LA ORACIÓN:
TAREA PRIMORDIAL
DE LOS MINISTROS
El hecho de que las epístolas del Nuevo Testamento den
fe de tantas oraciones, nos llama la atención sobre un aspecto importante de la
tarea ministerial. El predicador no ha terminado con sus obligaciones cuando
deja el púlpito, ya que es preciso que riegue la semilla que ha sembrado. Por
el bien de los predicadores jóvenes, permítaseme extenderme un poco sobre este
asunto. Ya hemos visto que los apóstoles se dedicaron “de lleno a la oración y
al ministerio de la palabra” (Hch. 6:4) dejando un ejemplo excelente para todos
aquellos que les siguen en esta sagrada vocación. No sólo hay que poner
atención al orden de prioridades que establecen los apóstoles, sino que hay que
obedecerlo y practicarlo. No importa con cuánto cuidado y laboriosidad
preparemos nuestros sermones, estos llegarán a los oyentes sin la unción del
Espíritu si no han nacido de un alma que se ha afanado delante de Dios. A menos
que el sermón sea el producto de intensa oración no esperemos que despierte el
espíritu de oración en aquellos que lo escuchan. Como ya se ha señalado, Pablo
entretejía oraciones entre las instrucciones que escribía en sus cartas. Es
nuestro privilegio y nuestro deber retirarnos a un lugar apartado después de
dejar el púlpito, para rogar a Dios que escriba su palabra sobre el corazón de
quienes nos escucharon, para evitar que el enemigo arrebate la semilla y para
bendecir nuestro esfuerzo de tal manera, que esas palabras lleven fruto para su
eterna alabanza.
Lutero solía decir: “Hay tres cosas que hacen eficaz a
un predicador: súplicas, meditación y tribulación.” No sé cómo explicó esto el gran reformador,
pero supongo que quería decir algo así: que la oración es necesaria para situar
al predicador dentro del marco adecuado, para manejar las cosas divinas y para
investirlo de poder divino; que la meditación en la palabra es esencial para
suplirle material para su mensaje, y que se requiere de la tribulación como
contrapeso de su nave, porque el ministro del evangelio necesita pruebas que lo
mantengan humilde, así como el apóstol Pablo recibió un aguijón en la carne
para evitar que se exaltara indebidamente por la abundancia de revelaciones que
le eran concedidas. La oración es el medio señalado para recibir comunicaciones
que edifiquen e instruyan al pueblo. Debemos dedicar mucho tiempo a estar con
Dios, antes de poder salir y hablar en su nombre. Epafras, uno de los pastores
de Colosas, había salido de casa para visitar a Pablo. Al concluir su epístola
a los Colosenses, Pablo informa a los destinatarios que Epafras intercedía por
ellos fielmente: “Os saluda epafras, el cual es uno de vosotros, siervo de
Cristo, siempre rogando encarecidamente por vosotros en sus oraciones. para que
estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere. Porque de él
doy testimonio de que tiene gran solicitud por vosotros. . .” (Col. 4:12.13a.
RV60). ¿Sería posible recomendarlo a usted ante su congregación en esos
términos?
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