"Con mi Espíritu" por Luis M. Ortiz
“CON MI ESPÍRITU” |
Escrito por Impacto2 | |
En el libro del
profeta Zacarías 4:4, leemos:“Entonces respondió y
me habló diciendo: Esta es la Palabra de Jehová a Zorobabel, que dice:
No es con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová
de los ejércitos”.
El
propósito de estas palabras fue para alentar a Josué y Zorobabel en la
gran labor que tenían de restaurar el templo y la nación de Judá después
de la cautividad en Babilonia. Les fue dicho a ellos que la verdadera
fuente de poder para realizar su tarea no era con ejército ni con fuerza
humana, sino con la unción del Espíritu Santo. Y fue precisamente con
esa poderosa unción del Espíritu Santo que Josué y Zorobabel realizaron
el trabajo.
Vivimos en una era materialista. Los valores espirituales están
en crisis. Y el vacío que existe en las vidas no puede llenarlo nada
material. Porque es con el Espíritu Divino que ganaremos todas las
batallas humanas. Revisando someramente las Sagradas Escrituras
encontramos que el hombre nada ha podido hacer por sí mismo, por su
fuerza, sino que ha sido por el poder del Espíritu Santo de Dios.
Bien al principio de la creación, dice la Biblia que: “el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”. Con relación a la defensa del pueblo, Moisés actuó en su fuerza y mató a un egipcio, pero después ante las grandes manifestaciones del poder de Dios libertando a su pueblo, aprendió que no es con ejército ni con fuerza, sino con el Espíritu de Dios.
Con relación al
servicio, Nadab y Abiú en su propia opinión y fuerza ofrecieron fuego
extraño a Jehová, y por tal acción murieron, y el pueblo aprendió que no
es con ejército ni con fuerza, sino con el Espíritu de Dios.
Con relación al
gobierno del pueblo, Coré actuó en su fuerza humana y se rebeló contra
Moisés. Moisés acudió a Dios con el Espíritu de Dios, y la tierra se
abrió y se tragó a Coré y los suyos, aprendiendo el pueblo que no es con
ejército ni con fuerza, sino con el Espíritu de Dios.
Con relación a escoger líderes, el pueblo
actuó en su fuerza y concepto humano, pidieron rey y vino Saúl. Ellos
querían ser como las otras naciones. Aprendieron ya tarde que el
verdadero Rey es Jehová; que no es con ejército ni con fuerza, sino con
el Espíritu de Dios.
Con relación al origen y permanencia del poder, Sansón confió
en su fuerza física, y fracasó vergonzosamente, y aprendió que su fuerza
física le venía por el Espíritu de Dios.
Todas las profecías de los profetas antiguos
no vinieron a ellos por su fuerza humana o intelectual, sino que es como
nos dice el apóstol Pedro, “que los santos
hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”.
En el caso de
nuestro maravilloso Salvador Jesucristo, no vino por voluntad humana,
sino que fue concebido por el Espíritu Santo, fue bautizado por el
Espíritu Santo, ministró con la unción del Espíritu Santo, en su
crucifixión fue ofrecido por el Espíritu Santo, en su resurrección fue
levantado por el Espíritu Santo.
En los
apóstoles vemos al Espíritu Santo usando a los grandes escritores en las
grandes revelaciones e interpretaciones de la obra de Cristo. Vemos los
dones y los frutos del Espíritu Santo en plena operación.
En el libro último
de la Biblia – el Apocalipsis – encontramos el mismo poder del Espíritu
Santo que recorre todas las escrituras, y dice: “El que tiene oído,
oiga lo que el Espíritu Santo dice a las iglesias”.
Y a lo largo de la historia de la iglesia de
Jesucristo, sus grandes victorias han venido exclusivamente por medio
del poder, de la manifestación, de la unción, del bautismo, de los dones
del Espíritu Santo.
En el gran avivamiento de Gales (1904), el poder del Espíritu
Santo barrió como un tornado el pecado y la impiedad. El instrumento
ungido por el poder del Espíritu Santo lo fue Evan Roberts. La gente
confesaba sus pecados, las deudas olvidadas eran pagadas, los teatros se
cerraban, hasta los mulos en las minas de carbón se dieron cuenta de la
transformación de la gente, pues ya no los trataban con rigor. En cinco
semanas 20.000 personas se rindieron al Señor.
En las Islas de Hawái otro gran avivamiento
del Espíritu Santo sacudió estas Islas en 1837. El hombre lleno del
poder del Espíritu Santo lo fue Tito Coan. Las multitudes
acudían a escuchar la Palabra de Dios. La gente temblaba, lloraba,
gritaba, clamaban por perdón. Un domingo 1,705 personas fueron
bautizadas en las aguas, y 2,400 participaron de la Santa Cena. Cuando
Coan salió de las islas de Hawái, él mismo había bautizado 11,960 nuevos
convertidos.
En el año de 1,821
un joven abogado en el pequeño pueblo de Adams, en Nueva York se fue al
bosque a orar. Allí fue lleno del poder del Espíritu Santo. Éste fue el
gran evangelista Charles Finney. Mientras él
predicaba el poder de Dios era tan grande que el pueblo comenzaba a
gemir y a implorar el perdón de Dios, y él tenía que detener su
predicación y dejar que Dios trabajara en esas vidas.
El gran predicador Spurgeon, dijo, y citamos: “Si dejamos que el
Espíritu Santo selle nuestro ministerio con poder, muy poco significará
el talento humano. Los hombres pueden ser pobres y sin preparación
intelectual, sus palabras pueden ser hasta mal pronunciadas, pero si el
poder del Espíritu Santo está en ellos, el más humilde predicador tendrá
más éxito que el más erudito de los teólogos o el más elocuente de los
predicadores. Es el extraordinario poder de Dios lo que necesitamos, no
es talento humano. Es unción espiritual, no poder mental. Los ministros
del evangelio necesitan tener ese poder del Espíritu Santo, porque de lo
contrario no son aptos para el ministerio. Aún los propios apóstoles
tuvieron que guardar silencio, tuvieron que esperar en Jerusalén, no
pudieron comenzar su labor, hasta que fueron llenos del poder del
Espíritu Santo”.
Amados,
en nuestros días el Espíritu Santo desea hacer lo mismo que ayer. La
razón porque el mundo no ha sido totalmente evangelizado es por la falta
del poder del Espíritu Santo. Es porque generalmente hablando, se
estriba más, se depende más de la fuerza humana, de la sabiduría humana,
del talento humano, de todo esfuerzo y recurso humano que del glorioso
poder del Espíritu Santo. Nos olvidamos que el Espíritu Santo logra más
en unos minutos, que todos nosotros en un año de trabajo en nuestras
propias fuerzas. Como uno puede servir mejor a Dios y a su obra llenando
el corazón del poder y del fuego del Espíritu Santo. Grados académicos
no son indispensables.
Cuando los cristianos se humillan, consagran sus vidas a
Cristo, y reciben este poder del Espíritu Santo, ganan más almas para
Cristo en un día que los que pudieran ganar en toda su vida sin ese
poder maravilloso. Ésta es una necesidad para todos, y es una promesa
para todos, no importa de qué iglesia sea. El estar lleno del Espíritu
de Dios es indispensable para vivir una vida triunfante y para llevar
mucho fruto en la viña del Señor.
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Escrito por Impacto2 | |
Por: Rev. Luis M.
Ortiz
En el libro del
profeta Zacarías 4:4, leemos:“Entonces respondió y
me habló diciendo: Esta es la Palabra de Jehová a Zorobabel, que dice:
No es con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová
de los ejércitos”.
El
propósito de estas palabras fue para alentar a Josué y Zorobabel en la
gran labor que tenían de restaurar el templo y la nación de Judá después
de la cautividad en Babilonia. Les fue dicho a ellos que la verdadera
fuente de poder para realizar su tarea no era con ejército ni con fuerza
humana, sino con la unción del Espíritu Santo. Y fue precisamente con
esa poderosa unción del Espíritu Santo que Josué y Zorobabel realizaron
el trabajo.
Vivimos en una era materialista. Los valores espirituales están
en crisis. Y el vacío que existe en las vidas no puede llenarlo nada
material. Porque es con el Espíritu Divino que ganaremos todas las
batallas humanas. Revisando someramente las Sagradas Escrituras
encontramos que el hombre nada ha podido hacer por sí mismo, por su
fuerza, sino que ha sido por el poder del Espíritu Santo de Dios.
Bien al principio de la creación, dice la Biblia que: “el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”. Con relación a la defensa del pueblo, Moisés actuó en su fuerza y mató a un egipcio, pero después ante las grandes manifestaciones del poder de Dios libertando a su pueblo, aprendió que no es con ejército ni con fuerza, sino con el Espíritu de Dios.
Con relación al
servicio, Nadab y Abiú en su propia opinión y fuerza ofrecieron fuego
extraño a Jehová, y por tal acción murieron, y el pueblo aprendió que no
es con ejército ni con fuerza, sino con el Espíritu de Dios.
Con relación al
gobierno del pueblo, Coré actuó en su fuerza humana y se rebeló contra
Moisés. Moisés acudió a Dios con el Espíritu de Dios, y la tierra se
abrió y se tragó a Coré y los suyos, aprendiendo el pueblo que no es con
ejército ni con fuerza, sino con el Espíritu de Dios.
Con relación a escoger líderes, el pueblo
actuó en su fuerza y concepto humano, pidieron rey y vino Saúl. Ellos
querían ser como las otras naciones. Aprendieron ya tarde que el
verdadero Rey es Jehová; que no es con ejército ni con fuerza, sino con
el Espíritu de Dios.
Con relación al origen y permanencia del poder, Sansón confió
en su fuerza física, y fracasó vergonzosamente, y aprendió que su fuerza
física le venía por el Espíritu de Dios.
Todas las profecías de los profetas antiguos
no vinieron a ellos por su fuerza humana o intelectual, sino que es como
nos dice el apóstol Pedro, “que los santos
hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”.
En el caso de
nuestro maravilloso Salvador Jesucristo, no vino por voluntad humana,
sino que fue concebido por el Espíritu Santo, fue bautizado por el
Espíritu Santo, ministró con la unción del Espíritu Santo, en su
crucifixión fue ofrecido por el Espíritu Santo, en su resurrección fue
levantado por el Espíritu Santo.
En los
apóstoles vemos al Espíritu Santo usando a los grandes escritores en las
grandes revelaciones e interpretaciones de la obra de Cristo. Vemos los
dones y los frutos del Espíritu Santo en plena operación.
En el libro último
de la Biblia – el Apocalipsis – encontramos el mismo poder del Espíritu
Santo que recorre todas las escrituras, y dice: “El que tiene oído,
oiga lo que el Espíritu Santo dice a las iglesias”.
Y a lo largo de la historia de la iglesia de
Jesucristo, sus grandes victorias han venido exclusivamente por medio
del poder, de la manifestación, de la unción, del bautismo, de los dones
del Espíritu Santo.
En el gran avivamiento de Gales (1904), el poder del Espíritu
Santo barrió como un tornado el pecado y la impiedad. El instrumento
ungido por el poder del Espíritu Santo lo fue Evan Roberts. La gente
confesaba sus pecados, las deudas olvidadas eran pagadas, los teatros se
cerraban, hasta los mulos en las minas de carbón se dieron cuenta de la
transformación de la gente, pues ya no los trataban con rigor. En cinco
semanas 20.000 personas se rindieron al Señor.
En las Islas de Hawái otro gran avivamiento
del Espíritu Santo sacudió estas Islas en 1837. El hombre lleno del
poder del Espíritu Santo lo fue Tito Coan. Las multitudes
acudían a escuchar la Palabra de Dios. La gente temblaba, lloraba,
gritaba, clamaban por perdón. Un domingo 1,705 personas fueron
bautizadas en las aguas, y 2,400 participaron de la Santa Cena. Cuando
Coan salió de las islas de Hawái, él mismo había bautizado 11,960 nuevos
convertidos.
En el año de 1,821
un joven abogado en el pequeño pueblo de Adams, en Nueva York se fue al
bosque a orar. Allí fue lleno del poder del Espíritu Santo. Éste fue el
gran evangelista Charles Finney. Mientras él
predicaba el poder de Dios era tan grande que el pueblo comenzaba a
gemir y a implorar el perdón de Dios, y él tenía que detener su
predicación y dejar que Dios trabajara en esas vidas.
El gran predicador Spurgeon, dijo, y citamos: “Si dejamos que el
Espíritu Santo selle nuestro ministerio con poder, muy poco significará
el talento humano. Los hombres pueden ser pobres y sin preparación
intelectual, sus palabras pueden ser hasta mal pronunciadas, pero si el
poder del Espíritu Santo está en ellos, el más humilde predicador tendrá
más éxito que el más erudito de los teólogos o el más elocuente de los
predicadores. Es el extraordinario poder de Dios lo que necesitamos, no
es talento humano. Es unción espiritual, no poder mental. Los ministros
del evangelio necesitan tener ese poder del Espíritu Santo, porque de lo
contrario no son aptos para el ministerio. Aún los propios apóstoles
tuvieron que guardar silencio, tuvieron que esperar en Jerusalén, no
pudieron comenzar su labor, hasta que fueron llenos del poder del
Espíritu Santo”.
Amados,
en nuestros días el Espíritu Santo desea hacer lo mismo que ayer. La
razón porque el mundo no ha sido totalmente evangelizado es por la falta
del poder del Espíritu Santo. Es porque generalmente hablando, se
estriba más, se depende más de la fuerza humana, de la sabiduría humana,
del talento humano, de todo esfuerzo y recurso humano que del glorioso
poder del Espíritu Santo. Nos olvidamos que el Espíritu Santo logra más
en unos minutos, que todos nosotros en un año de trabajo en nuestras
propias fuerzas. Como uno puede servir mejor a Dios y a su obra llenando
el corazón del poder y del fuego del Espíritu Santo. Grados académicos
no son indispensables.
Cuando los cristianos se humillan, consagran sus vidas a
Cristo, y reciben este poder del Espíritu Santo, ganan más almas para
Cristo en un día que los que pudieran ganar en toda su vida sin ese
poder maravilloso. Ésta es una necesidad para todos, y es una promesa
para todos, no importa de qué iglesia sea. El estar lleno del Espíritu
de Dios es indispensable para vivir una vida triunfante y para llevar
mucho fruto en la viña del Señor.
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