritura. Por el contrario, sus exponentes afirman la
autoridad del Nuevo Testamento a un punto de vista de que el
cristianismo es vida y no doctrina.”[1] Algunos utilizan esta línea de
razonamiento, al igual que el Arzobispo eventual de Canterbury William
Temple podría decir: “un ateo que vive por el amor se salva por su fe en
el Dios cuya existencia (bajo ese nombre) el niega.”[2] Es vivir por
amor lo que importa, no lo que uno cree acerca de Dios. El teólogo
liberal del siglo XIX Schleiermacher llegó más lejos al prohinir la
predicación doctrinal desde el púlpito porque “la experiencia y no la
enseñanza, ha de ser el objetivo del predicador.”[3]
Como parece ser
teológicamente el siglo 21 un eco del siglo 19, así también lo es la
reacción de los evangélicos. Si bien hubo un esfuerzo concertado para
luchar contra el liberalismo por parte de algunos de los creyentes más
conservadores para finales del 1800,[4] muchos optaron por quedarse
atrás y manifestar tolerancia. Murray dice: “Había algunos que estaban
inseguros de qué pensar, y, en su incertidumbre erraron al irse del lado
de la neutralidad y la falsa caridad. Probablemente fue la actitud de
este grupo que finalmente permitió que la nueva enseñanza se convertiera
en general.”[5] Este es el error que se repite a menudo el día de hoy
por evangélicos bien intencionados que no quieren provocar movimientos y
miedo, sobre todas las cosas, estos podrían ser llamados
“fundamentalistas.” Históricamente, los fundamentalistas en América
marcharon en la línea frontal de batalla con el liberalismo de oposición
a principios del siglo 20. Por otra parte, los evangélicos en Gran
Bretaña tuvieron un enfoque más relajado y sin intención, como Murray
confirmaría, permitieron al liberalismo finalmente ganar el día. Mucha
de la crítica se ha puesto en marcha en el movimiento fundamentalista,
algunos de ellos la merecen, pero sin duda es el fundamentalista a quien
se le debe dar mucho crédito por la preservación de la fe evangélica en
América.
Relevantes y Auténticos
Pero así como a
muchos evangélicos se les denominan fundamentalistas y están siendo
calificados de “no relevantes” o carentes de autenticidad. Ser relevante
y auténtico son dos palabras que suenan populares en muchos círculos
cristianos de hoy. Todo el mundo quiere ser auténtico y relevante,
aunque la definición de lo que estas palabras significan a menudo
resulta difícil. Almorcé hace cerca de un año con un pastor de una de
las más conocidas iglesias “auténticas” en los Estados Unidos. Dado que
esta iglesia es conocida mundialmente por su autenticidad y relevancia, y
dado que se ha convertido en el cartel de la iglesia para estás
codiciadas características, le pedí que me describiera de qué manera los
miembros de su iglesia eran auténticos y relevantes. Yo estaba
especialmente con curiosidad de su respuesta en el contexto de mi
iglesia local, la cual podría ser descrita como conservadora, centrada
en la Biblia y de básica.
El pastor dudó un poco, comportándose como si
él nunca había oído antes esa pregunta. Posiblemente yo era la primer
persona con la que se había reunido quedándose lo suficientemente sin
habla como para no saber que significa relevante y auténtico (por cierto
usted encontrará la misma respuesta si usted le pregunta lo que
significa ser misionero o lo que es realmente el reino – otras dos
palabras que suenan en círculos de la iglesia posmoderna). Por último me
dijo que la mayoría de su gente lleva jeans a su iglesia, a lo cual
respondí que algunos de los nuestros también. El entonces dijo que su
gente vive auténticamente en la comunidad, a lo cual respondí que muchos
de nosotros también lo hacemos, (aunque en teoría no se supone que
defina una palabra mediante una palabra). Argumentándome una vez más el
me dice entonces que su gente bebe cerveza (supongo que no significa que
la iglesia lo haga durante los servicios). Estoy bastante seguro de que
algunos de nuestra gente lo hacen también, pero ello no lo dicen (al
menos delante de mí) y que seguramente no sería un credencial de
autenticidad. Le pregunté, “¿Es todo lo que tienes?” Pero había
terminado y él no tenía nada más que decir.
Sin duda, vestir
casual en los servicios religiosos y beber alcohol no es la definición
ya sea de auténtico o relevante. Y estoy seguro de que este pastor
podría haber previsto mejor algunas descripciones de la misma si hubiera
tenido más tiempo para reflexionar. Sin embargo, al leer la literatura
de su iglesia y su sitio web se que añadido a esta lista está el uso de
cualquier forma de música en reuniones de la iglesia, no importa cuan
impía sea o si es llevada a cabo por incrédulos, lenguaje sucio ó bajo,
uso de comentarios sexualmente inapropiados e ilustraciones y su
participación en casi cualquier forma de entretenimiento y diversión que
sea atractivo para los incrédulos. De hecho, tengo la idea de que la
relevancia y autenticidad son términos que se utilizan en la actualidad,
al menos por algunos, para describir lo que otra generación de
evangélicos llamó “mundanalidad”.
“Mundanalidad”- es una palabra que no se
suele encontrar en iglesias y literatura cristiana “relevante”, excepto
para burlarse de cristianos “mojigatos” que todavía se preocupan por
estas cosas. Generaciones pasadas de creyentes veían a la pureza y a la
separación de cuestionables actividades no sólo como obediencia a Dios
(Rom 12:2), sino también como un testimonio a los incrédulos. No
necesariamente que los incrédulos entendieran o apreciaran el deseo de
los cristianos de vivir una vida separada (otro término anticuado que no
escuchará en la mayoría de los círculos cristianos de hoy), sino que
reconocían que en muchos aspectos reales, los cristianos viven de manera
diferente a la manera en que lo hacían (1 Ped. 4:3-4). Si bien esto
ahuyentaba e incluso enfurecía a algunos, no obstante, hacía notar que
Cristo transformaba la vida y el estilo de vida de los regenerados.
Es a esto mismo
contra lo que muchos de los que pregonan relevancia hoy han reaccionado.
¿Cómo, preguntan, podemos esperar llevar a la gente a Cristo
modelándoles un estilo de vida que encuentran repugnante? Si queremos
ganar al incrédulo para el Señor tenemos que identificarnos con ellos.
Tenemos que demostrarles que disfrutamos las mismas cosas que ellos
hacen. Ellos deben darse cuenta de que los cristianos pueden beber,
hablar y vestir, apostar y ser groseros y disfrutar de todas las mismas
formas de ocio que los no cristianos hacen. Vivir de esta manera, se nos
dice, será atractiva para el incrédulo de que vean en nosotros una
auténtica vida, que es transparente y libre de hipocresía y
engreimiento, la cual el incrédulo afirma ver de manera universal en los
cristianos. Somos, después de todo, no tan diferentes a ellos, salvo
que creemos en Cristo. El líder emergente Jim Henderson, en un libro
donde es co-autor con un ateo y patrocinado por George Barna, escribe:
“[los incrédulos son] iguales a mi, excepto que no están interesados
realmente en Jesús en la misma medida que yo lo estoy.”[6]
Ciertamente, esta
caricatura de los cristianos a veces es realista. Muy a menudo los
creyentes tienen miedo de admitir sus debilidades y deficiencias. Se
pueden dar aires de importancia mientras que están luchando con las
mismas cosas que todas las personas: el pecado, la soledad, la
decepción, el dolor, etc En este tipo de pretensión tenemos que declarar
una moratoria. Pero sin duda es una reacción a adoptar un estilo de
vida característico de aquellos que no conocen el poder redentor de
Cristo en una equivocada noción de que vamos a atraerlos al Señor como
resultado.
La Verdad y la Autoridad
De lo que estamos
hablando en última instancia, es de las cuestiones de la verdad y la
autoridad – dos conceptos que los pensadores emergentes le dirán que
provienen de la Iluminación y no de la Escritura. Como hemos visto, los
líderes de la iglesia posmoderna, como los del liberalismo en el pasado,
han tratado de clavar una cuña entre la vida y la doctrina. Si son
correctos entonces lo que creemos no importa, lo que importa son
nuestras experiencias, nuestras emociones y nuestra conducta. Debe
quedar claro que ninguno de los que conozco está descartando la
importancia de “la vida”, pero hay numerosas cosas equivocadas con el
equiparar al cristianismo con la vida solamente. Por un lado este
enfoque reduccionista es simplemente imposible. No hay vida, buena o
mala, que no provenga de nuestras creencias. Aun cuando los líderes
emergentes como McLaren y Bell censuren la doctrina, están, sin embargo,
enseñando su propia marca de teología. El rechazo de la doctrina como
base para la autoridad es un pronunciamiento teológico. Los
conservadores pueden afirmar las ideas que los Emergentes rechazan, pero
ambos son testimonio de un sistema de creencias. Los Emergentes creen
muchas cosas que la Biblia enseña y los evangélicos reconocen que no son
verdaderas, o al menos no son necesarias para la vida y la experiencia
espiritual. Uno proclama ciertas verdades, y el otro las rechaza, pero
ambos están expresando su enfoque de teología. Es simplemente un juego
de palabras hablar de “la vida y no la doctrina.”
Nuestra fuente de
autoridad es otra cuestión problemática con la doctrina de la vida
frente a la escuela de pensamiento. En última instancia todo el mundo
tiene sus creencias vinculadas a la vida y a un concepto de autoridad.
Para el cristiano bíblico esa fuente es la Palabra de Dios. Cuando la
Escritura habla, y sobre cualquier tema que hable, tiene la última
palabra. Todas las demás voces son silenciadas en la presencia de la
revelación de Dios. Nuestra tarea como creyentes es tratar de entender
lo que enseña la Palabra y aplicarla a nuestra vida.
Algunos en la
comunidad cristiana desafiarán esta idea de frente. Ellos nos dirán que
la Biblia es un libro lleno de historias anticuadas, mitos y relatos
históricos que dan testimonio de la revelación de Dios, pero no es la
misma revelación de Dios. Es un libro escrito por hombres y, como tal,
sus pronunciamientos y enseñanzas pueden ser vistas como poco más que un
sabio consejo el cual es libre de tomarse, adoptándolas o rechazándolas
según se ajuste a nuestra propia opinión. En este mismo sentido otros
harían a la Escritura subordinada a la ciencia, a la psicoterapia y al
pensamiento moderno. Después de todo, la Biblia es un libro antiguo y
difícilmente se puede esperar que tenga mucho que decir a los ciudadanos
del planeta Tierra en el siglo 21. En ambos escenarios, la autoridad
descansa sobre el individuo o sobre la sabiduría colectiva de los
hombres en lugar de la Palabra de Dios.
Sin embargo, el cristiano promedio no sigue
ninguno de estos escenarios. La mayoría darían servicio de labios a la
autoridad de las Escrituras, pero en la práctica su verdadero maestro
(autoridad) es el pragmatismo. Ellos nunca niegan la infalibilidad y el
valor de la Palabra de Dios, pero en realidad “lo que funciona”, o al
menos lo que creen que funciona, es lo que manda. No es que hayan
rechazado conscientemente lo que Dios ha revelado, sino que lo que
parece estar funcionando en el momento es su modo por defecto.
Y ¿que es lo que
parece estar funcionando ahora mismo? En un nivel eclesiástico las
iglesias y organizaciones paraeclesiásticas que tienen más
probabilidades de tener éxito, si usted define éxito como “nickels and
noses”, son los mismos que están dando a la gente lo que quieren
escuchar en lugar de lo que Dios quiere que escuchen. La gente quiere
escuchar acerca de cómo tener éxito, cómo tener un matrimonio feliz, y
la forma de sentirse bien sobre sí mismos en oposición a los conceptos
bíblicos sobre como glorificar a Dios, cómo tener un matrimonio santo,
cómo negarse a sí mismo, cómo llevar la cruz y seguirle. Dado que la
mayoría de los cristianos han equivocado los objetivos de su vida,
habiéndolos derivados de conformidad a su forma de pensar mundana en
lugar de ser transformados por medio de la renovación de su mente (Rom.
12:2), no es sorprendente que vivan por todo el mundo mediante las
metodologías también. Los cristianos ahora quieren las mismas cosas que
el incrédulo desea, quiere utilizar los métodos que ha creado el
incrédulo. Cuando hayamos aceptado que el propósito de la vida es ser
exitoso, popular, poderoso, rico, tener una saludable imagen propia y
así sucesivamente, las Escrituras tendrán poco que ofrecer debido a que
estas categorías no son bíblicas. Es decir, Dios no define la vida
verdadera de la misma manera en que el mundo lo hace. El Señor tiene
mucho que decir acerca de negarse uno mismo, pero nada acerca de amarse a
sí mismo. Él tiene mucho que decir acerca del gozo, pero nada positivo
acerca de divertirnos hasta la muerte (como lo llama un autor). El
ofrece un montón de principios relativos a las finanzas, pero muy poco
sobre cómo ser ricos, e incluso advierte sobre el deseo de la riqueza (1
Tim 6:9-10). La Biblia está llena de maneras de traer honor a Dios y de
exaltar su grandeza, pero nos llama a centrarnos en la humildad
personal (Lucas 9:46-48).
Naturalmente no pensamos como Dios piensa. Si
bien la regeneración cambia nuestra naturaleza es una tarea a lo largo
de la vida ser “transformados por medio de la renovación de vuestro
entendimiento” (Rom 12:2) – un proceso que nunca se terminará en nuestra
vida. No es de extrañar encontrar esto puesto que fácilmente nos
volvemos a las fuentes equivocadas (tales como el yo) para entender la
vida, también utilizamos los medios equivocados en nuestro esfuerzo por
encontrar la vida (tales como el pragmatismo). Si la vida se define como
éxito en lo que uno hace entonces cualquier cosa que permita un éxito
se convertirá en la influencia controladora de uno (¿nos atrevemos a
decir dios?). El pragmatismo, por lo tanto, simplemente porque parece
que “funciona”, es el paisaje que domina al cristiano de hoy. La verdad,
como es revelada en la Palabra de Dios, está tomando un asiento trasero
a la doctrina de “lo que funciona”.
El pragmatismo es el Rey sentado en el trono
de demasiadas vidas e iglesias, pero afortunadamente hay una manera de
derrocar al rey. Pablo abrió el camino cuando dijo que el estaba
“derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el
conocimiento de Dios y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia
de Cristo” (2 Corintios 10:5). Tenemos que desafiar nuestro pensamiento
con la Revelación de Dios. Debemos permitir a la Palabra tener la
primera palabra y la última palabra en nuestras vidas. Como Isaías dijo
al antiguo pueblo de Israel: “A la ley y al testimonio! Si no dijeren
conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Isaías 8:20).
Conclusión
John Piper, en su
excelente libro La Supremacía de Dios en la
Predicación, escribe sobre la necesidad de los predicadores de recordar
diligentemente a sus oyentes de la grandeza de Dios, aunque la mayoría
no tienen ni idea de que ese mensaje es importante para ellos. La
mayoría prefiere escuchar sermones “relevantes” y criticar al pastor que
se centra en Dios y no en sus necesidades personales. “Pastor Piper”,
él tiene una crítica, “¿No se da cuenta de que su gente esta sufriendo?
¿No podría bajarse del cielo y ponerse práctico? ¿No se da cuenta de la
clase de gente que se sienta frente a usted los domingos?” A lo que
Piper responde: “La grandeza y la gloria de Dios son relevantes. No
importa si las encuestas salen con una lista de necesidades perceptibles
que no incluyen la suprema grandeza de la soberanía del Dios de la
gracia. Esta es la necesidad más profunda y nuestro pueblo está
hambriento de Dios.”[7]
George Gallup, en un libro que explora la
espiritualidad en el siglo 21, sugiere: “el problema no es tanto que las
personas no crean nada; es que ellos creen todo”.[8] El considera que
este es un problema para un futuro previsible, porque “el énfasis [en
este momento] está en un sentimiento deseado o en un momento pasajero de
maravilla, no en la comprensión de verdades con un mayor visión o un
poder que transforme verdaderamente.”[9]
No hace mucho tiempo, si su hijo quería un
peluche, usted acudía alguna tienda local y compraba uno del estante. Si
bien puede haber habido un gran número de posibilidades, aún las
opciones se limitaban a los animales de peluche en inventario. Entre a
las franquicias de “Build a Bear” [tienda de osos de peluche] que han
aparecido en muchos lugares. En Build a Bear los niños pueden crear sus
propios animales de peluche. Ellos pueden ser tan creativos como lo
deseen, construir un oso les permite a los niños ser soberanos sobre sus
propias creaciones, salir de la tienda de juguetes con un animal único
diferente. La única pregunta es, ¿qué quiere el niño en un oso de
peluche? Pero, lo qué puede ser deseable en un belludo amigo no es
deseable cuando se trata de Dios y la fe cristiana. Ni Dios ni la fe, se
deja a nuestros deseos o diseños. Aunque hay mucha diversidad en el
cuerpo de Cristo, sólo hay un Señor, una sola fe (Ef. 4:5). No somos
libres de “construir un Dios” o “construir una fe”. El único Dios
verdadero y la única fe verdadera se han entregado a nosotros en la
Palabra. Debemos rechazar la tentación de ser nuestro propio creador y
aceptar con humildad lo que el Señor nos ha revelado. El pragmatismo, el
dios de “lo que funciona”, es una creación de nuestra propia
imaginación e ingenio. Tenemos que descansar en el Dios verdadero de la
Palabra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario