¿Qué sucede después de la muerte?
Patrick Zukeran
Distintas perspectivas sobre la muerte
Desde
el principio de la humanidad, el hombre se plantea la pregunta "¿Qué
sucede después de la muerte?". Nuestra respuesta ante esta disyuntiva
tiene enorme implicancias para nuestra vida aquí en la tierra. Si bien
hay muchos que intentan escapar del tema, tarde o temprano debemos
enfrentarlo. Hay muchas respuestas a esta pregunta, todas ellas
distintas.
Los
ateos creen que al morir dejamos de existir. No hay vida después de la
muerte ni un alma eterna que continúa hasta la eternidad. Lo único que
podemos esperar es nuestra muerte inevitable, la futura muerte de la
humanidad, y del universo. Y es frente a este futuro que el ateo debe
encontrar un sentido y un propósito para su propia existencia.
Las
religiones orientales y de la Nueva Era, que apoyan una visión
panteísta del mundo, enseñan que cada uno atraviesa un ciclo infinito de
reencarnaciones hasta que se rompe el ciclo y la persona se hace uno
con lo divino. La forma que tome una persona en la vida siguiente
dependerá de la calidad de la vida anterior. Al unirse con lo divino,
deja de existir como individuo, pero se vuelve parte de la fuerza de
vida divina, como una gota de agua que vuelve al océano.
Los
que sostienen religiones animistas o tribales creen que después de la
muerte el alma humana permanece en la tierra o viaja para reunirse con
los espíritus de los ancestros que yacen en el submundo, también llamado
el reino de las sombras. Durante toda la eternidad vagan a oscuras, sin
experimentar gozo o desolación. Se puede llamar a los espíritus de
algunos muertos para ayudar o atormentar a los que están en la tierra.
El
Islam enseña que al final de los tiempos Dios juzgara las obras de
todos los hombres. Aquellos cuyas buenas obras son más que sus malas
obras entrarán en el reino de los cielos. El resto quedará sentenciado
al infierno. El Corán enseña que en el cielo los hombres tomarán vino y
recibirán las atenciones de doncellas celestiales, y que podrán tomar a
varias de estas doncellas por esposas.
La mayoría de las perspectivas del mundo deben aceptar la creencia en la vida después de la muerte sobre la base de una fe no comprobada,
pero la esperanza cristiana tiene una particular certeza por dos
razones: la resurrección de Cristo y el testimonio de la Palabra de
Dios. La Biblia ofrece la visión verídica de lo que sucede después de la
muerte. Sin embargo, muchos cristianos están equivocados con respecto a
su interpretación de la vida después de la muerte. Algunos creen que se
convierten en ángeles, otros creen que entran en un estado de "sueño
del alma", mientras que aun otros creen que estarán flotando en las
nubes tocando el arpa. En este artículo consideraremos algunos de los
conceptos populares erróneos de lo que hay más allá de la tumba, e
intentaremos percibir lo que enseña la Biblia.
Los
cristianos pueden tener la certeza de que la muerte es algo que no
deben temer. Muy por el contrario, al morir llegamos a nuestro hogar en
el cielo. El vivir implica existir en un país extranjero. La muerte ya
no tiene aguijón y hoy es victoria a través de la resurrección de Jesús
nuestro Señor.
Experiencias cercanas a la muerte
En
los últimos treinta años hubo miles de personas que afirmaron haber
tenido experiencias cercanas a la muerte (ECM; en inglés, NDE:"near death experiences").
Las ECM son sucesos en los que una persona en estado de total
conciencia abandona su cuerpo e ingresa en otro mundo. Las experiencias
de este tipo llevaron a una transformación total en la vida de muchas
personas. ¿Qué interpretación se puede dar a estos relatos?
Es importante comprender que las ECM provienen de personas que han estadoclínicamente y no biológicamente
muertas. En el caso de muerte clínica, desaparecen todas las señales
externas de vida, como la conciencia, el pulso y la respiración. En
estos casos sobreviene la muerte biológica si no se toman medidas para
revertir la situación. La muerte biológica, en cambio, no se puede
cambiar con ningún tipo de atención o cuidados, ya que es físicamente
irreversible.{1}
Los
relatos de ECM se producen en distintas etapas de la muerte clínica.
Algunos ocurren cuando el paciente se encuentra en estado de coma, muy
cercano a la muerte, o ya clínicamente muerto. Otros relatos se producen
cuando deja de latir el corazón del paciente, o cuando el cerebro del
paciente deja de registrar actividad en el monitor del EEG. No existen
registros de casos de muerte biológica o irreversible durante un tiempo
significativo seguido de una resurrección.
Lo
que intriga a científicos y teólogos por igual en sus estudios de las
ECM es que muchos pacientes describen experiencias similares, entre las
que se incluyen abandonar el cuerpo y observar desde arriba mientras los
médicos están trabajando, ingresar a un túnel oscuro, ver luz, ver a
otras personas, encuentros con seres espirituales, una sensación de
inmensa paz, y luego el retorno al cuerpo.
Muchos
científicos y médicos con distintas visiones del mundo han intentado
encontrar una explicación de este fenómeno. Los que tienen una visión
atea buscan darle explicaciones desde lo natural, que van desde
alucinaciones inducidas por la medicación, reacciones químicas que
experimenta el cerebro durante una crisis cercana a la muerte,
encuentros anteriores que habían caído en el olvido, y otras. Pero de
ninguna manera logran develar este fenómeno.
Muchas
ECM se producen sin medicación, como en el caso de personas rescatadas
del agua, clínicamente muertas. Además, miles de víctimas de ECM
pudieron describir claramente y con lujo de detalles lugares y personas
que vieron mientras se encontraban en estado de muerte clínica. Una
jovencita, que se encontraba casi muerta, pudo describir lo que hizo su
familia esa noche en la casa, lo que hicieron para cenar, dónde se sentó
cada uno e incluso las conversaciones que tuvieron. Otros pudieron
describir en detalle objetos que se hallaban en habitaciones cercanas y
más alejadas de la propia. Un paciente describió un zapato que estaba en
la azotea del hospital. Cuando las enfermeras fueron a ver, encontraron
el zapato exactamente como lo había descrito ella. Un niño que sufrió
un accidente junto a su madre y su hermano dijo a los que lo rodeaban,
sólo unos instantes antes de morir: "Me están esperando ahora". El
médico descubrió que justamente a esa hora en otro hospital habían
muerto la madre y el hermano del niño. Gary Habermas y J.P. Moreland
consideran el tema de las ECM desde distintas perspectivas en su libro Beyond Death
[Más allá de la muerte], donde argumentan que las explicaciones desde
lo natural no aclaran de manera satisfactoria lo que sucede durante las
ECM.
Si
bien las ECM no ofrecen una prueba concluyente de la existencia del
cielo o del infierno, al menos indican que en el momento de la muerte el
alma se separa del cuerpo y que el espíritu de la persona está
conciente y es coherente.
Sin
embargo, las ECM no reflejan claramente lo que se encuentra más allá de
la tumba. Las ECM son relatos que ofrecen apenas un vistazo de lo que
sucede más allá de la cortina de la muerte, y por lo tanto el panorama
que nos dan es incompleto. Colosenses 1:18 nos dice que Jesús "es el
primogénito de la resurrección, para ser en todo primero". Cristo superó
la muerte biológica y vive para siempre con autoridad sobre toda la
creación. Su supremacía sobre todas las cosas se estableció a través de
su resurrección. Sabemos, además, que Satanás se disfraza de ángel de
luz y que puede aparecer con distintos aspectos. Es fundamental que
evaluemos todas las experiencias a la luz de las Escrituras.
¿Podemos comunicarnos con los muertos?
¿Los
espíritus de los muertos pueden comunicarse con los vivos? Uno de los
programas más populares de la televisión moderna es "Crossing Over"
[Cruzando del otro lado], conducido por el vidente John Edward. Al igual
que otros videntes, Edward asegura poder comunicarse con los espíritus
de los muertos. Deja boquiabiertos a los espectadores al revelarles
detalles que sólo el ser amado fallecido podría saber. A partir de esta
comunicación, las personas buscan consuelo, consejos y aliento. La
Biblia enseña que la comunicación con los muertos no es posible. Una y
otra vez en la Biblia, Dios ordena a su pueblo desistir de la práctica
de la necromancia, el arte de comunicarse con los muertos. Deuteronomio
18:10, 11 dice:
Nadie
entre los tuyos deberá sacrificar a su hijo o hija en el fuego; ni
practicar adivinación, brujería o hechicería; ni hacer conjuros, servir
de médium espiritista o consultar a los muertos . . .
Los
cananeos consultaban a los espíritus y a los muertos con la esperanza
de obtener poder y de predecir los eventos futuros. Esta práctica es una
abominación ante Dios y es la razón por la que los cananeos fueron
expulsados de esa tierra. Israel recibió la advertencia de no imitar a
los cananeos, pues de lo contrario ellos sufrirían una pena similar.
El
contacto con los muertos está prohibido porque los espíritus de los
muertos no pueden comunicarse con los vivos. En Lucas 16, el hombre rico
que sufría en el infierno buscaba una manera de comunicarse con su
familia que estaba viva para advertirles del destino que les esperaba.
Sin embargo, no hubo manera de que se comunicara con ellos, y los vivos
tampoco podían comunicarse con él.
¿Con
quiénes se están comunicando, entonces, los médium y espiritistas? Si
efectivamente están comunicándose con un ser espiritual, lo más probable
es que sea un impostor demoníaco. Y si bien el espíritu demoníaco puede
comunicar algunas cosas ciertas, la verdadera intención del espíritu es
engañar a los familiares y alejarlos del Señor. Esta práctica a la
larga puede llevar a la posesión demoníaca y a que la persona quede muy
lastimada.
En
Hechos 16:16 Pablo se encontró con una joven que podía predecir el
futuro porque estaba poseída por un espíritu. Sabiendo esto, Pablo
finalmente expulsó al espíritu. La Biblia siempre prohíbe la práctica de
la necromancia.
Algunos
seguramente intentarán defender la necromancia señalando el pasaje de 1
Samuel 28. Aquí Saúl pide a la adivina de Endor que llame a Samuel de
la tumba. El espíritu de Samuel se levanta y anuncia un mensaje
profético a Saúl. Las opiniones de los estudiosos bíblicos están
divididas con respecto a este relato. Algunos creen que fue un impostor
demoníaco haciéndose pasar por Samuel. Yo creo que, ya que se cumplió
esta profecía, éste realmente era el profeta Samuel. A pesar de la
desobediencia de Saúl, Dios hizo una excepción en este caso.
Cualquiera
sea el punto de vista que uno defienda, es claro que este versículo no
nos alienta a consultar con los médium. Saúl en este momento de su vida
estaba fuera de la voluntad de Dios y debido a que el Espíritu de Dios
le había abandonado, no podía recibir palabra de Dios. Desesperado, y
siguiendo una constante en su vida, desobedeció a Dios, y sufrió las
consecuencias. Este relato de Saúl nos enseña una lección y no es un
ejemplo que debamos seguir.
Un minuto después de la muerte
¿Qué
sucede con nuestro último aliento? La Biblia nos enseña lo que habrá de
ocurrir. En primer lugar, nuestra alma y espíritu inmaterial se separan
de nuestro cuerpo físico. Luego, recibiremos de inmediato la sentencia
en el juicio que determinará nuestro destino eterno. Aquellos que hayan
confiado en el pago de Cristo en la cruz por nuestros pecados entrarán a
la vida eterna en la presencia de Dios. 2 Corintios 5:8 dice: "Así que
nos mantenemos confiados y preferiríamos ausentarnos de este cuerpo y
vivir junto al Señor". No habrá demora en un estado de inconsciencia al
que muchos denominan "sueño del alma-2. Estaremos de inmediato ante la
presencia de Dios. En segundo lugar, el alma en el cielo se perfecciona
en santidad, y desaparece por completo nuestra antigua naturaleza
pecaminosa. Hebreos 12:23 menciona "los espíritus de los justos que han
llegado a la perfección". Los espíritus de los santos están en el reino
de los cielos y han llegado a la perfección. La lucha contra el pecado
que describió Pablo y en la cual participan todos los cristianos
finaliza para siempre cuando, después de la muerte, entramos en nuestra
condición glorificada.
Aquellos
que rechazan este don recibirán lo que han elegido, la eternidad
separados de Dios en el infierno. Hebreos 9:27 dice: "Así como está
establecido que los seres humanos mueran una vez, y después venga el
juicio..." No hay segunda oportunidad, y no hay ciclo de reencarnación.
Nuestro destino eterno está determinado por la decisión que tomamos con
respecto a Cristo aquí en la tierra. Muchos asumen que después de
recibir a Cristo todo lo que queda es una entrada gozosa al paraíso. Las
Escrituras nos enseñan que Jesús nos recompensará según la manera en
que hayamos vivido en la tierra. Enseñó este principio con la parábola
de los talentos en Lucas 19. A cada siervo se le encomendó que
administrara los talentos que su señor le entregaba. Al retorno del
señor, cada siervo debía rendir cuentas sobre la forma en que había
administrado los talentos encomendados. Los siervos juiciosos recibieron
una recompensa mientras que el siervo malvado fue expulsado.
La
lección para el cristiano es que cada uno de nosotros deberá rendir
cuentas por el tiempo que hemos pasado aquí en la tierra. Esto no es lo
mismo que el juicio que evaluará nuestra condición con respecto a la
salvación. La muerte de Cristo en la cruz permite que todos los que
crean entren al reino de Dios. Seremos juzgados por nuestras obras
hechas a partir del momento de nuestra salvación. Este juicio a los
creyentes se denomina el Tribunal de Cristo, acontecimiento que se
describe en 1 Corintios 3:11-15:
Porque
nadie puede poner un fundamento diferente del que ya está puesto, que
es Jesucristo. Si alguien construye sobre este fundamento, ya sea con
oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno y paja, su obra se
mostrará tal cual es, pues el día del juicio la dejará al descubierto.
El fuego la dará a conocer, y pondrá a prueba la calidad del trabajo de
cada uno. Si lo que alguien ha construido permanece, recibirá su
recompensa, pero si su obra es consumida por las llamas, él sufrirá
pérdida. Será salvo, pero como quien pasa por el fuego.
Pablo
declara que Cristo es nuestro fundamento. Nuestras obras son la
edificación sobre este fundamento. Los materiales de oro, plata y
piedras preciosas se refieren a obras realizadas con motivos puros para
la gloria de Dios. Las obras de madera, heno y paja son las que se hacen
con motivos equivocados, sólo para gloriarse uno mismo.
En
el Tribunal de Cristo nuestras obras serán probadas con fuego divino.
Aquellas obras que se hicieron para la gloria de Dios resistirán las
llamas y serán nuestra recompensa. Algunos verán con tristeza cómo las
llamas consumen ante sus ojos todas las obras que realizaron en la
tierra y entrarán al cielo con poca recompensa o ninguna.
Los
no creyentes serán juzgados y sentenciados al infierno. Al final de los
tiempos se enfrentarán al juicio ante el Gran Trono Blanco. Aquí serán
juzgados todos los muertos no justos desde el comienzo de los tiempos
conforme a su rechazo del Salvador. Luego serán echados al lago de fuego
para toda la eternidad. Apocalipsis 20:11-15 dice:
Luego
vi un gran trono blanco y a alguien que estaba sentado en él. De su
presencia huyeron la tierra y el cielo, sin dejar rastro alguno. Vi
también a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono. Se
abrieron unos libros, y luego otro, que es el libro de la vida. Los
muertos fueron juzgados según los que habían hecho, conforme a lo que
estaba escrito en los libros. El mar devolvió sus muertos; la muerte y
el infierno devolvieron los suyos, y cada uno fue juzgado según lo que
había hecho. La muerte y el infierno fueron arrojados al lago de fuego.
Este lago de fuego es la muerte segunda. Aquel cuyo nombre no estaba
escrito en el libro de la vida era arrojado al lago de fuego. Sabiendo
que como cristianos algún día tendremos que rendir cuentas de nuestras
vidas, deberíamos vivir como juiciosos mayordomos administrando lo que
Dios nos dio. El saber el destino que le tocará a los que no son salvos
debería llenarnos del coraje de compartir a Cristo sin vergüenza, con
urgencia, a todos los que nos rodean. El saber lo que se encuentra más
allá de la tumba debería motivarnos a vivir nuestra vida en la tierra
con una misión.
¿Cómo seremos en el cielo?
En
el momento de la muerte física, el alma se separa del cuerpo y entra de
inmediato a la presencia del Señor. Miremos una vez más las palabras de
Pablo en 2 Corintios 5:8, que dice: "Así que nos mantenemos confiados y
preferiríamos ausentarnos de este cuerpo y vivir junto al Señor". El
alma en el cielo se perfecciona en santidad y desaparece por completo
nuestra antigua naturaleza pecaminosa. Como se señaló anteriormente,
Hebreos 12:23 menciona "los espíritus de los justos que han llegado a la
perfección". Los espíritus de los santos están en el cielo y han
llegado a la perfección. La lucha contra el pecado que describió Pablo y
en la cual participan todos los cristianos finaliza para siempre
cuando, después de la muerte, entramos en nuestra condición glorificada.
No
permaneceremos en el reino de los cielos como alma sin cuerpo. En el
tiempo establecido por Dios habrá una resurrección final donde el
espíritu se unirá al cuerpo resucitado. Si bien varían las opiniones de
los cristianos con respecto a cuándo se producirá esta resurrección,
todos estamos de acuerdo con respecto a la resurrección del cuerpo. ¿Qué
apariencia tendrá el cuerpo resucitado? Filipenses 3:20, 21 dice:
"Somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el
Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo miserable para que sea
como su cuerpo glorioso". 1 Juan 3:2 promete: "Sabemos, sin embargo, que
cuando Cristo venga seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como
él es".
A
partir de estos dos pasajes sabemos que nuestros cuerpos glorificados
serán como el de Cristo. No seremos deificados, sino que nuestros
cuerpos tendrán las mismas cualidades que el cuerpo resucitado de Jesús.
Nuestros cuerpos celestiales serán nuestros cuerpos terrenales
glorificados. El cuerpo de Cristo que murió en la cruz era el mismo que
resucitó. Su cuerpo glorificado pudo pasar a través de las paredes,
aparecer repentinamente, y ascender a los cielos.
2
Corintios 5:1 nos dice: "Tenemos de Dios un edificio, una casa eterna
en el cielo, no construida por manos humanas". Las manos de Dios
formarán el cuerpo resucitado. Según dice 1 Corintios 15:39, 40, 42b,
43:
No
todos los cuerpos son iguales: hay cuerpos humanos; también los hay de
animales terrestres, de aves y de peces. Así mismo hay cuerpos celestes y
cuerpos terrestres; pero el esplendor de los cuerpos celestes es uno, y
el de los cuerpos terrestres es otro. . . Lo que se siembra en
corrupción, resucita en incorrupción; lo que se siembra en oprobio,
resucita en gloria; lo que se siembra en debilidad, resucita en poder;
se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual. Al
responder a los que desprecian la resurrección, Pablo explica que
nuestros cuerpos celestiales tendrán diferencias con nuestros cuerpos
terrenales. Serán cuerpos encarnados, pero tan distintos de nuestros
cuerpos terrenales como lo son nuestros cuerpos de los de los animales.
Podemos
concluir además que, como una semilla, el cuerpo será sembrado o
enterrado y que algún día volverá a la vida. Se entierra en muerte,
corrupción, debilidad y deshonor. Al resucitar será cambiado desde todos
los puntos de vista. Resucita imperecedero, glorioso, poderoso y
espiritual. Entonces tendremos cuerpos eternos, permanentes y
perfeccionados.
También
mantendremos nuestra identidad. En Lucas 16:23, Lázaro, el hombre rico,
y Abraham retuvieron todos su identidad. Llegará el día en que ya no
tendremos que enfrentarnos a la debilidad del pecado, la enfermedad, la
vejez. Hay un gran futuro por delante para los que están en Cristo.
¿Qué haremos en el cielo?
¿Qué
haremos en el cielo durante toda la eternidad? Algunos se imaginan
jugando al golf eternamente, mientras que otros imaginan santos flotando
en las nubes con arpas de oro. Si bien son pensamientos agradables, no
llegan a vislumbrar el glorioso futuro que les espera a los que están en
Cristo. Sabemos relativamente poco sobre las actividades que tendrán
lugar en el cielo ya que sólo se nos ofrece un breve pantallazo de
nuestra vida venidera. En primer lugar, el momento que los santos de
todos los tiempos esperan ansiosos es encontrarse cara a cara con el
Señor al que han servido. Este será el primer y más grandioso momento
después de la muerte física. A partir de allí disfrutaremos de la "koinonia" y la comunión en su presencia durante toda la eternidad.
En segundo lugar, nuestra vida en el cielo implica adoración. Tenemos una clara descripción de esto en Apocalipsis 19:1-5:
Después
de esto oí en el cielo un tremendo bullicio, como el de una inmensa
multitud que exclamaba: "¡Aleluya! La salvación, la gloria y el poder
son de nuestro Dios, pues sus juicios son verdaderos y justos..." Y
volvieron a exclamar: "¡Aleluya! El humo de ella sube por los siglos de
los siglos." Entonces los veinticuatro ancianos y los cuatro seres
vivientes se postraron y adoraron a Dios, que estaba sentado en el
trono, y dijeron: "¡Amén, Aleluya!" Y del trono salió una voz que decía:
"¡Alaben ustedes a nuestro Dios, todos sus siervos, grandes y pequeños,
que con reverente temor le sirven!"
Como
el bullicio de una gran multitud, llegan las alabanzas de los santos de
todos los tiempos. Hace un tiempo los hombres de nuestra iglesia
describieron la experiencia de cantar un himno, "Cuán grande es Él" en
una conferencia de un grupo denominado Promise Keepers [Cumplidores del
pacto]. No tenían palabras que pudieran describir con precisión tan
sublime experiencia. Su mejor intento por ponerlo en palabras fue:
"¡Impresionante! ¡Simplemente impresionante!". ¿Pueden imaginarse
entonces lo que será cuando cantemos "Santo, Santo, Santo" junto con los
santos de todos los tiempos en la presencia de Dios? Nuestra adoración
aquí en la tierra es la preparación para nuestra gran adoración futura
en el cielo.
En
tercer lugar está el aspecto del descanso. El descanso celestial aquí
no implica una cesación de nuestras actividades, sino la experiencia de
llegar a una meta de crucial importancia. El escritor de Hebreos 4:9, 10
dice, al hablar al pueblo de Dios: "Por consiguiente, queda todavía un
reposo especial para el pueblo de Dios; porque el que entra en el reposo
de Dios descansa también de sus obras, así como Dios descansó de las
suyas". El cielo es la meta final que alcanzamos después de nuestro
peregrinaje aquí en la tierra. Descansaremos de nuestros sufrimientos y
esfuerzos contra las enfermedades, la carne, el mundo y el diablo.
En
cuarto lugar serviremos al Señor. Lucas 19:11-27 enseña una parábola
sobre la mayordomía. Los siervos juiciosos que multiplicaron los
talentos del maestro recibieron autoridad sobre diez y cinco ciudades.
Apocalipsis 22:3 nos dice: "El trono de Dios y del Cordero estará en la
ciudad. Sus siervos lo adorarán". En 1 Corintios 6:3 Pablo reprende a
los cristianos carnales que no pueden solucionar las diferencias entre
ellos y les pregunta: "¿No saben que aun a los ángeles los juzgaremos?".
En Apocalipsis 3:21 el Señor Jesús promete: "Al que salga vencedor le
daré el derecho de sentarse conmigo en mi trono, como también yo vencí y
me senté con mi Padre en su trono". Aparentemente tendremos autoridad
sobre una esfera del reino eterno de Dios. La cantidad que recibamos
dependerá de nuestra fidelidad a él en esta tierra.
En
quinto lugar, experimentaremos comunión con Dios y con los que nos
rodean. Una de las experiencias más dolorosas es la despedida. Ya sea
que un ser querido se traslade a otro lugar, o que muera, siempre
implica dolor el decir adiós. El cristiano tiene la esperanza de saber
que nuestras despedidas no serán para siempre. Algún día volveremos a
encontrarnos, y esta vez nunca más volveremos a despedirnos. ¡Lo que
encontrará el creyente después de la muerte es un futuro glorioso
imposible de imaginar en todas sus dimensiones!
Notas
1. Gary Habermas & J.P. Moreland, Beyond Death (Wheaton, Ill.: Crossway Books, 1998), 156.
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- Walvoord, John. The Revelation of Jesus Christ. Chicago: Moody Press, 1966.
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Traducción: Elizabeth Birks
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