Los hombres de Dios son hombres de Oración
De todo ello vemos que la oración tiene un lugar
elevado entre todos los ejercicios de la vida espiritual. Todos los hombres de
Dios han sido hombres de oración. ¡Miremos, por ejemplo, a Baxter! Las paredes
de su estudio estaban descoloridas por su aliento; y cuando hubo sido ungido
por la unción del Espíritu Santo, de él brotaron ríos de agua viva sobre
Kidder-minster, siendo centenares los que se convirtieron. Lutero y sus
compañeros eran hombres de tal poder en la oración a Dios que quebrantaron el hechizo
de siglos y pusieron naciones enteras a los pies de la cruz. John Knox abarcó a
toda Escocia en los brazos de la fe; sus oraciones tenían aterrorizados a los
tiranos. Whitefield, después de mucha oración santa y fiel privada, fue a la
feria de Satanás, y arrancó más de mil almas de la garra del león en un solo
día. ¡Vemos a Wesley convirtiendo a diez mil almas para el Señor! Mirad a
Finney, cuyas oraciones, fe, sermones y escritos han sacudido a nuestro país
entero, y ha enviado una ola de bendición a las iglesias, a los dos lados del
mar.
El doctor Guthrie hablaba así de la oración y de
su necesidad: «La primera señal verdadera de vida espiritual, la oración, es
también el medio de mantenerla. El hombre no puede vivir físicamente sin respirar
como tampoco puede \i\u espiritualmente sin orar. Hay una determinada clase de
animales, los cetáceos, que habitan en las profundidades del mar. Es su hogar,
nunca se acercan a la orilla; sin embargo, aunque nadan bajo las olas y llegan
a grandes profundidades tienen que aparecer en la superficie, de vez en
cuando, porque han de respirar aire. Sin ello, estos monarcas de las
profundidades no podrían sobrevivir en el denso elemento en que se mueven. algo
semejante a lo que les impone la necesidad tísica, podemos decir del cristiano
que debe hacerlo por una necesidad espiritual. El cristiano ha de elevarse de
vez en cuando a Dios, por medio de la oración, hacia las regiones más puras de
las provisiones de la gracia divina, para poder mantener su vida espiritual. Si
be impide a uno de estos
animales que alcance la superficie, muere asfixiado; si se impide a un
cristiano llegar a Dios, muere por falta de oración».
«Dadme hijos», clamaba Raquel, «o muero».
«Dejadme respirar», dice el hombre que se ahoga, «o muero». «Dejadme orar»,
dice el cristiano, «o muero».
Desde que empecé a pedir a Dios bendición sobre mis estudios», dijo el doctor Payson cuando era un
estudiante, «he hecho más en una semana que antes en todo un año-.
Lutero, cuando se hallaba más agobiado de trabajo,
dijo: «Tengo tanto qué hacer que solamente puedo dedicar tres horas diarias a
la oración».
Y no solo los teólogos tienen en gran estima y
hablan así de la oración; hombres de todos los tipos de vida han dicho lo
mismo. El general Havelock se levantaba a las cuatro, si la hora de empezar la
marcha eran las seis, para no perder el precioso privilegio de la comunión con
Dios antes de emprender las marchas a que obligaba su profesión.
Su Matthew Hale decía: «Si descuido orar y leer la Palabra de Dios por la
mañana, nada va bien durante el día».
Una gran parte de mi tiempo», decía McCheyne, «lo
paso afinando mi corazón para la oración. Es el hilo que une la tierra con el
cielo».
Una perspectiva comprensiva de este tema nos
mostraría que hay nueve elementos que son esenciales para la verdadera
oración. El primero es la adoración; no podemos establecer contacto con Dios
en el mismo nivel, hemos de acercarnos a Él como quien está más allá de nuestro
alcance y nuestra vista. El siguiente es la confesión; el pecado ha de ser
eliminado. No podemos tener comunión con Dios mientras haya alguna
transgresión por nuestra parte. Si hay algo pecaminoso hecho por el hombre, no
puede esperar favor hasta haber confesado la falta. La restitución es otro;
hemos de hacer compensación por la falta, siempre que sea posible. La acción de
gracias es el próximo paso; hemos de estar agradecidos a Dios por lo que ha
hecho por nosotros ya. Luego viene ej perdón, y después la unidad; y luego,
tiene que haber fe. Bajo esta influencia estaremos preparados para ofrecer
nuestras peticiones. Escuchamos gran número de oraciones que no son nada más
que exhortaciones; si el individuo que ora no tuviera los ojos cerrados
supondríamos que está predicando. Hay también mucha oración que es solo buscar
faltas en otros. La esencia,de la oración es petición. Pero con ella y tras
ella ha de habpr sumisión. Mientras oramos hemos dé estar dispuestos a aceptar
la voluntad de Dios. Vamos a considerar estos nueve elementos en detalle, y cerraremos
nuestra pesquisa dando ilustraciones incidentales de la certidumbre de
recibir, bajo estas condiciones, respuestas a la oración.
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