El Apóstol Pablo y el sábado
PREGUNTA:
La costumbre de Pablo era guardar el sábado (Hechos 13:14; 16:13;
17:2). ¿No deberíamos nosotros seguir su ejemplo en esto (1 Corintios
11:1)? Cuando Pablo predicaba el evangelio en una ciudad nueva, su
costumbre era ir a la sinagoga en el sábado (Hechos 13:14; 16:13; 17:2).
Pero esto no significa que él guardaba el sábado. Pablo deseaba
predicarles primero a los judíos, y el mejor lugar para hacer esto era
en una sinagoga, y el mejor día para hacerlo era en el sábado, cuando
los judíos estaban allí. Era simplemente una buena estrategia
evangelística ir a la sinagoga en el sábado. Sin embargo, Pablo nunca le
enseñó a nadie a guardar el sábado. El apóstol Pablo iba a la sinagoga
en el sábado porque allí era cuando y donde la gente se reunía para
escuchar las discusiones de la Escritura. Allí era cuando y donde él
tenía un auditorio. Él iba a los judíos primeramente y luego a los
gentiles, y la mejor manera de predicar a los judíos era yendo a las
sinagogas en el día en que los judíos estaban allí. Como Jesús, Pablo
por costumbre iba a la sinagoga. Pero ¿por qué debemos insistir en
imitar una frase de la oración e ignorar otra parte? ¿Por qué debemos
citar el ejemplo del “sábado” pero no el de la “sinagoga”? El hecho de
que esta era una sinagoga debiera enfocar nuestra atención en la
situación histórica y debiera prevenirnos con respecto a costumbres
específicas.
Pablo
algunas veces guardó leyes judías tales como la circuncisión, hacer
votos y participar en los ritos del templo (Hechos 16:3; 18:18; 21:26).
Cuando estaba con los judíos, él vivía como ellos – pero él no se
consideraba a sí mismo como estando bajo la ley del antiguo pacto (1
Corintios 9:20). Cuando estaba con los gentiles, él podía vivir como un
gentil, al igual que Pedro lo pudo hacer (v. 21; Gálatas 2:14). En el
primer siglo, ni los judíos ni los gentiles creían que los gentiles
debían guardar el sábado. Si Pablo hubiese tenido otro punto de vista,
nosotros podríamos esperar ver alguna evidencia, pero no hay ninguna. Su
ejemplo no es automáticamente autoritario. Si imitamos todas las
maneras en que él vivió como Jesús, tendríamos que ser solteros y
predicadores ambulantes. Debemos discernir cuáles detalles de sus vidas
se basaron en la cultura en que vivieron, cuáles se basaron en el
cristianismo y cuáles se basaron en ambos.
El
apóstol Pablo se consideró a sí mismo bajo la ley de Cristo, no bajo la
ley del antiguo pacto (1 Corintios 9:19-21). Tenía la libertad de
observar las costumbres del antiguo pacto cuando estaba entre judíos, y
tenía la libertad de ignorarlas en otras situaciones. Pedro estaba en
libertad de “vivir como los gentiles”, al igual que Pablo (Gálatas
2:14). En la actualidad, nosotros debemos obedecer los mandamientos de
Jesús (Mateo 28:20), y Jesús nunca le ordenó a nadie que descansara en
el sábado. El ejemplo de Pablo, como el de Jesús, es siempre uno de
libertad y él no establece ninguna restricción o mandamiento acerca del
sábado. En Antioquía de Pisidia, Pablo dio un mensaje controversial en
la sinagoga: “Así pues, hermanos, ustedes deben saber que el perdón de
los pecados se les anuncia por medio de Jesús. Por medio de él, todos
los que creen quedan perdonados de todo aquello que bajo la ley de
Moisés no tenía perdón” (Hechos 13:38-39). Los judíos y prosélitos le
pidieron a Pablo que les hablara el siguiente sábado (vers. 42), y eso
fue lo que Pablo hizo. Él no trató de cambiar su costumbre de guardar el
sábado. Una gran porción del grupo tendría que trabajar los siguientes
seis días y no les hubiera sido posible reunirse el domingo. Además,
sería bueno para ellos pensar y hablar acerca del mensaje de Pablo
durante toda la semana. Debido a que Pablo esperó una semana, toda la
ciudad pudo escuchar acerca de la controversia, y debido a eso, vinieron
a escucharlo (vers. 44). En las ciudades gentiles de Listra y Derbe, no
se dice nada acerca del sábado.
Aun
en Atenas, donde vivían algunos judíos, nada se dice acerca del sábado.
En su lugar, Pablo “cada día discutía igualmente en la plaza con los
que allí se reunían” (Hechos 17:17). La predicación diaria es una
costumbre válida también, si deseamos seguir el ejemplo que Pablo y
Jesús nos dejaron. Santiago hizo notar que se predicaba sobre Moisés en
las sinagogas cada sábado. (Hechos 15:21). ¡Pero Santiago no trató de
animar a los gentiles a que asistieran a las sinagogas! Los conversos
necesitaban oír acerca de Cristo, no acerca de Moisés. El concilio de
Jerusalén rechazó la opinión de aquellos que pensaban que los gentiles
debían guardar toda la “ley de Moisés” (vers. 5). “Por lo cual yo juzgo
que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios” (vers. 19).
En lugar de requerirles a los gentiles cristianos que guardaran la ley
de Moisés, el concilio les dijo que se abstuvieron de sangre, de carne
de animales estrangulados, de la idolatría y de la fornicación (vers.
20). El concilio dio un decreto benigno debido a que en las sinagogas se
predicaban los requisitos estrictos (vers. 21).
El
sábado era parte de la ley de Moisés, tanto como lo era la
circuncisión, pero nada se dijo para hacer del sábado una excepción, ni
por el concilio ni por Lucas, quien escribió para los lectores gentiles
muchos años después. En Corinto, Pablo nuevamente empezó en la sinagoga,
y allí habló cada sábado (Hechos 18:4). Pero muy pronto Pablo dejó la
sinagoga y empezó a predicar en la casa que estaba al lado de la
sinagoga (vers. 7). Después de esto, no se dice nada con respecto al
sábado, y Pablo pudo haber enseñado cada día de la semana. Aun al estar
ocupado en la fabricación de tiendas, él podía hablar de las Escrituras
con cualquiera que tuviera tiempo para escucharle. En Éfeso, Pablo
predicó todos los días de la semana por dos años (Hechos 19:9-10). Esta
es también una costumbre válida. De regreso a Jerusalén, Pablo se detuvo
siete días en Troas (Hechos 20:6). Pero no leemos nada sobre el sábado.
Lo que leemos es que la iglesia (”nosotros”) esperó hasta el primer día
de la semana para reunirse y partir el pan, y Pablo predicó hasta que
terminó el sábado (vers. 7). ¿Por qué hasta entonces? Aparentemente el
primer día de la semana era cuando los creyentes se podían reunir.
Aunque Pablo tenía prisa (vers. 16), tenía que esperar hasta el primer
día de la semana. Este también fue un ejemplo significativo.
En
resumen, nunca se nos dice que Pablo descansó en el sábado, o que él
enseñó a que se descansara en el sábado. Lo que se nos dice es que él
aprovechó ese día como una oportunidad evangelística, y que podía
aprovechar cualquier día de la semana para predicar acerca del Salvador.
Su ejemplo nos demuestra libertad, y nada acerca de requisitos.
PREGUNTA: Pablo enseñó regularmente en el sábado (Hechos 18:1-11). ¿Les estaba él enseñando a los gentiles a guardar el sábado?
RESPUESTA:
Este pasaje solamente dice que enseñó en las sinagogas por unos cuantos
sábados; después de eso no dice cuándo él enseñó. Pudo haber sido en el
sábado o pudo haber sido en otros días también, como lo hizo en Atenas y
en Éfeso. Y el pasaje no dice nada acerca de evitar trabajar en un día
de la semana en particular. El libro de los Hechos nos dice lo que Pablo
hizo en unos cuantos sábados y en otros cuantos días. Si queremos saber
lo que Pablo mismo enseñó acerca del sábado, necesitamos ir al único
lugar donde se usa la palabra “sábado” [la versión castellana usa "días
de reposo"] en sus epístolas: Colosenses 2:16-17. “Por tanto, que nadie
los critique a ustedes por lo que comen o beben, o por cuestiones tales
como días de fiesta, lunas nuevas o días de reposo. Todo esto no es más
que la sombra de lo que ha de venir, pero la realidad misma es Cristo”
(Versión Popular).
El
apóstol Pablo comienza su análisis del sábado con un “por tanto”. Esas
palabras deben hacernos examinar el contexto. La razón por la que los
cristianos no deben dejar que otros los critiquen con respecto al sábado
es debido a que Cristo ha triunfado en la cruz (vers. 15). La muerte de
Cristo en la cruz cambió algo acerca del sábado. En Colosas, el sábado
no tenía conexión alguna con los rituales del templo. La única manera
que se podía observar era absteniéndose de trabajar y reuniéndose para
adorar. Pero la muerte de Cristo había cambiado algo acerca del enfoque
cristiano hacia el sábado. Nadie debía criticar a los cristianos con
respecto al sábado. El sábado, los días de fiesta, las lunas nuevas y
todo el calendario judío era una “sombra” de lo que había de venir. Todo
eso prefiguraba, era la sombra profética, simbolizando cosas que habían
de venir. Gramaticalmente, es ambiguo el hecho de que esas cosas han
ocurrido o si algunas eran futuras. En lo que respecta a la práctica
cristiana, no importa, ya que la conclusión de Pablo es que no debemos
dejar que otros nos critiquen en lo que al sábado respecta. Ya sea que
lo guardemos o que no lo guardemos, no debemos dejar que otros nos
juzguen acerca de esta cuestión. Ya sea que guardemos el sábado o no, no
debemos dejar que otros nos hagan sentir culpables con respecto al
sábado. No debemos dejar que otros nos hagan pensar que vamos a perder
nuestra salvación si no aceptamos sus ideas. Ni se ha prohibido el
sábado, ni se ha requerido.
Es
por esto que en la Iglesia de Dios Universal hoy se recibe a los que
guardan el sábado como a los que no lo guardan. El contraste entre
“sombra” y “realidad” se encuentra también en Hebreos 10:1; las leyes de
los sacrificios fueron una sombra de las cosas buenas que habían de
venir (el mismo vocablo y tiempo verbal griego como en Colosenses 2:17),
no la realidad. Así como los sacrificios eran sombras que señalaban
hacia Cristo y fueron reemplazadas por él, los días de adoración del
antiguo pacto fueron también sombras que señalaban hacia Cristo. Ahora
que él ya ha venido, los días han dejado de ser la norma por la cual
somos juzgados. La norma apropiada es Jesucristo.
En
el último juicio, la cuestión definitiva no será acerca de días, sino
acerca de la fe en Jesucristo. Su venida ha hecho una enorme diferencia
en la manera en que el pueblo de Dios debe adorar en espíritu y en
verdad. Apenas hemos empezado a ver cuán significativas su muerte y
resurrección han sido para la fe y la práctica. Pablo no les enseñó a
los cristianos gentiles a guardar el sábado. Él en realidad les dijo que
el sábado no era un aspecto en el cual debíamos ser juzgados. Como le
dijo a la iglesia romana, que consistía de judíos y gentiles: “Hay
quienes dan más importancia a un día que a otro, y hay quienes creen que
todos los días son iguales. Cada uno debe estar convencido de lo que
cree” (Romanos 14:5, Versión Popular). El apóstol Pablo no pensó que era
necesario decirle a esta gente que un día en particular era sagrado o
superior. Él lo dejó a la convicción individual. ¿Cómo podía Pablo tomar
una actitud tan indiferente en cuanto al concepto de días especiales?
Aparentemente algo significativo había ocurrido, el evento más
significativo en la historia: la crucifixión de Jesucristo. Debido a ese
evento, los días ya no son un asunto para juzgar el comportamiento.
El
punto principal de Pablo es que un cristiano no debe juzgar a otro en
lo que respecta a mejores días: “¿Quién eres tú para criticar el
servidor de otro? Si queda bien o queda mal, es asunto de su propio amo.
Pero quedará bien, porque el Señor tiene poder para hacerle quedar
bien” (vers. 4, Versión Popular). “Así pues, cada uno de nosotros tendrá
que dar cuenta de sí mismo a Dios”, Pablo escribe en el versículo 12.
Pero ¿quiere esto decir que necesitamos vivir en temor del juicio final,
guardando el sábado “por si acaso”, observando lunas nuevas y otras
restricciones “por si acaso”? Si alguna persona hace estas cosas
reverentemente, “para el Señor”, pueden ser aceptables hábitos de ayuda.
Pero no pueden exigírselas a otros cristianos. La conclusión de Pablo
es clara: “Por eso, ya no debemos criticarnos unos a otros. Al
contrario, propónganse ustedes no hacer nada que sea causa de que su
hermano tropiece” (vers. 13, Versión Popular).
Por
cada obstáculo que pongamos en frente de otros, seremos juzgados.
Cuando enseñamos requisitos, debemos ser precavidos. Es bueno ser
obediente, pero no debemos pensar que nuestra obediencia gana algo para
la salvación. Pablo advirtió convincentemente a los cristianos gálatas
que la fe en Cristo era suficiente para la salvación. La fe nos lleva a
caminar por el Espíritu, y eso implica un estilo de vida de amor, gozo,
paz, etc. La fe no implica la observancia supersticiosa de la
circuncisión o de las leyes del antiguo pacto “por si acaso” éstas son
también necesarias. Somos llamados a la fe, confiados en que el
sacrificio de Cristo nos limpia de todo pecado, no a la esclavitud
temerosa de tradiciones religiosas y reglas humanas. Semejantes reglas
podrán tener apariencia religiosa y podrán tener la forma de piedad,
pero no tienen el poder que transforma el corazón, lo cual es el enfoque
del cristianismo.
De
hecho, para algunas personas las reglas pueden llegar a ser más
importantes que amar al prójimo. Las reglas pueden engañar a las
personas haciéndolas pensar que están bien con Dios simplemente por
guardar las reglas. Por lo menos eso fue lo que produjeron en algunos de
los fariseos. Los gálatas habían sido gentiles en una religión pagana
antes de que fueran salvos por la fe en Cristo. Pero los judaizantes
herejes estaban aparentemente enseñándoles que, aunque habían empezado
con Cristo, necesitaban completar su salvación con la circuncisión y su
compromiso hacia el antiguo pacto (Gálatas 5:3). ¡Semejante enseñanza
debe ser maldecida y condenada! Hace que Cristo no tenga valor alguno
(vers. 2). El apóstol Pablo dijo que la ley del antiguo pacto era
esclavitud (Gálatas 4:24-25; 5:1; notemos también el “nosotros” en 4:3),
al igual que el paganismo (Gálatas 4:8). ¡Los cristianos de Galacia
habían ido de una esclavitud pueril (el paganismo con sus muchas reglas
externas) a otra (el antiguo pacto, con sus reglas externas)! Cuando los
judaizantes enseñaron “días, meses, fechas y años” (vers. 10), es
posible que les enseñaron el calendario judío con sus días, meses
lunares, estaciones festivas y años sabáticos. Tales requisitos externos
eran “débiles y pobres principios”34 (vers. 9), ya que nunca pueden
ganarnos la salvación, ni son requeridos después de que se nos da la
salvación.
Los
cristianos pueden guardar tales días si así lo desean (como muchos de
los cristianos judíos lo hicieron), pero no deben enseñar que tales días
son requeridos bajo el nuevo pacto. ¿Cómo pudo Pablo ser tan
indiferente a algo que había sido un mandamiento? Porque algo más
significativo que el antiguo pacto ha venido, algo más importante que el
maná nos ha dado vida. Los días de adoración del antiguo pacto eran
sombras o siluetas, tal como lo fueron los sacrificios, y ahora la
Realidad ha venido (Colosenses 2:16-17; Hebreos 10:1-2). La ley, el
antiguo pacto entero, estuvo vigente hasta que Cristo vino (Gálatas
3:25; Hebreos 9:10). El antiguo pacto fue una administración apropiada
para una nación carnal. El nuevo pacto se administra de una manera
diferente.
La
ley de Dios es la misma, pero se administra de diferentes maneras en
diferentes tiempos para diferentes personas y diferentes propósitos.
Debemos reconocer la validez continua de la ley de Dios, pero debemos
reconocer que el Nuevo Testamento nos da una representación más completa
que la del Antiguo Testamento. Debemos interpretar las leyes antiguas
con la perspectiva de la nueva situación que nos trajo Jesucristo. El
propósito espiritual del sábado es todavía válido, pero el propósito
espiritual no es evitar el trabajo en un día específico. El propósito
espiritual es de señalarnos hacia Cristo.
Ahora
que ya hemos venido a Cristo, el indicador es de tan disminuida
importancia que (ya sea que entendamos o no su función) Pablo puede
decir que no es un asunto por el cual los cristianos deben ser juzgados.
El sábado le señaló el Creador a una nación inconversa. Les dio
frecuentes recordatorios de él, de la misma manera como el templo y sus
sacrificios lo hicieron. Pero ahora que el Creador está viviendo en
nosotros, no necesitamos de indicadores en la misma manera. Tal como
permanecemos por el propósito espiritual de la circuncisión mediante el
arrepentimiento y perdón –ignorando completamente los detalles físicos
que el antiguo rito demandaba– permanecemos por el propósito espiritual
del sábado cuando tenemos fe en Cristo. Podemos ver eso más claramente
en Hebreos 4, el cual analizaremos más adelante, pero la conclusión se
hace necesaria simplemente por la actitud indiferente de Pablo hacia los
días del antiguo pacto.
Algo
de tanto significado ha ocurrido que el sábado semanal ya no es un
asunto en el cual el pueblo de Dios tiene que ser juzgado. Sin embargo,
los aspectos prácticos del sábado son todavía prácticos. Todavía
necesitamos tiempo para adoración, y necesitamos tiempo para dedicarnos a
Dios. Si trabajamos siete días a la semana, lo más seguro sería que nos
alejaríamos de Dios y nos moriríamos de hambre espiritualmente.
El
apóstol Pablo tuvo que hacerse cargo de muchos problemas por vivir la
vida cristiana, y menciona un gran número de pecados que pueden mantener
a las personas fuera del reino de Dios, pero nunca menciona el sábado.
Cuando describe los pecados de los gentiles (Romanos 1), no dice nada
acerca del sábado. Tiene mucho que decir acerca de la fe y el amor, de
magnificar el propósito real de la ley de Dios, pero el sábado
simplemente no se ordena. Ni tampoco es creíble declarar que todo el
Nuevo Testamento fue escrito para que sólo los “sabios” entendieran el
mandamiento más importante.
No
debemos dejar de asistir a nuestras reuniones, no sólo por nuestro
propio beneficio sino por el beneficio de la comunidad de la fe.
“Busquemos la manera de ayudarnos unos a otros a tener más amor y a
hacer el bien. No dejemos de asistir a nuestras reuniones, como hacen
algunos, sino démonos ánimos unos a otros; y tanto más cuanto que vemos
que el día del Señor se acerca” (Hebreos 10:24-25). Debemos ir a los
servicios de la iglesia preparados a animar a otros, a dar palabras de
alabanza y gratitud al Señor.
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