Introducción del libro "Nuevos Creyentes" W. Nee
LA IMPORTANCIA DE EDIFICAR A LOS CREYENTES NUEVOS
Uno
Al
inicio de su vida cristiana se le debe enseñar enfáticamente a todo
nuevo creyente a no confiar en sí mismo. Supongamos que un hermano es
salvo a los cuarenta años de edad. Durante esos cuarenta años, esta
persona vivió en el mundo, desperdició sus días en pecado, siguió las
costumbres de esta era, y Satanás lo tenía atado. Durante esos cuarenta
años de su vida, tal persona vivió conforme a su propia manera de ser y
se condujo en conformidad con sus propios conceptos, sentimientos e
ideas. Ahora que es salva, esta persona ya no debe tener ninguna
confianza en sí misma. Debería, más bien, desconfiar mucho de sí misma.
Los
cristianos tenemos ciertas normas, que son los estándares para llevar
la vida cristiana, los ideales cristianos y los conceptos cristianos.
Quienes desconocen tales normas no conocen lo que significa ser
perfeccionados. Ellos, con arrogancia, se jactan de sí mismos y tienden a
sentirse satisfechos consigo mismos y a confiar en sí mismos; puesto
que desconocen esas normas, confunden lo erróneo con lo correcto y
viceversa. Únicamente los que han aprendido las lecciones de la vida
cristiana y conocen las normas que ésta supone, podrán decirles a los
demás lo que no deben hacer y lo que no deben decir. Solamente ellos
podrán distinguir entre lo correcto y lo incorrecto. La edificación de
los nuevos creyentes consiste en enseñarles esas normas de la vida
cristiana a fin de que puedan conducirse conforme a ellas.
Dos
Lo
primero que un nuevo creyente necesita hacer es anular total y
completamente su pasado. ¿Por qué dijo el Señor: “De cierto os digo, que
si no os volvéis y os hacéis como niños, jamás entraréis en el reino de
los cielos” (Mt. 18:3)? Esto significa que nuestra pasada manera de
vivir era errónea; vivíamos en vanidad, y aquellos días no contaban para
nada. Por ello, es necesario que todos nosotros tengamos un nuevo
comienzo. La regeneración, de la cual se habla en el capítulo 3 de Juan,
nos muestra la necesidad de tener una nueva vida, mientras que
volvernos y hacernos como niños, que se menciona en Mateo 18, nos
muestra la necesidad de anular nuestra pasada manera de vivir. Así pues,
todo cuanto pertenece al pasado deberá ser demolido y desarraigado. El
perfeccionamiento de un nuevo creyente consiste en derribar, uno a uno,
todo elemento perteneciente a su pasado. Perfeccionar a una persona que
ha sido salva a los cuarenta años de edad significa derribar
completamente todo lo que ha adquirido durante los previos cuarenta años
de su vida. Son muchos los que se arrepienten de sus pecados, mas no de
lo que son ellos mismos. Nosotros no estamos tratando de poner vida en
lo que está muerto, sino que nosotros hemos pasado de muerte a vida.
Así, la edificación de un nuevo creyente consiste en identificar aquello
con respecto de lo cual se deben tomar medidas, aquellas cosas que se
deben eliminar, y las cosas que necesitan ser añadidas. Todo deberá ser
juzgado de acuerdo con las normas bíblicas. Si algo no pasa la prueba de
estas normas; es decir, si la manera en la que una persona se conduce
sigue basada en sus experiencias pasadas, sus viejos hábitos o sus
antiguos conceptos; entonces, tal persona está viviendo en grotesco
error. En cuanto alguien cree en el Señor, tiene que abandonar todos y
cada uno de sus antiguos conceptos. La regeneración le otorga nueva vida
al hombre, mientras que al volverse como un niño, derrumba su vida
pasada. En cuanto a la edificación de un nuevo creyente, en el aspecto
negativo, ésta consiste en derribar todo cuanto él ha adquirido en el
pasado; en el aspecto positivo, consiste en tener un nuevo comienzo, que
le permitirá llevar una nueva manera de vivir.
Si
un nuevo creyente no elimina y destruye todo cuanto ha adquirido en el
pasado, él tendrá muchos obstáculos en su andar cristiano. Las cosas que
hizo en el pasado seguirán remordiéndole la conciencia, y todo cuanto
reciba de parte del Señor llegará a ser una mera añadidura a lo que él
ha adquirido en el pasado. El resultado será una mezcla de la vida del
Señor con la vida pasada de esta persona. Probablemente, esta persona
todavía se tenga en muy alta estima y hable a los demás acerca de su
sinceridad, su paciencia, así como de sus muchos sufrimientos. Quizás
esté llena de orgullo y, aun así, se comporte con mucha humildad. Quizás
codicie la vanagloria y los tesoros terrenales, sin embargo, piensa que
ella está por encima de toda ambición mundana y toda ganancia vil.
Muchas hermanas tienen una manera de ser muy peculiar y les resulta muy
difícil llevarse bien con los demás. Muchos creyentes que son padres
tienen ciertas ideas muy extrañas acerca de sus hijos. Tales cristianos
pueden
seguir viviendo de esa manera, sin cambiar, por diez o veinte años; y
es precisamente para no seguir este camino que un nuevo creyente debe
desconfiar completamente de sí mismo desde el inicio mismo de su vida
cristiana. Él debe poner en tela de juicio todo cuanto procede de su
pasado; deberá abandonar sus antiguos conceptos, sus viejos hábitos, sus
antiguas ideas y, en suma, deshacerse de todo cuanto sea viejo. El
nuevo creyente deberá volverse como un niño y comenzar una nueva vida.
Tres
El
bautismo implica sepultar todo lo que pertenece al pasado. Supongamos
que una persona que tiene cincuenta años de edad es salva y está a punto
de ser bautizada. Para tal persona, el bautismo no sólo debe significar
que el Señor sepulta su antigua manera de vivir sino que, más
específicamente, el Señor quita también todos y cada uno de los
cincuenta años de su antigua existencia. Puesto que el pecado ha
impregnado todo su ser, dicha persona está enferma en todo aspecto. Por
lo tanto, todo tiene que ser sepultado en el agua, para que después
resucite de la sepultura. Tal persona, inclusive, tiene que deshacerse
de las ropas que vestía mientras estaba en la sepultura. El acto del
bautismo debe revestir tal seriedad.
Cuatro
En
el momento en que un hombre es salvo, sus conceptos con respecto a los
valores que regían su vida deberán sufrir un cambio fundamental, ya que
todos sus conceptos pasados en cuanto a los valores que regían su
existencia eran erróneos. Así pues, perfeccionar a un nuevo creyente
significará hacerle ver los errores y equivocaciones de su antiguo
sistema de valores. Tal persona deberá ver algo nuevo, deberá tener una
nueva concepción de los valores que rigen su vida. Todo lo que ella
valoraba, ahora es considerado como basura. Todo lo que ella consideraba
como ganancia, ahora es pérdida. Ya no le será posible desenvolverse
con el mismo temperamento, ni utilizar el mismo vocabulario, y tanto sus
vestidos como sus alimentos no podrán ser los mismos de antes. Ya no
puede aferrarse a su antigua manera de entender su vida matrimonial y
sexual; antes bien, deberá adquirir nuevos puntos de vista y nuevos
conceptos acerca de la paternidad y la amistad. Ella deberá ser
diferente incluso en cuanto a las distracciones o la carrera que elija
para sí. Ahora todo es nuevo; por tanto, el nuevo creyente deberá tener
un nuevo comienzo.
Cinco
Si
lección tras lección entrenamos al nuevo creyente, y él derriba aquello
que debe ser derribado y edifica lo que debe ser edificado, él se
conformará cada vez más a la norma que corresponde a un cristiano
normal.
ALGUNAS COSAS QUE DEBEMOS OBSERVAR DURANTE LAS SESIONES DE ENTRENAMIENTO
A
fin de fortalecer las reuniones para edificar a los nuevos creyentes,
primero tenemos que entrenar a los hermanos y hermanas para, después,
poder encargarles el cuidado de los nuevos. Esperamos que ningún nuevo
creyente evite entrar en este proceso. Aquellos que han sido debidamente
entrenados para cuidar de los nuevos creyentes deberán prestar especial
atención a lo siguiente:
(1)
No confíen únicamente en los mensajes que hayan impartido. Animen a los
demás a hacer preguntas. En 1 Corintios 14:35 se hace referencia a
formular preguntas. Esto denota que las primeras iglesias daban a los
santos plena libertad para hacer preguntas. Una reunión en la que no se
permite hacer preguntas ciertamente resulta excesivamente formal.
Quienes dirigen la reunión deben animar a la audiencia a hacer preguntas
y a no quedarse callados si hay algo que no entendieron.
(2)
Al contestar las preguntas, no trate de quedar bien a expensas de la
verdad. Si usted sabe la respuesta, dígalo, y si no lo sabe, admítalo.
(3)
Todos los que dirigen esta clase de reuniones deberán preguntarse si
están representándose a ellos mismos o a la verdad. Todos ellos deben
ser representantes de la verdad; ninguno de ellos debe actuar como
representante de sus propios sentimientos o de su propia manera de ser;
sino que todos deben manifestar la verdad. Ninguno de ellos debe
expresar sus propias opiniones. Por ejemplo, con respecto a la práctica
de cubrirse la cabeza, es posible que uno de los que dirige la reunión
no entienda todos los aspectos de esta verdad; aun así, él no debe
decirle a los demás que esta práctica es opcional. Las verdades divinas
son absolutas, y todos debemos hablar una misma cosa. Si nuestras
trompetas dan un sonido incierto, pelearemos la batalla con
incertidumbre. Incluso si alguno está en desacuerdo, aun así, debe
expresarse únicamente por medio de sugerencias constructivas, nunca por
medio de críticas negativas.
(4)
Todos los que dirigen estas reuniones deberán comprender desde el
inicio de las mismas que su papel consiste en ser únicamente un canal
por medio del cual la palabra de Dios es divulgada y que no son ni amos
ni maestros. Así pues, ellos deberán asumir una posición inferior: la de
uno que conversa con otro hermano de la misma posición. Jamás deben
tener la actitud de ser uno que ocupa una posición superior y que le
está enseñando a otro que ocupa una posición inferior. Nadie puede
desempeñar el papel de maestro. Todos deben tomar la posición que le
corresponde a un mensajero.
ASPECTOS PRÁCTICOS QUE SE DEBEN TENER EN CONSIDERACIÓN
Puesto
que edificar a los nuevos creyentes es en sí un adiestramiento básico,
es de esperar que todas las iglesias locales tengan esta clase de
reuniones, es decir, reuniones para edificar a los nuevos creyentes.
Permítanme ahora presentarles algunos aspectos prácticos que hay que
tener en consideración.
Quién puede ser considerado como nuevo creyente
Apenas
un pecador crea en el Señor y sea bautizado, es un nuevo creyente. A
partir de la semana en que ha sido bautizado, deberá participar de la
reunión para los nuevos creyentes. Después de un año, habrá escuchado la
mayor parte de lo que necesita escuchar y habrá aprendido la mayoría de
cosas que debe aprender. Sólo entonces podemos afirmar que este
creyente ha recibido el adiestramiento básico. Y de allí en adelante
podemos esperar que tal persona sea edificada de una manera más avanzada
y profunda.
Tan
pronto un pecador crea en el Señor él debe asistir a la reunión para
nuevos creyentes independientemente de cuán avanzada sea su edad, de
cuánta educación haya recibido, de cuán alta sea la posición que ocupe
en la sociedad o de cuánta experiencia haya acumulado en el mundo. Si su
pasado no es derribado, le será difícil vivir apropiadamente la vida
cristiana. Por tanto, cuando alguien haya creído en el Señor y haya sido
bautizado, sin importar quién sea, tenemos que tratarlo como un nuevo
creyente e invitarle a participar de las reuniones para nuevos
creyentes.
Aquellos
que nunca han recibido esta clase de adiestramiento básico, aun cuando
hayan sido creyentes por muchos años, también pueden participar de las
reuniones para nuevos creyentes si así lo desean. Estas reuniones tienen
como propósito derribar lo viejo y edificar lo nuevo. No se trata de
cuántos años una persona haya sido un creyente, sino cuanto de su pasado
ha sido derribado desde que se convirtió. Conozco un hermano que, en
toda su vida, nunca ha confesado sus pecados a nadie y, sin embargo,
¡ahora él es un hermano a quien se le ha encargado ciertas
responsabilidades! No importa por cuántos años él haya sido un
cristiano; en lo que a su experiencia espiritual concierne, necesita un
nuevo comienzo y debe asistir a las reuniones para nuevos creyentes.
Los días en los que debemos celebrar las reuniones para nuevos creyentes
Al
hacer los preparativos que demandan esta clase de reuniones, todas las
iglesias deberían esforzarse al máximo en dedicar ya sea el miércoles o
el jueves. Ya sea que se involucre a muchos o apenas a unos cuantos, a
toda la
congregación
o a un solo pequeño grupo, dicha reunión debería celebrarse en un
miércoles o jueves de cada semana. Siempre que un nuevo creyente vaya a
otra localidad en la que hay una iglesia, a él le debería ser posible
participar de inmediato en esta clase de reuniones y no perderse ninguna
lección.
Reuniones de entrenamiento
Entrenamientos periódicos intensivos
Estos
entrenamientos de corto plazo deben ser conducidos por un hermano (tal
vez uno de los colaboradores). Para ello él debe reunir a los hermanos
de un distrito o una región que tengan la capacidad de ministrar la
palabra. Todos estos entrenamientos breves deberán abarcar de diez a
veinte lecciones. Después de celebrar dos o tres entrenamientos como
estos, se habrán cubierto todas las materias. Así, cuando los hermanos
retornen a sus respectivas localidades, ellos podrán asumir la
responsabilidad de enseñar en las reuniones para nuevos creyentes de su
localidad.
Entrenamientos semanales por localidad
En
una ciudad como Shanghái hay muchos nuevos creyentes. Si los dividimos
en varios grupos de doce, necesitaríamos más de cien hermanos
responsables a fin de entrenarlos a ellos primero. Para resolver este
problema, podríamos pedirle a un hermano que se encargue de reunir, una
vez por semana, a los hermanos que dirigen las reuniones para nuevos
creyentes a fin de adiestrarlos. Por un lado, ellos podrían conversar
acerca de los problemas que enfrentaron durante la semana así como los
errores que cometieron; por otro, podrían estudiar los temas que deben
tratar la siguiente semana. El mejor día para hacer esto es el viernes.
Si el viernes no es el día más indicado, debería realizarse a más tardar
el lunes. Esto les daría a tales hermanos un mínimo de tres a siete
días para preparar sus lecciones y para concentrarse en los temas
principales de los mensajes correspondientes.
Los libros de lecciones y los cuadernos
Si
durante las sesiones de adiestramiento, un nuevo alumno no tiene el
libro que se está estudiando, tendrá que tomar notas, pero si tiene el
libro, debe leer la lección cuidadosamente. Si se encuentra con algo que
no comprende, él debe hacer la pregunta correspondiente, y todos los
demás juntos deberán examinarla. Ellos deben preguntarse cuál es el tema
central de la lección, cuántas secciones tiene y cuáles son los
principales asuntos que se tratan en cada sección, así como cuáles son
las palabras cruciales y las enseñanzas más importantes de cada sección.
Deben identificar cuáles son las cosas que deben ser eliminadas y
cuáles las que deben ser edificadas. Ellos deben estudiar la
lección
sección por sección y hacer preguntas mientras escuchan la exposición
de la misma. Después, el jueves siguiente deberán ir a sus respectivas
clases y conducir sus propias reuniones.
Alcanzar los objetivos propuestos
Al
impartir una lección, la meta principal no consiste en ayudar a los
nuevos creyentes a comprender más doctrinas sino en formarlos. Debemos
prestar especial atención a las áreas respecto de las cuales ellos
requieren ser “tallados”, o sea, que ellos deben saber qué es lo que
debe ser derribado y qué es lo que debe ser añadido en ellos. Estas
lecciones deben servir como herramientas para la edificación de los
creyentes y deben contribuir a hacer de ellas personas nuevas. Por
supuesto, a fin de lograr el objetivo deseado, los hermanos encargados
de dirigir tales reuniones deberán tener las experiencias de ciertas
áreas respecto de las cuales ellos mismos están hablando. De otro modo,
no podrán hablar con autenticidad, y lo que digan solamente serán
palabras vanas que no tienen ningún impacto. Todos los encargados de
dirigir una reunión para nuevos creyentes, deberán considerar
detenidamente este asunto.
Dividir a los creyentes asignándoles a distintas clases
Si
en una iglesia no hay muchos creyentes nuevos, o si no hay suficientes
hermanos para dar los mensajes, no habrá necesidad de dividir a los
nuevos creyentes asignándoles a distintas clases. En tales casos, deberá
ser una sola persona la que asuma la responsabilidad de enseñar estas
lecciones y de conducir la subsiguiente sesión de preguntas y respuestas
una semana tras otra. Pero si en una iglesia son muchos los nuevos
creyentes, habrá que dividirlos en clases más reducidas y adiestrarlos
por separado. Las clases podrían ser conformadas por orden geográfico o
nivel intelectual y tomando en cuenta las necesidades de orden práctico
que puedan existir en una determinada localidad. Si hay un número
adecuado de hermanos responsables, las clases podrían variar desde
algunos grupos muy pequeños hasta grupos de doce o más. Al dividirlos en
las clases, debemos tener en cuenta los siguientes puntos:
Prestar atención a los estudiantes
Supongamos
que una determinada clase tiene en común un nivel de educación
superior; entonces se deberá asignar a los hermanos más preparados para
enseñar a dicha clase de estudiantes. Si otra clase está conformada por
personas de un nivel de educación inferior, los encargados de dicha
clase deberán ser los que tienen mas experiencia en enseñar las verdades
bíblicas de una manera simple. Una vez que tengamos a los maestros
apropiados con los estudiantes apropiados, a los hermanos encargados no
les será muy difícil enseñar y la audiencia será edificada.
Si no se usa el libro de lecciones
En
algunos lugares, únicamente los que dirigen las reuniones poseen un
libro de lecciones. En este caso, todos los que están en la audiencia
deberán llevar consigo un cuaderno para anotar los puntos más
importantes presentados así como el tema central de cada sección. En
algunas clases, los nuevos creyentes tal vez sean analfabetos o casi
analfabetos. En tales circunstancias, no hay necesidad de distribuir los
libros. Más bien, los encargados de dirigir la reunión deberán escoger
por lo menos uno de los versículos más cruciales y leérselo a la
audiencia una y otra vez. Deberán pedir a la audiencia que repita el
versículo después de ellos. Entonces, deberán explicarles los puntos más
importantes de la lección. Finalmente, deberán preguntar a los
asistentes si entendieron la lección y darles la oportunidad de hacer
preguntas.
Si se utiliza el libro de lecciones
En
aquellos lugares en los que se usa el libro de lecciones, a todos los
asistentes se les deberá dar un ejemplar de dicho libro durante la
reunión. Quien dirige la reunión deberá ayudar a los nuevos creyentes a
leer al unísono la lección o a leerla por turnos parte por parte.
Después, deberá hacerles preguntas a medida que avanza en su lección, y
los oyentes también deben sentirse libres de hacer preguntas mientras lo
escuchan. A veces, se les puede pedir a los oyentes que digan algo,
pero su participación deberá ser breve. Esto hará que la reunión se
torne más animada. Esfuércense al máximo por evitar dar discursos o
sermones. Los que pueden tomar notas deberán preparar un cuaderno en el
cual anoten los puntos más importantes que se hayan abordado durante la
lección.
El tiempo
Todas las reuniones deben durar un máximo de una hora y media. La reunión no debe extenderse más.
Algunas cosas que debemos observar al hablar, al preguntar y al responder
Al hablar
Nuestras
voces deben ser lo suficientemente audibles como para que todos nos
oigan. No se desvíen del tema central, y los ejemplos y las historias
usados deben concordar con el mismo. Lo mejor es hacer referencia a los
puntos principales con claridad y en conformidad con el texto de la
lección. No
aprovechen
la ocasión para hablar sobre lo que les gustaría hablar. No se vayan
por las ramas. No den sermones, sino mezcle su hablar con preguntas.
Al preguntar
Las
preguntas deben guardar relación con el tema de la lección y ceñirse a
ello. No entren en temas que no vengan al caso. Por ejemplo, al hablar
de “La salvación por medio de la fe y el bautismo”, como parte de la
lección acerca del bautismo, deberíamos hacer únicamente preguntas
relacionadas a este aspecto de la salvación. No salten de este aspecto
de la salvación a hablar, por ejemplo, de la salvación de nuestra alma
y, de allí, a hablar sobre el reino y la diferencia entre participar del
reino e ir al cielo. Si abarcamos un espectro muy amplio y las
preguntas se apartan demasiado del tema, perderemos de vista el tema
inicial y nuestro estudio al respecto será estéril.
Al responder
Las
respuestas tienen que ser muy claras. Si las preguntas se alejan mucho
del tema, podemos responder diciendo que nuestra prioridad es estudiar
la lección misma y que podemos reservar las otras preguntas para una
ocasión posterior. Por ejemplo, si alguno hace preguntas acerca de la
salvación por medio de la gracia o sobre la salvación del alma cuando la
lección que estamos impartiendo se refiere al bautismo, basta con
responder simplemente que la salvación tiene diversos aspectos y que,
para esta lección en particular, sólo nos interesa el significado
general de la salvación.
Debemos verificar si la lección ha sido puesta en práctica o no
No
teman repetir el mensaje. Es posible que un hombre escuche un mensaje
este año y que el próximo año no lo recuerde, y si ustedes le preguntan
al respecto en el tercer año, quizás todavía no haya puesto en práctica
dicha lección. Nuestro propósito no es simplemente dar mensajes a los
nuevos creyentes; sino, además, verificar con ellos si están poniendo en
práctica lo que han escuchado. No debemos hablarles respecto de algo
para que luego se olviden de ello. Por eso, debemos preguntarles si
están poniendo en práctica lo que han oído o no. Por ejemplo, tal vez
hayamos hablado acerca de madrugar; entonces, tenemos que verificar con
ellos si están madrugando. Si les hemos hablado sobre la lectura de la
Biblia, tenemos que verificar con ellos si están leyendo la Biblia o no.
Si les hemos hablado acerca de la oración, tenemos que verificar con
ellos si oran o no. Constantemente tenemos que exhortarles a que pongan
en práctica lo aprendido, y verificar con ellos si así lo vienen
haciendo hasta que concienzudamente, ellos comiencen a ponerlo en
práctica y tomar las medidas correspondientes.
Clases de recuperación
Los
que dirigen las reuniones tienen que determinar cuánto tiempo deberán
dedicar a una determinada lección y por cuánto tiempo deberán detenerse
en ella. Sin embargo, esperamos que las diferencias en cuanto al ritmo
que lleva una u otra lección no sean muy grandes. Si algunos no han
entendido algo o están muy atrasados, debemos organizar lecciones para
que ellos se pongan al día. Estas lecciones de recuperación deben ser
conducidas con la mayor seriedad, y debemos repasar minuciosamente
aquellos temas que no supimos cubrir debidamente. Si no hacemos esto
seriamente, no tendremos nada que impartir a los demás.
NECESITAMOS TENER UN ESPÍRITU FRESCO
Debemos
impartir estas lecciones un año tras otro; ellas deben ser impartidas
continuamente. Por tanto, los expositores tienen que aprender a
mantenerse frescos en su espíritu. Las verdades serán las mismas aun
después de diez años, pero el espíritu no puede permanecer igual. Si los
que dirigen la reunión han aprendido a ejercitar su espíritu, y si
poseen un espíritu fresco, podrán repetir una misma lección una y otra
vez durante diez o veinte años. Si los demás han de ser afectados por
nuestras palabras, es necesario que tales palabras, primero hayan
afectado a nuestro espíritu. Debemos tener una percepción fresca en
nuestro espíritu. Si nuestro espíritu se ha hecho viejo y solamente
transmite enseñanzas, los demás recibirán ayuda únicamente en cuanto a
la doctrina. Así, la doctrina llegará a convertirse en algo parecido a
una oración del libro La oración común, que la gente repite durante
algunos servicios cristianos semana tras semana. Pero si la Palabra ha
sido tocada por nuestro espíritu, el hecho de repetir las mismas
lecciones no representará problema alguno.
NECESITAMOS LA BENDICIÓN DEL SEÑOR
La
vida cristiana es una vida que depende de la bendición del Señor. Si la
bendición del Señor reposa sobre nosotros, aunque no le demos al blanco
no erraremos por mucho, aun cuando los arreglos prácticos no hayan sido
los más apropiados. Pero si la bendición del Señor no reposa sobre
nosotros, no obtendremos buenos resultados, aun si todos los
preparativos estuvieran perfectos. En algunos casos, el Señor persiste
en darnos Su bendición aun cuando las circunstancias no son las ideales.
En otros casos, es posible que la bendición del Señor esté ausente
debido a un pequeño error. Un cristiano no debe procurar obtener que
todo esté correcto externamente; sino, más bien, siempre debe estar
buscando el camino de la bendición divina.
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